CAPÍTULO 60. Ella todavía es mía

El departamento de huéspedes de la mansión estaba separado de ella por unos cincuenta metros, y Lucio le indicó que podía dejar allí su maleta apenas llegaron.

—Venga a la casa cuando termine de instalarse, señor Scott. No hay mucha gente a la que conocer, pero igual hacemos las presentaciones.

Gabriel solo tenía una pequeña maleta, así que la dejó en una esquina mientras miraba alrededor. Dos habitaciones cómodas con sus baños. Y un espacio de salón, comedor y cocina. Más que suficiente para quien viniera de visita, más que suficiente para él.

Gabriel buscó los lugares estratégicos en los que esconder el par de armas que había traído y cinco minutos después caminaba hacia la casa. Estaba entrando por una de las puertas laterales que daban al jardín cuando se topó de frente con un cuadro.

No, no era una persona. Era un cuadro enorme que avanzaba mientras alguien trastabillaba intentando cargarlo.

—A ver, a ver, yo ayudo —dijo levantándolo del otro lado y llevándolo hacia la puerta.

—G
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