Gabriel quería hundir a los Grey, eso estaba claro. Durante un año se había desentendido de ellos, pero ahora que sabía todo el daño que le habían hecho a Marianne, no podía quedarse de brazos cruzados.—Está bien —aceptó—. No puedo obligarte a que te vayas, pero si te quedas, volveremos a los entrenamientos, convertiremos esta cabaña en una fortaleza, y no te separarás de mí ni un segundo.Marianne sonrió con picardía besando su pecho.—No me voy a oponer a eso —susurró.Los dos sabían que no sería fácil, pero estaban dispuestos a luchar.Sabían que tendrían que estar unidos y ser más fuertes que nunca si querían derrotar a sus enemigos.—Entonces vamos a hablar sobre esto como se debe —sentenció levantándose y poco después regresó con un par de tazas de café—. Ya conseguí una orden de parte de la organización, puedo usar sus recursos para rastrear y capturar al exministro Moore.—¿Moore?—Él fue el que ayudó al Comandante Hopper hace un año, el hombre que nos tendió una trampa y me
Marianne jamás había imaginado que su familia pudiera verse tan bien después de perderla. Jamás la habían querido, eso siempre había sido evidente, pero parecía que su muerte los había... revitalizado. Astor estaba en una esquina del salón, aceptando cheques con la mayor de las sonrisas y su traje de etiqueta.Su hermanastra Asli parecía que caminaba sobre nubes, luciendo como si la vida se le fuera a salir por los poros. Toda una falsa reina.Su madrastra se desenvolvía a su lado con naturalidad, como si hubiera nacido siendo millonaria y no una criada de Hamilt Grey, y su padre... bueno su padre estaba callado. A pesar de que todo el mundo estaba charlando, riendo y bebiendo, él solo se limitaba a comer.Marianne siempre había sido un estorbo para su familia, y ahora finalmente creían que se habían liberado de ella.Pero todo eso cambió en el mismo momento en que Marianne entró en la sala de baile donde estaban todos los invitados y notó al instante cuántas miradas pesadas recaían s
Marianne abrió los ojos con el primer rayo de sol y miró alrededor.Las paredes de madera de la cabaña eran de un gris descolorido, salpicado de negro en algunas partes. La mayoría de los muebles eran de la misma madera que la casa, pero las estancias eran luminosas, el sol entraba de forma brillante y cálida, y el fuego en la chimenea de piedra crepitaba todavía, su calor se extendía a la cama, donde Marianne y Gabriel se acurrucaban.Apenas había dormido y todavía sentía que quería arrancarse aquel brazo donde su hermanastra la había tocado, pero sabía que tenían un día importante por delante.Gabriel la atrajo hacia su cuerpo en la cama y la besó con suavidad.—¿Has dormido bien? —preguntó preocupado.—No, pero tú tampoco. No me engañas —respondió Marianne.—¿Quieres hablar de lo que pasó anoche?—¿De qué? ¿De mi padre sufriendo un colapso delante de mí? ¿Para qué vamos a hablar de eso?Gabriel le acarició el cabello.—Si quieres puedo averiguar cómo está —murmuró.—No, no me inter
—¿Esto es sangre?Aquella pregunta de Stela había sobresaltado a todos, no solo por el hecho de que fuera sangre sino por la posibilidad de quién fuera el dueño.—¿Creen que sea del forense? —preguntó Marianne.Reed asintió. Era la única explicación que tenía sentido. Aquel hombre había sido el responsable de armar todo el fraude junto con Astor y si este último hubiera matado al forense, entonces sería una forma de callarlo.—¿Dónde está el cuerpo? —preguntó Stela.Todos volvieron a mirar hacia la terraza, que quedaba sobre el lago. Nadie se atrevía a bajar para ver si había algo o no en el agua. Reed fue el primero en moverse, pero Gabriel lo detuvo.—No, espera —le dijo—. Yo iré.Bajó las escaleras con cuidado, temiendo lo que podría encontrar. Pero no había nada, el agua estaba muy baja cerca de los pilotes, así que si alguien lo había echado al lago, debía ser lejos de allí.—Tenemos que irnos —dijo Reed, ya que no quería estar allí cuando llegara la policía.Salieron todos de la
Lennox y Max salieron del coche, pasaron un segundo por el estacionamiento y luego entraron en el hospital para encontrar al psiquiatra. Gabriel les había advertido a tiempo, o eso esperaban, porque cuando preguntaron por el doctor Simpson en la recepción del hospital, les dijeron que le faltaba poco para terminar su turno.Sin embargo Lennox no se confiaba, y se fue de regreso al estacionamiento, justo a tiempo para encontrarlo tratando de escapar.—¡Doctor Simpson! —voceó Lennox y Max se le unió en un segundo.El médico comenzó a correr hacia su auto, pero aquellas nuevas piernas de Lennox, cortesía de Nike, no tardaron en alcanzarlo.—¿Por qué tan apurado, doc? ¿Va a alguna fiesta? —siseó Max.El psiquiatra intentó alejarse de ellos, pero Lennox lo agarró por el brazo y lo hizo marchar hacia su auto.—Vas a venir con nosotros —dijo tajante.—Noooooo, no tengo que ir con ustedes. Puedo gritar y la gente vendrá a ayudarme... —balbuceó el psiquiatra, pero no sonaba muy convencido.—Pa
Marianne miró a Gabriel. Estaban acurrucados de nuevo en el sofá de la cabaña después de regresar del Lago Tahoe. Sabía que él tenía miedo de que pudieran lastimarla, pero estaba decidida a hacer aquello a pesar de los riesgos.—Voy a hacerlo. Voy a ir a la policía y a contarles lo que me hizo Astor.El corazón de Gabriel se hundió. Sabía que sería arriesgado, pero nunca había imaginado que realmente podían perder tanto en el proceso.—¿Estás segura de que quieres hacerlo? Podrían hacerte daño, y no solo me refiero al aspecto físico.Marianne negó con la cabeza.—No tengo miedo. No voy a dejar que se salgan con la suya con lo que me hicieron. Merecen ser castigados. ¡Él, Asli, Griselda!—Pero Marianne —dijo Gabriel—, si haces esto, tendrás que ir a los tribunales y testificar. Pueden hacerte toda clase de preguntas horribles.—Lo sé —respondió ella—. Pero es un riesgo que tendré que correr.Gabriel miró a Marianne.—Estaré muy preocupado por ti —suspiró acariciándola.Marianne sonrió
El detective Wainwright había sido inteligente: había dejado que Gabriel se quedara, y había citado al Fiscal de distrito, y al juez de la suprema corte Connor Sheffield, del otro lado de aquel cristal. Le decían "La pecera", porque podían ver todo lo que pasaba dentro, y dentro estaban el doctor Simpson y Marianne Grey.El doctor Simpson se recostó en su silla y miró a Marianne.—Lo siento, sé que no sirve de nada a estas alturas... pero lo siento.El corazón de Marianne se estrujó. Estaba segura de que el doctor no había sido el cerebro de todo aquello, pero los recuerdos que tenía de él eran horribles.—Tú ayudaste a mi hermanastro a lastimarme —dijo.El doctor Simpson negó con la cabeza.—Astor me pagó bien por mantenerte ahí. Después de que acepté el primer dinero... ya era imposible decir que no. No pude ir en contra de sus deseos.Marianne se levantó.—Entonces di la verdad. Sabes que nos están viendo. Diles lo que pasó.—Astor es un hombre poderoso —le recordó el médico.—Lo s
—Marianne... ¿puedo hablar contigo un momento?Hamilt Grey parecía que había envejecido cien años de un tirón.La prensa decía que había sufrido un infarto, y luego había habido noticias de que se había ido del hospital con un alta voluntaria, sin autorización del médico.—¿No deberías estar en un hospital? —dijo Marianne levantándose.—No podría estar en una cama viendo cómo uno de mis hijos acusa a otro de asesinato.Marianne cerró los puños con fuerza.—Pues si crees que vas a detenerme estás muy equivocado, ya no pienso dar marcha atrás...—No quiero detenerte —la interrumpió Hamilt y tanto la muchacha como Gabriel lo miraron con expresión sorprendida—. Quiero que me cuentes... que me cuentes lo que sabes... sobre la muerte de la primera señora Grey, tu madre... todo lo que dijiste en la recaudación...Marianne miró a Gabriel, no confiaba en Hamilt, pero finalmente no le diría nada que no hubiera dicho ya frente a jueces y jurados.—Astor mató a mi madre —dijo Marianne.Pudo ver l