CAPÍTULO 71. Una víctima

Marianne abrió los ojos con el primer rayo de sol y miró alrededor.

Las paredes de madera de la cabaña eran de un gris descolorido, salpicado de negro en algunas partes. La mayoría de los muebles eran de la misma madera que la casa, pero las estancias eran luminosas, el sol entraba de forma brillante y cálida, y el fuego en la chimenea de piedra crepitaba todavía, su calor se extendía a la cama, donde Marianne y Gabriel se acurrucaban.

Apenas había dormido y todavía sentía que quería arrancarse aquel brazo donde su hermanastra la había tocado, pero sabía que tenían un día importante por delante.

Gabriel la atrajo hacia su cuerpo en la cama y la besó con suavidad.

—¿Has dormido bien? —preguntó preocupado.

—No, pero tú tampoco. No me engañas —respondió Marianne.

—¿Quieres hablar de lo que pasó anoche?

—¿De qué? ¿De mi padre sufriendo un colapso delante de mí? ¿Para qué vamos a hablar de eso?

Gabriel le acarició el cabello.

—Si quieres puedo averiguar cómo está —murmuró.

—No, no me inter
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