CAPÍTULO 62. ¡Obedéceme!

Lucio Hamilton no le había mentido: era un trabajo sin movimiento. Él estaba en la empresa la mayor parte del día y no quería tenerlo de florero en una esquina. Marianne se pasaba el día encerrada pintando y él deambulaba por la casa, sin saber cómo acercarse a ella después de lo que había pasado. Apenas salían, y cuando eso pasaba Gabriel veía a Marianne cada vez más ensimismada.

—¿Quieres que salgamos a comer? —le preguntó Lucio varios días después y la vio negar.

—No… tengo mucho que hacer, me atrasé con los cuadros que debo entregarle a la tienda —murmuró ella sin mirarlo—. Lo siento ¿podemos hacerlo otro día?

Lucio arrugó el ceño.

—Marianne, si esto es por el compromiso, no… ¡maldición, no lo hice para que te sintieras mal! —replicó.

—No, Lucio, no es por el compromiso, de verdad —lo tranquilizó ella mirándolo a los ojos—. Es que tengo trabajo y no… no me he sentido bien estos días. Me ha estado doliendo la cabeza.

—¿En serio? ¿Eso no es después de la boda? —preguntó Lucio sacánd
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