—¡Vamos Reed, sube, sube! —apremiaba Max mientras le resto del equipo ya estaba en el interior del avión.El médico se apuró. Y se ajustó los cinturones mientras el aparato despegaba.—¿Por qué demoraron tanto? —gruñó el doctor con molestia—. ¡Pensé que la organización estaba tan apurada como nosotros por ir a rescatarlo! ¡Ya pasaron seis horas! ¿Y apenas ahora vamos saliendo?—Eso es porque nosotros vamos a ir a buscar a Gabriel, pero no vamos a ser los que lo rescatemos —le explicó Max mientras abría una computadora portátil sobre sus rodillas, que más parecía un bloque de aluminio que una laptop.—¿Qué quieres decir con que no lo vamos a rescatar? —espetó Morgan mientras el aparato despegaba.—Después de lo que pasó, los muchachos están muy comprometidos con esto, ¡maldición Reed, tú eres el psicólogo, yo no tendría que decirte esto! —rezongó Max.—¿Entonces quiénes van a buscarlo?—La organización tenía un equipo activo en Libia, ya lo enviaron, con suerte dentro de poco tendremos
«Estaba sola en la casa del lago… cuando Benjamín la atacó…»«La mocosa no sobrevivió…»Gabriel sintió como si unas manos invisibles alrededor de su garganta no lo dejaran respirar.«La mocosa no sobrevivió…»Negó con fuerza mientras sus nudillos se volvían blancos de tanto apretar las sábanas.—No puede ser…«La mocosa no sobrevivió…»—Gabo esto no es tu culpa…«La mocosa no sobrevivió…»Gabriel sintió esas agujas detrás de los ojos que anunciaban las lágrimas, pero todo lo que salió de su pecho fue un rugido sordo y agónico. Porque sí, era su culpa. Todo era su culpa.—Marianne… no… la mocosa no… ¡la mocosa no, Reed! —gritó desesperado y antes de que se lastimara más de lo que ya lo estaba, los tres hombres en aquella habitación trataron de contenerlo, pero Reed no lo sedó, porque sabía que si lo hacía, cuando despertara todo aquello se volvería a repetir.Lo vieron quebrarse, llorar, gritar, maldecir, hasta que en algún punto, como pasa con todas las olas de dolor, aquel vacío y aq
—¿Qué más podemos hacer?Tres meses después de que Stela, Lucio y Marianne llegaran a Suiza, por fin el doctor había declarado que Marianne podía salir de la clínica de retiro. Stela había estado todo el tiempo con ella, y Lucio las visitaba casi todos los días.—No se puede hacer más, ella está bien —había respondido el médico.—Pero es que apenas nos recuerda… —había dicho Stela.—Pero eso no le impide quererlos, ni confiar en ustedes. Marianne ha pasado por mucho. Esperar que vuelva a ser ella misma en solo tres meses después de todo lo que le sucedió, es imposible —había explicado el médico—. Nuestro trabajo es ponerla en contacto con una realidad que sea sana para ella. Marianne está en contacto con la mayor parte de su identidad, ha vuelto a pintar, está tranquila, ya no necesita medicación, asiste a sus terapias, se ocupa, pasa tiempo con sus amigos —había dicho señalándola a Stela y a Lucio—. Es cierto que una gran parte de sus recuerdos todavía no vuelven, pero tienen que ent
Caminó despacio, no porque quisiera pasar desapercibido, sino porque sentía que apenas si podía arrastrar los pies. ¡Marianne estaba viva! Pero ¿por qué actuaba como si no lo conociera? ¿O era que no estaba actuando y de verdad…? ¿Y si no era ella?La mente de Gabriel volvió a las fotos, había insistido en que Reed le enseñara las fotos del archivo forense y ella… estaba muerta, ¡Reed la había visto…! ¿¡Cómo era posible!?Decían que todos en le mundo tenían un doble, ¡pero aquella muchacha era como una copia exacta de Marianne! ¡Y se llamaba igual! ¡No podía haber tanta coincidencia!La siguió, a ella y al hombre que la llevaba, y los vio entrar en una hermosa mansión en medio de la ciudad. Sabía que tenia que hacer algo, pero no tenía idea de qué, simplemente estaba aturdido, paralizado.Todavía estaba allí cuando una limusina se detuvo frente a la casa y los vio salir, ella colgada de su brazo, con un largo y elegante vestido. Gabriel detuvo un taxi y le pidió al taxista que los sig
Era como autómata. Como una de esas marionetas a las que un ser superior gobernaba y solo podía moverse sin reaccionar, sin rebelarse.Sus pasos lo llevaron de vuelta al hotel, a aquella cama y a mirar aquel techo mientras sentía que su corazón se hacía pequeños pedazos.Su mocosa estaba viva, pero no lo recordaba. Lo había visto a los ojos y no lo había reconocido. Y acababa de comprometerse con el hermano de Stela. ¿Qué demonios estaba pasando?Para cualquier otro hombre, largarse de vuelta a América era la opción más inteligente, pero no para él. ¡Algo estaba pasando! ¡Algo le habían hecho! ¡Pero Lucio Hamilton no parecía la clase de hombre que…!La verdad era que no lo sabía, no sabía nada. ¡Pero tenía que averiguarlo!Estaba medio amodorrado y medio teniendo pesadillas cuando sintió que tocaban a su puerta.—¿Listo para irnos? —preguntó Lennox entrando y Gabriel se sentó en la cama con expresión cansada.—No, no puedo irme, me voy a quedar aquí —respondió Gabriel y su amigo frunc
El departamento de huéspedes de la mansión estaba separado de ella por unos cincuenta metros, y Lucio le indicó que podía dejar allí su maleta apenas llegaron.—Venga a la casa cuando termine de instalarse, señor Scott. No hay mucha gente a la que conocer, pero igual hacemos las presentaciones.Gabriel solo tenía una pequeña maleta, así que la dejó en una esquina mientras miraba alrededor. Dos habitaciones cómodas con sus baños. Y un espacio de salón, comedor y cocina. Más que suficiente para quien viniera de visita, más que suficiente para él.Gabriel buscó los lugares estratégicos en los que esconder el par de armas que había traído y cinco minutos después caminaba hacia la casa. Estaba entrando por una de las puertas laterales que daban al jardín cuando se topó de frente con un cuadro.No, no era una persona. Era un cuadro enorme que avanzaba mientras alguien trastabillaba intentando cargarlo.—A ver, a ver, yo ayudo —dijo levantándolo del otro lado y llevándolo hacia la puerta.—G
Aquella palabra, aquel acento, aquella voz retumbó en su cerebro como un trueno, haciendo que Marianne se detuviera en su sitio, inmóvil, aterrada, aturdida. El mundo empezó a girar demasiado rápido y Gabriel la vio soltar la playera con un gesto ausente mientras se sostenía la cabeza.Su mano se dirigió a la pared más cercana para apoyarse, pero simplemente no llegó. Su cuerpo se fue hacia un lado y el capitán sintió que perdía todo el aire mientras corría para sostenerla antes de que chocara contra el suelo.—¡Mocosa! —jadeó espantado mientras se sentaba en el suelo y la abrazaba con fuerza contra su pecho—. Vamos, Marianne, mírame… todo está bien, mírame…Le palmeó el rostro con suavidad y le besó la frente mientras sentía cómo su corazón se aceleraba y ella empezaba a respirar pesadamente. Sabía que allá en algún lugar dentro de ella sus recuerdos estaban peleando, y no iba a dejar que lo hiciera sola.—Tranquila, mocosa, te estoy abrazando… te estoy abrazando mucho, ¿ves?Mariann
Lucio Hamilton no le había mentido: era un trabajo sin movimiento. Él estaba en la empresa la mayor parte del día y no quería tenerlo de florero en una esquina. Marianne se pasaba el día encerrada pintando y él deambulaba por la casa, sin saber cómo acercarse a ella después de lo que había pasado. Apenas salían, y cuando eso pasaba Gabriel veía a Marianne cada vez más ensimismada.—¿Quieres que salgamos a comer? —le preguntó Lucio varios días después y la vio negar.—No… tengo mucho que hacer, me atrasé con los cuadros que debo entregarle a la tienda —murmuró ella sin mirarlo—. Lo siento ¿podemos hacerlo otro día?Lucio arrugó el ceño.—Marianne, si esto es por el compromiso, no… ¡maldición, no lo hice para que te sintieras mal! —replicó.—No, Lucio, no es por el compromiso, de verdad —lo tranquilizó ella mirándolo a los ojos—. Es que tengo trabajo y no… no me he sentido bien estos días. Me ha estado doliendo la cabeza.—¿En serio? ¿Eso no es después de la boda? —preguntó Lucio sacánd