Gabriel abrió los ojos, o al menos creyó que lo hacía, pero era como si tuviera una película oscura sobre ellos. A su lado las voces no cesaban.—¿Todavía crees que va a sobrevivir? —decía una.—Ya pasó una semana, si no se ha muerto hasta ahora, no creo que se muera, pero no esperes que despierte de un día para el otro, después de todo, le lanzaste un maldito misil —decía alguien más.—Pues debió morirse, pero ahí sigue, aferrado a la vida… Bueno, peor para él, porque yo necesito información, y esto no será nada comparado con l…Las voces se perdieron en una distancia llena de ruidos extraños y Gabriel volvió a caer en la inconciencia.No estaba seguro de por cuánto tiempo había estado entrando y saliendo de aquel estado agónico de duermevela. Solo podía sentir que no estaba precisamente entre amigos. Finalmente, un día su cerebro se obligó a reaccionar y abrió lo ojos del todo.Tenía los pensamientos embotados, y paso una mirada perdida alrededor. Aquella pequeña habitación tenía to
—¡No me toquen! ¡No me toquen! ¡No me…! ¡Aaaaaaaahhhhhh!El grito de Marianne resonó en aquel pequeño cuarto y se sacudió, lastimándose incluso con las correas mientras trataba de escapar de ese tacto hostil que eran las manos de las enfermeras.Astor apoyó la espalda en la pared del corredor y esperó a que terminaran con ella, mientras se regodeaba con cada uno de aquellos ataques.Iba a visitarla cada semana, muy temprano en el día, para disfrutar de los gritos de Marianne cuando las enfermeras intentaban limpiarla. Verla amarrada a aquella cama siempre le provocaba un placer especial, una satisfacción enfermiza que él no era capaz de ver, pero que lo hacía salir del hospital psiquiátrico para ir a pagarse una puta y follársela en un hotel barato como si eso fuera el colofón de un día perfecto.Esperó a que las enfermeras retiraran las sábanas llenas de suciedad de la noche, porque ni para ir al baño la soltaban, y los gritos solo fueron pasando media hora después de que Marianne ha
Era el antro más exclusivo de la ciudad, pero Lucio Hamilton no había ido a bailar. Había ido porque uno de los cantineros era amigo suyo y lo había llamado para decirle que Stela estaba borracha como una cuba.—¡Luciiiiiiiii! —gritó Stela abriendo los brazos al verlo llegar.—¡Maldición, Stela, no te hagas esto! —rezongó Lucio.Stela no había tenido ni un solo día de paz desde la muerte de Marianne y cuando no estaba tomando pastillas para dormir, estaba completamente borracha. Ni siquiera había aceptado volver a ver al doctor Reed, y a Lucio le constaba que aquel hombre también la estaba pasando mal.—Vamos, niña, vámonos… —dijo pasando un brazo alrededor de ella para levantarla y la sostuvo mientras se tambaleaba hacia la puerta, pero antes de que la alcanzaran, los dos se detuvieron, petrificados.Lucio tiro de Stela para sacarla del camino y se camuflaron detrás de una esquina para ver pasar a Astor con paso de rey feudal.—¿Y ese qué hace aquí? —murmuró Lucio—. ¿Esa gente no se
Habían pasado tres días desde la revuelta, Lennox estaba cada vez más mal y lo peor era que no aceptaban darle ningún medicamento. Los guardias, incluyendo al Comandante Hopper, que al parecer dirigía aquella prisión clandestina, habían salido a la persecución de fugitivos como si fuera temporada de caza, así que al menos por tres días Gabriel se había ahorrado la tortura.Sin embargo otra cosa peor lo estaba lastimando y era saber que Lennox se le iba a morir en los brazos si no lograban salir de allí.Hacía dos noches que la fiebre no le bajaba, así que cuando le permitieron a Gabriel salir para ir a comer con el resto de los reclusos, no dudo ni un instante en escabullirse hasta la enfermería.Por desgracia su suerte no era la mejor, y al abrir la puerta de la habitación se topó primero de frente con el médico. El codo de Gabriel se dirigió directamente a su nariz para golpearlo y lo dejó aturdido mientras usaba la poca fuerza que le quedaba para pasar el brazo alrededor de su cuel
Lucio se dio cuenta perfectamente de que Stela su hermana se estaba retrasando a propósito, así que se aseguró de acaparar toda la atención del Director del hospital.Apenas los vio doblar la primera esquina, Stela regresó sobre sus pasos y abrió la puerta de aquel cuarto. Olía terrible y era evidente que la muchacha se había orinado encima.—¡Por Dios, ¿qué es esto?! —A Stela se le humedecieron los ojos al verla—. ¡Marianne! ¡Marianne, contéstame por favor…!Pero solo la vio retroceder a pesar de las correas, tratar de apartarse y mirarla como si fuera una completa extraña.A Stela se le hizo un nudo en la garganta, sabía dios con qué la habían drogado o qué le habían hecho como para que ni siquiera la reconociera, pero de lo que sí estaba segura era de que aquello era obra de Astor.Marianne estaba completamente perdida y Stela sabía que quizás ya era demasiado tarde para ayudarla, pero aun así tenia que intentarlo.—¡Marianne…! Por favor, mírame! ¿Sabes quién soy? ¡Stela…! ¡Soy Ste
—¡Vamos Reed, sube, sube! —apremiaba Max mientras le resto del equipo ya estaba en el interior del avión.El médico se apuró. Y se ajustó los cinturones mientras el aparato despegaba.—¿Por qué demoraron tanto? —gruñó el doctor con molestia—. ¡Pensé que la organización estaba tan apurada como nosotros por ir a rescatarlo! ¡Ya pasaron seis horas! ¿Y apenas ahora vamos saliendo?—Eso es porque nosotros vamos a ir a buscar a Gabriel, pero no vamos a ser los que lo rescatemos —le explicó Max mientras abría una computadora portátil sobre sus rodillas, que más parecía un bloque de aluminio que una laptop.—¿Qué quieres decir con que no lo vamos a rescatar? —espetó Morgan mientras el aparato despegaba.—Después de lo que pasó, los muchachos están muy comprometidos con esto, ¡maldición Reed, tú eres el psicólogo, yo no tendría que decirte esto! —rezongó Max.—¿Entonces quiénes van a buscarlo?—La organización tenía un equipo activo en Libia, ya lo enviaron, con suerte dentro de poco tendremos
«Estaba sola en la casa del lago… cuando Benjamín la atacó…»«La mocosa no sobrevivió…»Gabriel sintió como si unas manos invisibles alrededor de su garganta no lo dejaran respirar.«La mocosa no sobrevivió…»Negó con fuerza mientras sus nudillos se volvían blancos de tanto apretar las sábanas.—No puede ser…«La mocosa no sobrevivió…»—Gabo esto no es tu culpa…«La mocosa no sobrevivió…»Gabriel sintió esas agujas detrás de los ojos que anunciaban las lágrimas, pero todo lo que salió de su pecho fue un rugido sordo y agónico. Porque sí, era su culpa. Todo era su culpa.—Marianne… no… la mocosa no… ¡la mocosa no, Reed! —gritó desesperado y antes de que se lastimara más de lo que ya lo estaba, los tres hombres en aquella habitación trataron de contenerlo, pero Reed no lo sedó, porque sabía que si lo hacía, cuando despertara todo aquello se volvería a repetir.Lo vieron quebrarse, llorar, gritar, maldecir, hasta que en algún punto, como pasa con todas las olas de dolor, aquel vacío y aq
—¿Qué más podemos hacer?Tres meses después de que Stela, Lucio y Marianne llegaran a Suiza, por fin el doctor había declarado que Marianne podía salir de la clínica de retiro. Stela había estado todo el tiempo con ella, y Lucio las visitaba casi todos los días.—No se puede hacer más, ella está bien —había respondido el médico.—Pero es que apenas nos recuerda… —había dicho Stela.—Pero eso no le impide quererlos, ni confiar en ustedes. Marianne ha pasado por mucho. Esperar que vuelva a ser ella misma en solo tres meses después de todo lo que le sucedió, es imposible —había explicado el médico—. Nuestro trabajo es ponerla en contacto con una realidad que sea sana para ella. Marianne está en contacto con la mayor parte de su identidad, ha vuelto a pintar, está tranquila, ya no necesita medicación, asiste a sus terapias, se ocupa, pasa tiempo con sus amigos —había dicho señalándola a Stela y a Lucio—. Es cierto que una gran parte de sus recuerdos todavía no vuelven, pero tienen que ent