SEMANAS DESPUÉS DEL ANUNCIO DEL COMPROMISO
—¡Estás loca! ¿Cómo te atreves?
Podría envolverse en sí misma hasta hacerse un ovillo, pero con un corazón tan lastimado era como si no tuviera nada que perder y al contrario tenía mucho que ganar, ya no iba a dejar que la siguieran pisoteando como si nada, la muchacha estúpida murió.
—Ya perdiste tu poder sobre mi querido padre, si no lo haces, entonces le revelaré la verdad al mundo, les diré que tuviste a tu hija mayor como una empleada bajo tú mismo techo que inclusive dormía en un pequeño cuarto que antes era un almacén, diré que me golpeabas cuando no obedecía, puedo hablar y mi querido padre en la carrera a la alcaldía no te va a hacer bien, muchos menos en la fortuna a la que quieres llegar a como dé lugar, piensa lo que te conviene.
No tenía nada que perder, al contrario, estaba cansada de ser el tapete de todos, aquel donde todos se limpiaban los zapatos de lodo, ya no era la Elizabeth sumisa ante su padre y mucho menos iba a agachar la mirada, eso se había terminado, era tanto el dolor de la traición de quien decía amarla tanto, junto a su hermana.
—Eres una insolente, lo que necesitas son un par de golpes para que entiendas que no puedes atreverte a mirar tan alto querida hija.
Tratando de acercarse a ella a paso lento, como parte de la intimidación que siempre ejercía sobre ella
—Pruébame, te aseguro que tal vez no logre mi cometido, pero quedaras manchado de eso no hay duda— Ese era un punto al que, si estaba acertando, tal vez ella no podía probar la mayoría de cosas, pero el público y la prensa no olvida, sus contrincantes se lo echarían en cara, lo usarían como su talón de Aquiles, no podía permitirlo, sería carnada para los buitres que no dudarían en despedazarlo.
—Digamos que tienes razón en parte, porque dudo mucho que te acepten en esa empresa, si eres una ignorante, una muchacha sin estudios, te van a cerrar la puerta en la cara cuando pongas un pie en esa empresa, solo mírate, tan insulsa, tan poco agraciada, ni siendo la amante de alguien de ahí lograrías entrar porque realmente nadie se fijaría en ti.
Dicen que las palabras duelen dependiendo de quien venga, aunque ella quisiera no sentir, aunque quisiera que aquellas frases fueran nada en ella, era imposible, pero no podía demostrar el dolor que estaba sintiendo, no podía demostrar que la estaba afectando, debía ser fuerte e inquebrantable.
—Solo consigue la entrevista sin que ese desgraciado lo sepa, piensa bien lo que dirás, él no sabe que soy tu hija, él piensa que soy tu empleada, la niña que acogieron por caridad, él no sabe que ella es mi hermana, no imagina el daño que me hizo y prefiero que sea de esta forma, pero tu silencio será también tu salvación querido padre.
—Me quieres volver tu cómplice, estás chantajeando a tu padre, eres una mal agradecida.
—Piensa lo que quieras, pero no acaba aquí, si es lo que estás pensando, necesito tu tarjeta platinium, si creías que luciría, así como estoy te equivocas, en primer lugar, me voy de aquí, necesito un departamento y un auto, no me vengas con esa cara, es lo mínimo que me merezco después de años viviendo a la sombra y tu yugo.
—Alguien golpeo tu cerebro y lo termino de arruinar, has perdido la razón.
No había perdido la razón, al contrario, finalmente había abierto los ojos, finalmente aquella conversación hizo que su cerebro entendiera lo que su corazón seguía procesando.
—¿Por qué Franco? Decías amarme que no podías vivir sin mí, en cambio, te vas a casar con ella.
—Elizabeth no lo entenderías, siento mucho como te enteraste, sin embargo, deberías ser práctica, aún podemos vernos, yo aún te quiero
—¿Quieres que sea tu amante? Después de casarte con Ivanna, no puedes estar hablando en serio, debe ser una broma cruel de tu parte, me quieres tratar como a una mujerzuela.
No resistió y lo termino abofeteando, aún incrédula de haberle levantado la mano, él sintió como una caricia, sonrió y la miro con media sonrisa.
—Mírate Elizabeth, soy un heredado, muy pronto en cualquier momento puedo ser un CEO muy importante, como piensas que me casaría con una simple empleada del hogar, piénsalo cariño, es lo que te puedo ofrecer, comparte mi dicha, pero en las sombras.
—Siempre fui un juego, hasta un hijo tendrás con ella. Nunca óyeme, nunca sería tu amante Franco, así como te amé también te puedo odiar y un algún día pagarás todo lo que me has hecho, dicen que las palabras duelen más que los golpes y hoy lo estoy comprobando. Mírame porque la Elizabeth que conocías es a la que acabas de clavar un puñal, uno mortal, me mataste Franco, me mataste.
Desde ese día semanas atrás pensaba una y otra vez como hacerlos pagar, como hacer que sintieran en vida cada lágrima que ella derramó, quería lastimarlos al punto de que suplicaran por misericordia. No era tan tonta como todos imaginaban o creían, después de todo el dolor sacó a relucir su verdadera personalidad o la que quería mostrar al mundo.
—No perdí la razón, solo me di cuenta de que valgo más de lo que todos pensaban. Eres un hombre de negocios, sabes lo que te conviene, además de que esto quede entre ambos
Su padre la miraba con horror y sorpresa a la vez.
—No puedo creer que tuve un monstruo viviendo bajo mi techo. Eres una rata traicionera, muerdes la mano de quien te dio de comer Está bien tómala—Extendiéndola de muy mala gana—, prefiero tenerte lejos que siguiendo viviendo aquí. Dudo que entres a esa empresa, pero en tu inteligente plan, como se supone que evitaras que te relacionen conmigo.
—Usaré el apellido materno de mi madre y mi segundo nombre, ahora con tu permiso me retiro, tengo una tarjeta que explotar y un padre que llevar a la bancarrota.
…
—Así que esta es mi cuñada, quisiera decir que es un placer, pero como entenderás estás aliada con este tipejo para quitarme lo que me gane con tanto esfuerzo.
—¡Bastián!
—¿Bastián que padre? Solo empleo el consejo que nunca seguiste, DECIR LA VERDAD.
—Tranquilo suegro, no me afectan ese tipo de comentarios, yo amo a Franco y hasta una familia vamos a formar, un hijo grande y fuerte, un orgullo para los Barbieri, cariño no me siento bien ¿Puedes llevarme a casa?
Cuando aquella mujer se marchó y Franco solo miró con suficiencia a su hermano menor, la furia de Bastián fue desatada, arrojo lámparas, hojas, volteo, sillones.
—¡Bastián, cálmate, ¿Qué te pasa?!
—Lo odio, detesto su presencia, me trastorno y tú solo quieres imponerla, le quieres dar todo, incluso si me descuido también aquello a lo que tengo derecho, no por descendencia sino por esfuerzo
Gabriel Barbieri sintió un dolor en el pecho, que su adorado hijo Bastián odie tanto a su hermano, a la sangre de su sangre, no quería irse de este mundo dejándolo solo, fue un dolor en el pecho que lo hizo desestabilizarse sintiendo que todo lo veía oscuro, el hombre enfurecido solo detuvo su furia al ver a su padre tan afectado
>>Padre ¿Qué tienes? — Lo tomo del brazo, llevándolo hasta el sofá, gritaba por un médico, no podía perder a su padre también.
—¿Puedes pagarlo?—No voy a discutir contigo, solo por la salud de mi padre.—El nuestro dirás.—Su tono de burla, lo irritaba, lo exasperaba de sobremanera, no podía, aunque quisiera verlo como el hermano mayor que era, la vida era tan injusta, pensaba. ¿Por qué ahora? Si hubiera sido años atrás, cuando se sentía solo, cuando era un niño pequeño, tal vez las cosas podrían ser diferentes, pero hoy era imposible, no había marcha atrás, no podía, aunque quisiera verlo como el hermano mayor que era.—Ahí está el porqué no te soporto. Te estoy hablando de la salud del hombre del que llevas su sangre, el estrés lo tiene agobiado y provocó su desmayo, solo te pido que te mantengas lo más que puedas alejado de mí, con eso le haces un bien al mundo.—Perdón su majestad, por quitarle la paz, no sé por qué te la agarras conmigo, yo no tengo la culpa que nuestro padre no haya tenido los pantalones para responderle a mi madre como hombre, además deberías agradecer, solo gracias a eso hoy estás aq
Bastián, se sentía dividido en dos, no era del tipo de hombre que pedía disculpas y menos a una desconocida, ahí estaba su teléfono a un lado, esperando que lo tomen y marque aquel número, tenía vagos recuerdos, llorando reclamado el nombre de Sam y ella dándole palabras de aliento, oía golpes o eso era lo que podía recordar.—No seas cobarde Bastian, muy valiente para llamar ebrio a esa mujer, pero a la hora de la hora en tus cuatro sentidos, te corres.Se repetía a sí mismo una y otra vez, aunque lo extraño era que sintiera tanto pavor de hacer una llamada, los dedos de su mano no dejaban de moverse, hasta dijo que él no era del tipo de hombres que dejaba las cosas a medias, así que marcó el teléfono que aparecía en el registro de llamadas, aún tenía el nombre de mi amor en él, quiso sonreír, pero era como si un acto tan sencillo doliera.El teléfono sonó una y otra vez, por algún motivo agradecía no ser atendido.—No entiendo por qué me siento nervioso, ¿qué tanto fue lo que le dij
—Me duelen los pies, siento que no puedo más, no sé cómo los soportan tus chicas, están locos al obligarlas a atender con cosas como esta. Eres un negrero como el de la época de los esclavos.Acariciando sus propios pies luego de quitarse los incómodos tacones.—Están acostumbradas, les pago muy bien, soy un amor de jefe aparte de guapo, además tienen muy buen seguro de salud, ninguna tiene queja de mi trato, deja de decir tonterías que si te escuchan van a pensar cosas que no son, Ahora descansa y relájate que los hombres en esta fiesta no te han dejado de admirar, ese cabello tuyo es mi obra maestra, estás como el ave Fénix echando fuego cariño.Se volvió a poner los zapatos, mirándose al espejo y retocando el maquillaje tal como le habían enseñado, además de hacer que sus senos sobresalgan un poco más, consejo expreso de su amigo Antuhant. En ese momento recordó su teléfono, pero antes de tomarlo, tocaron la puerta del baño. Era Danuzca quien no dejaba de verla con lasciva, pero, c
Los nervios se apoderaron de ambos; para Bastián, era como sentirse otro y no un hombre de negocios, de temple de acero, un hombre hecho y derecho, un hombre de carácter frío, era el cual en este instante temblaba de los nervios.—Yo, lo siento—Balbuceó o eso se le entendió.—¿Cómo te encuentras? —respondió ella de manera tímida, luego de sentarse sobre el borde de la ducha, aun con la toalla sobre su cuerpo. Tal vez no debió; sin embargo, por algún extraño motivo, necesitaba hacerlo.—Creo que aquella noche estaba muy ebrio. No recuerdo ni lo que dije, si dije algo que la ofendió, lo siento mucho. Te ofrezco disculpas, no me quiero justificar, pero era una noche.—Alguien que querías murió en esa fecha, ¿verdad? Eso lo sorprendió, no esperaba el haber revelado tanto, no sabía sin cortar la llamada y dejar el tema ahí sin escarbar más en su dolor, uno que aún se sentía tan reciente sin importar los años, se sentía que nadie lo entendía o menos preciaba su dolor.—No creo que
—Dime que tomaste, aunque sea un café, mándame una foto, quiero ver si estás bien vestida.—Por Dios que, sobre protector, Antuhant te dije que vivieras conmigo, pero no quisiste.—Porque tienes que aprender a perder tu timidez, además quiero que todo salga bien y no mientas que suenas normal, pero por dentro debes estar temblando producto de los nervios.Eran tan extraño que una persona la conociera tan bien en cuestión de semanas, claro que estaba nerviosa y hasta casi temblando, no se abrazaba a sí misma solo porque no quería que el vestido se arrugue, suspiro profundo y le mando la fotografía que le había pedido sin contestar a su pregunta, solo faltaba que le diera la bendición.—Te dejo, que tengo que tomar el bus—. Justo, cuando salía a todas prisas, vio frente al departamento un auto muy bonito que preguntó por ella. —¿Un taxi por aplicativo Antuhant? Solo queda agradecerte, supongo, pero no lo vuelvas a hacer, no gastes dinero en vano conmigo.—Nada de dinero, yo solo lo pedí
—¡Me llamaron, me llamaron!—Lo sabía — Mientras se recostaba sobre el marco de la puerta que daba a la habitación de Elizabeth.—Gracias por prestarme tu teléfono como número de contacto, pero suenas muy seguro, con esa cara de quien no rompe un plato, me dice que algo has hecho.Antuhant puso cara de ofendido, se llevó una de sus manos con la palma abierta sobre su frente.—Está bien, lo confieso, no iba a dejar que te arrebataran la oportunidad. Me pare en la entrada y distraje a las postulantes diciéndole que ya el trabajo estaba tomado y se fueron por donde vinieron, así de fácil.Ella lo abrazó de manera efusiva, estaba contenta, feliz era el primer paso, no le importaban los métodos pocos ortodoxos de su amigo.—Tampoco me abraces tanto, que parezco, pero no lo soy. Vamos a cenar y así celebramos tu triunfo.Por un instante se iba a negar, pero luego pensó en que era algo casi como el primer ladrillo para construir la venganza en contra de aquellos que la lastimaron, los que no
—¡¿Cómo se atreve?! —En mi defensa, usted empezó ofendiéndome, tratándome como si viniera este lugar a pescar algún partido o al mejor postor. Debe aprender a respetar para que lo respeten, además no es para tanto, solo fueron unas gotitasTratando de distraer el tema, estaba inflamada y roja. Él se tapaba la nariz y a la vez trataba de conseguir algo con que detener la hemorragia provocada por aquella. Chiquilla que solo le traía dolores de cabeza y ni siquiera pasaban cuarenta y ocho horas desde que la conoció. Se fue al baño y trató de arreglarse, ya había dejado de sangrar, pero era evidente que algo había pasado.—¡Maldita loca! Eso es lo que es esa tipa, parezco un esperpento, por lo menos es una excusa perfecta para salir de este lugar y no permanecer en el mismo espacio que ese usurpador y el blandengue de mi padre.—Hermanito, ¿quién te atropello? Qué carita por Dios—Quedándose en el marco de la puerta, algo sorprendido por el aspecto de su “Querido hermano menor” Pero le a
—Te lo dije, lastimosamente los hombres somos muy básicos y la mayoría es fácil de interpretar, te lo digo yo que soy hombre.—Me veo bien.—Sí, niña, ya van como cien veces que te lo dije, ve y comete el mundo, me avisas cualquier cosa, las chicas también están ansiosas.El vestido blanco que traía puesto, tipo sastre, era hermoso, elegante y adecuado para la secretaria de CEO de una trasnacional tan reconocida. Nunca pensó que el hombre que creyó amar fuera tan básico y cayera rendido sin siquiera ella pronunciar una palabra.—El poder del dinero.—¿Qué dices?—Nada olvídalo, me voy, un taxi viene por mí.—Yo seguiré soñando con Afrodita, aún quedan tres horas para abrir el salón y un día martes no son muy movidos—Mientras abrazaba su almohada y la otra la ponía entre las piernas, cerrando los ojos, entre murmullos y estirando la mano le decía a ella que era hora de marcharse, ella suspiró profundo, tomó su pequeño bolso, se vio por última vez al espejo.Mientras, al otro lado de la