SÁBADO 12
—Estoy preocupado por tu hermano, no ha venido. De verdad, pensé que llegaría, es algo importante para la familia.
—Déjalo, además lo que me importa que estés aquí como mi padre, que se supone que eres. Trato de hacer las cosas bien por el apellido Barbieri, pero él no lo ve así.
Para Gabriel, el ser llamo así por parte de su hijo, le dolía, sentía que le faltaba tanto por compensar el tiempo perdido, cada vez que no lo llamaba papá o padre, era un fracaso, un día menos para ganarse a su hijo, tal vez por eso trataba de darle todo lo que quería olvidando que un puesto en la empresa era algo que se ganaba no que se regalaba.
—Algún día, ¿Me dirás, papá? — La tristeza reflejada en sus ojos al pronunciar aquellas palabras eran evidentes. Sin embargo, el corazón oscuro y lleno de odio de Ricardo no le contestó nada a Gabriel, porque en su mente se construía otros planes, muchas veces cuando has deseado vivir entre lujos, comodidades, cuando has deseado toda tu vida dejar de ser ese payaso sin un centavo en el bolsillo y una vez logrado eres capaz de lo que sea para conseguirlo, no importa por encima de quien debas pasar o lo que tengas que dejar atrás para aquello, así como Bastián hizo todo para ganarse su puesto, Ricardo recurriría a lo que sea para que se lo den no importa si se lo merece o no, después de todo le pertenecía por apellido, le pertenecía por ser un Barbieri, él era el hermano mayor y el puesto de Bastián era lo que le pertenecía, pero sería paciente, nadie es perfecto todo el tiempo.
Mientras tanto, Bastián decidió que esa noche su mejor compañía era el alcohol, las mujeres y una que otra sustancia que lo ayudara a olvidar todo el peso sobre su espalda, el dolor de su pasado y el sufrimiento por los recuerdos, aquellos que solo le traían pesar y remordimientos como cada noche, donde su mente jugaba con él y lo atormentaba gritándole que podría haber hecho algo diferente.
—Bebe, muñeca, bebe —Mientras casi obligaba a una de ellas a tomar directo de la botella de whisky, tomándola del cabello, llevando su cabeza hacia atrás, en aquella casa que alguna vez pensó compartir con la mujer que amaba, con quien pensó sería para siempre, sin imaginar que ese para siempre duraría tan poco tiempo acabando como lo hizo de manera subida y cruel.
—Eres un bruto, ni siquiera nos coges, solo estás aquí emborrándote como un desquiciado, por solo un loco haría lo que haces tú, desperdiciar a mujeres como nosotras.
—No me hagas reír, tú eres una prostituta al igual que tus amigas y como tal les pagan solo para obedecer, no para opinar sobre tus clientes, si yo quiero te cojo, si yo quiero mixiono sobre de ti y listo, no son más que unas fracasadas y buenas para nada, todas ustedes no sirven más que para coger, ni cerebro deben de tener, si su talento es saber chuparla y fingir orgasmos, saben que, me hartaron, tomen su dinero y lárguense de aquí, no las quiero ver no sirven para nada ¡Lárguense les dije! Que se vayan, el colmo, rameras y sordas — Burlándose de aquellas tres mujeres, quienes enojadas recogieron los billetes que este le había lanzado para irse dispuestas a vengarse de alguna manera del imbécil que les había hecho perder el tiempo.
Una vez solo, una vez sin voces que lo saquen de sus pensamientos, hizo lo que hacía todas las noches abrazar la fotografía de su prometida embarazada, se aferró de tal forma que los vidrios de se rompieron terminando en sus manos, no soporto la rabia y lo lanzo contra la pared, había vidrios por todos lados, por un instante sus pensamientos se nublaron, por un momento por su mente paso aquella idea que te hace pensar que el dolor acabara si solo decides cerrar los ojos para siempre y así de simple todo termina.
—¿Por qué Sam? — Con las lágrimas invadiendo su rostro y el alcohol llegando a sus venas.
—Mi amor, no manejes, toma un taxi mejor, si por mí fueras voy volando hasta el aeropuerto y voy contigo, pero necesito ganarme el respeto de mi padre y un puesto en la empresa, estos señores no quieren cerrar el negocio que papá espera, viejos tercos es lo que son.
—Sé que tú puedes amor, tú puedes contra esos viejos tercos, pero no te preocupes mi cielo, ya pedí un taxi por aplicativo, en cualquier momento viene, le diré a la doctora que no me diga que será nuestro pequeño o pequeña, dicen que ya se puede saber, la vez pasada se oculta, pero estoy segura de que ahora si se dejara ver, ya tengo veinticinco semanas, y ya esos aparatos lo pueden averiguar.
—Está bien amor, abriremos el sobre que te dé la doctora con los resultados juntos, todo saldrá bien, estoy seguro, te extraño mi amor, extraño hablarle a tu vientre, extraño hacerte el amor, ya quiero que seas mi esposa, la ansiedad día con día me está matando.
—Cuando nuestro hijo o hija cumpla dos años lo hacemos, no tengo prisas, igual estaré contigo toda la vida.
—Gracias Sam, gracias por amarme tanto y dejar que te ame, nunca dejaré de amarte.
El dolor era tan profundo, las heridas eran como si todo fuera ayer, tan frescas como dolorosas.
—Papá, lo conseguí, no sé por qué te saliste de la sala de juntas, pero esos desgraciados firmaron, voy a correr para
No pudo terminar de hablar, la cara de su padre decía todo y nada a la vez.
—¿Qué pasa papá? ¿Quién te llamo?
—Hijo, siéntate, necesito hablar contigo de algo que ¡Dios mío, no sé cómo decirlo!
—¿Qué sucedió? ¿Le paso algo a Sam? ¡Habla papá!
La idea de seguir sin ellos aún no se hacía en mente, muchas veces sin darse cuenta la llamaba por cosas sencillas como cierra la llave de la cocina, déjate la luz prendida, o buenos días mi amor, las lágrimas corrían por su rostro como rio, eran hoy ya tres años desde que la vida le arranco esa familia, esa felicidad que se merecían, años en los que se sumió en trabajo, en excesos y él la tristeza de no aceptar aquella realidad que lo obligaban a vivir día tras día, no había sido capaz de estar con otra mujer después de ella, para el tanto su cuerpo como su corazón le seguían perteneciendo a su prometida y era algo que estaba seguro seria para siempre, por lo que el sufrimiento en vez de disminuir con el tiempo se incrementaba.
—No puedo vivir sin ti, Sam, no quiero hacerlo. —Era tanto el dolor y sufrimiento que lo hacían desvariar, saco su teléfono y marco el viejo número de la mujer que seguía siendo dueña de su corazón, aunque no esté viva.
—Samantha, no cuelgues mi amor — Sentía que era ella, sentía que el recuerdo lo escuchaba, no pensaba con claridad, solo era ese vestigio de locura con que su mente jugaba hace unos años, muchas veces llega un momento en que hasta compartes el mundo con la locura, convives con ella hasta que te dejas consumir por ella. A Bastián no le importo que la voz no sea la misma, no le importa la duda de la voz extraña al otro lado de la línea, ni siquiera la música de fondo que se oía, para el ese instante era como hablar con su Sam.
—Sam, ya paso un año más, tres para ser exactos desde que destrozaste mi vida con tu partida ¿Quieres que me reúna en el más allá contigo? Porque te juro que no puedo más con todo lo que sufro en silencio, nadie sabe o entiende lo que estoy pasando, tres años que no olvido y no quiero olvidar lo mucho que te amo, no me cortes por favor, porque si lo haces siento que esta noche acabaré con esto que me está matando.
—Cal, cálmese. —Repetía ella de manera nerviosa.
—Tengo un cuadro con nuestra foto juntos, lo, estampe contra la pared, perdóname la rabia, me gano, los vidrios están regados por el suelo, dime Sam ¿Qué hago? ¿Me uno a ti en el más allá?, dime por qué juro que ya no puedo con todo este dolor, siento que también estás llorando, sufres tanto como yo ¿Verdad?
Para Elizabeth, la voz entrecortada de ese hombre, el dolor de recordar que mientras ella lloraba, su hermana y su novio celebraban un compromiso absurdo y sentido, uno que había aplastado su corazón hasta el punto de causarle una herida tan profunda que dudaba mucho que algún día podría cerrar.
—¿Tú también tienes el corazón roto? ¿A ti quien te traicionó? — Fue lo que atino a decir, después de segundos de silencio.
—Sam, duele mucho, duele despertar y no tenerte aquí, duele mucho, no verte, no sentirte, no olerte, te amo pequeña.
—¿El amor duele? Claro que duele, muchas veces lástima tan profundo que se forman heridas que no cierran, se niegan a hacerlo sobre todo porque te han clavado un puñal, uno que te ha desgarrado la piel a lo más profundo hasta llegar al alma— Las lágrimas seguían aahí, como si fuera una catarata cuyo cause era un lago profundo y extenso, así de profundo y grande era el dolor que la decepción y la traición habían causado en ella, pero no tuvo tiempo de seguir hablando, alguien tumbaba la puerta con los golpes que ejercían sobre ella, los gritos de su padre la hicieron cortar la llamada sin ninguna explicación.
—Abre la puerta Elizabeth, no seas dramática y déjate de estupideces.—¡No quiero, déjame en paz! Te odio padre, te juro que te odio — Abrazando el teléfono a su pecho, por un momento pensó que había colgado la llamada, pero no fue así, Bastián había oído aquella pequeña conversación, fue ahí que entro un poco de raciocinio a su mente y colgó la llamada, mientras seguía abrazando aquel cuadro, como pudo se levantó de aquel lugar, y solo se marchó a su habitación donde rápidamente quedo dormido abrazado al recuerdo de aquel amor que la vida y la muerte le negó.
La puerta fue prácticamente arrancada de su lugar, el miedo se incrustó hasta en sus venas, la mirada de desprecio de su padre era tan profunda, pero era una a la que ya estaba acostumbrada, aunque esta vez era diferente, esta vez la habían lastimado a un punto que no podía aguantar más.
SEMANAS DESPUÉS DEL ANUNCIO DEL COMPROMISO—¡Estás loca! ¿Cómo te atreves?Podría envolverse en sí misma hasta hacerse un ovillo, pero con un corazón tan lastimado era como si no tuviera nada que perder y al contrario tenía mucho que ganar, ya no iba a dejar que la siguieran pisoteando como si nada, la muchacha estúpida murió.—Ya perdiste tu poder sobre mi querido padre, si no lo haces, entonces le revelaré la verdad al mundo, les diré que tuviste a tu hija mayor como una empleada bajo tú mismo techo que inclusive dormía en un pequeño cuarto que antes era un almacén, diré que me golpeabas cuando no obedecía, puedo hablar y mi querido padre en la carrera a la alcaldía no te va a hacer bien, muchos menos en la fortuna a la que quieres llegar a como dé lugar, piensa lo que te conviene.No tenía nada que perder, al contrario, estaba cansada de ser el tapete de todos, aquel donde todos se limpiaban los zapatos de lodo, ya no era la Elizabeth sumisa ante su padre y mucho menos iba a agacha
—¿Puedes pagarlo?—No voy a discutir contigo, solo por la salud de mi padre.—El nuestro dirás.—Su tono de burla, lo irritaba, lo exasperaba de sobremanera, no podía, aunque quisiera verlo como el hermano mayor que era, la vida era tan injusta, pensaba. ¿Por qué ahora? Si hubiera sido años atrás, cuando se sentía solo, cuando era un niño pequeño, tal vez las cosas podrían ser diferentes, pero hoy era imposible, no había marcha atrás, no podía, aunque quisiera verlo como el hermano mayor que era.—Ahí está el porqué no te soporto. Te estoy hablando de la salud del hombre del que llevas su sangre, el estrés lo tiene agobiado y provocó su desmayo, solo te pido que te mantengas lo más que puedas alejado de mí, con eso le haces un bien al mundo.—Perdón su majestad, por quitarle la paz, no sé por qué te la agarras conmigo, yo no tengo la culpa que nuestro padre no haya tenido los pantalones para responderle a mi madre como hombre, además deberías agradecer, solo gracias a eso hoy estás aq
Bastián, se sentía dividido en dos, no era del tipo de hombre que pedía disculpas y menos a una desconocida, ahí estaba su teléfono a un lado, esperando que lo tomen y marque aquel número, tenía vagos recuerdos, llorando reclamado el nombre de Sam y ella dándole palabras de aliento, oía golpes o eso era lo que podía recordar.—No seas cobarde Bastian, muy valiente para llamar ebrio a esa mujer, pero a la hora de la hora en tus cuatro sentidos, te corres.Se repetía a sí mismo una y otra vez, aunque lo extraño era que sintiera tanto pavor de hacer una llamada, los dedos de su mano no dejaban de moverse, hasta dijo que él no era del tipo de hombres que dejaba las cosas a medias, así que marcó el teléfono que aparecía en el registro de llamadas, aún tenía el nombre de mi amor en él, quiso sonreír, pero era como si un acto tan sencillo doliera.El teléfono sonó una y otra vez, por algún motivo agradecía no ser atendido.—No entiendo por qué me siento nervioso, ¿qué tanto fue lo que le dij
—Me duelen los pies, siento que no puedo más, no sé cómo los soportan tus chicas, están locos al obligarlas a atender con cosas como esta. Eres un negrero como el de la época de los esclavos.Acariciando sus propios pies luego de quitarse los incómodos tacones.—Están acostumbradas, les pago muy bien, soy un amor de jefe aparte de guapo, además tienen muy buen seguro de salud, ninguna tiene queja de mi trato, deja de decir tonterías que si te escuchan van a pensar cosas que no son, Ahora descansa y relájate que los hombres en esta fiesta no te han dejado de admirar, ese cabello tuyo es mi obra maestra, estás como el ave Fénix echando fuego cariño.Se volvió a poner los zapatos, mirándose al espejo y retocando el maquillaje tal como le habían enseñado, además de hacer que sus senos sobresalgan un poco más, consejo expreso de su amigo Antuhant. En ese momento recordó su teléfono, pero antes de tomarlo, tocaron la puerta del baño. Era Danuzca quien no dejaba de verla con lasciva, pero, c
Los nervios se apoderaron de ambos; para Bastián, era como sentirse otro y no un hombre de negocios, de temple de acero, un hombre hecho y derecho, un hombre de carácter frío, era el cual en este instante temblaba de los nervios.—Yo, lo siento—Balbuceó o eso se le entendió.—¿Cómo te encuentras? —respondió ella de manera tímida, luego de sentarse sobre el borde de la ducha, aun con la toalla sobre su cuerpo. Tal vez no debió; sin embargo, por algún extraño motivo, necesitaba hacerlo.—Creo que aquella noche estaba muy ebrio. No recuerdo ni lo que dije, si dije algo que la ofendió, lo siento mucho. Te ofrezco disculpas, no me quiero justificar, pero era una noche.—Alguien que querías murió en esa fecha, ¿verdad? Eso lo sorprendió, no esperaba el haber revelado tanto, no sabía sin cortar la llamada y dejar el tema ahí sin escarbar más en su dolor, uno que aún se sentía tan reciente sin importar los años, se sentía que nadie lo entendía o menos preciaba su dolor.—No creo que
—Dime que tomaste, aunque sea un café, mándame una foto, quiero ver si estás bien vestida.—Por Dios que, sobre protector, Antuhant te dije que vivieras conmigo, pero no quisiste.—Porque tienes que aprender a perder tu timidez, además quiero que todo salga bien y no mientas que suenas normal, pero por dentro debes estar temblando producto de los nervios.Eran tan extraño que una persona la conociera tan bien en cuestión de semanas, claro que estaba nerviosa y hasta casi temblando, no se abrazaba a sí misma solo porque no quería que el vestido se arrugue, suspiro profundo y le mando la fotografía que le había pedido sin contestar a su pregunta, solo faltaba que le diera la bendición.—Te dejo, que tengo que tomar el bus—. Justo, cuando salía a todas prisas, vio frente al departamento un auto muy bonito que preguntó por ella. —¿Un taxi por aplicativo Antuhant? Solo queda agradecerte, supongo, pero no lo vuelvas a hacer, no gastes dinero en vano conmigo.—Nada de dinero, yo solo lo pedí
—¡Me llamaron, me llamaron!—Lo sabía — Mientras se recostaba sobre el marco de la puerta que daba a la habitación de Elizabeth.—Gracias por prestarme tu teléfono como número de contacto, pero suenas muy seguro, con esa cara de quien no rompe un plato, me dice que algo has hecho.Antuhant puso cara de ofendido, se llevó una de sus manos con la palma abierta sobre su frente.—Está bien, lo confieso, no iba a dejar que te arrebataran la oportunidad. Me pare en la entrada y distraje a las postulantes diciéndole que ya el trabajo estaba tomado y se fueron por donde vinieron, así de fácil.Ella lo abrazó de manera efusiva, estaba contenta, feliz era el primer paso, no le importaban los métodos pocos ortodoxos de su amigo.—Tampoco me abraces tanto, que parezco, pero no lo soy. Vamos a cenar y así celebramos tu triunfo.Por un instante se iba a negar, pero luego pensó en que era algo casi como el primer ladrillo para construir la venganza en contra de aquellos que la lastimaron, los que no
—¡¿Cómo se atreve?! —En mi defensa, usted empezó ofendiéndome, tratándome como si viniera este lugar a pescar algún partido o al mejor postor. Debe aprender a respetar para que lo respeten, además no es para tanto, solo fueron unas gotitasTratando de distraer el tema, estaba inflamada y roja. Él se tapaba la nariz y a la vez trataba de conseguir algo con que detener la hemorragia provocada por aquella. Chiquilla que solo le traía dolores de cabeza y ni siquiera pasaban cuarenta y ocho horas desde que la conoció. Se fue al baño y trató de arreglarse, ya había dejado de sangrar, pero era evidente que algo había pasado.—¡Maldita loca! Eso es lo que es esa tipa, parezco un esperpento, por lo menos es una excusa perfecta para salir de este lugar y no permanecer en el mismo espacio que ese usurpador y el blandengue de mi padre.—Hermanito, ¿quién te atropello? Qué carita por Dios—Quedándose en el marco de la puerta, algo sorprendido por el aspecto de su “Querido hermano menor” Pero le a