Ante el asombro de toda su familia, que dejó a un lado lo que estaba haciendo, Fabrizio corría como un niño detrás de Gabriella. Ella hacía su mejor esfuerzo para evadir los ataques y responder cuando tenía la mejor oportunidad de acertar un tiro. Las risas y los gritos de emoción envolvían el jardín, creando un ambiente de alegría contagiosa.Como en toda guerra, cuando se acaban las municiones, solo queda un camino: rendirse al enemigo. Gabriella, jadeando y riendo, finalmente levantó las manos en señal de rendición, con una gran sonrisa en el rostro.Fabrizio, también riendo, se acercó y, con voz suave pero firme, dijo: —Rendido, pero no derrotado.Gabriella lo miró, sus ojos brillando con una mezcla de desafío y complicidad. —Veremos, Fabrizio. Veremos.—¡Alto! ¡Alto! Me rindo —dijo Gabriella con los brazos arriba, su respiración entrecortada y una sonrisa en los labios.Fabrizio, con una sonrisa traviesa, amenazó con lanzar su última munición. —¿Qué me das a cambio de tu vida?Ga
Gabriella se asomó varias veces para ver de lejos al hombre que permanecía sentado como si el mundo a su alrededor no existiera. A veces alguna mesera iba y le preguntaba si necesitaba algo más, pero él solo alzaba la cabeza y decía que no, con una sonrisa amable pero decidida.Cuando Gabriella supuso que ya había pasado bastante tiempo y que sus labores en la cocina habían terminado, decidió que era momento de enfrentar la situación que había postergado. Se quitó el delantal y el gorro, fue al baño para arreglar un poco su aspecto y luego caminó hasta el fondo del café, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza.Al acercarse a la mesa, Gabriella notó que Fabrizio estaba concentrado en su trabajo, pero al sentir su presencia, levantó la mirada. Sus ojos se encontraron, y por un instante, el mundo pareció detenerse.—Hola, Fabrizio, no sabía que estabas aquí —dijo Gabriella, tratando de mantener una expresión neutral mientras se sentaba frente a él.—¿De verdad no sabías? Pensé que me
Mientras bebían, sus miradas se cruzaban y una sonrisa juguetona se dibujaba en sus rostros. La conversación fluía con naturalidad, y poco a poco, las barreras emocionales se desvanecían, permitiendo que la cercanía y la conexión entre ellos florecieran.Nadie podía negar que la tensión sexual entre ellos aumentó al mil por ciento, ninguno de los dos se movió un ápice, Gabriella solo ve como en cámara lenta la boca de Fabrizio acercarse a sus labios, el sabor del vino se mezcló con la pasión de los dos, su cuerpo atrapado entre el mesón de la cocina y la corpulenta humanidad de Fabrizio, libraba una batalla feroz por no caer.Un beso lento, pero apasionado, los mantuvo unidos por lo que pareció una eternidad, sus labios buscaban saciedad, para calmar el deseo que los rondaba desde hacía mucho rato. Se separaron cuando respirar fue una necesidad, con lo
Viernes 8 p. m., Academia La Ballerina Rosa. Evento de beneficencia: “Ritmos del mundo.”El lugar estaba casi lleno en su totalidad y todavía seguían entrando los últimos espectadores. En primera fila, frente al escenario, había una mesa ocupada por los trillizos Basile y los hermanos Falco, y otra por los padres de ellos, Becca y su esposo. La tarima al fondo, preparada para recibir a los bailarines que hoy demostrarían todas sus habilidades.Fabrizio seguía pensando en Gabriella. Momentos atrás le preguntó a Nicola si sabía algo de ella, pero este solo le dijo que ella tenía un evento hoy. La incertidumbre lo carcomía y su mente estaba en otro lado, aunque intentaba concentrarse en el espectáculo.La academia había preparado un espectáculo inspirado en ritmos musicales de diferentes partes del mundo, y a cada uno se le hacía una introdu
Cuando muchos pensaron que su tormento había terminado, se anunció el último baile de la noche. De la mano de Aimara, Gabriella, Zia, Ambra y otros ocho bailarines más le daban vida al reggaetón y qué mejor reggaetón que uno del “jefe” para cerrar con broche de oro. Todos estaban nerviosos; habían practicado mucho y para algunos era la primera vez con este ritmo, pero Aimara los animó y salieron a la tarima donde el escenario, un resplandeciente ring de boxeo con cuerdas de neón, los esperaba. En tríos, vestidos igual que los bailarines del video, fueron saliendo uno a uno al escenario para ocupar su lugar correspondiente.Los acordes de la canción comenzaron a sonar; Aimara, Gabriella y Ambra abrieron el baile con sus
Aunque en el intento se quedara sordo por el ruido, entrara en un tumulto a aguantar empujones y uno que otro borracho, hoy no se le iba a despegar por nada del mundo. El lugar era todo lo imaginado por Fabrizio: música a todo volumen, luces parpadeantes y mucha gente alrededor. Los colores neón reflejaban en sus ojos, creando sombras en su rostro. Fabrizio tomó asiento al lado de Gabriella y, aunque trató de estar relajado y con la mejor actitud, su figura imponente y su postura rígida lo hacían parecer intimidante.Gabriella no pudo evitar notar cómo los hombros de Fabrizio se tensaban al ritmo de la música estridente. A diferencia de Nicola, que emanaba alegría y amabilidad, Fabrizio se mantenía con una expresión seria y una mirada penetrante que alejaban a cualquiera que quisiera acercarse a Gabriella. No había bailado la primera canción desde que llegaron, y cada vez que intentaba
Bailaron algo más de tres canciones antes de regresar a la mesa con los demás; ya era bastante tarde, la noche avanzaba rápidamente, o esa es la sensación cuando la estás pasando bien. Gabriella estaba más animada que de costumbre y los otros un tanto borrachos. Para Fabrizio, era razón suficiente para irse.—Vamos, te llevo a casa —dijo Fabrizio al tomarla de la mano y ponerse de pie. Ella no protestó, estaba cansada y ya era hora de irse a casa y dormir. Así que también se puso de pie, se despidió de todos y salió junto a Fabrizio.—¡Espera! Le dije a mi hermana que se llevara mi auto y allí estaba mi cartera; no tengo llaves —dijo Gabriella, frunciendo el ceño mientras buscaba en su bolso.—¿Tu hermana estaba con nosotros en el bar? ¿Por qué no la conocí? —preguntó Fabrizio, con una expr
La temperatura del cuerpo de Fabrizio sube vertiginosamente; el juego de Gabriella está derribando una a una todas sus barreras. El oxígeno de la habitación parece que ha descendido porque cada vez le cuesta más respirar apropiadamente.—Gabriella, detente, te lo advierto, si sigues provocándome no voy a ser capaz de contenerme y no deseo que mañana lo lamentes porque no estás en tus cinco sentidos.—¿Crees que estoy borracha? —Ella sonrió—. Pibe, el alcohol que tomé no fue suficiente para eso, pero sabes, ahora que recuerdo, una parte de mí está enojada contigo.Fabrizio la miró intrigado—¿Sabes por qué? Che, hoy hice mi mejor esfuerzo en ese baile, me rompí las bolas para que fuera perfecto y tú no me has dicho nada; ni siquiera sé si te gustó.Los ojos de Fabrizio se mostraron m&aacut