Cuando muchos pensaron que su tormento había terminado, se anunció el último baile de la noche. De la mano de Aimara, Gabriella, Zia, Ambra y otros ocho bailarines más le daban vida al reggaetón y qué mejor reggaetón que uno del “jefe” para cerrar con broche de oro. Todos estaban nerviosos; habían practicado mucho y para algunos era la primera vez con este ritmo, pero Aimara los animó y salieron a la tarima donde el escenario, un resplandeciente ring de boxeo con cuerdas de neón, los esperaba. En tríos, vestidos igual que los bailarines del video, fueron saliendo uno a uno al escenario para ocupar su lugar correspondiente.
Los acordes de la canción comenzaron a sonar; Aimara, Gabriella y Ambra abrieron el baile con sus
Aunque en el intento se quedara sordo por el ruido, entrara en un tumulto a aguantar empujones y uno que otro borracho, hoy no se le iba a despegar por nada del mundo. El lugar era todo lo imaginado por Fabrizio: música a todo volumen, luces parpadeantes y mucha gente alrededor. Los colores neón reflejaban en sus ojos, creando sombras en su rostro. Fabrizio tomó asiento al lado de Gabriella y, aunque trató de estar relajado y con la mejor actitud, su figura imponente y su postura rígida lo hacían parecer intimidante.Gabriella no pudo evitar notar cómo los hombros de Fabrizio se tensaban al ritmo de la música estridente. A diferencia de Nicola, que emanaba alegría y amabilidad, Fabrizio se mantenía con una expresión seria y una mirada penetrante que alejaban a cualquiera que quisiera acercarse a Gabriella. No había bailado la primera canción desde que llegaron, y cada vez que intentaba
Bailaron algo más de tres canciones antes de regresar a la mesa con los demás; ya era bastante tarde, la noche avanzaba rápidamente, o esa es la sensación cuando la estás pasando bien. Gabriella estaba más animada que de costumbre y los otros un tanto borrachos. Para Fabrizio, era razón suficiente para irse.—Vamos, te llevo a casa —dijo Fabrizio al tomarla de la mano y ponerse de pie. Ella no protestó, estaba cansada y ya era hora de irse a casa y dormir. Así que también se puso de pie, se despidió de todos y salió junto a Fabrizio.—¡Espera! Le dije a mi hermana que se llevara mi auto y allí estaba mi cartera; no tengo llaves —dijo Gabriella, frunciendo el ceño mientras buscaba en su bolso.—¿Tu hermana estaba con nosotros en el bar? ¿Por qué no la conocí? —preguntó Fabrizio, con una expr
La temperatura del cuerpo de Fabrizio sube vertiginosamente; el juego de Gabriella está derribando una a una todas sus barreras. El oxígeno de la habitación parece que ha descendido porque cada vez le cuesta más respirar apropiadamente.—Gabriella, detente, te lo advierto, si sigues provocándome no voy a ser capaz de contenerme y no deseo que mañana lo lamentes porque no estás en tus cinco sentidos.—¿Crees que estoy borracha? —Ella sonrió—. Pibe, el alcohol que tomé no fue suficiente para eso, pero sabes, ahora que recuerdo, una parte de mí está enojada contigo.Fabrizio la miró intrigado—¿Sabes por qué? Che, hoy hice mi mejor esfuerzo en ese baile, me rompí las bolas para que fuera perfecto y tú no me has dicho nada; ni siquiera sé si te gustó.Los ojos de Fabrizio se mostraron m&aacut
Gabriella estiró su cuerpo y cambió de posición. ¿Desde cuándo su cama se había vuelto tan suave y cómoda? No deseaba pararse ni ir a ningún lado y, mecánicamente, se metió bajo la cobija para seguir durmiendo por un rato más. Un rayo de luz sobre sus ojos hace que se despierte; su cabeza retumba un poco.—¡Maldito tequila! Si no fuera tan bueno, decía que no lo vuelvo a hacer.Sus ojos recorren la habitación: ¡este no es mi cuarto!, e inmediatamente, como un tsunami, los recuerdos de una noche salvaje llegan a ella.&mda
Después de aquella noche loca, Fabrizio buscaba cualquier excusa para estar cerca de ella, algo que la preocupaba porque, a pesar de sus intentos de mantenerse lejos, parecía que cuanto más intentaba alejarse de Fabrizio, más se acercaba. Él seguía visitando el café a cualquier hora; solo llegaba, preguntaba por ella e iba hasta donde ella estaba para saludar. A veces se sentaba, comía algo y se iba. Tanto así que los empleados ya lo saludaban con familiaridad y este no tenía que abrir la boca para pedir nada porque ellos ya conocían sus gustos.Alguna vez una de sus meseras se refirió a él diciendo que “había llegado su novio.” ¿Por qué lo hizo? Carina no tenía la culpa; la culpa era de las señales equívocas que daban ellos al resto del mundo. Una cosa era lo que parecían y otra muy diferente lo que eran. Cada vez qu
El celular de Zia y Fabrizio avisó al mismo tiempo de la llegada de un mensaje y fue Fabrizio quien abrió primero la notificación. ¡Oh, sorpresa! Zia solo notó cómo a su hermano se le puso la cara roja y tiró su teléfono a un lado sin emitir una palabra."Nicola, eres un idiota, ¿cómo se te ocurre enviar esa foto?", pensó Zia, que prefirió callar y no hacer ningún comentario. Ella conocía muy bien a Fabrizio y sabía que lo último que deseaba era escuchar una excusa para salvar al tonto de Nicola.Por la cabeza de Fabrizio pasaban toda clase de teorías: Gabriella estaba en Alemania y no lo mencionó cuando hablaron hace dos días; ella sabía que él estaba allá, pudieron encontrarse y volver juntos, pero prefirió ir y no verlo. Eso reafirmaba que cada vez se hacía m&aac
Al contacto de sus miradas, las mariposas que creía muertas revoloteaban, queriendo salir por la boca. La sonrisa amable de Pierre y su cara de niño bueno le recordaron todos los bellos momentos que habían compartido durante más de un año. Las cosas entre ellos terminaron sin traumas; ambos tenían sueños que alcanzar, encontrar su propio camino, aunque Gabriella pensó que ese sueño lo podían alcanzar juntos. Él quería volar solo y ella le dio la libertad que quería cuando tuvo que volver a Argentina. Entonces la distancia hizo su mejor trabajo y se encargó de soltar el débil hilo que los unía.No había tenido noticias suyas en los últimos años; solo para su cumpleaños aparecía una felicitación en su Facebook y nada más. Desde que ella volvió a Argentina, no hablaban.—Hola, Pierre... qué sor
De ahí en adelante solo tenía noticias suyas en cada cumpleaños, cuando una felicitación aparecía en su FB acompañada de una foto de cualquier lugar del mundo. “Feliz cumpleaños, Gaby,” decía el mensaje, y ella nunca se molestó en seguir una conversación.—Gabriella, te necesitan en la cocina, —escuchó a su espalda la voz que la trajo al presente. Se giró lentamente, parpadeando para alejar los recuerdos que aún flotaban en su menteLa tarde siguiente, Pierre llegó puntual a su cita con Gabriella; al verla, una sonrisa iluminó su rostro. Todos estos años solo le enviaba un escueto saludo de cumpleaños, sintiendo a veces una punzada de tristeza por haberla dejado ir.“¿Fui un cobarde en ese momento?”, sepreguntaba, aunque no se arrepent&iacu