XI

Ayer te vi furiosa al leer mi carta, dijiste que era un enfermo pervertido y luego llamaste al maldito de tu ex pero yo no dejé que fuera a por ti, eres mía aunque no lo quieras.

Luego lo entendí.

Leíste la nota una vez más pero él nunca llegó.

Furiosa la arrojaste al suelo y apagaste la luz.

Querías que yo no viera, sin embargo, poco sirvió, mujer.

Te vi caminar desnuda hasta tu cama.

Allí abriste tus piernas como una invitación silenciosa a mí.

Introdujiste tus dedos en tu centro caliente y gemiste hasta encontrar tu placer.

¿Quieres enloquecerme?

Quería follarte tan duro que no pudieras caminar sin que recordaras que yo estuve dentro de ti.

Pero lo que finalmente me alegró fue que te gustaran mis cartas, porque ahora sé que te gustan.

No vuelvas a llamar a tu maldito ex para que calme las necesidades que yo he desatado.

Pon en tu puerta un pañuelo rojo y yo entenderé tu invitación.

- ¡¿Estás loca?! Yo nunca haría eso con un completo desconocido y menos desquiciado como ese sujeto.

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