XII

No pude continuar leyendo, la libido me estaba subiendo por la cabeza y eso no era nada bueno.

Este hombre está consiguiendo que me vuelva tan loca como él.

— ¡Cerdo! —grité por si acaso me oía tratando de calmar los frenéticos latidos de mi corazón.

Sin embargo trataba de engañarme a mí misma.

Desatas mi instinto animal, Verónica.

Negué con la cabeza arrugando el papel y arrojándolos la basura, me tomé de golpe el vaso de vodka dispuesta a irme a dormir, fue cuando las luces se apagaron por completo al igual que la música.

—Mierda —susurré.

De pronto recordé dónde había colocado mi teléfono, fue a por él pero en el camino trastabillé y casi caí al suelo no obstante un par de manos grandes me sujetaron deteniendo la caída, sentí una caliente respiración al oído seguida de una gruesa voz que hizo que mi vello se erizara por completo.

Solo esas dos palabras bastaban para dejar helado a cualquiera.

— Te tengo.

De inmediato mi respiración se cortó, sentí el miedo alcanzarme pero a la vez
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