XIX

De inmediato lo fulminé con la mirada dándome cuenta de lo que estaba pasando, traté de levantarme de la cama pero Acheron me lo impidió.

—Ahora que estás aquí no te dejaré marchar, está completamente prohibido permanecer lejos de mí —soltó juguetón pero ¿Por qué me había sonado a que para él esas palabras no eran un juego? —. Te vez preciosa bajo la luz de la luna —ronroneó colocándose encima de mí sin dejar caer su peso en mi pequeño cuerpo.

¿Por qué él me resultaba tan familiar pero a la vez tan extraño?

En seguida volvió a zambullirse en mi cuello salvo que esta vez no se dedicó solo a inhalar mi olor, esta vez fue más allá, lamió y chupó un punto sensible ocasionando que un par de gemidos escaparan de mis labios.

—No te preocupes, nadie va a entrar eso te lo prometo.

— ¿Por qué estás tan seguro? —pregunté casi sin aliento por lo que me hacía.

—Porque esta es mi habitación.

Frunciendo el ceño aparté las manos de su cabello como si quemara y separé mi cuerpo de su boca pecaminosa.

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