Veredicto
Si algo he aprendido durante estas últimas semanas es que cuando la situación se complica, una no debe suplicar. Los miedos se guardan en pausa porque no llevan a sitio alguno. De mí se dirá cualquier cosa, menos que he bajado la cabeza.

—¡Sujétenla!

La Anaconda Venenosa me señala con el dedo.

—Creo que se te está yendo la cabeza, Sabrina. —Le aconseja el médico.

Él se lleva la mano al sitio afectado y habla con un hilo de voz, pero no se queda callado.

Ella hace caso omiso de sus palabras. La furia ensordece sus razonamientos. En este instante, su único objetivo es producirme sufrimiento.

—Ya verás lo preciosa que lucirás con el rostro quemado. Hasta el jefecito dejará de babearse delante de ti.

Se me acerca peligrosamente. Sin embargo, los hombres no me sujetan. Esta vez, la bruja se ha quedado sin seguidores. Echo una rápida ojeada alrededor mío sin encontrar algo con que defenderme. Solo tengo a mano mi valentía.

De repente, la puerta de la habitación se abre de par en par
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