Han sido horas de angustia infinita. Mientras Basima se debate entre la vida y la muerte, afuera, en el jardín, los invitados de la boda están celebrando nuestra unión. A través de la ventana, escucho las risas y la alegría. Me suenan falsas porque cada uno de ellos tiene una cuenta pendiente con el mercado de esclavas, un vacío interior que no se llena con colores, danzas, panderos o bebidas. Ahmed ha justificado nuestra ausencia con la excusa de que le ha urgido hacer el amor conmigo. A partir de hoy, seré conocida por los pasillos como la chingona con fuego uterino que no ha sido capaz de esperar a que la fiesta terminase para consumar el matrimonio. ¡Si supiesen cuánto la mentira dista la verdad! La oleada de miedo que me inunda me impide respirar, pensar, ver, sentir… El flácido cuerpo de Basima descansa sobre la cama de Ahmed. De vez en vez, le sobreviene un suave temblor y murmura algunos sonidos; pero luego, retorna a un estado de inconsciencia. Procuro mantener húmedos sus c
Ahmed abre de un empujón la puerta y la cierra de golpe tras desaparecer en el pasillo. No me atrevo a seguirle para no dejar a Basima sola aunque sé que en estos momentos está fuera de peligro. Aprovecho la ausencia de mi esposo para sentarme un poco. Desde hace un par de días, los nervios por la cercanía de la boda me han desajustado el cuerpo. Camino por inercia porque lo único que quiero es descansar, me pesa la cabeza y el estómago se me hace bilis. Pero, otra vez, el destino me niega los deseos, pues Basima comienza a agitarse. Ahmed me ha explicado que eso es normal antes de despertar, pero igual me preocupa. Podría magullarse contra de retablo de madera o caerse de la cama. Me le acerco y aguanto la respiración para no perder detalle de sus balbuceos. Al principio, me es difícil comprender de qué habla; pero luego, le escucho mentar el nombre de mi padre y el de Jasmine en una sola frase. Después, sus expresiones incoherentes adquieren lógica y se desprende a hablar en una pa
—¿A qué te refieres? Es demasiado difícil mantenerme impasible mientras los minutos trascurren con lentitud. Necesito saber qué nuevo secreto se levanta entre Ahmed y yo. De lo contrario, la presión de mi sangre me hará estallar las venas. —Luego de tantos años viendo mujeres embarazadas me ha sido imposible no notar tus senos más llenos entre mis manos y tus náuseas matutinas. Ya sé que eres primeriza; pero por si no te has dado cuenta, tienes dos semanas de atraso de tu período menstrual. He corroborado clínicamente mis sospechas mientras hacíamos el amor. Hace un par de días, introduje dos de mis dedos en tu vagina y te palpé el cuello del útero. Ha crecido y lo continuará haciendo hasta que nazca nuestro primer niño. Pensé que estabas aguardando el mejor momento para confesármelo y me armé de paciencia. Esperaba que ese fuera tu regalo de bodas. Ya veo que me equivoqué. ¿Embarazada? ¿Hay una mezcla de Hassim y Salem en mi interior? Con razón he llevado varios días sintiéndome ma
A mi pesar, Ahmed y yo no hemos tardado mucho tiempo en regresar a la habitación. Me he quedado con ganas de él, pero luego de lo que ha sucedido, debo vigilar a Basima. Me alegra verle despierta, con buen semblante y una sonrisa divina que se apaga en cuanto nos ve caminar abrazados. Como conocidos distantes, mi esposo y ella se saludan, pero no se tratan. Existe una aversión innata de mi amiga hacia Ahmed, algo que nunca le he visto sentir ante otra persona, incluyendo a mi padre. La presencia del señor Salem siempre le ha hecho temblar de miedo, no de repulsión. Aunque mi esposo se da perfecta cuenta de lo que sucede, no me suelta el brazo. Insiste en permanecer a mi lado. —Si vamos a vivir los tres juntos, es necesario que ella entienda que estamos enamorados —murmura a mi oído. Eso es cierto. Cuanto antes ella confíe en él, más rápido funcionaremos como un equipo. Sin embargo, ella tiene una opinión muy diferente del asunto. —Amira, a tu señor padre le desagradará que andes p
A cada segundo que Basima duda, se alejan nuestras posibilidades de escapar del traidor. Observo en vano que una reacción de su rostro me delate lo que piensa. Sus manos heladas me traspasan sus miedos, pero me he propuesto mantener la calma y lo intento a toda costa. Al fin, ella avanza hacia mí y murmura titubeante: —Solo hay un camino para saber la verdad. Luego de tanto batallar, no te dejaré sola. Iré a donde tú vayas y cuidaré de ti y de ese niño del que hablas. En el fondo de mi corazón, nace una sonrisa tan pequeña que me cuesta alegrarme. ¿Cómo hacerlo si el peligro persiste solo a un par de metros de nosotras? Agarro la mano de mi amiga, deposito en ella un beso de agradecimiento y amor filial, y le jalo hacia la salida. No es la primera vez que corro hasta la habitación de Ahmed con ella. Solo le pido a Dios que mi chinchoso tobillo me permita llegar a la meta sin complicaciones. Abro la puerta de cuajo, tomo impulso… y choco contra el pecho musculoso de Ahmed. No lleva c
Aunque afuera el sol derrite las piedras, dentro del dormitorio las brumas nos envuelven. La oscuridad se ha cernido sobre la casa de Ahmed Hassim, y presiento que solo es el principio. ¿Qué puedo hacer para ayudarle? Ignoro cómo manejar armas, no tengo nociones de defensa personal y mi pierna me falla en los momentos que más la necesito. Arrastro tras de mí a Basima, quien tampoco aporta beneficios. Al contrario, siempre que su mente nos juega sucio, salimos dañados. Soy una carga pesada en la vida de mi esposo y, sin embargo, siento que mi presencia le hace sonreír a pesar de la angustia. Las ojeras producidas por la noche en vela y las preocupaciones hacen mella en su rostro cansado. Quiero abrazarle, acariciarle y decirle que todo saldrá bien, pero nunca he sido amiga de mentir. Al contrario, siempre me he caracterizado por ser demasiado sincera. He aprendido que, en las buenas o en las malas, la verdad se dice sin adornos, a la cara. Mientras me paro en firme, con los talones u
(Narra Ahmed) Un millón de cosas se han quedado atrapadas en mi garganta. Ignoro cómo he podido dejara Amira allí, indefensa y con la responsabilidad de cuidar de mi hijo y de Basima; pero estoy consciente de que mi mejor estrategia es resistir en la línea de fuego. Cuando la puerta del escondite se ha cerrado, un escalofrío ha recorrido mi piel. No ceso de preguntarme si la volveré a ver alguna vez. Morir no me preocupa. Lo que me pone el alma en ascuas es pensar que alguien pueda dañarle. También me cuesta creer que Mauro sea parte del bando enemigo. Llevamos cerca de dos años compartiendo las cosas buenas y las malas, planeando lo que haremos luego de encontrar a nuestros parientes secuestrados; pero ahora que pienso con la cabeza fría, las piezas del puzle comienzan a encajar. Pocas personas han tenido la oportunidad de estar en contacto directo con Basima durante la ceremonia. Estoy casi seguro de que fue él quien le colocó la guirnalda de pikake falsa. Me he negado a sospechar
(Narra Amira) Cada uno de los estruendos de la batalla estremece mi alma. Luego de tanto sufrimiento, pensé que encontraría la felicidad, pero ya veo que me he equivocado. La mente de Basima se va y vuelve a ratos. Me aterra que, en el momento más inapropiado, grite o eche a correr y llame la atención de los atacantes. Eso sucederá. Me llamo Amira Salem. La mala suerte es parte de mi código genético. Debo tomar una ruta alternativa para salvar a mi amiga. Yo soy la Lumbrera de Ruhit, el único premio importante en verdad. En medio de la oscuridad del angosto escondite, palpo los delgados brazos de mi amiga. Estos meses han sido penosos para su salud. Ha bajado unas cuantas libras. —Le prometí a Ghaaliya que siempre cuidaría de ti. —Poco a poco, voy sentando las bases para poner en marcha el plan algo loco que se gesta en mi cabeza. —También que te enamorarías y serías feliz. Hasta donde recuerdo, eso no fue parte del juramento, solo una petición de parte de mi nana. Nunca he busca