Amor en pugna
Ahmed abre de un empujón la puerta y la cierra de golpe tras desaparecer en el pasillo. No me atrevo a seguirle para no dejar a Basima sola aunque sé que en estos momentos está fuera de peligro. Aprovecho la ausencia de mi esposo para sentarme un poco. Desde hace un par de días, los nervios por la cercanía de la boda me han desajustado el cuerpo. Camino por inercia porque lo único que quiero es descansar, me pesa la cabeza y el estómago se me hace bilis.

Pero, otra vez, el destino me niega los deseos, pues Basima comienza a agitarse. Ahmed me ha explicado que eso es normal antes de despertar, pero igual me preocupa. Podría magullarse contra de retablo de madera o caerse de la cama.

Me le acerco y aguanto la respiración para no perder detalle de sus balbuceos. Al principio, me es difícil comprender de qué habla; pero luego, le escucho mentar el nombre de mi padre y el de Jasmine en una sola frase. Después, sus expresiones incoherentes adquieren lógica y se desprende a hablar en una pa
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