capitulo 2

¡Pero qué m****a, metí la pata!

—Oh señor, cómo lo siento, yo no... —el hombre aparta bruscamente a la mujer excesivamente operada de su regazo y arregla mi ropa—.

—¡¿QUE NO TE ENSEÑARON A TOCAR?! —prácticamente me grita.

—Señor, sí toqué, pero nadie dijo nada —me encojo de hombros.

—¿Y por eso te crees con el derecho de entrar así? ¿Es que eres estúpida? —¿Perdón? ¿Me dijo estúpida?

—Carla, sal de aquí —ella lo mira enfadada pero se va—.

—Ahora dime, ¿quién eres tú? —me suelta bruscamente.

—Yo... soy... su nueva secretaria —Dios, ¿por qué tartamudeo?

—Ah, ya. ¿Y acaso nunca te enseñaron a tocar, señorita...?

—Ramírez. Me llamo Alai Ramírez —le tiendo la mano y él me la recibe. Cuando rozamos nuestras manos, siento una corriente por todo mi cuerpo y lo miro a los ojos. Dios, nunca lo había detallado, pero es un dios griego: tiene cabello castaño, unos ojos verdes y un cuerpo que denota mucho ejercicio.

—Ya deja de mirarme así —abro los ojos como platos y mis mejillas se tornan rojas.

—Lo... lo siento, señor.

—No importa. Ese es su puesto —señala hacia allá—. Lo que yo necesite, se lo pediré por teléfono. Ahora solo quiero que me traigas un café sin azúcar —me suelta bruscamente.

—Enseguida se lo traigo, señor —salgo corriendo de esa oficina, me faltaba el aire.

—Amiga Alai —escucho la voz de Tamara.

—Ey, ¿cómo te fue? —me pregunta.

—Fatal. Cuando entré, lo pillé en pleno acto con una mujer operada —Tamara se tapa la boca.

—OMG, tú sí que estás de malas, amiga. Justo en esa situación lo pillas.

—Sí, Tam, pero bueno, ya pasó todo. Ahora solo quiero llevarle este café para que no se altere —le doy un beso y me dirijo a su oficina. Toco primero y escucho un "pase".

—Wow, aprendió rápido —quiero poner los ojos en blanco, pero mejor lo evito.

—Aquí tiene, señor. ¿Necesita algo más?

—Revise estos papeles y mándeme el informe para mañana —me entrega los papeles, y son muchos.

—Señor, no creo que tenga esto listo para mañana —le digo.

—Pues si no lo tienes para mañana, estás despedida —hijo de su madre. Cojo los papeles, le dedico una sonrisa falsa y salgo de la oficina.

M****a, llevo dos horas en un solo documento y son cuatro. Ya son las 9. Hace dos horas debí salir de la oficina, pero nada. No me puedo ir hasta terminar esta m****a, y estoy preocupada porque necesito comer algo. No quiero que me dé algo, ya que sufro de hipoglucemia.

Después de cinco horas, ya empiezo a sentir las manos frías y también mi cuerpo. No aguanto más y me levanto para salir y comer algo, pero gran sorpresa me llevé al darme cuenta de que estoy encerrada en la oficina. El maldito me dejó encerrada. M****a y más m****a.

Pasan las horas y ya son las 7:30 a.m. Terminé todo, pero me siento fatal. Estoy mareada y tengo mucho frío. Escucho que alguien abre la puerta.

—¿Qué hace usted aquí a esta hora? —me observa de arriba a abajo.

—Señor, usted me dejó encerrada aquí toda la noche —le digo casi en un susurro, ya que mi voz apenas sale por lo mal que me siento. Trato de enfocarlo bien, pero no puedo; lo veo muy borroso.

—Señorita Ramírez, ¿se encuentra bien? —se acerca a mí y me toma de los brazos. Su toque es cálido y muy suave.

—Oh, Dios, estás helada —me mira con cara de preocupación, pero yo no soy capaz de articular más palabras. Me dejo ir. Todo se vuelve borroso y solo escucho mi nombre.

—Alai... Alai... ¡Ayuda, un médico!

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