Cuando la cena estuvo casi lista, Leonardo apareció en la cocina con Charlie en brazos. Alessa los miró enseguida. Agatha sonrió.—Es evidente que se llevan muy bien.—Ya somos socios. ¿Verdad, campeón? —Leonardo le dijo al niño y el niño asintió—. Ahí lo tienen.—Oh, ya vuelvo. En un momento, ¿sí? —exclamó Agatha.La pelirroja menor señaló una de las ollas en la hornilla encendida.—¿Y eso, ma?—No te preocupes por eso, Alessa. No se va a quemar ni nada.—Sí, claro —ironizó, viendo a su madre salir de la cocina. Miró a Gold sentado en la mesa, con Charlie en sus piernas. Su hermano ahora tenía cara de llanto.—Los niños son manipuladores. Tu hermanito no es la excepción, sabe manipular con el llanto —comentó Leonardo, observando a Charlie con suspicacia. El niño quería que se levantara y lo meciera de pie, pero no lo hizo. En cambio, se explayó en la silla y empezó a tocarle la nariz con un dedo.Alessa estaba mordiéndose los labios y el pulgar mientras lo veía fijamente. Se acercó y
Después de aquella visita a la casa de los Sinclair, Alessa y Leonardo regresaron a la mansión. Cabe recalcar, que durante el viaje —tanto en auto como en el Jet— Alessa se mordió mucho el pulgar y él la miró a cada rato. Se sintió una extraña tensión en el ambiente; pero no era esa clase de tensión incómoda o algo parecido.Simplemente fue extraña.Finalmente, en la mansión, los dos entraron tomados de mano. Leonardo percibió el nerviosismo de la pelirroja y eso lo puso nervioso también. Tenía la idea en su cabeza, pero que ella estuviera así no lo ayudó a proceder.—¿De qué estás hablando?—Carla... creo que me propuso matrimonio —bisbiseó la pelirroja al teléfono, manteniéndose pendiente de que Leonardo no regresara del cuarto. Ella estaba en la cocina intentando aclarar su mente antes de todo, por el bien de la relación y de sí misma.Escuchó el grito de su mejor amiga y respingó. Vaya, que no era sutil.—¡No lo puedo creer! ¡Te vas a casar, zanahoria!Alessa sintió los revoloteos
«En serio, ¿Gold se casará con una niña? ¡Increíble! Y según mis fuentes, splo le queda un día para arrepentirse.»Una mujer de un programa de farándula fue la que espetó aquello con su lengua viperina. Alessa, sin embargo, no le ponía cuidado y miraba el hermoso anillo en su mano.«Le presto a la niñera de mis sobrinos!»«A mí parecer, no tiene nada malo que Leonardo Gold desee casarse con ella. Yo no la veo muy niña. La verdad.»«Oh, vamos.»«Además, me agrada de ella que no quiera hacer de su boda un espectáculo. Se ha ganado mi respeto.»Habían pasado ya un mes desde la proposición de Leonardo y, en efecto, quedaba un día para la boda. A veces no podía dejar de ver el anillo, o de repetirse que pronto sería la esposa de alguien. Y ese alguien era el hombre que amaba.Sonrió, sin prestarle atención a lo que decían las cotillas del programa. Cambió el canal a un show de música y empezó a moverse al son de una canción de pop.Mientras tanto, le dio un toque a la tableta que reposaba
—¡No puedo creer que estoy yendo tarde a mi boda! —exclamó la pelirroja azorada, intentando ponerse el liguero bajo el vestido blanco sin estropearlo.El vestido de novia era de encaje, strapple y sin cola, no quería arruinarlo todo si se enredaba con esa cola larga y rimbombante. El vestido era sencillo, pero su sencillez combinó con el descarado escote en su espalda.Tenía unos guantes blancos que llegaban más arriba de los codos, un detalle muy elegante y vintage. No llevó accesorios, solo unos pequeños pendientes de rubí. Su maquillaje era suave y los tacones simples. Usaba una tiara y su cabello rojo estaba recogido. No podía decir que estaba perfecto, pues se había pasado de tiempo en la siesta y June hizo lo que pudo en diez minutos.El destino había elegido un pésimo momento para llevársela al País de las Maravillas.—Yo les dije que era mala idea dejarla tomar una siesta —comentó Oriana. Era una de las damas de honor y su vestido, al igual que el de June, era rojo.—¡Cállate,
¿Cómo sucedió? ¿Cómo se convirtió en la esposa de alguien cuando nunca quiso ser la novia de nadie? Todo fue tan… espontáneo. Las respuestas a esas interrogantes no tenían mucha lógica, simplemente había sido un impulso del corazón, en este caso, del corazón ingenuo de Alessa Sinclair.Oh, qué camino le esperaba ahora.La pelirroja despertó en la suavidad costosa de unas sábanas de lino blanco. Ronroneó, se estiró y se acurrucó en la enorme cama, apagando por un bello instante todas las preocupaciones que los rodearon desde el principio. Lo único que pudo sacarla de su descanso fue la ausencia de Leonardo a su lado.—¿Leo? —El silencio fue atronador. Su voz hizo eco en el espacio vacío del dormitorio del penthouse.Más allá de las decoraciones caras, las paredes pintadas de color crema y la tenue luz del día que se coló por las cortinas cerradas, Alessa no encontró ni una pista de Leonardo en aquel lugar acogedor. Así que, con todo pesar, se desenredó de las sábanas y se sacudió la pe
Alessa revisaba su teléfono a menudo mientras viajaban en el Range Rover conducido por Reynolds. Después de un largo viaje en jet a Tenerife para su luna de miel. Era la más grande de las islas Canarias de España, frente a África Occidental. Alessa escogió el destino sin dudar ni un segundo, y él estaba gratamente feliz de correr con todos los gastos para complacerla. Pensó que escogería Jamaica, Bora Bora, Santorini, Marruecos… Cualquier santuario paradisíaco frecuente, pero su niña problema lo sorprendió, una vez más, tomando una decisión completamente especial, no solo para ella, sino para los dos, como su primer viaje de casados.Bebieron Chardonnay y brindaron, tintineando sus copas con sonrisas cómplices. El paisaje encantador estaba provocando un buen efecto.Cruzaban por una playa prístina cuando ella dijo:—Podríamos demandarlo por difamación.Fue tan casual con su comentario que Leonardo tuvo que parpadear, observarla varios segundos y confirmar que había escuchado exactament
Cuando su madre se enteró del asunto del "rubí de la discordia", estuvo a punto de arrancarle la cabeza.—¿Cómo es eso de que estás en los tabloides de chismes? ¡¿Para eso te crié?! ¡¿Para eso fuiste tan brillante?! ¡Para que te volvieras la comidilla de la farándula!—Ma, estás exagerando un poquito.—¡Es que no tienes límites, Genevieve! —le había gritado Agatha con fuerza, sacudiendo los brazos. Su madre se había convertido en un torbellino rojizo por toda la sala del apartamento compartido con Carla, ya que allí no estaba Leonardo, y era mejor tratar el asunto a solas con Agatha—. Fíjate nada más en lo que sucedió. Lo que sucederá. ¿Cómo fuiste tan descuidada? ¡Por favor!—No fui exactamente descuidada —murmuró la pelirroja cuidadosamente, porque okey, no fue su culpa por completo. Sí, se equivocó el día que aceptó ir a esa gala benéfica en compañía de Le Roux, fue el día en que todo empezó, cuando la tomó de la cintura; lo del rubí y los rumores. El resto fue un efecto dominó que
El sol de Tenerife calentó su piel pálida y desnuda, lo que fue más que perfecto para Leonardo.Con ese bikini rojo, Alessa logró volverlo loco. Dos diminutos triángulos de tela cubrieron sus senos apetitosos. Un insulto de protección para esos pechos deliciosos. En la parte inferior esa tanga moldeó su hermoso trasero, perfecto para apretar y tocar. Sexy era poco. Leonardo fue incapaz de quitarle las manos de encima desde —Si sigues así, Leo, arruinarás mi bronceado —la oyó refunfuñar desde arriba, su vocecita sonando divertida y sin aliento. Un mayor incentivo.Por supuesto, Leonardo estaba muy ocupado besándole las rodillas. Alessa se había acomodado en una tumbona en la playa y, dos minutos después, él ya estaba encima de ese cuerpecito carnoso ofreciéndole adoración con besos mariposa y caricias burlonas. Era una tortura, no solo para él, lo podía confirmar por la forma en que ella respiró y se retorció debajo de él.Leonardo sonrió contra su piel caliente y sonrojada por el sol