Jean en compañía de su esposa e hijos abandonaban el apartamento donde vivían, esa noche tenían una cena con el viejo Antonie la primera desde que la pareja se había casado… después de la visita del magnate, la pareja no había tenido tiempo de ir a visitar al abuelo ya que los gemelos ocupaban todo su tiempo. Más que ahora Jean llevaba las riendas de sus propios negocios, casi que no tenía tiempo para reunirse con su padre.
A duras penas tenía tiempo para su esposa e hijos… pero las incesantes llamadas del viejo lo obligo a sacar un espacio de su tiempo para ir a verlo, con el fin de que conociera a sus nietos e interactuara más con su esposa.
—Vamos amor, ya es muy tarde. Le dice el rubio cargando a Soren en sus brazos.
—¡Ya voy querido! Dice la castaña saliendo con Aarón en sus brazos. –Ya estoy lista.
Maya noto que su novio estaba un poco extraño esa noche al regresar al apartamento. No comprendía que le estaba pasando, hasta donde pudo ver la cena había salido muy bien. El viejo Dubois se la llevaba mejor con ella y Zoé… Estaba un poco insegura si preguntarle si todo iba bien, o si le estaba pasando algo. Así que opto por guardar silencio. Se despidieron de sus amigos, y siguieron hasta su casa. Pero una vez estando dentro de su hogar el rubio parecía un poco nervioso.Ella estaba sintiendo miedo, porque siempre sospecho que en algún momento Adrien se cansaría de ella y terminaría con la relación. Podría hacerlo, ella había sido una stripper. La conoció en un bar, y bueno el hecho de que su amiga le fuera bien en su relación no significaba que a elle también le fuera bien.Y era por eso que debía resolver ese
Adrien conducía el coche como loco descarriado por las calles de Francia. Y como no hacerlo su esposa iba en la parte trasera de su camioneta en compañía de su amiga sufriendo más que nunca. La morena no paraba de gritar por el intenso dolor que sentía en su vientre bajo. Aproximadamente una hora la chica había roto fuente y los dolores de parto la estaban volviendo loca. Adrien no se imaginaba el terrible dolor que estaba sintiendo, pero los incesantes gritos y jadeos sabía que estaba sufriendo. Además, la llegada de su primer bebe lo había tomado por sorpresa. No lo esperaban sino hasta la semana siguiente, pero de la nada Maya rompió fuente y todos se vieron obligados a salir corriendo de la casa. —Más de prisa amor, ¡por dios! Le exigía su esposa entre jadeo y pujes. —Eso hago, no puedo excederme van ustedes en el coche, joder. Resiste un poco amor. —¡Ahhhhhh! Grita. —¿Cuánto más falta
—Llevamos caminando por horas, ¿Acaso no estás ni un poco cansada?Una morena muy menuda de ojos medio achinados y cabello lacio se quejaba al lado de su amiga.—Claro que estoy cansada tonta, pero debemos encontrar empleo si no quieres vivir en la calle.—¡Zoé! Llevamos horas buscando, y todos nos dicen que no por no saber hablar francés.—Entonces debemos buscar otro tipo de empleo, quizás porque buscamos solo en cafeterías no nos dan trabajo.—¡Por todos los cielos! Nadie querrá contratar a dos americanas. Resígnate.—Maya, por favor… no seas pesimista.Zoé y su mejor amiga de la infancia recorrían a diario toda Francia desde que llegaron, en busca de trabajo. Pero la mala fortuna las seguía, ya que en cada sitio que llegaban las rechazaban. Hablar francés era un requisito indispensable.
—¡Jean! Me alegra que hayas venido esta noche a casa.—Puedo imaginarlo padre. Responde un poco aburrido.—Pues estás de suerte muchacho, está noche tenemos invitados especiales.—¡Padre!—¡A callar! Responde serio.Jean aprieta la mandíbula en señal de enojo, Antonie Dubois, era el hombre más desesperadamente, controlador y manipulador de toda Francia. Por esa razón detestaba ir a su casa a cenar.Padre e hijo entraron en la sala del comedor, donde Adrien se puso en pie para recibirlo con un apretón de manos y una expresion de incomodidad.—Pensé que no vendrías.—Créeme, ya me estoy arrepintiendo. Responde viendo la rubia sentada en la mesa quien no le quitaba la mirada de encima. —¿Qué hace ella aquí?— Papá la invitó a cenar, y como sabes que
La barra de metal era su guía para deslizar su cuerpo por ella… Zoé, movía las caderas al compás de la música que sonaba a fondo. Esa tarde ensayaba su número para la noche. Vestida con muy poca ropa se movía de manera sensual.A pesar de que cuando empezó a trabajar en el club nocturno hace un mes no sabía absolutamente nada de cómo deslizarse en ese tubo. Pero dada las clases intensivas que le habían dado las chicas del club podría decirse que se defendía bastante bien.Para desgracia de Zoé, no lograron encontrar otro empleo que no fuese en ese lugar. Nada más al entrar y conversar con el dueño, de inmediato las contrataron sin importar que no supiera hablar francés. La joven no se sentía para nada cómoda con ese empleo, y a pesar de no salir al público completamente desnuda seguía queriendo salir huyendo.
Jean apagaba el ordenador de su escritorio, cuando de pronto entra en su oficina su sexy secretaria. Con ese habitual contoneo de cintura que tanto le encantaba. Parecía que buscaba pelea esa noche.—Señor Dubois… aquí le traigo unos documentos que requieren su firma hoy mismo.—¡Ah sí!La chica de mini falda negra coloca los documentos sobre su escritorio mientras inclina el culo dando una buena visión. Definitivamente quería pelea.Jean firma los documentos y se los entrega a ella con una sonrisa sensual.—Parece que te hago trabajar mucho, ¿Acaso soy un explorador?—De ninguna manera señor Dubois.La mujer se pone recta al verlo ponerse en pie mientras rodeaba el escritorio. Jean no se había follado a su secretaria, pero esa noche podría cambiar las cosas. Allí mismo en su oficina.El castaño recuesta su p
—¡Vamos papá! Cálmate…—Aparta Adrien… esto es con tu hermano.—Haz lo que te dé la maldita gana padre. Pasa a un lado del hombre. —Vamos Adrien. Orden el castaño.—Jean Pierre… ¡Jean Pierre! Grita su padre desde la oficina.El castaño abandona la oficina seguido de su hermano.—¿Qué ha pasado allí dentro?—Lo mismo de siempre. Me tiene fastidiado con sus amenazas.—¡Ahs! El viejo cuando aprenderá.Los chicos llegan al estacionamiento y ambos se suben al coche de Jean… lo prende de golpe y lo arranca con brusquedad.—¿A dónde vamos? Pregunta Adrien luego de un rato.—¡A beber! Responde mortalmente serio.(...)Zoé, llevaba una charola de cristal en la mano mientras caminaba entre las mesas llevando ped
Jean miro con ojos de furia al tío a su lado, y luego a la chica que aún no había soltado.—¡Suéltame! Le dice ella.—Hermano… Adrien intercede. —¿Qué haces? Suelta a la señorita.—Kira… ¿Qué pasa? Maya también hace acto de presencia.—Jean, basta… suéltala, ella no quiere.Los dientes del castaño chirriaba de la irá, como era posible que una mujer se le resistiera. Eso nunca le había pasado. Y esa mujerzuela le había dicho que no.Éste accede soltándola… medio le sonríe a Zoé, quien atreves del antifaz le voltea los ojos y se da la vuelta. Haciéndolo el gran plantón a Jean Dubois.Adrien lo hala llevándoselo a la mesa, pero este no paraba de mirar el camino por donde ella se había ido. Aún estaba sorprendi