—Llevamos caminando por horas, ¿Acaso no estás ni un poco cansada?
Una morena muy menuda de ojos medio achinados y cabello lacio se quejaba al lado de su amiga.
—Claro que estoy cansada tonta, pero debemos encontrar empleo si no quieres vivir en la calle.
—¡Zoé! Llevamos horas buscando, y todos nos dicen que no por no saber hablar francés.
—Entonces debemos buscar otro tipo de empleo, quizás porque buscamos solo en cafeterías no nos dan trabajo.
—¡Por todos los cielos! Nadie querrá contratar a dos americanas. Resígnate.
—Maya, por favor… no seas pesimista.
Zoé y su mejor amiga de la infancia recorrían a diario toda Francia desde que llegaron, en busca de trabajo. Pero la mala fortuna las seguía, ya que en cada sitio que llegaban las rechazaban. Hablar francés era un requisito indispensable.
Y como ellas eran americanas, les estaba costando mucho quedarse con algún empleo. A estas chicas les urgía ganar dinero, ya que la renta no se pagaba sola.
— Zoé, podemos parar aunque sea por un momento.
—¡No, Maya! Sigamos. Mira, allá hay una cafetería. Probemos.
—¡Por los dioses! Eres insufrible.
—La renta no se paga sola amiga. Tenemos encima a ese molesto casero, como si no consigamos pagar el mes que viene con puntualidad. Te prometo que dormiremos en la calle.
—¡No me lo recuerdes!
La morena reanuda el paso siguiendo a su amiga hasta una cafetería muy bonita. Las chicas entran entusiasmadas al local, pero minutos más tarde salen con la cabeza hacia abajo.
—¡Lo sabía! Esta es la sexta cafetería en el día. ¿Cuántas veces quieres ser rechazada?
—Las que sean necesarias hasta que alguien nos de empleo. O al menos a una de las dos.
Zoé, estaba muy preocupada. Lo que menos quería era tener que dormir en la calle. Además, se sentía tan culpable por haber arrastrado a su mejor amiga aquella locura. La chica estaba pasando trabajo. Y no es que estuviera viviendo como reina en Estados Unidos. Pero al menos tenía un empleo estable… ya habían pasado dos meses desde que llegaron a Francia y nada de trabajo.
Su mejor amiga había perdido todo, por su culpa…
—Envidio tu estatura, eres alta y yo enana… tus pasos son más largos.
—No te quejes. Se ríe Zoé enganchando su brazo del cuello de la joven. —¡Ya verás que encontraremos un empleo bueno!
—Eso espero, porque muero del hambre. Y esto de comer una vez al día me mata.
Una hora después, y luego de un par de rechazos más por la misma razón… Zoé Bonnes empezaba a perder la esperanza. Al salir de la cafetería echo andar, su amiga la seguía detrás. Y sabía que ya estaba cabreada.
—¡Vamos Maya! Voltea para verla porque se retrasaba tanto.
La joven la mira, ésta se había detenido en un gran mural lleno de hojas de todos los colores.
—Acércate. Le pide la morena. Y ésta así lo hace.
—¿Qué pasa?
—¡Mira! Señala con el dedo.
Zoé pilla un papel color cereza pegado en la pared. El mensaje era claro y directo.
"Se busca chicas para trabajar como bailarina en bar nocturno"
Ella parpadea un par de veces, y luego es que observa a su amiga pensando si es que se habían vuelto loca. O la falta de alimento le estaba haciendo mal.
—¡¿Te has vuelto loca?!
—No, ¿Y tú? La mira con burla.
—Obvio que no. Pero, ¿Qué es esto? Señala el papel.
—Pues trabajo…
—¿En un bar? Y nocturno… Maya, no somos prostitutas.
—Eso ya lo sé… la morena voltea los ojos. —Pero quizás no les importe que no sepamos hablar francés. Solo necesitan que bailemos, es todo.
—¿Desnudas? Inquiere con sarcasmo.
—¡Semi! Esta levanta un dedo. —Es un local nuevo, apenas se van a estrenar. Qué mal puede hacer ir a preguntar.
—No pienso bailar desnuda, estás demente.
Zoé se cruza de brazos mirando a su amiga con el ceño fruncido. Estaba desesperada por conseguir dinero, pero tampoco era para meterse a prostituta.
—No seremos prostitutas Zoé, si eso es lo que nos ofrecen lo rechazamos y ya. Vamos a preguntar al menos.
—Mejor busquemos otra cosa, de verdad que no quiero hacer eso. ¡He mira! Allí buscan personal para lavar platos, eso nos puede servir.
—¡Bien! Responde resignada su amiga. —Iremos allí, pero si no nos aceptan pasaremos a este club. ¿Vale?
—Está bien, pero no te prometo nada.
Las chicas al salir de aquel restaurante tan elegante, y del cual las habían tratado de la patada. Desde luego habían sido rechazadas para el puesto.
Maya solo observo a su amiga con una ceja alzada y los brazos cruzados. Zoé sabía que tenían un trato, a veces su amiga era un poco impulsiva. Siempre la terminaba arrastrando a lugares que no quería ir.
Zoé suspiro con pesadez… solo asintió y siguió a la morena.
[...]
Un mes después…
—¡Hermano!
La voz de Adrien Dubois llamó la atención de Jean Dubois… el chico rubio de ojos azules entraba en el despacho que pertenecía a su hermano mayor. J.D, le pillo esa sonrisa en los labios, característico de que había tenido una buena noche.
—¿Qué pasa? Responde Jean de mal humor.
—¡Oh! ¿Y esa cara?
—Estoy muy ocupado Adrien, si no has venido a por el pedido que te encargué entonces márchate.
—¡No! No he venido a por eso… anoche, ¿Dónde te metiste? La pelirroja que nos acompañaba se quedó esperándote.
—Encontré una mejor con la que follar. Hace una sonrisa medio oculta.
Su hermano se sienta en la silla ante él negando… los hermanos Dubois, eran los hombres más sexys, famosos, millonarios y Playboy de toda Francia. Por sus manos habían pasado cientos de mujeres, testigos de su poderosa masculinidad.
—Tuve que llevarme a la cama a esa chica, a la otra no le agrado.
—¡Qué sacrificio tuviste que hacer! Le dice con sarcasmos.
—Asi es… este sonríe.
—Adrien… estoy ocupado, mejor vete.
—Si, si… ya me voy. Te veo esta noche en casa. ¡Cena! Ya sabes.
Jean soltó el bolígrafo mientras se recostaba de la silla… esas cenas eran tan pesadas. Compartir una noche a la semana con su padre era un calvario. El viejo era un dolor de cabeza, sobre todo porque siempre quería estar controlando su vida.
A veces detestaba la idea de ser el hijo mayor...
—¡Jean! Me alegra que hayas venido esta noche a casa.—Puedo imaginarlo padre. Responde un poco aburrido.—Pues estás de suerte muchacho, está noche tenemos invitados especiales.—¡Padre!—¡A callar! Responde serio.Jean aprieta la mandíbula en señal de enojo, Antonie Dubois, era el hombre más desesperadamente, controlador y manipulador de toda Francia. Por esa razón detestaba ir a su casa a cenar.Padre e hijo entraron en la sala del comedor, donde Adrien se puso en pie para recibirlo con un apretón de manos y una expresion de incomodidad.—Pensé que no vendrías.—Créeme, ya me estoy arrepintiendo. Responde viendo la rubia sentada en la mesa quien no le quitaba la mirada de encima. —¿Qué hace ella aquí?— Papá la invitó a cenar, y como sabes que
La barra de metal era su guía para deslizar su cuerpo por ella… Zoé, movía las caderas al compás de la música que sonaba a fondo. Esa tarde ensayaba su número para la noche. Vestida con muy poca ropa se movía de manera sensual.A pesar de que cuando empezó a trabajar en el club nocturno hace un mes no sabía absolutamente nada de cómo deslizarse en ese tubo. Pero dada las clases intensivas que le habían dado las chicas del club podría decirse que se defendía bastante bien.Para desgracia de Zoé, no lograron encontrar otro empleo que no fuese en ese lugar. Nada más al entrar y conversar con el dueño, de inmediato las contrataron sin importar que no supiera hablar francés. La joven no se sentía para nada cómoda con ese empleo, y a pesar de no salir al público completamente desnuda seguía queriendo salir huyendo.
Jean apagaba el ordenador de su escritorio, cuando de pronto entra en su oficina su sexy secretaria. Con ese habitual contoneo de cintura que tanto le encantaba. Parecía que buscaba pelea esa noche.—Señor Dubois… aquí le traigo unos documentos que requieren su firma hoy mismo.—¡Ah sí!La chica de mini falda negra coloca los documentos sobre su escritorio mientras inclina el culo dando una buena visión. Definitivamente quería pelea.Jean firma los documentos y se los entrega a ella con una sonrisa sensual.—Parece que te hago trabajar mucho, ¿Acaso soy un explorador?—De ninguna manera señor Dubois.La mujer se pone recta al verlo ponerse en pie mientras rodeaba el escritorio. Jean no se había follado a su secretaria, pero esa noche podría cambiar las cosas. Allí mismo en su oficina.El castaño recuesta su p
—¡Vamos papá! Cálmate…—Aparta Adrien… esto es con tu hermano.—Haz lo que te dé la maldita gana padre. Pasa a un lado del hombre. —Vamos Adrien. Orden el castaño.—Jean Pierre… ¡Jean Pierre! Grita su padre desde la oficina.El castaño abandona la oficina seguido de su hermano.—¿Qué ha pasado allí dentro?—Lo mismo de siempre. Me tiene fastidiado con sus amenazas.—¡Ahs! El viejo cuando aprenderá.Los chicos llegan al estacionamiento y ambos se suben al coche de Jean… lo prende de golpe y lo arranca con brusquedad.—¿A dónde vamos? Pregunta Adrien luego de un rato.—¡A beber! Responde mortalmente serio.(...)Zoé, llevaba una charola de cristal en la mano mientras caminaba entre las mesas llevando ped
Jean miro con ojos de furia al tío a su lado, y luego a la chica que aún no había soltado.—¡Suéltame! Le dice ella.—Hermano… Adrien intercede. —¿Qué haces? Suelta a la señorita.—Kira… ¿Qué pasa? Maya también hace acto de presencia.—Jean, basta… suéltala, ella no quiere.Los dientes del castaño chirriaba de la irá, como era posible que una mujer se le resistiera. Eso nunca le había pasado. Y esa mujerzuela le había dicho que no.Éste accede soltándola… medio le sonríe a Zoé, quien atreves del antifaz le voltea los ojos y se da la vuelta. Haciéndolo el gran plantón a Jean Dubois.Adrien lo hala llevándoselo a la mesa, pero este no paraba de mirar el camino por donde ella se había ido. Aún estaba sorprendi
Se suelta del agarre y se marcha… Jean solo observa el contoneo de su hermoso trasero. Lo hacía más interesante a decir verdad, cuando las mujeres se lo ponían fácil le estaba resultando un poco aburrido. Pero esa stripper…Ella sí que lo hacía sentirse diferente… y no descansaría hasta tenerla en su cama.—Sí que te lo va a poner difícil hermanito. Su hermano se ríe.—Sí, pero la tendré.—¡Yo lo dudo! Responde bebiendo de su trago. —No parece igual a las chicas de aquí.—¡Todas son iguales! El dinero siempre las encandila. Sonríe reclinándose en la silla.—Muy bien… eso tendré que verlo.Jans le dedicó una última mirada a la chica que lo había rechazado por segunda vez en una noche, y sonrió… si, le resultaba inter
—¡Se te ha escapado de nuevo! Su hermano le palmea el hombro con un tono un tanto burlón.—Se comporta como una niña. Éste medio sonríe.—Parece inocente, pero recuerda es una stripper… —¡Lo sé! Responde aun viendo el camino por donde ella se había ido.—Me gusta su amiga, es muy mona.—¡Olvídalo! No quiero que te folles a su amiga para luego dejarla tirada, solo aumentarás las ganas de esa chica de alejarse de mí. —¡Descuida! Yo sé hacer mis cosas.—Adrien…—Ven vamos a comer. Sonríe el rubio.(...)—¡Date prisa Zoé! Vamos a llegar tarde al trabajo.—Ya, ya…
Esa mañana Zoé hacia limpieza en el apartamento, Maya había salido a gastarse sus propinas en comida. Y ella… bueno ella aún seguía con la suya entera y pensando cómo regresarla a ese tipo.Prendió la pequeña vieja radio, si iba a limpiar a profundidad lo haría con música. La joven ya iba a mitad de camino cuando tocan la puerta de su apartamento. La música estaba alta, Zoé llegó hasta la vieja puerta abriéndola Completamente. Asumiendo que era Maya, solo tenían un juego de llaves.Pero al abrirla lo primero que vieron sus ojos fue un par de ojos esmeralda que la detallaba de pies a cabeza. Zoé juro que se había puesto colorada ante la presencia de Jean… ¡Mierda! ¿Qué estaba haciendo en su casa? ¿Cómo supo donde vivía?—Hola hermosa.&md