85| Alex.

Me sentía solo, y no porque literalmente estuviera solo recostado en los barrotes de la celda; era porque en realidad me sentía solo.

Ana Laura me había confesado que los trillizos eran míos, mi familia estaba conmigo en ese momento, pero de todas formas había un vacío en mí que no era capaz de llenar, que aún no era capaz de llenar.

Era un vacío constante, y a pesar de que buscaba llenarlo con otras situaciones, con trabajo más que todo, había momentos en los que era tan abrumador que me impedía respirar.

Pero había sentido nuevamente un poco de calma cuando Ana Laura me abrazó en aquella sala de interrogación, donde le había dicho toda la verdad sobre su hermana.

Cuando sus brazos rodearon mi espalda y me trajeron hacia ella, sentí que ese vacío comenzó a desaparecer poco a poco, pero luego sus palabras fueron punzantes y certeras, y lo abrieron nuevamente.

Ahí estaba, recostado en la celda, observando la luz del sol que entraba por la pequeña ventana. A pesar de todo, la calma que
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