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Gabriela abrió la boca para decir algo, pero Alexander chasqueó los dedos.

— Mírate cómo estás, tienes que calmarte. Te prometo que nuestro hijo estará bien.

Dicho esto, caminó hacia la salida. Yo lo seguí, y cuando me volví hacia atrás un segundo antes de salir por las puertas de la empresa, vi el rostro enojado y apretado de Gabriela. Alexander caminaba en silencio.

Yo apreté con fuerza la cartera contra mi pecho, no podía creer que estuviera sucediendo eso, no podía creer que compartiría un auto nuevamente con Alexander.

Cuando lo veía caminar, cuando vi sus anchos hombros moverse y abrirme la puerta del copiloto, no pude evitar recordar aquellos tiempos dolorosos.

Me recordé que tenía que odiarlo, que me había hecho sufrir y que pagaría las consecuencias. Pero mi venganza la retomaría después de aquello; el hombre ya estaba sufriendo lo suficiente.

Quise creer que, al no sentirme feliz por su dolor, era por el hijo que había de por medio. Por eso no quise mirarlo a la cara mie
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