48°

Yeison conocía bien el barrio. Era un muchacho hábil, y eso yo pude verlo en sus ojos ávidos y claros, pero notaba cómo Alexander seguía desconfiando. De todas formas, no teníamos otra opción más que confiar en él.

— Espero que sea verdad — nos dijo cuando llegamos a una esquina especialmente amplia — . Si yo los ayudo a salir y no me cumplen lo que me prometieron...

— Lo haremos — le interrumpí — . Alexander y yo te ayudaremos, ya te lo prometí. Pero sácanos de aquí.

El joven asintió, tomó a Alexander por la muñeca y lo guió por la acera.

— Ellos están esperando que regresen por donde vinieron, pero seguramente alguien ya los vio cruzar por otra calle y los delató. Esta es la salida más larga del barrio obrero.

— ¿Y no te parece que puede ser contraproducente? — le preguntó Alexander.

El joven negó.

— Precisamente, nadie en su sano juicio tomaría la salida más larga, por eso será la menos protegida. Si tenemos suerte, no habrá nadie.

Continuamos caminando. Cuando llegamos a una
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