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Capitulo 2. Yo no se de trajes

Gala, recoge sus cosas personales luego de terminar los informes para el día siguiente. Estaba tan cansada que únicamente deseaba llegar a casa y dormir. Mirando la hora de su reloj, se fija que se le estaba haciendo realmente tarde, y si no se daba prisa tendría que correr el resto del camino. No obstante, faltaba 15 minutos para su salida, pero asumió que no existiría problema con que saliera un poco antes.

Tomando su bolso, la pelirroja sale disparada hacia la puerta hasta que escucha una voz gruesa a sus espaldas. Del impacto se le ponen todos los vellos de punta, que efecto tan extraño causaba su jefe en ella. Era tan aterrador.

—Señorita, Jones, ¿Ha terminado con los informes? —Ella se da la vuelta.

—Sí, señor Couper.

 —¿Y por qué no me paso uno a mi oficina? —El CEO miró su reloj —. Faltan 14 minutos para que salga, ¿se dio cuenta de eso?

<Su jefe era un maldito explotador>

—Lo siento mucho, señor Couper —Corre a su escritorio tomando la primera carpeta marrón, para luego tendérsela a su jefe —. Aquí está todo lo concerniente con la reunión de mañana.

—¿Segura? —Interroga revisando los documentos.

< ¿Por qué siempre tenía que cuestionar todo lo que hacía? Cuando le había quedado mal en los 6 años que llevaba trabajando para él> pensó.

—Muy segura, señor. Todo está en orden.

—¿Contrato al servicio de catering?

—Sí, señor. Estarán muy temprano en aquí —La joven observa su reloj disimuladamente, fijándose que se le hacía más tarde que nunca.

—Está bien, espero que haya contratado el de siempre. Sabe lo que sucedió con el último que contrato.

<Si, casi se muere de una indigestión, deje de hablar tanto y déjeme ir de una vez por todas. Es tan tacaño para darme unos miserables 15 minutos> mascullo para sus adentros.

—No se preocupe —Responde con nerviosismo.

—Todo está en orden, creo que se puede marchar —Contesta dándose la vuelta para regresar a su oficina y sin siquiera verla.

<Hijo de puta, me tuvo aquí parada como idiota para decirme prácticamente nada> Gala, miró de nuevo su reloj y olvida a su maldito jefe para salir corriendo fuera de la oficina.

—Demonios, es muy tarde.

[…]

Héctor, reviso el informe hecho por su secretaria y no lo pudo negar, era un muy buen trabajo. Exactamente, hizo lo que él le había pedido. Sin margen de error, ni nada por el estilo. El CEO cierra la carpeta respirando profundamente. Se preguntó cuánto tiempo Gala llevaba trabajando para él, la verdad es que había perdido la cuenta.

Hasta los momentos no tenía quejas de ella, era la mejor secretaria que podría pedir. Realmente, no la cambiaria. Bueno, lo único que mejoraría de ella era ese atuendo que usaba para trabajar. Pero quien era él para decirle nada a ella, cada quien se vestía como le diera la gana. Con tal que representara la compañía, todo estaría bien.

Reclina su cuerpo del sillón, pensando en la visita inesperada de su abuelo. Nunca asistía a las reuniones de la compañía. Él prefería quedarse en su mansión en Grecia, antes de tener que hacer ese viaje tan largo a estados unidos cada vez que se organizara una junta importante.

Era extraño, quizás el viejo estaba planeando algo en contra de Riley. Posiblemente, lo estaba poniendo a prueba, para ver si estaba al pendiente de la empresa y no le estaba dejando todo el peso a él. No obstante, a Héctor no le importaba si su hermano estaba o no estaba, él podía encargarse de todo sin la ayuda de ese bueno para nada de Riley.

Estaba claro que no tenía madera de empresario, pero por su bien lo mejor era que estuviera bien puntual en la empresa. Héctor frota el puente de su nariz, se sentía muy agotado. Quizás, debía dormir un poco para estar fresco al siguiente día. Lo que tenía pendiente, podría hacerlo al otro día.

Al salir de su oficina, se topa con el escritorio vacío de su secretaria. Lo que lo llevo a preguntarse, ¿A dónde se dirigía tan rápido? SÍ, le faltaban 15 minutos aún.

—Es tan extraña y misteriosa… quizás, debí investigarla mejor antes de contratarla.

 […]

Al día siguiente, Héctor abandona el ascensor que lo dejaba en su piso para divisar a su secretaria tomando las carpetas y otras cosas de su escritorio. Observo la hora de su reloj y noto que faltaban 5 minutos para su hora de entrada, ¿Qué pretendía esa mujer? ¿Salir temprano ese día?

—¡Buenos días! —Ella lo saluda acomodando sus gafas.

—¿Todo está listo? —Él la mira directamente sin poder ver sus ojos como tal.

—Sí, señor.

—¿Y mi hermano?

—Él no a lleg…

—Aquí estoy —La voz de Riley le hizo girar.

—Estás hecho un asco, Riley —Lo mira de abajo hacia arriba.

—Tome el jet, no me dio chance de cambiarme. ¿Qué quieres que hiciera? —Se excusa tirándose en el sofá de la recepción.

Héctor aprieta la mandíbula, su hermano era como un maldito dolor de cabeza interminable. Tan irresponsable, tan inmaduro, tan gilipollas. Necesitaba que alguien lo metiera en cintura.

—No puedes recibir al abuelo en esas condiciones —Le reclama.

—¿Y qué propones? —Se cruza de brazos restándole importancia al asunto.

Gala, observa la expresión de irritación de su jefe y luego la de su hermano, a quien parecía darle igual lo que estaba por pasar en la junta. Y en ese momento, ella optó por largarse de allí antes de verse involucrada en una batalla campal entre hermanos.

Anteriormente, había estado en muchas. Y esa mañana, especialmente, no le apetecía estar en otra. Lentamente, y haciéndose la despistada, camina hasta la salida para ocuparse en sus asuntos.

—¿Para dónde va, señorita Jones? —Ella se detiene en seco, <M*****a sea, a ese hombre no se le escapaba una>

—Voy a organizar la sala de juntas —Mintió lo mejor posible.

—Creí que eso ya estaba solucionado a estas horas… —La mira fijamente.

<Si las miradas asesinaran, ya estaría cien metros bajo la tierra>

—Sí, bueno, es que quiero ver que todo haya quedado bien.

—Necesito que vaya a comprarle un traje a ese idiota, y cosas para que se asee en mi baño.

—¡¿Eh?! —Pregunta con sorpresa.

<Pero si para eso no la habían contratado>, nunca había hecho ese tipo de mandados a ninguno de los dueños. Su jefe debía estar bien cabreado como para pedirle un favor como ese.

—Vaya, usted ya sabe dónde suelo comprar mis trajes —Le tiende una tarjeta dorada —. Ellos ya saben qué hacer con ella, elija un buen traje. Y hágalo rápido —Ordena.

< ¡¿Un traje?! Pero si no sé nada de trajes> no obstante, eso era algo que no podía decir delante de sus dos jefes.

Ella toma la tarjeta de su jefe por primera vez en su vida y siente como si le estuvieran otorgando demasiado poder.

—Me gusta el color negro —Riley añade poniéndose en pie —. En esa sastrería conocen mis gustos y están al tanto de mi talla, no le será difícil encontrar uno perfecto.

El hombre ingresa en la oficina de su jefe, dejándola a ella a solas con Héctor. Seguía atónita por la petición de ambos, eran unos hijos de putas, explotadores y mandones.

—Señorita Jones, dese prisa.

El otro le dice para seguir a su hermano… Gala, pestañea varias veces, luego mira su mano fijándose en la tarjeta y suspira pensando que no haría ella con esa tarjeta.

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