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Capitulo 5. ¿Dónde la encontraremos?

—No creas que por el hecho de casarte no tendrás hijos, yo quiero que tengas hijos Riley. Estoy seguro de que te harán entrar en razón, y verás el valor de la unión familiar, pero sobre todo hacerte responsable.

—Yo no sé cómo ser un esposo abnegado como lo fuiste tú, mucho menos sabré como ser un padre, abuelo. ¿Por qué no le exiges a Héctor que se case? Él también está soltero, y sale con diferentes chicas, ¿Por qué tengo que ser yo el que se sacrifique?

—Héctor es un hombre más centrado, ha estado a la cabeza de la compañía haciéndola surgir día con día. Estoy seguro de que muy pronto encontrara a alguien que lo llene y decida compartir su vida con ella. En cambio, tú eres un desvergonzado que no repara en sí sale en las noticias o no como el ligón más grande. Avergüenzas el apellido de la familia, Riley.

Baja la mirada, sabiendo que su abuelo tenía razón, odiaba que la tuviera. Pero no por ello iba a casarse por compromiso, un matrimonio no solucionaría nada. Era estúpido pensar que esos métodos tan ortodoxos funcionaran, se utilizaban en otros tiempos.

—Yo también puedo encontrar a una buena mujer sin tener que buscarla a las prisas, abuelo.

—¡No! —Golpea el bastón con fuerza contra el suelo —. Harás lo que te digo, y si no lo haces…

—Si ya sé, dejaras en la ruina a mi hermano —Termina la oración por el viejo.

—Abuelo —Héctor interviene después de mucho rato —. ¿Por qué me estás involucrando en esto?

—Por servirle de tapadero a tu hermano, has permitido que te deje toda la responsabilidad de la compañía, y eso es algo que no pienso tolerar.

—No necesito a Riley para llevar las riendas de esta empresa, yo solo puedo llevarla sin problemas —Expresa honestamente.

—De eso no me cabe la menor duda, siempre he pensado que tú serás quien sea la cabeza principal de esta familia. Pero necesito que le enseñes a tu hermano esos valores que llevas por dentro.

El castaño aprieta la mandíbula, tenía 40 años, no estaba para ser la niñera de su hermano. Se sentía tan irritado por la decisión de su abuelo, pero todo era por culpa de Riley y su comportamiento tan infantil.

—Dudo mucho que Riley encuentre a una mujer como la que deseas abuelo, no puedo asegurarte de que eso suceda —Contesta de modo cortante.

—En ese caso, lo perderás todo Héctor.

El CEO levanta la mirada, le mantiene la mirada a su abuelo, quien llevaba el mismo color de sus ojos. Si el viejo quería probarlo, entonces lo dejaría mal. Encontraría a la mujer indicada para el idiota de su hermano, no pensaba perder su compañía simplemente por el infantilismo de Riley.

—Muy bien —Héctor introduce las manos en sus bolsillos —. Encontraremos a esa mujer, y le darás tu aprobación. Riley se casará con ella, y será un buen hombre, dejara la mala vida que lleva y será un hombre responsable. Pero a cambio de todo lo que pides, yo seré el único dueño de la compañía. 

El viejo afina la mirada ante la sugerencia ambiciosa de su nieto, no se equivocaba con él. Era el mejor en lo que hacía, mira que venir hacer un trato con él. No cualquiera tenía las agallas para hacerlo.

—Es un trato, pero lo conseguirás si logras que tu hermano se case con una buena mujer.

—Hecho…

Riley estaba en medio de ambos hombres viendo como hacían un trato, sin siquiera pedirle su opinión al respecto. Por donde lo mirase salía perdiendo, por un lado, su abuelo le exigía que se casara para que su hermano no se quedara sin un solo centavo, y por otro; Héctor lo dejaba por fuera de la empresa. Aunque bueno, realmente a él le importaba nada la compañía. Nunca sintió apatía por ella, con su pequeño negocio que tenía le bastaba.

Pero la insistencia de Héctor y Jacob lo tenían agobiado, y ahora las cosas se escaparon de sus manos al saber que el puesto de su hermano estaba en sus manos. De todas formas perdería mucho.

—En vista de que hemos aclarado todo el asunto, entonces me retiraré. Mañana regreso a Grecia. Y espero que antes de que se cumpla el mes, llevan a mi villa a la mujer elegida para conocerla mucho mejor.

—¿Quieres que la llevemos a tu casa? —Interroga Riley.

—Así es… Los estaré esperando muchachos, el tiempo corre.

El anciano se marcha dejando a los hermanos solos en la oficina… Riley suelta el aliento, se da la vuelta para ver la expresión seria de su hermano. Ya se la conocía, iba muy en serio con ese maldito trato.

—¿De verdad hiciste ese trato con el viejo?

—Hay que buscarte una novia, Riley. Una de verdad, que te haga entrar en razón y que sea aprobada por el abuelo para ser tu esposa.

—¡Esposa!, esto es lo último. Yo no me quiero casar Héctor.

—Lo harás, no perderé la compañía por tu culpa.

—Yo no ganaré nada de este estúpido juego. Tú te quedas con la compañía, y mi abuelo me obliga a casarme y tener una familia.

—Te lo has buscado.

—A ver sabio, ¿Dónde carajos vamos a encontrar a una buena mujer?, pero sobre todo con esas especificaciones que Jacob requiere. Sabes que ya no existen ese tipo de mujeres recatadas como la que él busca. Esto es un caso perdido, perderemos este trato.

—Riley, tú te casarás. No perderé ese trato por nada del mundo, esta empresa será mía. Así tenga que venderle mi alma al diablo para encontrar a esa mujer.

—¡Aja! ¿Y por dónde piensas buscar?

Ambos se miran a la cara desconociendo la respuesta, ninguno de los dos conocían a una mujer que no saliera en revistas, o noticias, las modelos no eran una opción. Y una extraña sacada de cualquier parte tampoco era elección… Entonces, ¿de dónde la iban a sacar?

De pronto la puerta de la oficina se abre de la nada, ambos hermanos miran en esa dirección fijándose en una mujer pelirroja y pecosa asomarse por el borde de la puerta.

—Disculpe, señor Couper, ¿se le ofrece algo más?, si no para retirarme.

La joven observa a su jefe y a su hermano que la miraban de abajo hacia arriba, lo que la hizo ponerse nerviosa, ¿acaso había interrumpido algo importante? Gala pensó que quizás debió tocar la puerta, aunque no lo hacía desde hace mucho tiempo. Siempre pasaba a la oficina sin pedir permiso, a fin de cuentas, su jefe jamás había metido a una mujer en su oficina.

Pero esa noche, ambos hermanos la miraban de una manera rara. Estaba segura de no haber hecho nada malo como para que ellos dos tuvieran alguna queja. Sin embargo, de Héctor se podía esperar de todo. Era un sujeto demasiado arrogante para con sus empleados.

Con un poco de temor, Gala opto por ingresar un poco su cuerpo en la oficina con la finalidad de pedir disculpas por haberlos interrumpido. Lo último que buscaba era que la echaran de la compañía y verse más endeudada que nunca en su vida. Afino un poco la garganta, y con las piernas temblando y el corazón a millón sonrió tímidamente.

—Lamento mucho mi intromisión, señor, solo pase para ver si necesitaba algo más antes de que me marchara.

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