Capítulo 02

Vítor

- ¡NO PUEDO CREER QUE HAYAS HECHO ESO, VITOR! ¡INACREDIBLE! - Mi hermano se levantó de la mesa del comedor. Pareces muy enfadado después de lo que pasó en la reunión que tuve con el señor Monteiro.

Mientras él gritaba por encima de la mesa, yo seguía saboreando mi carré de cordero. Tengo que decir que está delicioso. María, nuestra camarera, se lo ha currado.

- ¡Qué maravilla! Estoy aquí diciéndote que no deberías haberle hecho esto a nuestro cliente más antiguo, ¡y ahí estás, disfrutando del cordero! - Me miró fijamente.

- ¡Es magnífico! ¡Tienes que probarlo! ¡María mató a ese cordero! Es suficiente para hacerte la boca agua. - Cogí mi copa y di un sorbo a mi Chateau Latour.

- Vitor, el Sr. Monteiro es nuestro cliente más fiel. ¡Pediste una garantía! ¡No exiges acciones como garantía! Luego, no satisfecho, ¡le hiciste firmar un contrato sin haber hablado con su abogado! Eso es mucho...

Levanté el dedo índice señalándole, con la taza en la mano.

- Inteligente. No hace falta que me des las gracias todavía, si el nuevo proyecto no sale bien, saldremos ganando, ¿no? - Terminé mi vino y puse el vaso sobre la mesa. Me limpié la boca con la servilleta de seda.

- Tío, ¿cómo puedes dormir por las noches? ¿No sientes empatía por los demás? ¿Sólo piensas en el dinero y el poder? - Apoyó las manos en la mesa, mirándome fijamente. Estoy harto de esta letanía. Mi hermano es políticamente correcto. ¡Lo odio! Me levanté de la silla y tiré la servilleta sobre la mesa.

- ¡A la m****a esa empatía! Quiero ganarme el pan de cada día. Te diré que no es barato y otra cosa... -dio una vuelta alrededor de nuestra mesa del comedor, bastante grande por cierto.

Cuando nuestros padres cenaban aquí, en esta mansión, hasta tenía sentido, pero ahora que viajan para su... ¿Era su tercera luna de miel? Oh, que demonios.

Me acerqué a mi hermano pequeño, que se dio la vuelta, de pie frente a mí.

- Llevaba tres meses debiéndome, necesitaba un respiro. Y otra cosa, ¡soy el dueño de esta empresa y hago lo que tengo que hacer! No sé por qué tanta preocupación. Las acciones son sólo una garantía de que pagará a tiempo. ¡Se está volviendo aburrido, Bernado!

Me di la vuelta dándole la espalda a mi hermano pequeño. Me estaba enfadando. Cuando me dirigía a mi habitación, me detuve y me llevé la mano a la cabeza.

- ¡Qué coño! De repente me dolía la cabeza... - murmuré.

- ¿Qué pasa, Vitor? - Bernardo se acercó, tocando mi espalda y haciéndome girar hacia él. - Joder, ¡estás sudando! Amenazó con sacar el móvil del bolsillo de su pantalón, pero conseguí arrebatárselo de la mano, deteniéndole.

- ¡Qué exageración! No necesitas tanto. Sólo me duele la cabeza. - Avisé y puse el móvil sobre la mesa.

¡Maldita sea, cada vez es más fuerte esta m****a! Todavía con la mano en la cabeza, me apoyo en la mesa del comedor, debido al dolor, lo veo todo borroso.

- ¡Pero claro que no lo está! ¿Me dejas llevarlo al hospital? - insistió.

Estaba de pie frente a mí, mi visión volvía y el dolor de cabeza remitía. Conseguí levantar la cabeza y mirarle.

- No es necesario, sólo fue una tontería. Estoy listo para otra. - Me di la vuelta y regresé por donde iba, mi hermano dijo algo, pero lo ignoré, dejándolo ahí en el comedor.

Cuando llegué a mi habitación, me quité la ropa y fui al baño para aliviar el dolor de cabeza. Después de la ducha, me sentía mejor. Tenía sueño. La discusión con mi hermano me había cansado. Pero antes de ir a lavarme los dientes, me envolví la cintura con una toalla. Fui al baño, pasé la mano por el espejo que se había empañado por el calor de la ducha y me llevé un susto. ¿Qué coño es esto?

¿Qué son esas manchas moradas en mi pecho?

Sophia

Acababa de salir de la farmacia, necesitaba correr porque era la hora de comer y tenía media hora para volver a la cafetería. Por suerte, un compañero de trabajo me prestó su bicicleta. Tengo que llevarle este medicamento para el corazón a mi abuelo.

Acabo de llegar a casa. Abrí la puerta y mi abuela se sobresaltó al verme en casa.

- Cariño, ¿qué haces aquí? ¿No deberías estar en el trabajo? - me preguntó.

Ella está sentada en el sofá viendo el periódico del mediodía, acababa de almorzar ya que su plato estaba encima del sofá. Por el olor, era lasaña a la boloñesa.

- Sí.... - Me senté en el sofá para recuperar el aliento, vine con prisa a entregar la medicina. - Pero tenía que ir a la farmacia a comprar la medicina del abuelo, ¿o es que te has olvidado de que si no se la toma puede empeorar su salud?

- No tenías que hacer ese esfuerzo. Iba a recogerlo mañana en la estación. Eso no te ha dado tiempo ni para comer, ¿verdad? - preguntó mirándome.

Me levanté y cogí su plato, fui a la cocina a dejarlo en el fregadero. Ella vino detrás de mí.

- Abuela, no tienes que preocuparte. He comido algo en la cafetería -le dije, que se cruzó de brazos y me miró fijamente. - Aquí tienes la medicina del abuelo. - Le entregué la bolsa con la medicina y pasé junto a ella, que levantó el brazo y me cogió la mano.

- ¿Vas a mentirle a tu abuela? Por favor, dile la verdad. - La miré. - La verdad.

- Está bien. Yo comí un pan con mortadela. Yo comí un pan con mortadela. Aproveché que Joaquim se había ido. Abuela, no te preocupes. ¡Es grave! Yo estoy bien.

Llevé mis manos a las suyas y la acaricié, intentando calmarla.

- ¿Es comida para el almuerzo? Se dio la vuelta, se apoyó en el fregadero y se quedó pensativa un rato.

Me acerqué a él y noté que una lágrima caía y corría por su rostro.

- ¿Por qué lloras, Maw Maw? - pregunté. Estoy preocupada, nunca te había visto así.

- Después de perder a mi hija y a mi yerno en esa tragedia... - Te tomaste un descanso. - Prometí que cuidaría de mi nieta, que nada te faltaría... Pero mi pensión apenas cubre la medicina de tu abuelo. Ahora, has dejado la universidad para trabajar. No podría. - Se quitó las gafas y rompió a llorar. Me duele en el pecho ver a mi abuela así. Después de perder a mis padres, ella y mi abuelo obtuvieron mi tutela porque son los parientes más cercanos.

Cuando yo tenía quince años, mi abuela ya estaba jubilada y mi abuelo no podía jubilarse por el INSS. Debido a su enfermedad, se lo denegaron. Así que vivimos sólo de la pensión de mi abuela y de mi sueldo. Hay que luchar mucho para poner comida en casa y comprar las medicinas del abuelo. Si no la toma... No quiero ni pensarlo.

Abracé a mi abuela, intentando calmarla.

Miré el móvil para comprobar la hora y ya llegaba tarde. Me despedí de ella y volví al trabajo. Seguro que el señor Joaquim me echa la bronca. Pero valdrá la pena, al menos he conseguido tomar la medicina del abuelo.

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