Vítor
Me acerqué a la silla y tiré de ella para sentarme. Pensaba que todo estaba perdido, empezaba a aceptar mi muerte, porque no iba a estar hospitalizado y tumbado en una cama tomando un cóctel de medicamentos, enfermo y calvo para quizás curarme de esta puta enfermedad. ¡Ni hablar! Pero parece que estoy teniendo suerte. Este doctor dijo que hay otra manera.
- Estoy sentado aquí, doctor. ¿Ahora me lo explicará mejor? - pregunté echándome hacia atrás en mi silla mirándole.
- Sí. Hay otra alternativa, pero... -en ese momento mi hermano se acercó y sacó una silla para sentarse. Yo prestaba atención a lo que decía el médico.
- ¿Es eso cierto? - preguntó Bernardo al médico. Miré a mi hermano.
- ¿De verdad, Bernardo? ¿Estás dudando del médico, tú más que nadie? - le dije irónicamente, y entonces volvió la cara para mirarme. Le sonreí.
- Esto es serio, Vitor, ¿y tú crees que es gracioso? - Me señaló.
- Señores, sé que en este momento están alterados y también nerviosos, pero puedo decirles que lo que voy a decirles puede ayudarles", dijo el médico, haciendo un gesto con las manos en el aire.
- Así que habla y no sigas con este misterio, porque no tengo mucho tiempo, ¿sabes? - Me recosté en la silla y le dediqué una sonrisa libertina.
- Sí, lo haré. Pero, ¿te has casado antes? - me preguntó. Me eché a reír. - ¿Puedo preguntar qué te hace tanta gracia?
- De ti... ¿preguntando si estoy casado? Broma, ¿verdad? - Seguí riendo. Me puse la mano en el pecho y lentamente dejé de reír.
- Pero, ¿qué tiene que ver esto con la enfermedad de mi hermano? - preguntó Bernardo al médico. Detuve la sesión de risitas, me enderecé en la silla y le miré.
- Mi hermano pequeño tiene razón, ¿qué demonios tiene que ver con mi problema? - pregunté.
- Hace tiempo que los pacientes no reciben quimioterapia, porque... -dejó de hablar y se dio cuenta de que le miraba fijamente-. - En fin, este método es a través del cordón umbilical.
- ¿Cordón umbilical? ¡Es cuando nace el bebé! - exigió Bernardo al médico.
- ¡Un momento! ¿Estás diciendo que para ayudarme, para salvarme, necesito un hijo? - Me incliné hacia delante, apoyando los codos en la mesa. Mirándole.
- Sí, hay casos en los que este procedimiento ha salvado la vida de pacientes que no tienen donantes familiares. - El médico miró a mi hermano, que se reclinó en la silla encogiéndose de hombros. Luego me miró a mí. - Y también en casos de falta de compatibilidad debido a la diversidad de la población brasileña.
Me levanté de la silla con la mano en la cabeza. No dejaba de pensar en lo que acababa de decir el médico.
- Pero, ¿funcionaron realmente estos casos? ¿Cuál es el porcentaje de eso? - le preguntó Bernardo, y yo me di la vuelta, acercándome a la silla y mirándole. Esperando una respuesta.
El médico se reclinó en su silla y soltó una bocanada de aire. Luego volvió a mirarnos.
- Más o menos 90℅ seguro. - dijo el médico.
¡Santo cielo! ¿Así que necesito tener un hijo para curarme?
Sophia
Estaba tomando los pedidos para una mesa cuando unos hombres entraron en el restaurante. Eran dos hombres. Uno es alto, moreno y con el pelo corto y negro; el otro es bajo, moreno y barrigón. Tiene el pelo castaño oscuro. Se dirigieron a una mesa que estaba vacía en la esquina de la derecha y no tardaron en sentarse, mientras yo terminaba de anotar los pedidos de la pareja que tenía delante. Me di cuenta de que los hombres llevaban un rato mirándome.
- ¿Has apuntado lo que hemos pedido? - preguntó la rubia que estaba a su lado y también me miraba fijamente.
- Sí... Lo llevaré a la cocina. - Puse la libreta y el bolígrafo en el bolsillo de mis vaqueros. - ¿Quieres algo más? - pregunté.
- Tráenos dos latas de coca cola", dijo el tipo que estaba con la rubia.
- Sí, se lo llevaré. - Salí de allí y me dirigí a la cocina, pero antes de entrar, miré hacia el lado donde estaban sentados los hombres y no dejaban de mirarme.
Giré la cara y abrí la puerta que daba a la cocina. Tenía los ojos cerrados y no vi quién estaba delante de mí. Acabé chocando con él. Por suerte caí encima de él sin hacerme daño.
- Jesús, ¿estás bien? - preguntó alguien, pero parece que conozco esa voz. Abrí los ojos y quien estaba debajo de mí era Tomás.
- Sí... estoy bien... -dije, un poco avergonzada. - ¿Y a ti? ¿Te he hecho daño?
- No, no, no. Eres bastante mono... - dijo. Luego me guiñó un ojo.
- ¿QUÉ ES ESO DE HACER EL PAYASO EN LA COCINA? - Oí gritar a alguien y salí.
Me di la vuelta y era Joaquim, mi jefe. Me bajé inmediatamente de Tomás. Entonces él también se levantó.
- Lo siento... Fue un...
- ¡No quiero oír tus excusas! Qué coño, todo hecho un asco, además mira tu talla, ¡así de gorda! - Me cortó y señaló mi cuerpo.
Me di la vuelta y oí la risita del ayudante de Tomás. En ese momento bajé la cabeza.
- ¡Eh, no hables así de ella! - Tomás llamó la atención de nuestro jefe. Acercándose a él.
- ¿Por qué no? ¿La miras o estás ciego? ¡Está tan gorda que es enorme!
- Voy a terminar... - agarré el brazo de Thomas.
- ¡Intenta ganarme y te irás de aquí! - amenazó mi jefe, mirando fijamente a mi amigo.
- ¡Si haces eso llevarás a este basurero a la bancarrota! Sin mí no tendréis clientes. - Miré a Tomás. Luego me soltó.
- Por favor, no lo hagas. - le susurré. Joaquín se quedó un rato mirando a Tomás.
- ¿Sabéis qué? No voy a hacer eso, porque es difícil encontrar empleados. Voy a dejarlo pasar. - le dijo mi jefe a Tomás. Él me miró. - Y tú, tú...
Mi amigo le miró fijamente y renunció a cómo iba a llamarme.
- Entonces ven a mi despacho - advirtió.
Luego me dio la espalda y salió de la cocina. Dios mío, ¿de qué quiere hablarme?
¿Me despedirá? No puedo perder este trabajo...
SophiaEstaba allí de pie preguntándome de qué quería hablarme mi jefe. Y de repente sentí una mano en el hombro, que me hizo dar un respingo del susto.- Hola, Sophía. Cálmate, soy yo, Tomás. - Me cogió la mano.Le miré y se me saltaron las lágrimas.- ¡Sofía! ¿Por qué lloras? Voy a ir allí y enseñarle a ese viejo idiota...Se estaba arrancando el delantal y tirándolo a la encimera, que está allí en la cocina. Se iba y le cogí del brazo.- ¿Qué vas a hacer? - Tiré de él para que no se fuera. Luego levanté la mano y me sequé la cara.- ¡Voy a ir a decirle que no te trate así! - dijo mirándome.- No hagas eso. Me preocupa otra cosa... -le dije a Tom, que se acercó.- ¿Qué te preocupa? - me preguntó cogiéndome la mano.- ¿No has oído lo que ha dicho?Negó con la cabeza. Justo cuando iba a hablar, alguien se acercó.- Sophia, la pareja a la que estabas tomando nota ya está lista", dijo el ayudante de Tomas. Giré la cara para mirarle.- Caramba, acabé olvidándome de los clientes. - Suspir
TomásMientras Julio preparaba los platos para ponerlos en la ventana, entró Sofía. Noté que su cara estaba... ¿triste? Apagué el fuego y me acerqué a ella.- ¿Sophia? ¿Va todo bien? - le pregunté. Se tomó un momento para mirarme. Luego levantó la cabeza para mirarme.- ¿Hola? Estoy bien... -dijo, pero me di cuenta de que tenía los ojos rojos e inyectados en sangre. ¡Ella lloró! - Aquí están los pedidos para la mesa seis... - Me entregó los pedidos.La cogí, me di la vuelta, se la di a Julio y le dije que empezara a hacer la comida. Levantó una ceja. Le dije que tenía que hablar con Sofía y enseguida se acercó para hacer lo que le había dicho. Me giré y la miré.- Ahora podemos hablar. - La agarré del brazo, tirando para que estuviéramos lejos de mi ayudante y no estorbara en nuestra conversación. Ella asintió. - Dime, ¿por qué estás así? - le pregunté mirándola. Apartó la mirada y guardó silencio. Eso es. Estás ocultando algo.- Desde que entregué los pedidos, vuelvo al... - Me dirig
TomásSalí de la cocina antes de que intentara detenerme. Sophia no me pidió ayuda, pero sé que se enfada, sobre todo cuando la gente habla de su aspecto. Me enfada mucho. Es una chica dulce y amable, ¿juzgarla por tener sobrepeso? ¡Ella es más que eso!Me acerco a la ventana y cojo la bandeja que hay en el escaparate, donde estaban los platos y los refrescos. Allí. Me doy la vuelta, buscando a los tipos que Sophia había descrito. ¿En qué mesa estaban? ¡Mierda! La mesa está en el pedido que quedó dentro y si entro a buscarla, seguro que no podré hacer lo que quiero... Miré a la derecha, allí en la esquina había una mesa y dos tipos sentados. Uno es alto, más o menos de mi color y con el pelo corto y oscuro. El otro es un tipo blanco, en realidad amarillento, de pelo castaño y también bajo y mirando desde aquí parece un tipo panzón. Ambos llevan una camisa gris de manga larga y pantalones del mismo color que la camisa. Creo que son ellos. Parecen el tipo de chicos a los que sólo les i
SophiaEntré en el salón al oír un fuerte ruido. Nada más llegar, miré a Tomas y ¡no podía creer lo que veían mis ojos! ¡No me lo podía creer! Estaba viendo a Tomas, el tipo más simpático haciendo eso? Entonces arrastró a uno de los chicos que se había burlado de mi cuerpo. Era el moreno alto, se veía que tenía la cara manchada de sangre. Inmediatamente giré la cara, cerrando los ojos para no ver aquello.Oí un ruido y giré la cara, abrí los ojos para mirar al frente. Estaba de rodillas. Mirando hacia atrás, me di cuenta de que unos cuantos clientes (que aún tenía) abandonaban sus platos y se dirigían a la caja para pagar e irse. ¡Vaya! Esto se va a ir a la mierda si tu Joaquim ve esto.- "Lo siento..." susurró, pero era tan bajo que ni siquiera pude oírlo bien. - "No me burlaré más de tu cuerpo..." dijo.Me quedé mirándole. Entonces el otro tipo se acercó y se puso a su lado.- Yo también pido disculpas", dijo el tipo que estaba delante de mí. Luego agachó la cabeza avergonzado. -
VitorNo puedo creer lo que acabo de oír... Levanté la cabeza y miré al médico, que estaba de pie frente a mí. Me alejé de la silla y me acerqué a su escritorio.- ¿Acabas de decir que necesito tener un hijo? ¿Es eso lo que has dicho? - pregunté.- Sería esa posibilidad o la quimioterapia. Pero también si tuvieras una.... - No estarás pensando en eso, ¿verdad? - Miré a mi hermano, que se levantó de la silla y caminó hacia mí.- ¿Por qué no? - Me volví para mirarle. - 'Si es la forma de librarnos de esta puta enfermedad, está bien', le dije con naturalidad.- Pero ¡un momento! - dijo el doctor, que se levantó de su silla, mirándonos a los dos. - Le di esta solución porque pensé que tenía una prometida. Pero tengo que darle la razón a su hermano. No puedes hacerlo.- ¡Tiene razón, Vitor! - señaló mi hermano. Me alejé, poniéndome de espaldas a ellos.- ¡Qué exageración! - Me di la vuelta con los brazos cruzados mirándoles.- Sr. Carvalho, no se puede tener relaciones sexuales con una m
SophiaIba a la oficina de mi jefe. Tomas intentó detenerme y dijo que iba a hablar con él, pero no estoy enfadada, bueno, antes sí. Pero ahora no lo estoy. Sé que lo hizo porque se preocupa por mí. Pero creo que tenía la sensación de que el señor Joaquim iba a echarme... Espero que lo que consiga sirva al menos para comprar las medicinas de mi abuelo y también las cosas que necesitamos en casa.Dejé de caminar, estaba frente a la puerta. Respiré hondo y lo solté. Luego levanté el brazo y llamé. Unas tres veces.- ¡PUEDES PARTICIPAR! ¡ESTÁ ABIERTO! - Oí un grito.En el mismo momento bajé el brazo y llevé la mano al picaporte. Abrí la puerta, entré y luego la cerré. Una vez dentro, miré a mi alrededor, no había gran cosa. Nunca había estado aquí. Tomás vino aquí cuando el Sr. Joaquim le llamó. En aquel momento, era porque había faltado un día al trabajo. Dijo que estaba enfermo y que no podía venir a trabajar. Le dije que fuera al hospital para que le dieran un certificado. Pero me di
TomásLa vi yendo a la oficina del Sr. Joaquim. Todavía no me creo que estuviera pasando. Fui a la cocina a arreglarlo con Julio. ¡Seguro que le había dado la lengua a aquel viejo ridículo!Entré en la cocina. Nada más entrar, le vi en el fregadero lavando los platos. Estaba diciendo algo. Seguro que murmuraba algo. Me acerqué a él, sintió mi presencia y se dio la vuelta.- ¡Maldita sea, Tomas! ¡Por fin! Pensé que... - Tenías que abrir esa bocaza, ¿no? - Le corté.- ¿De qué está hablando? - Giró la cara mirando de reojo. 'Parece que estás buscando a alguien. - ¿Dónde está Sophia? Aunque es una gordita, me ayuda en la cocina... - ¡Cállate, Julio! - Le agarré del delantal, tirando de él para acercarlo.- ¡Eh, eh! ¡DÉJAME IR, TÍO! - empezó a gritar. Yo seguía sujetándole el delantal.- ¡No es suficiente lo que hiciste! ¡Y ahora sigues hablando así de ella! - Me estremecí un poco, luego me solté y le empujé.- ¿De qué estás hablando? Acabo de decir la verdad. Ella es enorme. ¡No sé lo
SophiaSalía de la cocina. Acababa de hacer palomitas. Mi abuelo me lo había pedido, le apetecían palomitas. No sabía si iba a hacerlas o no. Pero él me miró con esos ojos marrones almendrados rogándome que hiciera palomitas.Me acerqué al armario de la derecha, lo abrí y busqué una maceta donde ponerlo. Conseguí encontrar una. Volví a la cocina que tenía la olla e hice palomitas. Luego las eché en la olla que había cogido. Luego llevé la olla a la mesa. Sin demora, cogí un poco de sal y la puse sobre las palomitas. Le di una pequeña sacudida para que se sazonaran. Eso fue todo.Cogí la olla y la llevé al salón. En cuanto llegué al sofá, fui a su lado con el cuenco. Se lo ofrecí, y él llenó la mano para coger las palomitas. Luego se las metió en la boca, masticando. Pero entonces me di cuenta de que ponía una cara fea.No pude aguantarme y me reí. Creo que te has dado cuenta de que te falta sal.- ¡Esto se ve horrible! Se te olvidó añadir sal. - se quejó, mirándome.- No se puede a