Capítulo 04

Vitor

Hace quince días estaba en casa descansando después de que el médico me diagnosticara leucemia. Al principio no quería que volviera a trabajar, pero le convencí de que si no lo hacía, ¿quién se haría cargo de la empresa? Yo soy el que hace todo en la empresa para que no vayamos a la quiebra. Bernardo no podía ocuparse de la empresa, tenía que ir a la clínica a hacerse las pruebas que le había mandado el médico. El médico me dio unas medicinas para el dolor de cuerpo que sentía y también para aliviar las manchas que me estaban apareciendo en el cuerpo. No podía permitirlo. Especialmente si tenía una chica caliente follando conmigo. Estábamos sentados de nuevo en esta clínica esperando a que el doctor volviera con los exámenes.

- ¿Por qué coño tarda tanto este médico en traer los exámenes?  - me quejé, echándome hacia atrás en la silla y dando golpecitos con el pie en el suelo.

Me di cuenta de que mi hermano estaba callado y pensativo, con el torso hacia delante, apoyado con los brazos sobre las rodillas. Con el codo le toqué el brazo y volvió la cara hacia mí.

- ¿Qué es? - preguntó distraído en sus pensamientos.

- Te digo que el médico está tardando demasiado en traer estas pruebas enseguida. Es un análisis de sangre, no debería tardar tanto, ¿sabe? - le dije con impaciencia en la voz.

- ¿Vas a empezar otra vez? - Volvió la cara hacia el frente de la mesa y luego se reclinó en la silla. - Tenemos que esperar. No todo tiene que ser como tú quieres.

- ¡Vaya! Qué mal humor, ¿eh? Alguien no ha tenido sexo estos días. - me burlé de él. Me miró con una ceja arqueada.

- ¿Es en serio? - Frunció el ceño. Su semblante parecía serio. Luego se levantó de la silla, que empujó con fuerza. - ¡Eres increíble! ¡Increíble! - exclamó señalándome con la mano. Luego se dio la vuelta.

- No sé por qué estás de tan mal humor. ¡Ya lo sé! ¿Por qué estás así, Bernardo? En serio, ¿esa es forma de hablarle a tu hermano? - le pregunté.

- Lo siento, pero estoy muy nerviosa aquí y tú estás haciendo bromas. No estás preocupado, ¿verdad? - Se disculpó. Tenía la mano sobre la cabeza y miraba hacia otro lado. Me levanté de la silla, me di la vuelta y me acerqué a él.

- Por supuesto que sí y también estoy ansiosa por conocer este resultado. Después de enterarnos de que tengo esta enfermedad, llevo días sin dormir porque estoy ansiosa por conocer los resultados y saber si eres compatible para poder salvar mi vida -dije y me acerqué a la mesa, apoyándome en ella.

- Victor, tengo un presentimiento. Y si esta prueba vuelve...

- ¡No te atrevas a terminar esa frase Bernardo! - Le corté, levantando mi mano hacia su ceño. Sin dejarle terminar la frase.

- Pero tengo esta sensación, Vitor. - Inclinó la cabeza.

- No pienses en eso. Yo soy el que está jodido, tengo pensamientos positivos -le mencioné, tratando de calmarlo-. Veo que estás muy aprensivo con esta situación. - ¿Vamos a tener pensamientos positivos? - le pregunté.

- Sí... -respondió, negando con la cabeza.  Pronto entró el médico. Cerró la puerta y se acercó a su mesa.

- ¿Qué pasa? - preguntó mirándonos.

- Sí - dije, nos apartamos de su mesa y fuimos a sentarnos.

- De acuerdo. - Sacó la silla y se sentó. - Aquí tengo tus exámenes, Bernardo. - dijo el médico con el sobre en la mano, mostrándonoslo. Mi hermano asintió y luego esbozó una tímida sonrisa.

- ¡Vamos, doctor! ¡Abra ese maldito sobre! ¡Quiero saberlo pronto para que podamos iniciar los trámites para solucionar este problema! - dije, ya sin paciencia con aquel retraso.

- Vitor, cálmate. - Bernardo me miró pidiéndome que me calmara. ¡Pero no puedo! ¡Estoy demasiado ansioso!

- Está bien, está bien, está bien. Está bien", dijo el médico. - dijo el médico. Entonces empezó a abrir el sobre.

***

- ¿QUÉ? ¡ESTO ESTÁ MAL! - grité, saltando de mi silla.

- Sr. Carvalho entiendo por qué está decepcionado...

- Pero, ¿está usted seguro, doctor? - le preguntó Bernardo al doctor, mientras éste se alejaba de ellos, paseándose de un lado a otro. 

¡Esto no puede estar pasando! Levanté la cabeza preguntándome por qué.

- Desafortunadamente, sí. No eres compatible con tu hermano. Lo siento. - le dijo el médico a mi hermano.

- ¿LO SIENTES? ¡Y AHORA VOY A TENER QUE HACER ESTE MALDITO QUIMO QUIEN SABE QUE! - Empecé a gritar en la habitación y señalé a aquel desgraciado.

- ¡Vitor! ¡Basta! - Bernardo se levantó y se acercó a mí, tirándome del brazo.  - Sé que no te gusta la idea... Pero es la única manera... - enfatizó mi hermano. Me aparté de él.

- No me van a hospitalizar con estos medicamentos... Vomitar todo el rato, quedarme calvo... ¡Nunca! - Miré a Bernardo levantando la mano con el dedo índice.

- Pero si no haces este tratamiento, ¿qué vas a hacer? - me preguntó, todavía a mi lado.

- Voy a seguir con mi vida. Voy a volver a la empresa y seguir trabajando. Y también disfrutar de mi vida ya que tengo poco tiempo... Por cierto, voy a llamar a esa rubia tan buena. Necesito follármela ahora mismo. - Saqué el teléfono del bolsillo y empecé a buscar el número de la rubia. Mientras buscaba, Bernardo me quitó el teléfono de la mano. - ¿Por qué has hecho eso? ¿Cuál es tu problema, Bernardo?

- ¿Estás buscando el número de una rubia en lugar de hacer el tratamiento? ¿Te estás rindiendo? - me preguntó señalándome con el móvil en la mano. - No puede ser. ¿Cómo voy a quedar? Claro, ¡piensa en ti!

Noté rabia en su mirada, me estaba disparando en ese momento.

- Bernardo intenta comprender mi versión... No voy a quedarme en la cama con cara de enfermo. Ya que voy a morir, déjame seguir viviendo mi vida... -Le puse la mano en el hombro. Volvió la cara a un lado y se alejó.

- ¿Caballeros?

Miramos al médico que nos llamaba.

- ¿Qué pasa ahora? - le pregunté. De cara a él.

- Creo que tengo otra manera - dijo el médico. Levanté el brazo de mi hermano para poder pasar. Me acerqué a su mesa.

- ¿Puede explicarlo mejor, doctor? - pregunté mirándole.

Sophia

Acabo de llegar a la cafetería. Iba a la cocina a hablar con el cocinero.

- ¿Tomas? - Grité su nombre. Estaba cocinando. Por el olor parece ser... Hmm... Creo que carne asada.

- Hola Sophia. ¿Has llegado ya? - preguntó al verme. Llamó al ayudante para que siguiera jugueteando y se acercó a mí.

Esbozó una sonrisa. Su sonrisa es muy bonita. Bueno, es todo belleza. Morena alta con pelo corto, ojos marrones. Su tipo de cuerpo es delgado, pero como, que define delgado. Y la sonrisa más encantadora. No me extraña que las mujeres se vuelvan locas por él.  No sólo ellas, sino yo también. Mi corazón late más rápido cuando se me acerca, pero... creo que no soy su estilo. Soy diferente a otras chicas. No soy delgada, soy "gordita" digamos. Por eso no tendría ninguna oportunidad con él, que también me ve como una amiga. 

- ¿Ha ido todo bien? ¿Has conseguido entregar los medicamentos? - preguntó, muy atento a mí.

- Sí. Y gracias por prestarme tu moto. - Le di las gracias, mirándole a esos dulces ojos. Vaya, sólo estar cerca de él hace que mi corazón lata más rápido.

- Eso es. Cuando necesites hablar", dijo con las manos en los bolsillos.

- Voy para allá ahora. Seguro que el Sr. Joaquim me está buscando. - le pregunté.

- No pasa nada. Está fuera, no te preocupes. Vamos, ¿ya has almorzado? - me preguntó. Moví la cabeza afirmativamente. Pero mi estómago hizo un ruido ronco que se oía en la sala donde estaban las mesas. Nos miramos y bajé la cabeza. - Se nota que no tienes hambre. - comentó y luego soltó una carcajada.

- En mi defensa diré que estoy a dieta, ¿vale? - Mentí.

- ¿Dieta? Vamos, ¿estás tratando de perder peso? Sophia, no tienes que hacer esta m****a. ¡Eres preciosa! - comentó. Se me iluminaron los ojos cuando dijo eso de mí.

- ¿Hablas en serio? - Le miré. No puedo creer que haya dicho eso de mí.

- Pues claro. ¿Por qué iba a mentir? - Llevó su mano a mi brazo. Sentí un escalofrío. Cerré los ojos. Su tacto... Empecé a imaginarle tomando mi cintura... - ¿Sophia? ¿Sofía?

- ¡¿Hola?! - Me desperté de mi trance. Me estaba mirando fijamente. - Lo siento... estaba pensando en otras cosas. ¿De qué querías hablar? - le pregunté. 

- He hecho un plato y quiero que lo pruebes. ¡Un momento! - Levantó la mano para que saliera de allí. Negué con la cabeza. Él entró y yo me quedé esperando.

Al poco rato llegó Tomas con su plato en la mano. Lo puso en la encimera de la cocina. Tomás es un gran cocinero, le encanta cocinar. Su sueño es convertirse en chef y abrir su propio restaurante.

- Aquí está. - dijo señalando el plato.

- Parece bonito, pero... ¿Qué es eso? - pregunté encogiéndome de hombros.

- Es cordero con patatas asadas y salsa de hierbas. Pruébalo. - Me dio el plato. Me quedé mirándolo. Nunca había comido cordero, y mucho menos carnero. Miré a Tomás, que esperaba a que lo probara. Hasta que el estómago me recordó que tenía hambre. Así que cogí el tenedor y el cuchillo. Corté un trozo y me lo llevé a la boca. Mastiqué y cerré los ojos. Sintiendo aquella carne suave y fundente en mi boca.

- ¿Qué te ha parecido?

- Es magnífico, Tomás. Está riquísimo", dije, y seguí comiendo.

- Wow, eso es genial. Estuve toda la noche haciéndolo. - comentó apoyándose en el mostrador.

- Está muy bueno. - Cogí la servilleta para limpiarme la boca.  - Esto está delicioso. Creo que es lo mejor que has cocinado nunca.

- Eso es porque no has probado el postre - susurró, inclinándose hacia delante y mirándome a los ojos.

Estaba tan cerca de mi cara que podía sentir su respiración. De repente alguien le llamó.

- Tomás, ¿puedes ayudarme o vas a seguir charlando? - pregunta la pinche de cocina que trabaja con Tomáš.

- Ya voy. ¡Guarda un poco, John! - Tom se dio la vuelta y habló con el ujier. Me aparté y empujé el plato hacia delante. - ¿Ya te vas? Ni siquiera has terminado de comer...

- Mejor me voy. Tu Joaquim podría aparecer en cualquier momento. - Comenté, luego bebí un poco de agua. - La próxima vez tomaremos postre.

- Estás bien. Al menos te han dado de comer. Lo guardaré en la nevera para que te lo lleves a casa. - Se acercó y me tocó el brazo.

Asentí con la cabeza. Nos despedimos. Cuando me iba, me cogió de la mano.

- Y olvídate de las dietas y de perder peso. Eres hermosa tal como eres. - recalcó mirándome. Asentí con la cabeza.

Pronto la asistenta le llamó (otra vez) y ese fue el momento de irme. Fui al salón a atender a los clientes y Tomás volvió a su trabajo.

Pero fui a trabajar contenta porque Tomás me dijo que estaba guapa. ¿Me armaré de valor para decir lo que siento? Entonces lo pensaré.

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