Tomás
Mientras Julio preparaba los platos para ponerlos en la ventana, entró Sofía. Noté que su cara estaba... ¿triste? Apagué el fuego y me acerqué a ella.
- ¿Sophia? ¿Va todo bien? - le pregunté. Se tomó un momento para mirarme. Luego levantó la cabeza para mirarme.
- ¿Hola? Estoy bien... -dijo, pero me di cuenta de que tenía los ojos rojos e inyectados en sangre. ¡Ella lloró! - Aquí están los pedidos para la mesa seis... - Me entregó los pedidos.
La cogí, me di la vuelta, se la di a Julio y le dije que empezara a hacer la comida. Levantó una ceja. Le dije que tenía que hablar con Sofía y enseguida se acercó para hacer lo que le había dicho. Me giré y la miré.
- Ahora podemos hablar. - La agarré del brazo, tirando para que estuviéramos lejos de mi ayudante y no estorbara en nuestra conversación. Ella asintió. - Dime, ¿por qué estás así? - le pregunté mirándola. Apartó la mirada y guardó silencio. Eso es. Estás ocultando algo.
- Desde que entregué los pedidos, vuelvo al... - Me dirigía a la puerta.
- ¡Sophia! ¡Un momento! - Me acerqué a ella, apoyándome en su hombro. Entonces se volvió para mirarme.
- Tengo que volver al salón. ¡Tengo que entregar los malditos platos a esos tipos! - exclama. Su tono de voz es de indignación. Di un paso adelante.
- ¿Qué tipos? ¿Te han hecho algo? - pregunté.
Permaneció en silencio. Resoplé y me llevé la mano a los ojos, frotándomelos. Retiré la mano de la cara y volví a mirarla.
- Por favor, dime qué ha pasado en la peluquería para que estés así. - Le insistí para que me dijera por qué estaba así. Miró a su alrededor y luego me miró a mí. Luego se acercó.
- Mira... No es nada... Estoy acostumbrada... -hizo un gesto. Pero no me miró a los ojos.
- ¿Qué han dicho? - pregunté, mirándola fijamente.
- He dicho que no es nada... - Se dio la vuelta y miró a Julio por si había terminado.
- ¡Alto! ¡Habla! ¿Qué han dicho?
- ¡Jesús, Tomas! Vale, hablaré. Pero tienes que prometerme que no harás nada. - Levantó la mano y me señaló.
- ¡Sí, sí! Pero dime, ¿qué ha pasado? - dije mirando a Sophia, que me miraba fijamente.
- Muy bien. Estaba sirviendo a unos tipos... Estaba sirviendo a unos tipos que acababan de entrar aquí en el restaurante. - Hizo una pausa. Me dio la espalda con las manos en la cintura. Luego se volvió y volvió a mirarme fijamente. - Cogí los menús para que pudieran tomar sus pedidos. Luego tomé sus pedidos... Pero el otro tipo se quedó...
- ¿Qué queda Sophia? - le pregunté. Ella inclinó la cabeza. Luego me miró.
- Me estabas mirando... - Miró al techo. Tragó saliva.
- ¡Sophia, continua! ¿Cómo te miraba? - volví a insistir.
- Me miraba como... - Respiró hondo y luego lo soltó. - Como si comiera con los ojos. Pero eso no es todo... - Volvió a mirar al techo.
- Sophia... - Llevé mi mano a su brazo, tocándola. Ella me miró. - Dímelo a mí. - hablé en voz baja. Una lágrima corrió por su mejilla. Con el otro brazo le cogí la mano y le sequé la cara.
- Cuando terminé de tomar los pedidos. Estaba dejando la mesa, pero pude oír... - Miró a un lado cerrando los ojos. Otra lágrima cayó. Me dolía el pecho de verla así. Cerré el puño.
Sophia
Estaba allí de pie contándole a Tomás por qué estaba así. Sólo de recordar lo que había pasado se me saltaron las lágrimas. Me llevé la mano al entrecejo para secármelas.
- Sofía, mírame. - Tomás me llevó las manos a los brazos, haciéndome girar. Y yo le miré. - ¡Dime lo que has oído!
Tragué en seco y bajé la cabeza. Sentí que me tocaba la cara. Su mano se posó en mi barbilla haciéndola levantar. Levanté la vista hacia él. Está a mi lado.
- Voy a hablar... - Solté un suspiro pesado. - He oído... A uno hablando con su colega cómo ha podido... Estar mirando así a... - Cerré los ojos.
- ¿Para qué? - preguntó, aún con las manos en mi cara.
- Para una gorda... - Abrí los ojos y las lágrimas empezaron a caer de nuevo. - Dijo... Que soy una gordita... Que estaba mal... - Cerré los ojos, dejando caer las lágrimas. Luego apoyé mi cara en su pecho.
Me rodeó con los brazos y me llevó la mano a la cabeza, alisándola.
- No seas así, Sophia. - Se apartó y me sostuvo la cara. Me secó las lágrimas. - Mírame", me pidió con voz suave. Entonces abrí los ojos y le miré. - ¡Son unos imbéciles! ¡Eres preciosa!
- Tú... tú crees... -tragué saliva. - ¿En serio? - pregunté, con la voz quebrada y baja. Me acarició las mejillas, cerré los ojos sintiendo su tacto.
- Perdona, Sophia... -oí una voz.
Abrí los ojos y me aparté de Tomas. Me di la vuelta y me llevé las manos a la cara para secarme las lágrimas. Entonces me di la vuelta y vi que era Julio.
- ¿Qué quieres, Jimmy? - preguntó Tom. Se volvió y lo miró fijamente.
- He venido a decirle que los pedidos están listos y que los refrescos están en la bandeja de la ventana. - Señaló la ventana.
- Está bien, lo tomaré. Lo tomaré...
Ya me iba cuando Tomás me cogió del brazo.
- ¿De qué se trata? - pregunté mirándole.
- No estás bien. Iré a entregar esos pedidos. - Dio un paso adelante y se quitó el delantal.
- No tienes por qué hacerlo. - Me paré frente a él mirándolo. - ¡Ese es mi trabajo!
- Iré a entregarlo y volveré a la cocina. ¿Qué mesa es?
Se apartó y se dirigió al mostrador donde había dejado su pedido. Cogió el papel y lo miró.
- Mesa seis en la esquina derecha. Vale, me la llevo - dijo dirigiéndose a la puerta.
Cuando iba a pararlo, ya se había ido. M*****a sea, me llevé las manos a la cabeza. Miré a un lado y Julio me estaba mirando.
- ¡No me mires! - Levantó las manos. Luego volvió a la cocina.
Volví la cara hacia la puerta. Me llevé la mano al pecho. Tengo un mal presentimiento...
TomásSalí de la cocina antes de que intentara detenerme. Sophia no me pidió ayuda, pero sé que se enfada, sobre todo cuando la gente habla de su aspecto. Me enfada mucho. Es una chica dulce y amable, ¿juzgarla por tener sobrepeso? ¡Ella es más que eso!Me acerco a la ventana y cojo la bandeja que hay en el escaparate, donde estaban los platos y los refrescos. Allí. Me doy la vuelta, buscando a los tipos que Sophia había descrito. ¿En qué mesa estaban? ¡Mierda! La mesa está en el pedido que quedó dentro y si entro a buscarla, seguro que no podré hacer lo que quiero... Miré a la derecha, allí en la esquina había una mesa y dos tipos sentados. Uno es alto, más o menos de mi color y con el pelo corto y oscuro. El otro es un tipo blanco, en realidad amarillento, de pelo castaño y también bajo y mirando desde aquí parece un tipo panzón. Ambos llevan una camisa gris de manga larga y pantalones del mismo color que la camisa. Creo que son ellos. Parecen el tipo de chicos a los que sólo les i
SophiaEntré en el salón al oír un fuerte ruido. Nada más llegar, miré a Tomas y ¡no podía creer lo que veían mis ojos! ¡No me lo podía creer! Estaba viendo a Tomas, el tipo más simpático haciendo eso? Entonces arrastró a uno de los chicos que se había burlado de mi cuerpo. Era el moreno alto, se veía que tenía la cara manchada de sangre. Inmediatamente giré la cara, cerrando los ojos para no ver aquello.Oí un ruido y giré la cara, abrí los ojos para mirar al frente. Estaba de rodillas. Mirando hacia atrás, me di cuenta de que unos cuantos clientes (que aún tenía) abandonaban sus platos y se dirigían a la caja para pagar e irse. ¡Vaya! Esto se va a ir a la mierda si tu Joaquim ve esto.- "Lo siento..." susurró, pero era tan bajo que ni siquiera pude oírlo bien. - "No me burlaré más de tu cuerpo..." dijo.Me quedé mirándole. Entonces el otro tipo se acercó y se puso a su lado.- Yo también pido disculpas", dijo el tipo que estaba delante de mí. Luego agachó la cabeza avergonzado. -
VitorNo puedo creer lo que acabo de oír... Levanté la cabeza y miré al médico, que estaba de pie frente a mí. Me alejé de la silla y me acerqué a su escritorio.- ¿Acabas de decir que necesito tener un hijo? ¿Es eso lo que has dicho? - pregunté.- Sería esa posibilidad o la quimioterapia. Pero también si tuvieras una.... - No estarás pensando en eso, ¿verdad? - Miré a mi hermano, que se levantó de la silla y caminó hacia mí.- ¿Por qué no? - Me volví para mirarle. - 'Si es la forma de librarnos de esta puta enfermedad, está bien', le dije con naturalidad.- Pero ¡un momento! - dijo el doctor, que se levantó de su silla, mirándonos a los dos. - Le di esta solución porque pensé que tenía una prometida. Pero tengo que darle la razón a su hermano. No puedes hacerlo.- ¡Tiene razón, Vitor! - señaló mi hermano. Me alejé, poniéndome de espaldas a ellos.- ¡Qué exageración! - Me di la vuelta con los brazos cruzados mirándoles.- Sr. Carvalho, no se puede tener relaciones sexuales con una m
SophiaIba a la oficina de mi jefe. Tomas intentó detenerme y dijo que iba a hablar con él, pero no estoy enfadada, bueno, antes sí. Pero ahora no lo estoy. Sé que lo hizo porque se preocupa por mí. Pero creo que tenía la sensación de que el señor Joaquim iba a echarme... Espero que lo que consiga sirva al menos para comprar las medicinas de mi abuelo y también las cosas que necesitamos en casa.Dejé de caminar, estaba frente a la puerta. Respiré hondo y lo solté. Luego levanté el brazo y llamé. Unas tres veces.- ¡PUEDES PARTICIPAR! ¡ESTÁ ABIERTO! - Oí un grito.En el mismo momento bajé el brazo y llevé la mano al picaporte. Abrí la puerta, entré y luego la cerré. Una vez dentro, miré a mi alrededor, no había gran cosa. Nunca había estado aquí. Tomás vino aquí cuando el Sr. Joaquim le llamó. En aquel momento, era porque había faltado un día al trabajo. Dijo que estaba enfermo y que no podía venir a trabajar. Le dije que fuera al hospital para que le dieran un certificado. Pero me di
TomásLa vi yendo a la oficina del Sr. Joaquim. Todavía no me creo que estuviera pasando. Fui a la cocina a arreglarlo con Julio. ¡Seguro que le había dado la lengua a aquel viejo ridículo!Entré en la cocina. Nada más entrar, le vi en el fregadero lavando los platos. Estaba diciendo algo. Seguro que murmuraba algo. Me acerqué a él, sintió mi presencia y se dio la vuelta.- ¡Maldita sea, Tomas! ¡Por fin! Pensé que... - Tenías que abrir esa bocaza, ¿no? - Le corté.- ¿De qué está hablando? - Giró la cara mirando de reojo. 'Parece que estás buscando a alguien. - ¿Dónde está Sophia? Aunque es una gordita, me ayuda en la cocina... - ¡Cállate, Julio! - Le agarré del delantal, tirando de él para acercarlo.- ¡Eh, eh! ¡DÉJAME IR, TÍO! - empezó a gritar. Yo seguía sujetándole el delantal.- ¡No es suficiente lo que hiciste! ¡Y ahora sigues hablando así de ella! - Me estremecí un poco, luego me solté y le empujé.- ¿De qué estás hablando? Acabo de decir la verdad. Ella es enorme. ¡No sé lo
SophiaSalía de la cocina. Acababa de hacer palomitas. Mi abuelo me lo había pedido, le apetecían palomitas. No sabía si iba a hacerlas o no. Pero él me miró con esos ojos marrones almendrados rogándome que hiciera palomitas.Me acerqué al armario de la derecha, lo abrí y busqué una maceta donde ponerlo. Conseguí encontrar una. Volví a la cocina que tenía la olla e hice palomitas. Luego las eché en la olla que había cogido. Luego llevé la olla a la mesa. Sin demora, cogí un poco de sal y la puse sobre las palomitas. Le di una pequeña sacudida para que se sazonaran. Eso fue todo.Cogí la olla y la llevé al salón. En cuanto llegué al sofá, fui a su lado con el cuenco. Se lo ofrecí, y él llenó la mano para coger las palomitas. Luego se las metió en la boca, masticando. Pero entonces me di cuenta de que ponía una cara fea.No pude aguantarme y me reí. Creo que te has dado cuenta de que te falta sal.- ¡Esto se ve horrible! Se te olvidó añadir sal. - se quejó, mirándome.- No se puede a
SophiaEstaba en brazos de mi abuela, llorando. Ella me alisaba la cabeza y yo tenía mis brazos alrededor de su cintura. Entonces se apartó, extendió los brazos con las manos sobre mis hombros y me miró fijamente.- Querida, no llores más. - Me llevó la mano a la cara y me secó las lágrimas, que seguían cayendo. - Te prepararé una manzanilla. Creo que aún queda un paquete -dijo levantando el dedo en señal de recuerdo-.Asentí con la cabeza. Fue al armario de arriba a por el té. Mientras iba a preparar el té, me quedé con los brazos sobre la mesa y apoyé la cabeza en ellos, preguntándome cómo iba a decirle que estaba despedida....- Ya está. Aquí tiene. - me entregó una taza blanca con detalles rosas, que tenía una bolsita de té dentro.- Caray... Está ca
TomásHacía dos semanas que no sabía nada de Sofía. La última vez que la vi fue el día que fue despedida por tu Joaquim. ¡Ese bastardo! Pero fue mi error. No debería haber explotado así. Pero no podía dejar que esos idiotas hablaran de Sophia. Tenía que defenderla. Lo peor es que ni siquiera tengo su número de móvil, pero no creo que ella lo tenga por lo que me dijo el otro día.***- ¿Qué has preguntado? ¿Que si tengo qué? - preguntó, terminando de colocar los pedidos en la bandeja para la mesa dos.- Pregunté ¿no tienes whatsapp? Es una aplicación de móvil. - Levanté la ceja, sorprendido. - '¿Tienes móvil y no tienes whatsapp?- "No tengo móvil...", dijo encogiéndose de hombros.- ¿Verdad que sí? - La mi