Capítulo 07

Tomás

Mientras Julio preparaba los platos para ponerlos en la ventana, entró Sofía. Noté que su cara estaba... ¿triste? Apagué el fuego y me acerqué a ella.

- ¿Sophia? ¿Va todo bien? - le pregunté. Se tomó un momento para mirarme. Luego levantó la cabeza para mirarme.

- ¿Hola? Estoy bien... -dijo, pero me di cuenta de que tenía los ojos rojos e inyectados en sangre. ¡Ella lloró! - Aquí están los pedidos para la mesa seis... - Me entregó los pedidos.

La cogí, me di la vuelta, se la di a Julio y le dije que empezara a hacer la comida. Levantó una ceja. Le dije que tenía que hablar con Sofía y enseguida se acercó para hacer lo que le había dicho. Me giré y la miré.

- Ahora podemos hablar. - La agarré del brazo, tirando para que estuviéramos lejos de mi ayudante y no estorbara en nuestra conversación. Ella asintió. - Dime, ¿por qué estás así? - le pregunté mirándola. Apartó la mirada y guardó silencio. Eso es. Estás ocultando algo.

- Desde que entregué los pedidos, vuelvo al... - Me dirigía a la puerta.

- ¡Sophia! ¡Un momento! - Me acerqué a ella, apoyándome en su hombro. Entonces se volvió para mirarme. 

- Tengo que volver al salón. ¡Tengo que entregar los malditos platos a esos tipos! - exclama. Su tono de voz es de indignación. Di un paso adelante.

- ¿Qué tipos? ¿Te han hecho algo? - pregunté.

Permaneció en silencio. Resoplé y me llevé la mano a los ojos, frotándomelos.  Retiré la mano de la cara y volví a mirarla. 

- Por favor, dime qué ha pasado en la peluquería para que estés así. - Le insistí para que me dijera por qué estaba así. Miró a su alrededor y luego me miró a mí. Luego se acercó.

- Mira... No es nada... Estoy acostumbrada... -hizo un gesto. Pero no me miró a los ojos.

- ¿Qué han dicho? - pregunté, mirándola fijamente.

- He dicho que no es nada... - Se dio la vuelta y miró a Julio por si había terminado.

- ¡Alto! ¡Habla! ¿Qué han dicho?

- ¡Jesús, Tomas! Vale, hablaré. Pero tienes que prometerme que no harás nada. - Levantó la mano y me señaló.

- ¡Sí, sí! Pero dime, ¿qué ha pasado? - dije mirando a Sophia, que me miraba fijamente.

- Muy bien. Estaba sirviendo a unos tipos... Estaba sirviendo a unos tipos que acababan de entrar aquí en el restaurante. - Hizo una pausa. Me dio la espalda con las manos en la cintura. Luego se volvió y volvió a mirarme fijamente. - Cogí los menús para que pudieran tomar sus pedidos. Luego tomé sus pedidos... Pero el otro tipo se quedó... 

- ¿Qué queda Sophia? - le pregunté. Ella inclinó la cabeza. Luego me miró.

- Me estabas mirando... - Miró al techo.  Tragó saliva.

- ¡Sophia, continua! ¿Cómo te miraba? - volví a insistir.

- Me miraba como... - Respiró hondo y luego lo soltó. - Como si comiera con los ojos. Pero eso no es todo... - Volvió a mirar al techo. 

- Sophia... - Llevé mi mano a su brazo, tocándola. Ella me miró. - Dímelo a mí. - hablé en voz baja. Una lágrima corrió por su mejilla. Con el otro brazo le cogí la mano y le sequé la cara.

- Cuando terminé de tomar los pedidos. Estaba dejando la mesa, pero pude oír... - Miró a un lado cerrando los ojos. Otra lágrima cayó. Me dolía el pecho de verla así. Cerré el puño.

Sophia

Estaba allí de pie contándole a Tomás por qué estaba así. Sólo de recordar lo que había pasado se me saltaron las lágrimas. Me llevé la mano al entrecejo para secármelas.

- Sofía, mírame. - Tomás me llevó las manos a los brazos, haciéndome girar. Y yo le miré. - ¡Dime lo que has oído!

Tragué en seco y bajé la cabeza. Sentí que me tocaba la cara.  Su mano se posó en mi barbilla haciéndola levantar. Levanté la vista hacia él. Está a mi lado.

- Voy a hablar... - Solté un suspiro pesado. - He oído... A uno hablando con su colega cómo ha podido... Estar mirando así a... - Cerré los ojos.

- ¿Para qué? - preguntó, aún con las manos en mi cara.

- Para una gorda... - Abrí los ojos y las lágrimas empezaron a caer de nuevo. - Dijo... Que soy una gordita... Que estaba mal... - Cerré los ojos, dejando caer las lágrimas. Luego apoyé mi cara en su pecho.

Me rodeó con los brazos y me llevó la mano a la cabeza, alisándola.

- No seas así, Sophia. - Se apartó y me sostuvo la cara. Me secó las lágrimas. - Mírame", me pidió con voz suave. Entonces abrí los ojos y le miré. - ¡Son unos imbéciles! ¡Eres preciosa!

- Tú... tú crees... -tragué saliva. - ¿En serio? - pregunté, con la voz quebrada y baja. Me acarició las mejillas, cerré los ojos sintiendo su tacto.

- Perdona, Sophia... -oí una voz.

Abrí los ojos y me aparté de Tomas. Me di la vuelta y me llevé las manos a la cara para secarme las lágrimas. Entonces me di la vuelta y vi que era Julio.

- ¿Qué quieres, Jimmy? - preguntó Tom. Se volvió y lo miró fijamente.

- He venido a decirle que los pedidos están listos y que los refrescos están en la bandeja de la ventana. - Señaló la ventana.

- Está bien, lo tomaré. Lo tomaré... 

Ya me iba cuando Tomás me cogió del brazo.

- ¿De qué se trata? - pregunté mirándole.

- No estás bien. Iré a entregar esos pedidos. - Dio un paso adelante y se quitó el delantal.

- No tienes por qué hacerlo. - Me paré frente a él mirándolo. - ¡Ese es mi trabajo!

- Iré a entregarlo y volveré a la cocina. ¿Qué mesa es?

Se apartó y se dirigió al mostrador donde había dejado su pedido. Cogió el papel y lo miró.

- Mesa seis en la esquina derecha. Vale, me la llevo - dijo dirigiéndose a la puerta.

Cuando iba a pararlo, ya se había ido. M*****a sea, me llevé las manos a la cabeza. Miré a un lado y Julio me estaba mirando.

- ¡No me mires! - Levantó las manos. Luego volvió a la cocina.

Volví la cara hacia la puerta. Me llevé la mano al pecho. Tengo un mal presentimiento...

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