Sophia
Estaba allí de pie preguntándome de qué quería hablarme mi jefe. Y de repente sentí una mano en el hombro, que me hizo dar un respingo del susto.
- Hola, Sophía. Cálmate, soy yo, Tomás. - Me cogió la mano.
Le miré y se me saltaron las lágrimas.
- ¡Sofía! ¿Por qué lloras? Voy a ir allí y enseñarle a ese viejo idiota...
Se estaba arrancando el delantal y tirándolo a la encimera, que está allí en la cocina. Se iba y le cogí del brazo.
- ¿Qué vas a hacer? - Tiré de él para que no se fuera. Luego levanté la mano y me sequé la cara.
- ¡Voy a ir a decirle que no te trate así! - dijo mirándome.
- No hagas eso. Me preocupa otra cosa... -le dije a Tom, que se acercó.
- ¿Qué te preocupa? - me preguntó cogiéndome la mano.
- ¿No has oído lo que ha dicho?
Negó con la cabeza. Justo cuando iba a hablar, alguien se acercó.
- Sophia, la pareja a la que estabas tomando nota ya está lista", dijo el ayudante de Tomas. Giré la cara para mirarle.
- Caramba, acabé olvidándome de los clientes. - Suspiré.
- Júlio, ¿no ves que me está hablando a mí? Dáselo a otro", le dijo al ayudante. Tiré de su brazo y me miró fijamente.
- No le hables así. - Volví a mirar a Julio. - Lo cogeré en un minuto. Ah... ¿Puedes traer dos latas de coca, por favor?
Negó con la cabeza y dejó los pedidos en la ventana que daba al salón. Luego fue a la nevera a por los dos refrescos que había pedido. Volví a mirar a Tom.
- Mira, vuelvo al trabajo y luego ya veré qué quiere de mí. - Me iba, pero me detuve en la puerta y luego me volví y miré a Tomás, que seguía allí de pie. Me acerqué a él y le besé la mejilla. - Gracias", le susurré cerca del oído.
- ¿Para qué? - preguntó, volvió la cara y me miró a los ojos.
- Por la forma en que me defendiste del señor Joaquim -dije, encogiéndome de hombros e inclinando la cabeza. Él dio un paso adelante. Levanté la cabeza y su cara estaba cerca de la mía.
- Siempre te defenderé. No dejaré que nadie te falte al respeto... -su voz era ronca.
Tragué saliva. Sentí que el corazón se me aceleraba... Pero seguí mirándole. Noté que levantaba la mano hacia mi cara.
- Aquí tienes, Sofía. - Oí la voz de Julio y me aparté de Tomás. Él bajó la mano para apartarme. Miré a Julio y le pregunté dónde estaban los refrescos. Me señaló la ventana. Luego salí, dirigiéndome a la puerta. Fuera de la cocina, me acerqué a la ventana y cogí la bandeja con los pedidos y los refrescos. Cogí la mesa que tenía delante.
- Aquí están sus pedidos", advertí, colocando primero las bebidas y luego los platos. Para el chico que había pedido arroz, judías y filete con cebolla. La rubia pidió arroz, filete de pescado y puré de patatas.
- ¡Por fin! ¡Qué retraso! - refunfuñó la rubia. Estaba en lo mío. Sólo de pensar que Tomás estaba tan cerca de mí... Creo que iba a besarme...
- ¿ASISTENTE? ¿EI? - Salí de mis pensamientos al oír que alguien me llamaba. Me giré para ver. Me di cuenta de que eran los chicos que me miraban cuando entraron. Uno de ellos me hacía señas para que fuera con ellos. Cerré los ojos y solté un suspiro pesado. Volví la cara hacia la pareja.
- Si necesitas algo más, llámame -dije, y la rubia levantó la mano para que me fuera. Me fui y me dirigí a la otra mesa.
Llegué a la mesa, entregué el menú a los hombres. Y luego saludé.
- Buenas tardes. ¿Sabe lo que quiere? - pregunté. Siguieron mirando el menú.
Me quedé allí de pie, esperando a que dijeran lo que querían. Con bolígrafo y bloc de notas en la mano. Me di cuenta de que uno de ellos ni siquiera miraba el menú, sino que me miraba a mí... Pero me miraba de una manera diferente... Me estaba molestando...
- Yo quiero una feijoada, arroz y filete a caballo", dijo la morena alta. Le tomé nota. Luego miré al otro tipo. - ¿Y usted, señor? - le pregunté.
- Hmm... - Estaba mirando el menú. Pero lo dejó caer y lo puso sobre la mesa. Levantó la cabeza y me miró fijamente. - Aunque gorda, tiene una cara bonita - dijo riendo.
Trago en seco y bajo la cabeza. Suelto un fuerte suspiro y levanto la cabeza para mirarle.
- Señor... ¿Qué quiere? - insistí, él seguía mirándome.
- ¡Vete ya! La morena me miró y no continuó. - Déjala ir. ¡Tenemos que volver al trabajo!
- Tomaré lasaña boloñesa, dijo. Tomaré lasaña boloñesa - dijo. Tomé nota de su pedido.
- ¿Quieres tomar algo?
- Puedes traer dos latas de refresco. - dijo el barrigón. Negué con la cabeza, volviéndome para ir a la cocina a tomar los pedidos, pero antes pude oír:
- Tío, ¡estás loco por mirar a esa gorda! - dijo el hombre en voz alta.
- Sí, ella también está buena. ¿Cómo no voy a fijarme en ese culo? No dejo de imaginármela a cuatro patas", dijo el otro.
Levanté la vista para evitar que se me saltaran las lágrimas. Luego seguí caminando hacia la cocina. Lo peor es que siempre es así. Chicos hablándome así. Hablando de mi peso...
Todavía tengo que ir a la oficina para ver de qué quiere hablarme el Sr. Joaquim. Espero que no sea nada grave. A pesar de todo, necesito este trabajo para ayudar a mis abuelos y también para comprar las medicinas de mi abuelo. Tengo que ser fuerte y aguantar a este tipo de clientes que no paran de hablar de mi cuerpo o de hacer bromas. Sentí que se me caía una lágrima, dejé de caminar y me llevé la mano a la cara para secármela.
Volví a la cocina. Abrí la puerta y Tomás me vio y me preguntó qué había pasado. Le dije que no había pasado nada, le entregué el pedido y me di la vuelta para marcharme, pero me cogió del brazo para mirarme.
- Sophia, ¿qué ha pasado? - insistió.
Agaché la cabeza. No sé si le contaré lo que pasó en el salón...
TomásMientras Julio preparaba los platos para ponerlos en la ventana, entró Sofía. Noté que su cara estaba... ¿triste? Apagué el fuego y me acerqué a ella.- ¿Sophia? ¿Va todo bien? - le pregunté. Se tomó un momento para mirarme. Luego levantó la cabeza para mirarme.- ¿Hola? Estoy bien... -dijo, pero me di cuenta de que tenía los ojos rojos e inyectados en sangre. ¡Ella lloró! - Aquí están los pedidos para la mesa seis... - Me entregó los pedidos.La cogí, me di la vuelta, se la di a Julio y le dije que empezara a hacer la comida. Levantó una ceja. Le dije que tenía que hablar con Sofía y enseguida se acercó para hacer lo que le había dicho. Me giré y la miré.- Ahora podemos hablar. - La agarré del brazo, tirando para que estuviéramos lejos de mi ayudante y no estorbara en nuestra conversación. Ella asintió. - Dime, ¿por qué estás así? - le pregunté mirándola. Apartó la mirada y guardó silencio. Eso es. Estás ocultando algo.- Desde que entregué los pedidos, vuelvo al... - Me dirig
TomásSalí de la cocina antes de que intentara detenerme. Sophia no me pidió ayuda, pero sé que se enfada, sobre todo cuando la gente habla de su aspecto. Me enfada mucho. Es una chica dulce y amable, ¿juzgarla por tener sobrepeso? ¡Ella es más que eso!Me acerco a la ventana y cojo la bandeja que hay en el escaparate, donde estaban los platos y los refrescos. Allí. Me doy la vuelta, buscando a los tipos que Sophia había descrito. ¿En qué mesa estaban? ¡Mierda! La mesa está en el pedido que quedó dentro y si entro a buscarla, seguro que no podré hacer lo que quiero... Miré a la derecha, allí en la esquina había una mesa y dos tipos sentados. Uno es alto, más o menos de mi color y con el pelo corto y oscuro. El otro es un tipo blanco, en realidad amarillento, de pelo castaño y también bajo y mirando desde aquí parece un tipo panzón. Ambos llevan una camisa gris de manga larga y pantalones del mismo color que la camisa. Creo que son ellos. Parecen el tipo de chicos a los que sólo les i
SophiaEntré en el salón al oír un fuerte ruido. Nada más llegar, miré a Tomas y ¡no podía creer lo que veían mis ojos! ¡No me lo podía creer! Estaba viendo a Tomas, el tipo más simpático haciendo eso? Entonces arrastró a uno de los chicos que se había burlado de mi cuerpo. Era el moreno alto, se veía que tenía la cara manchada de sangre. Inmediatamente giré la cara, cerrando los ojos para no ver aquello.Oí un ruido y giré la cara, abrí los ojos para mirar al frente. Estaba de rodillas. Mirando hacia atrás, me di cuenta de que unos cuantos clientes (que aún tenía) abandonaban sus platos y se dirigían a la caja para pagar e irse. ¡Vaya! Esto se va a ir a la mierda si tu Joaquim ve esto.- "Lo siento..." susurró, pero era tan bajo que ni siquiera pude oírlo bien. - "No me burlaré más de tu cuerpo..." dijo.Me quedé mirándole. Entonces el otro tipo se acercó y se puso a su lado.- Yo también pido disculpas", dijo el tipo que estaba delante de mí. Luego agachó la cabeza avergonzado. -
VitorNo puedo creer lo que acabo de oír... Levanté la cabeza y miré al médico, que estaba de pie frente a mí. Me alejé de la silla y me acerqué a su escritorio.- ¿Acabas de decir que necesito tener un hijo? ¿Es eso lo que has dicho? - pregunté.- Sería esa posibilidad o la quimioterapia. Pero también si tuvieras una.... - No estarás pensando en eso, ¿verdad? - Miré a mi hermano, que se levantó de la silla y caminó hacia mí.- ¿Por qué no? - Me volví para mirarle. - 'Si es la forma de librarnos de esta puta enfermedad, está bien', le dije con naturalidad.- Pero ¡un momento! - dijo el doctor, que se levantó de su silla, mirándonos a los dos. - Le di esta solución porque pensé que tenía una prometida. Pero tengo que darle la razón a su hermano. No puedes hacerlo.- ¡Tiene razón, Vitor! - señaló mi hermano. Me alejé, poniéndome de espaldas a ellos.- ¡Qué exageración! - Me di la vuelta con los brazos cruzados mirándoles.- Sr. Carvalho, no se puede tener relaciones sexuales con una m
SophiaIba a la oficina de mi jefe. Tomas intentó detenerme y dijo que iba a hablar con él, pero no estoy enfadada, bueno, antes sí. Pero ahora no lo estoy. Sé que lo hizo porque se preocupa por mí. Pero creo que tenía la sensación de que el señor Joaquim iba a echarme... Espero que lo que consiga sirva al menos para comprar las medicinas de mi abuelo y también las cosas que necesitamos en casa.Dejé de caminar, estaba frente a la puerta. Respiré hondo y lo solté. Luego levanté el brazo y llamé. Unas tres veces.- ¡PUEDES PARTICIPAR! ¡ESTÁ ABIERTO! - Oí un grito.En el mismo momento bajé el brazo y llevé la mano al picaporte. Abrí la puerta, entré y luego la cerré. Una vez dentro, miré a mi alrededor, no había gran cosa. Nunca había estado aquí. Tomás vino aquí cuando el Sr. Joaquim le llamó. En aquel momento, era porque había faltado un día al trabajo. Dijo que estaba enfermo y que no podía venir a trabajar. Le dije que fuera al hospital para que le dieran un certificado. Pero me di
TomásLa vi yendo a la oficina del Sr. Joaquim. Todavía no me creo que estuviera pasando. Fui a la cocina a arreglarlo con Julio. ¡Seguro que le había dado la lengua a aquel viejo ridículo!Entré en la cocina. Nada más entrar, le vi en el fregadero lavando los platos. Estaba diciendo algo. Seguro que murmuraba algo. Me acerqué a él, sintió mi presencia y se dio la vuelta.- ¡Maldita sea, Tomas! ¡Por fin! Pensé que... - Tenías que abrir esa bocaza, ¿no? - Le corté.- ¿De qué está hablando? - Giró la cara mirando de reojo. 'Parece que estás buscando a alguien. - ¿Dónde está Sophia? Aunque es una gordita, me ayuda en la cocina... - ¡Cállate, Julio! - Le agarré del delantal, tirando de él para acercarlo.- ¡Eh, eh! ¡DÉJAME IR, TÍO! - empezó a gritar. Yo seguía sujetándole el delantal.- ¡No es suficiente lo que hiciste! ¡Y ahora sigues hablando así de ella! - Me estremecí un poco, luego me solté y le empujé.- ¿De qué estás hablando? Acabo de decir la verdad. Ella es enorme. ¡No sé lo
SophiaSalía de la cocina. Acababa de hacer palomitas. Mi abuelo me lo había pedido, le apetecían palomitas. No sabía si iba a hacerlas o no. Pero él me miró con esos ojos marrones almendrados rogándome que hiciera palomitas.Me acerqué al armario de la derecha, lo abrí y busqué una maceta donde ponerlo. Conseguí encontrar una. Volví a la cocina que tenía la olla e hice palomitas. Luego las eché en la olla que había cogido. Luego llevé la olla a la mesa. Sin demora, cogí un poco de sal y la puse sobre las palomitas. Le di una pequeña sacudida para que se sazonaran. Eso fue todo.Cogí la olla y la llevé al salón. En cuanto llegué al sofá, fui a su lado con el cuenco. Se lo ofrecí, y él llenó la mano para coger las palomitas. Luego se las metió en la boca, masticando. Pero entonces me di cuenta de que ponía una cara fea.No pude aguantarme y me reí. Creo que te has dado cuenta de que te falta sal.- ¡Esto se ve horrible! Se te olvidó añadir sal. - se quejó, mirándome.- No se puede a
SophiaEstaba en brazos de mi abuela, llorando. Ella me alisaba la cabeza y yo tenía mis brazos alrededor de su cintura. Entonces se apartó, extendió los brazos con las manos sobre mis hombros y me miró fijamente.- Querida, no llores más. - Me llevó la mano a la cara y me secó las lágrimas, que seguían cayendo. - Te prepararé una manzanilla. Creo que aún queda un paquete -dijo levantando el dedo en señal de recuerdo-.Asentí con la cabeza. Fue al armario de arriba a por el té. Mientras iba a preparar el té, me quedé con los brazos sobre la mesa y apoyé la cabeza en ellos, preguntándome cómo iba a decirle que estaba despedida....- Ya está. Aquí tiene. - me entregó una taza blanca con detalles rosas, que tenía una bolsita de té dentro.- Caray... Está ca