Capítulo 1. Accidente.

Dos años después.

Maddie

— Maddie, debes guiarte por el GPS de tu teléfono, es sencillo, solo sigue las instrucciones. — Dijo Andrew al teléfono, mientras yo me sentía completamente aturdida y perdida entre tantos edificios, pese a que ya tenía un tiempo aquí, aún no me acostumbraba a todo el caos de Nueva York.

— Eso es lo que tengo un ahora haciendo y no encuentro el bendito lugar y voy tarde. — Me quejé molesta, deseaba que él estuviera aquí en este momento y me acompañará como siempre lo hacía cada vez que tenía que ir a un lugar nuevo. — Andrew si tú estuvieras aquí no estaría pasando esto, ¿Cuándo regresaras?

— Maddie debes calmarte, sabes lo que está ocurriendo y que por eso ahora no puedo y no se cuando pueda regresar… — Al escuchar esta respuesta volví a sentirme realmente frustrada.

Él hace unos días tuvo que correr hacia Isabella, su mejor amiga, la mujer que me temo que él siempre ha amado, ella quedó en coma después de que algo terrible le sucedió y quiere estar ahí para ella, lo entiendo perfectamente pero aun así logra despertar celos en mí y aunque se que no esta bien, no puedo evitarlo, a veces quisiera que Andrew me diera la misma importancia que le da a ella o que al menos me mirara como lo hacía con ella.

Desde que nos conocimos su mundo a girado a su alrededor, siempre pendiente de ella y me hace sentir que la única razón por la que esta conmigo es simplemente por lo que ocurrió esa noche y que no me dejó fue debido a que ella nunca le dio una oportunidad, de otra manera estoy segura que me habría abandonado sin importar nada más.

Y no podría culparlo, cuando el amor es tan fuerte, a veces no importa a quien se hace daño para tenerlo.

Se muy que si ella lo hubiera visto como algo más, lo nuestro nunca sucedería, pero podía vivir con eso porque lo amo, pero cada vez que lo veo volverse loco por algo que le paso a ella o las veces que los escucho hablar por teléfono y a él hablarle con tanto cariño mi corazón se va desgarrando poco a poco.

— Maddie, ¿Estás ahí? — Cuestionó Andrew, haciendo que reaccionara.

— Hablamos luego, necesito verificar la dirección. — Dije antes de colgar y justo cuando iba a buscar la dirección, veo un pequeño gatito maullando en medio de la calle y mi corazón se apretó.

Sin pensarlo corrí hacia el, pero antes de que pudiera agarrarlo, siento a algo colisionar contra mí, todo fue muy rápido, el dolor del golpe me avasalla y termino en el piso bastante lastimada y aturdida, pero afortunadamente el gatito había logrado cruzar al otro lado sin salir herido.

De pronto un hombre moreno, terriblemente atractivo se planta frente a mí, dejándome más aturdida por un instante al mirar su figura, es alto, seguramente debe ser más alto que yo por una cabeza y con el traje que se pega a su cuerpo como una segunda piel, resaltando su musculatura, se ve poderoso.

— ¿Estas bien? — pregunta él con voz gruesa acuclillándose a mi lado y no pude responder, porque aun intentaba poner mis pensamientos en orden y reconocer lo que me había ocurrido. — llamare a una ambulancia. — añadió mientras fruncía el ceño.

Después de verlo terminar con su llamada me intente mover, pero él me detuvo tocando mi brazo.

— No te muevas, ya vienen. — dijo luciendo enojado, antes de preguntar— ¿Por qué cruzaste cuando no estaba permitido de esa manera? ¿Estas buscando morir o algo así?

Yo solo pude negar con la cabeza, pensando en reclamarle también pero al hacer el movimiento mi cabeza dolió y mis palabras terminaron en una mueca.

— Viste, te dije que no te movieras. — Espetó aun molesto y me estaba comenzando a irritar, era demasiado mandón y creía tener el derecho de regañarme, ya me tendría que escuchar cuando mi cabeza no duela tanto como ahora.

Pronto llegó la ambulancia y él decidió acompañarme en ella, me pareció muy raro que un hombre así decidiera hacerlo cuando se nota que tiene muchas mejores cosas que hacer, además que el accidente fue mi culpa y él ni siquiera iba conduciendo, sino otro hombre mayor que parecía ser su chófer, pero este se quedó atrás con el auto.

— ¿Tienes a alguien que pueda llamar para que venga a verte? — Cuestionó más calmado el irritante y guapo hombre de negocios mirándome a los ojos.

Solo a Andrew pensé, pero él no esta aquí y no puedo llamar a mis padres porque están en Inglaterra porque a papá lo trasladaron para que trabajará en una empresa allá y me llevarían con ellos si les digo que él me dejo sola aquí.

Ellos se volverían locos al saber que tuve un accidente y no tenia a nadie cerca, tomarían el primer vuelo y me llevarían con ellos sin darme opción de quedarme aquí y ya no podría volver a ver a Andrew, ya que habían aceptado que viviera con él siempre y cuando él estuviera pendiente de mí, al principio no querían pero yo les insistí diciéndoles que lo amaba y que él era bueno para mí por lo que no me quería ir a vivir a Londres con ellos, además que quería estudiar aquí.

Yo ya no era una niña, pero ellos eran muy sobreprotectores porque de niña era muy enfermiza y cuando tenía seis años un incidente que nos marcó a todos había ocurrido, por eso preferían tenerme cerca de ellos, vigilada y protegida, pero yo no soportaba alejarme de Andrew.

Claro que al parecer a él no le importaba demasiado estar lejos de mí y al pensar en este hecho mi corazón volvió a apretarse.

— No es necesario, debe ser una tontería. — contesté y él volvió a fruncir el ceño enojándose de nuevo.

— Niña, creo que deberías de tomar más en serio las cosas. — Me regañó.

— No me digas niña, no lo soy, además si viniste solo para estarme regañando es mejor que te vayas.—dije molesta, ya había agotado toda mi paciencia.

— ¿Para que te quedes sola mientras estas lastimada? No gracias, no quiero tener que cargar con eso en mi conciencia.

— No es nada. — grité y mi cabeza volvió a doler.

— Si pasa algo, así que ahora quédate quieta.

— Señorita por favor, deje de moverse o podría agravar sus heridas. — intervino el paramédico y el hombre irritante me dio una sonrisa triunfante y me hizo enojar más.

Pero no tuve otra opción que quedarme callada y permanecer calmada, porque cada vez que me hacia exaltar mi cabeza dolía más y no quería que el paramédico también me regañara.

Pronto llegamos al hospital y me atendieron para luego realizarme una serie de exámenes mientras este hombre se quedo todo el tiempo acompañándome.

— Solo es una contusión leve, pero tu tobillo tiene un esguince y hay que tratarlo. — dijo el doctor antes de añadir. — Así te tienes quedar a observación esta noche y la enfermera ya viene a curar tus pequeñas lesiones.

Yo solo asentí y lo vi irse, mientras pensaba como haría para moverme con lo de mi tobillo al salir de aquí, no quería estar sola.

— ¿En serio no tienes a nadie a quien llamar para que te acompañe? — Frunció el ceño mirándome fijamente.

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