2–El contrato.

Amelia estaba encerrada en su cuarto revisando toda la información que encontró en las redes sobre Fabio Martinelli. Por las fotos que habían en las redes se veía un hombre alto y corpulento, trigueño y con una incipiente barba. Su esposa había sido modelo, una rubia hermosísima, tuvo que abandonar la carrera después del accidente.

—¿Querrá continuar con el trato cuando me vea?—se preguntó Amelia a si misma— es un hombre adaptado a mujeres perfectas—seguía hablando con ella misma— y yo pues…de normalita no paso.

Se levantó de su cama y se paró frente a un espejo que tenia en una pared de su cuarto donde se podia ver completa. Era bajita y sobre lo rellenita, su pelo era castaño, nada del otro mundo y para colmo usaba anteojos.

—Cuando me vea va a salir corriendo—habló con su propio reflejo— él es un hombre simpático y…

—Amelia.

La voz de su padre la sacó de su momento de auto reflexión. Fue abrirle la puerta para ver que quería.

—Mañana a las 10 de la mañana te quiero elegantemente vestida, iremos a la compañía Martinelli, Fabio aceptó el trato—Pablo dió media vuelta y se fue por donde mismo vino.

Amelia se quedó fría, no se imaginaba que la cosa iba a ser tan rápido, de hecho no se imaginaba que él iba a terminar aceptando. Abrió su armario y empezó a buscar que podía ponerse, no era mujer de mucha ropa, después de revisar lo poco que tenia apto como para clasificar en la categoría de “elegante” se decantó por un juego de saya tubo y chaqueta color champán y una blusa de seda blanca. Lo dejó todo a mano para no demorarse por la mañana y se metió en la cama, no sabía si las mil preguntas que tenia en la cabeza la iban a dejar conciliar el sueño pero al menos tenia que intentarlo.

***

—Mañana voy a conocer a la hija de Pablo—le dijo Fabio a su esposa ya acostados.

—¿Como se llama la muchacha?

—La verdad es que no lo recuerdo, creo que es algo con A, pero no estoy seguro.

Fabio se viró para verle el rostro a su esposa.

— Claudia, esto no es más que un trato, ella solo va a ser la madre de mis hijos, nada más, mi esposa seguirás siendo tú y más importante que eso, la mujer a la que amo.

Claudia le sonrió y asintió con la cabeza. Fabio empezó a besarla y a tocarla.

—Te deseo amor—le dijo él acariciándole los pechos—mira lo duro que estoy—apretó su pelvis contra la cadera de Claudia para que ella lo sintiera.

—No puedo Fabio, te he dicho mil veces que no puedo.

Fabio la soltó y se desplomó en la cama.

—Llevas 2 años diciéndome que no puedes, 2 años Claudia, hasta cuando vamos a estar así ¿eh?

—Entiéndeme Fabio, después del accidente ya yo no soy la misma.

—¡Pero perdiste una pierna, no la vagina!—Fabio se quedó callado, el comentario fue un poco inapropiado.

—No te preocupes, pronto tendrás otra para descargar tus necesidades.

—¡Que te deseo a ti carajo!—gritó Fabio— se me pone dura contigo y no con otra. ¿ De qué manera quieres que te lo diga?

Ambos se quedaron mirándose en silencio hasta que Fabio se levantó de la cama.

—¿A donde vas?—le preguntó Claudia

—A jalármela, de alguna manera tengo que bajarme la calentura que tengo— eso fue todo lo que dijo antes de seguir rumbo al baño.

***

Buenos días—saludó Amelia a su padre.

Este sin devolverle el saludo la miró detenidamente como si fuera el escáner de cualquier aeropuerto.

—¿Vas a ir así?— terminó preguntándole— ¿sin un maquillaje ni unos tacones?

—Si tengo puesto algo de maquillaje pero es muy sencillo y no uso tacones.

Pablo puso los ojos en blanco y resopló.

—Esperemos que no se arrepienta al verte—así de cruel fue con ella.—¿Vas a desayunar algo o podemos irnos?

—Vámonos mejor de una vez.

***

Martinelli ‘s family, ese era el nombre que había en la entrada del enorme edificio que estaba en una de las calles más céntricas de la ciudad, se dedicaban a la publicidad y no había algo que los Martinelli no controlaran en ese mundo, redes sociales, periódicos canales de televisión, todo, absolutamente todo, cubrían la publicidad de todas las grandes empresas. Si alguien podía elevarte o destruirte, créeme, esos era los Martinelli.

—¿A que hora llega Pablo con la “afortunada”?—hizo Marcos comillas en el aire.

—A las 11 :00 am, ya deben estar al llegar—dijo Fabio mirando su reloj.

—¿Como reaccionó Claudia?

—Pues mejor de lo que pensaba, aceptó sin ponerme peros.

—Pensé que eso te iba hacer feliz.

—Yo también Marcos, yo también pensé lo mismo— dijo Fabio poniéndose de pie— pero eso no me demuestra otra cosa que no sea lo que vengo sospechando desde hace rato, ya yo a Claudia no le intereso.

—No digas eso Fabio, llevan casados años lo que pasa que ella todavía no supera lo que le pasó en el accidente, no es fácil para una modelo perder una pierna.

—Dos años Marcos, ¡no me jodas!, dos años lleva Claudia atendiéndose con los mejores especialistas del país. A pasado de psicólogo en psicólogo y todos le dicen lo mismo, ella tiene que darle un rumbo a su vida no puede seguir auto compadeciéndose.

—Te entiendo amigo pero ¿que puedes hacer?

—Nada, no puedo hacer nada—respiró profundo Fabio—de cierta manera el accidente fue mi culpa, no puedo dejarla abandonada a su suerte.

—Tampoco es así Fabio, el accidente pasó porque iba a pasar, ¿cuantas veces Claudia a manejado y no ya pasado nada?, te lo dije hace mucho tiempo, si te quedas con ella porque la amas, no hay problema pero si lo haces por lástima, ninguno de los dos van a ser felices nunca más.

Fabio respiró profundamente, él jamás pensó en divorciarse, amaba a su esposa o al menos alguna vez la amó, porque ahora mismo ya ni sabía que era lo que estaba sintiendo ni pasando en su vida.

—Señor, permiso—dijo su secretaria después de haber tocado la puerta— ya están las personas que usted estaba esperando.

—Hazlas pasar Eva por favor.

Ella asintió y le hizo una señal para que entraran.

—Buenos días—dijo Pablo al entrar a la oficina de Fabio— esta es mi hija, Amelia.

Fabio se quedó frío al verla, era bajita en comparación a él, sencilla, de las que pasan desapercibidas a donde vayan. En cambio ella fue como si detuvieran el tiempo cuando lo vió en persona, es cierto que ya había visto muchas fotos suyas pero nada comparado como tenerlo frente a frente, era enorme, corpulento, intimidante.

—Sentémonos por favor—dijo Marcos.

—Bien, aquí ambos ya saben de que va esto—intervino Pablo— así que no hay que dilatar la situación.

—Yo tengo dos condiciones— dijo firmemente Amelia.

Todos la miraron como si le hubiera salido otra cabeza a la muchacha.

—Tú dirás—le contestó Fabio.

—Mis hijos vivirán siempre conmigo, no quiero que otra mujer se encargue de su crianza, puedes visitarlos, llevártelos de vacaciones pero no a vivir.

—Está bien, no tengo problemas con eso y ¿cuál seria la otra?— le preguntó Fabio.

—Quiero un empleo.

—¿Cómo que un empleo?— indagó Fabio desconcertado.

—Si, soy licenciada en economía y tengo una maestría en marketing, supongo que en una empresa tan grande habrá algo que yo pueda hacer.

—¡¿Ah porque pretendes trabajar aquí?!— abrió los ojos enormemente Fabio.

—¿Y porqué no? Soy muy competente en lo que hago.

—¡Pero en qué planeta vives! ¿eh? ¿Te imaginas el escándalo que seria cuando salga a la luz que la madre de mi hijo trabaja para mi y además sigo casado con otra?—dijo alterado Fabio.

—El mismo escándalo que cuando digan que embarazaste a la hija de tu enemigo y que además sigues casado con tu esposa de diez años— dijo Amelia con total calma.

Marcos tuvo que sonreír, ya le estaba cayendo bien la muchacha, tenía carácter.

—Ella tiene razón—intervino Marcos—el escándalo va a ser del mismo tamaño, que trabaje aquí o no es un mero detalle.

Fabio lo miró con unas ganas tremendas de asesinarlo.

—Además—continuó Marcos hablando sin prestarle atención a la cara de Fabio— necesitas un asesor de marketing, así que creo que no estaría mal que fuera ella.

Pablo solo miraba todo aquello sin decir ni media palabra, si su hijita lo echaba todo a perder por sus caprichos ya se las vería con él.

—Está bien—dijo al fin resignado Fabio— pero nadie, absolutamente nadie puede saber esto, cuando nazca el niño ya veremos.

—No te preocupes, sé mantener las distancias—le respondió Amelia.

—Bien, entonces por favor firmemos el dichoso contrato— y por primera vez en todo lo que iba de conversación Pablo habló.

Marcos redactó nuevamente el contrato con las nuevas cláusulas y lo imprimió, todos firmaron y él como abogado se iba a encargar de la parte legal.

—Bien—dijo Pablo poniéndose de pie— ya está todo listo, es hora de marcharnos.

—¿Cuando me mudo?— preguntó Amelia.

—Dame un par de días tengo que buscarte una casa—le respondió Fabio.

—No hace falta, yo misma me encargo de eso y luego te dejo saber— le respondió ella.

—¿Algo más que quiera su alteza?— le dijo irónicamente Fabio.

—Um…no pero si se me ocurre algo más te aviso— dio media vuelta y salió de la oficina junto a su padre.

—Te juro que todavía no le toco un pelo y ya la odio— le dijo Fabio a su amigo que no hacia más que reír.

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