8–Eres terca.

Amelia un poco más y tiene que recoger su mandíbula del suelo.

—¿¡Tuya!?

—Amelia, déjame aclararte algo—le dijo sosteniéndole la mirada—que tú no seas mi esposa no significa que puedas andar con otro hombre, lo mío es mío—dijo bajito y acercándosele aún más.

—¡Tú y yo solo tenemos un trato!— le respondió ella asombrada por la reacción de Fabio.

Él sonrió, se mordió su labio y la miró descaradamente antes de hablar.

—Tú y yo tenemos más que un simple trato, tú vas a ser la madre de mis hijos por consiguiente para ello yo te tengo que follar muchísimas veces y no me gusta que mi comida la esté manoseando otro, ¿así o más claro?

—¿Mu…muchas veces?— prácticamente balbuceó.

—Tantas—se le pegó a su oído al punto de rosarle la oreja con sus labios—que tu cuerpo solo va a desearme a mi dentro de él.

Amelia tuvo que aguantarse de la meseta de la cocina porque sus piernas le fallaron. Lo tenia tan cerca que podía escuchar los latidos de su corazón, podía claramente sentir el olor que su cuerpo
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