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3–Su alteza la chihuahua.

—¿Se puede saber para qué quieres trabajar?”—le preguntó Pablo a su hija ya estando ambos en la casa.

—Porque si voy a ser libre quiero serlo por completo y sin independencia economía una persona no es realmente libre—dijo firmemente Amelia.

—Eres un bicho raro—le dijo finalmente Pablo después de miraría detenidamente por unos segundos—Bueno, que se puede esperar de alguien que ni su propia madre quizo.

Amelia apretó las manos en unos puños, dio media vuelta y salió caminando apurada hasta llegar a su cuarto y encerrarse en el. Llevaba toda su vida escuchando la misma frase pero no se acostumbraba a ella, ¿cómo era posible que su propio padre la tratara tan mal? Nunca había podido responderse esa pregunta. Durante años lloraba por horas, se deprimía y muchas veces hasta pensó en suicidarse pero por suerte los estudios la ayudaron a salir de esa depresión se volvió obsesiva con ellos, estudiaba todo lo que podía, era lo único para lo que su padre le había dado libertad.

Pero ahora tenía una gran oportunidad entre sus manos y no la iba a desaprovechar por nada de este mundo, así que encendió su laptop y se puso a buscar casas, con un solo objetivo en mente, la quería lo más alejada posible de la de su padre.

***

—¿Sabes una cosa?—dijo Marcos entrando nuevamente en la oficina de Fabio—su alteza es un cerebrito, estuve revisando sus datos y son impresionantes, no nos vendrá mal tenerla en la nómina de la empresa.

—Yo no sé para que me dejé llevar por ti—se puso ambas manos en la cara—esto va a ser un desastre te lo digo desde ya.

—¿Pero tan fea la encuentras?, a mi no me lo pareció, ok, es verdad que tenemos la vista adaptada a mujeres más estilizadas, altas, delgadas y tal y tal, pero no la vi mal, solo un poco pequeña.

—¿¡Pequeña, pequeña!?— dijo Fabio azorado—no me jodas Marcos en un puto chihuahua, su alteza la chihuahua—gesticuló como si de un titular se tratara.

—No te burles que Diosito te está escuchando y te puede mandar hijos chihuahuitas—le dijo entre risas Marcos.

—Marcos, sal de mi oficina antes que pierda la poca paciencia que el mismo Diosito que me va a mandar hijos chihuahuas me concedió, sal.

Marcos se levantó de donde estaba sentado y salió muerto de la risa. Fabio se quedó en su oficina con unas ganas tremendas de matarlo.

Resopló Fabio y se puso ambas manos en la cara— si te paras llegado el momento, vas a ser mi ídolo— se dijo a si mismo mirándose su entrepierna.

En eso sonó su celular con un mensaje.

Número desconocido:

—Hola, soy Amelia ya encontré una casa a mi gusto, tenemos que estar hoy a las 6:00 pm que nos la van a mostrar.

Fabio se quedó frío.

Fabio:

—¿Trabajas para la nasa, el FBI o algo por el estilo? ¿Como pudiste encontrar algo tan rápido? 😳😳

Número desconocido:

—Hay algo llamado internet que te facilita la vida 🙄🙄 te voy a mandar la dirección y nos vemos ahí a las 6:00 pm.

Fabio:

—¿Siempre eres así de mandona?

Número desconocido:

Guarda mi número y nos vemos a las 6:00 pm

PD: Respecto a ser mandona, puedo ser peor 😏

Fabio agarró su teléfono y lo tiró contra el sofá de piel negra que tenía en su oficina. Al momento volvió a sonar, Amelia le había mandado la dirección.

—Y ahora para rematar no solo me la tengo que follar, sino que por culpa de Marcos voy a tener que aguantarla todo el día aquí con esa vocecita que tiene—hablaba y gesticulaba a la vez— Estoy perdido, en que momento vine yo a aceptar semejante locura.

***

—Ya cumplí la primera parte del trato, si no cumples tu parte no sigo, esas son mis condiciones.

Pablo estaba sentado en la terraza de su casa hablando por teléfono.

—Mira, esto empieza ahora y tienes muchos intereses de por medio, pero vuelvo y te repito si no empiezas a cumplirme no sigo—eso fue todo y colgó el teléfono.

Pablo Paredes era un hombre que mejor lo tenias de amigo y no de enemigo y siempre ambicionó el imperio de los Martinelli. Eran mafiosos de cuello blanco, no era la droga ni las armas lo que manejaban, no, manejaban el destino de muchos negocios en el mundo entero y a la cabeza de eso estaban hace años los Martinelli, o sea Fabio que era su último descendiente. Pablo jamás estuvo de acuerdo en eso, lo creía muy joven he inexperto para tener sobre sus hombros semejante peso, creía que él era el hombre correcto para eso, pero eso no fue lo que decidió el consejo. Pero Pablo no era hombre de amilanarse por cualquier cosa, así que no iba a desistir hasta lograr su objetivo, le costara lo que le costara.

—Me voy—le dijo Amelia asomándose al patio.

—¿Se puede saber a dónde?— le preguntó Pablo.

—Encontré una casa que me gusta y vamos a verla Fabio y yo.

—Vaya, cualquiera diría que estás desesperada por irte de aquí.

Amelia lo miró sin responderle.

—Regreso cuando termine, voy con tiempo porque no me gusta llegar tarde—fue lo único que le respondió.

Casi media hora después estaba llegando a la casa en cuestión, fue lo más alejado que encontró de la casa de su padre, eso era lo que más le interesaba a ella, alejarse de él. Estaba parada fuera de la casa entretenida mirándola cuando escuchó una voz que la hizo estremecerse toda.

—Un poco más y hay que tener pasaporte y comprar un boleto para llegar aquí—comentó Fabio que acababa de llegar.

—Está un poco retirada del centro pero eso es justo lo que quiero, bien lejos del bullicio y de mi padre— y eso último se le fue, no era su intención darle a él muchos detalles de su vida familiar, no era ni su amigo ni su novio ni nada por el estilo.

—Ven—cambió el rumbo de la conversación— mejor entramos seguro que ya nos esperan dentro.

Abrieron el portón que estaba sin seguro y entraron a un hermoso jardín.

—Pensé que la casa iba a ser más grande— comentó Diego.

—No necesito mucho espacio—contestó ella.

Una señora mayor elegantemente vestida les abrió la puerta cuando Amelia le avisó que ya estaban ahí.

—Bienvenidos—dijo la señora sonriente— pasen por favor pasen.

La casa era sencilla, no muy grande, tenia un concepto abierto con grandes ventanas, todo pintado de blanco y con pocos muebles.

—¿Te gusta el minimalismo?— le preguntó Fabio.

—Mucho, no soporto estar rodeada de cosas, me ahoga—le respondió ella sinceramente.

Él simplemente sonrió, por primera vez encontraba algo en común con ella.

—¿Que tal, les gusta?—preguntó la señora amablemente.

—Si, mucho— respondió Amelia.

—¿Y a su esposo?

—No es mi esposo—contestó Amelia nuevamente.

—¿Cuantos cuartos tiene?—preguntó Fabio cambiando el rumbo de la conversación.

—Tres señor, cada uno con su baño.

—Si tenemos dos hijos no quedaría ningún cuarto para las visitas—le dijo Fabio lo más bajito posible a Amelia pero la señora lo escuchó.

—Su novio tiene razón, pero para eso tengo una solución, puede convertirse el estudio en un cuarto en caso de necesitar otra habitación.

—Señora, el no es mi novio tampoco— le dijo Amelia un poco cansada de dar tantas explicaciones.

La señora puso cara de no entender nada.

—¿Podemos ver la terraza por favor?— preguntó Amelia a ver si ya la doña no intentaba ponerle otro calificativo afectivo a Fabio.

—Si, si claro por aquí por favor—le indicó ella.

Amelia salió primero en lo que Fabio y la señora lo hicieron después.

—No se preocupe joven—le dijo ella bien bajito—así mismo decía yo de mi esposo que no éramos nada y mire ahora, 20 años de casados y tres hijos, dele tiempo ella cae, yo sé lo que le digo.

Fabio se le quedó mirando con cara de asombro.

—Dios mío que día—se dijo a si mismo entre dientes.

***

—El mismísimo Theo Marques, que honor— comentó Pablo al ver llegar a un señor un poco mayor que él alto, sobre lo delgado y elegantemente vestido.

—Vamos a lo que interesa y dejémonos de cumplidos—dijo Theo tajante.

Estaban una de los tantos restaurantes que tenía Theo en la ciudad, lo había cerrado para tener este encuentro, no le convenía que alguien se enterara de esa alianza, no por el momento al menos.

—Fabio Martinelli—sonrió Pablo—sé que a ti también te interesa destruirlo.

—Te escucho—dijo Theo.

—Acaba de firmar un trato digamos un tanto… inusual, ya a tener hijos con mi hija, está desesperado por tener descendencia y ya ambos sabemos el porqué.

—Pero no entiendo, eso lejos de perjudicarlo lo va a beneficiar, el no tener hijos es la única razón por la cual tendría que saliese del puesto.

—No tan así querido amigo, no tan así. ¿Te imaginas el caos que es tener hijos con una y estar casado con otra? Se volverá loco, además que tendrá un punto débil que hasta hoy no tiene, su hijo.

Theo se quedó pensando en lo que le estaba diciendo Pablo, de cierta manera tenía sentido.

—Lo llevaremos al punto que él solito va a renunciar, porque será el puesto o su hijo-continuó hablando Pablo— sé que no lograremos esto en dos ni tres meses pero a Roma tampoco la construyeron en ese tiempo. ¿Qué me dices, tengo tu apoyo?

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