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2. Me quiero ir de aquí

—Bueno, ponte cómoda, veré si encuentro algo seco para ti.

Recorro todo el lugar con la mirada, estamos en la sala, es muy amplia, de colores neutros como el gris plomo y el blanco, tiene una gran escalera que da al segundo piso, los muebles tienen un tapizado precioso; no está muy cargada, una planta en la esquina hace el ambiente más cálido, tiene un gran ventanal.

—Toma esto—dice Natalia bajando por las escaleras—te voy a llevar al baño para que te puedas arreglar.

—Llévala al baño de servicio—dice Dario de mala gana.

No sé porqué se comporta así, no le he dado razones para que me trate de esa forma, obviamente no le agrada la idea de que esté en su casa, ni siquiera había hablado hasta ahora, me hace sentir incómoda, me quiero ir.

—No, irá al de mi habitación— dice su hermana tomándome de la mano.

Se nota que es una persona muy agradable y decidida. Estos dos son muy diferentes, ella estaba dispuesta a ayudarme desde el primer momento en que me vió ahí tirada toda mojada.

—Como sea— responde antes de retirarse hacia algún lugar de la casa.

—Ven.

Subimos las escaleras y nos encontramos con un extenso pasillo muy iluminado, desde aquí puedo ver la sala. Nos paramos en frente de una puerta blanca.

—Entra aquí.

—Gracias por todo, de verdad—digo sinceramente, sino hubiera sido por ella, ahora estuviera llorando sola y empapada.

—No es nada, tranquila.

Abro la puerta para encontrarme con una hermosa habitación color rosa pastel, una cama matrimonial con una corcha del mismo color, para ser sincera, TODO es rosa.

Me aseguro de ponerle el pestillo a la puerta y me empiezo a desvestir mientras observo la ropa que Natalia me había prestado, es muy bonita; consta de una falda corta, suelta, un polocher y un suéter. Me coloco la falda, luego el polocher y por último el suéter, mis pantuflas están mojadas, por lo que opto por quedarme descalza, me acerco al espejo y me gusta lo que veo.

Me tomo el atrevimiento de usar uno de los cepillos de su tocador para acomodar mi pelo, sigue mojado, pero al menos ya no parezco la niña del aro.

Giro el picaporte de la puerta y salgo de la habitación, voy todo el pasillo deslumbrada por tanta belleza, que no noto a la persona que está frente a mí, hasta que choco con ella.

Espero que sea Natalia.

Que sea Natalia.

NO.

Dario.

En estos momentos solo quiero que la tierra se abra y me trague.

—Dis...Disculpa, no fue mi intención—digo desesperada.

No hace más que darme una mirada de pocos amigos y seguir su camino hacia donde sea que se dirija.

Darío me causa cierta incomodidad, es un hombre muy imponente y por lo visto reservado.

—Naylea—escucho a Natalia llamarme desde la planta baja.

Bajo con la idea de pedir un teléfono para llamar a mi mejor amiga, me niego a estar más tiempo en casa de unos desconocidos.

—Aquí estoy, ¿me puedes prestar un teléfono?—suelto sin rodeos.

—Si, pero primero me gustaría hablar, nos causa curiosidad saber el porqué estabas allí, en pijama y sola, te ves muy joven.

Dario se encuentra parado en el marco de una puerta, supongo que de la cocina, no me había dado cuenta de su presencia.

—Bueno—empecé a hablar, ya que me estaban ayudando, lo mínimo que podía hacer, es explicar el cómo llegué a estar en esa situación—en resumen...peleé con mi madre porque mi padrastro intentó besarme, mi madre no me creyó y me pidió que me disculpara, algo que obviamente no hice—digo rápido, mientras siento que las lágrimas amenazan con salir de mis ojos. ¡Esto es tan desesperante!

La cara de Natalia es indescriptible, al parecer le sorprendió lo que dije, mientras que Dario permanece ahí, sin cambiar su expresión.

—Lo siento mucho—pone su mano en mi rodilla— tu madre está cegada por el amor, ya verás que tarde o temprano se arrepentirá de lo que hizo.

Puede que Natalia tenga razón, pero mientras mi madre piensa en si estuvo bien o no, yo estoy en la calle, sufriendo.

—Si quieres puedes dormir aquí—ofrece la misma—mañana me voy a casa y puedo llevarte hasta la de tu amiga, esta es la casa de mi hermano.

Me siento muy avergonzada por esta situación, solo quiero irme y abrazar a Sthi hasta quedarme sin aliento. Debí disculparme, dejarlo pasar, ahora estuviera en mi habitación, leyendo algún libro o escuchando música.

—Natalia, ¿estás consciente de que estás pidiéndole a una completa desconocida que se quede a dormir en MI casa?

Ya había olvidado que su hermano estaba parado ahí, sin embargo entiendo su punto, yo podría ser una ladrona.

—No quiero ocasionar más problemas, solo necesito un teléfono.

—Toma—me sorprende ver quién es la persona que me lo está ofreciendo, pero no es increíble, ya que desde el momento cero, solo ha demostrado querer deshacerse de mí lo antes posible.

—Gracias— tomo el celular y me alejo una distancia considerable.

Después de tres tonos logro escuchar a mi querida mejor amiga.

—Amiga—sollozo—Amiga, te necesito.

—¿Nay?, ¿qué pasa?

—Si, soy yo, no estoy en casa, venme a buscar por favor, te explico todo cuando nos juntemos.

—Okay, pásame la dirección por mensaje—se escucha agitada, no estoy segura de que se encuentre en sus cinco sentidos, espero que pueda conducir.

Cierro la llamada y me dirijo a Dario quien permanece en su lugar muy expectante.

—¿Podrías mandarle la dirección?

—Si.

Me siento a esperar, el ambiente se torna incómodo, sin nada más que hacer, empiezo a mirar mis dedos, los muebles, la lámpara, las escaleras, mis pies descalzos, cualquier cosa que me entretenga.

—Toma—me extiende Natalia una tarjeta.

Al ver mi cara de confusión decide explicarme.

—Si necesitas algo, llama a este número y dile a la secretaria que quieres hablar con la Vicepresidente de finanzas.

—Gracias por todo—me sincero, después de todo, sin su ayuda estaría mojándome debajo de un techado.

—Permiso señor, afuera hay una chica—interrumpe una mujer del servicio.

—Debe ser Stheisy, gracias por todo.

Salgo lo más rápido que puedo, no me gusta estar en lugares donde no me siento bien recibida.

—¿Qué pasó?—pregunta mi mejor amiga apenas me subo a su auto.

—Mi mamá—empiezo a llorar mientras pone el auto en marcha y  le cuento todo lo que había sucedido.

—Sabes que tienes todo mi apoyo amiga. No sé qué haremos, pero tenemos que solucionar todo esto antes del viernes.

Llegamos a su casa más rápido de lo que esperaba, nos desmontamos y entramos en silencio.

Los padres de Sthi siempre se duermen temprano, algo que descubrí el día que hicimos nuestra primera pijamada aquí.

—¿Tienes hambre?—pregunta Sthi susurrando.

—No—respondo de la misma forma. Todo lo que ha pasado me ha dejado sin apetito, no quiero nada más que acostarme a dormir y permitirle a mi cabeza descansar de todo lo que está pasando.

—Entonces, vámonos a mí habitación.

Subimos y nos acostamos, las dos habíamos tenido un día agotador.

—Buenas noches Sthi.

—Buenas noches Nay, te quiero.

Lo último en que pienso antes de caer en un merecido sueño, o mejor dicho, en quien pienso, es en mi madre, ¿cómo me pudo haber hecho esto?

Martes.

Me despierto rogando porque todo haya sido una pesadilla, ilusión que se esfuma al abrir mis ojos y ver que estoy en la habitación de mi mejor amiga.

—Hola bella durmiente, no te desperté porque supuse que no querrías ir a la universidad.

—Está bien, necesito lavar esta ropa y devolverla.

—Sabes donde queda el área de lavado, mis padres ya están enterados de la situación, en el baño te dejé ropa e interiores nuevos, toma—extiende un celular— es el que tenía antes del que uso ahora, no es muy avanzado, pero te servirá para hacer llamadas.

—Gracias amiga, ¡eres la mejor!

—Eso lo sé.

—Siempre tan humilde.

—Bye, no quiero llegar tarde a clases— besa mi mejilla y se retira.

Decido meterme al baño para hacer mis necesidades, al salir, envuelvo una toalla en mi cuerpo, recuerdos de la noche anterior amenazan por aparecer, pero no, me niego a pensar en eso, tengo que estar estable para poder salir adelante.

Bajo con la ropa de Natalia entre mis manos, necesito lavarla.

—Buenos días Naylea, ¿cómo estás?—me pregunta la mamá de Sthi.

—Bien, dentro de lo que cabe.

—Ven a desayunar, nosotros tenemos que irnos a hacer algunas diligencias—habla refiriéndose a ella y su esposo—estás en tu casa.

—Okay, cuídense mucho.

Salen dejándome sola, decido ir al área de lavado, para dejar la ropa lavándose mientras me desayuno. Saco la tarjeta de Natalia y marco el número de teléfono.

—Buenos días, empresa Johnson, ¿en qué puedo ayudarle?—se escucha una relajante voz proveniente del otro lado de la línea.

—Buenos días, quiero agendar una cita con la Vicepresidente de finanzas.

—¿De parte de?

—Naylea.

—Un momento.

Esperé 10 minutos aproximadamente.

—Disculpe la demora, puede pasar a verla en eso de las 9:30.

—Gracias, pase feliz resto del día.

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