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8. La extraña en el pasillo

Estamos camino al hotel, ya está anocheciendo y estoy exhausta. Solo quiero llegar, darme un buen baño, ponerme pijama y acostarme a dormir por tres días seguidos.

—Señorita Naylea, cuando lleguemos, acompáñeme a mi suite, necesito ver sus notas— ruedo los ojos al ver que mi plan tiene interrupciones—estoy hablando con usted, ¿es sorda?

—No jefe, estaba entretenida, no hay problema.

—Pues, para la próxima, no se entretenga, no olvide que usted vino a trabajar.

Llegamos al hotel y nos dirigimos a la suite del gruñón, como ya lo había imaginado, despampanante, digna de él. Se dirigió al baño y salió con ropa de dormir, ¡genial! Él si puede estar cómodo y yo aún en tacones y ropa de trabajo. Nos sentamos en los muebles.

—Diga—me hace seña para que empiece a hablar.

Tomo la tablet y con cuidado leo todo lo que escribí en la reunión. Veo su semblante endurecerse, justo cuando creo que me va a gritar y decir que hago todo mal, de su boca salen estas palabras:

—Buen trabajo, anotó puntos claves que son fáciles de olvidar pero que juegan un gran papel en el negocio.

—Gracias.

—Ya puede irse—Salgo de la suite y me dirijo a mi habitación, al instante siento una sensación de alivio, mi primera reunión y supe como manejarla, si sigo así, no tendré problemas con mi jefe. Estoy orgullosa de mí, no me he dejado caer.

Me deshago de mi ropa y me dirijo a la tina, quiero darme un relajante baño de burbujas. Preparo el agua y me adentro en ella.

—Esto es vida—susurro con satisfacción. Cierro los ojos y me dedico a relajarme, relajación que dura poco, puesto que escucho mi teléfono sonar. Salgo de la tina con mucho cuidado, lo busco y tomo la llamada; mis ojos se iluminan al ver de quién se trata.

—¡Tan rápido me dejaste de querer!—río al escuchar a mi mejor amiga hacer drama.

—Perdón por no llamarte, se me olvidó, llegué muy cansada y después tuve trabajo, ¿cómo te ha ido con la búsqueda?

—Terrible, nunca me imaginé que sería tan difícil conseguir un lugar en donde vivir en un día—contesta triste—temo a que te quedes en la calle por mi culpa.

—Tranquila, no es tu culpa, al contrario, contigo y tu familia, estoy más que agradecida, me las ingeniaré, ya verás.

—Es que ya nos vamos mañana y no he podido conseguir nada—responde con pesar.

—No te preocupes, hablaré con Natalia a ver si me puede ayudar.

—Okay amiga, buenas noches— noto la desilusión en su voz, quizás era importante para ella conseguir un departamento para mí.

—Te quiero, bye, no te preocupes, tranquila—repito.

Corto la llamada y me dirijo a la esquina donde se encuentra mi maleta para sacar mi pijama, luego de esto me recuesto a usar mis redes sociales, tengo sueño, pero no me quiero acostar ahora, puesto que me levantaría muy temprano y no tengo nada que hacer en la mañana; la celebración por el contrato de ayer es en la noche.

Entro a mis mensajes y decido escribirle a Natalia, cuanto antes sepa de mi búsqueda, mejor.

—Buenas noches Natalia—escribo.

—Buenas noches, me agarraste en línea, estaba a punto de irme a dormir, ¿qué te hizo el gruñón de mi hermano?

—Hasta ahora, nada—solo me vió desnuda, me falta al respeto y me trata sin un poco de empatía— te escribo porque necesito que me ayudes en algo.

—Me alegro que no te haya hecho pasar malos ratos, ¿para qué soy buena?

—Es que necesito un lugar donde vivir, mi mejor amiga se va del país y su casa ya está vendida.

—¿Quieres que te busque un departamento?

—Exacto.

—No hay problema, mañana mismo me pongo en eso.

—Gracias.

—Para eso están las amigas.

Suelto el celular en la mesita de noche y me acomodo para dormir; cuando ya estoy quedándome dormida, escucho a una persona llorar. Como toda chismosa, salgo de la habitación en busca de los llantos, pero no tengo que esforzarme mucho, ya que encuentro a una chica pelirroja sentada llorando, fuera de la habitación de mi jefe, siento que la he visto en algún lugar, pero no sé dónde.

—Eres un imbecil, ¿Por qué no puedo dormir contigo?—grita sin aún notar mi presencia—al menos llévame a casa—baja un poco la voz—¿pretendes que me vaya sola?

Este abre la puerta y la toma del brazo con cierta brusquedad, que nos sorprende a ambas, lo sé porque esta se voltea y por primera vez, me da la cara, es una de las asistentes de los empresarios de hoy en la tarde, me quedo en estado de shock observando la situación frente a mí.

—Te dije que no duermo con ninguna mujer, deja de llorar y lárgate, desde el inicio quedamos en que esto solo sería diversión, no esperes nada más de mí.

Se seca las lagrimas y se va, supongo que el verme ahí le dió vergüenza.

No sé en qué momento me sumí en mis pensamientos, pues cuando volví a la realidad, mi jefe ya estaba frente a mí.

—¿Nunca le han dicho que escuchar conversaciones ajenas es de maleducados?— me enfrenta hecho una furia.

—Disculpe, escuché a alguien llorar y salí a ver si podía ayudar— me toma de los hombros y me adentra a la habitación de la misma forma con que tomó a la chica, para luego ordenarme:

—No quiero que salga de aquí— y se va dando un portazo.

—Idiota— musito en la oscuridad de la habitación.

Cada día me sorprendo más de las acciones de Darío, ¿cómo puede ser tan cruel?

Me encojo de hombros y vuelvo a la cama, al final del día, los problemas de mi jefe y sus conquistas no son míos, siento pena por la chica, pero no hay nada que yo pueda hacer. Cierro los ojos, pero no consigo reconciliar el sueño, doy vueltas en la cama desesperada, no sé qué hacer.

Tomo mi celular y conecto los audífonos, Heather de Conan Gray empieza a sonar, cierro los ojos moviendo la cabeza al ritmo de la música ¡esto es vida! Minutos después caigo en los brazos de Morfeo.

Me espanto al escuchar golpes en mi puerta, ¿qué quiere Darío ahora?, ¿será que hoy no podré dormir?

Miro la hora en el despertador de la mesita, las 4:00 de la mañana, me levanto a regañadientes y me dirijo a la puerta.

—Buenos ¿días? Jefe, ¿qué necesita?—pregunto sarcástica, cosa que él nota, ya que me lanza una mirada recriminatoria.

Entra a la habitación sin contestar y se sienta en la cama. Al ver que no tiene intenciones de hablar, tomo la iniciativa.

—¿Qué necesita?—pregunto por segunda vez, quiero que se vaya y me deje dormir de una buena vez.

—¿Cuánto quiere?—pregunta de repente.

No sé a qué se refiere.

—¿Qué?—exclamo confundida.

—¿Cuánto quiere para que se quede callada y no cuente nada de lo que vió hoy?—¿me está ofreciendo dinero?—¿me está ofreciendo dinero?— saco la pregunta de mi cabeza.

—Soy un empresario muy exitoso y conocido, no puedo darme el lujo de estar incluido en polémicas.

—Y ¿por qué cree que tengo ganas de hablar de usted?

—Porque está en un momento difícil, hará lo posible por conseguir dinero.

—Yo no soy así, tengo valores, respete—respondo cruzándome de brazos.

—¿Valores que le inculcó la mujer que la sacó de casa?—pregunta sin un poco de tacto.

—Usted es un...un—titubeo—es un irrespetuoso que cree que el dinero lo es todo y los demás son tan crueles y egoísta como lo es usted; yo nunca utilizaría algo de su vida personal para sacarle provecho, salga de mi habitación, necesito dormir y no se preocupe, su escenita con la asistente de su socio, no será divulgada, espero que pueda descansar.

Me dirijo a la puerta y la abro haciéndole señas para que salga.

¡Qué estresante es lidiar con este hombre!

-Ingenua— susurra antes de levantarse—cualquiera hubiera aprovechado la situación—sale de la habitación dejando la puerta abierta.

—No soy cualquiera, si las personas que los rodean actúan de esa forma, debería empezar a cuestionarse con qué clase de personas convive o qué clase de persona es usted, bien dicen que uno atrae lo que es.

Como repuesta, entra a su habitación y cierra la puerta, imito su acción y me dirijo a la cama.

—¡Al fin!—suspiro para volver a dormir.

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