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13. Reglas y más reglas

¡Por fin volvimos! Nunca olvidaré este viaje, literalmente.

Estamos en el camino del aeropuerto a la casa de Natalia, puesto que ella tiene mis pertenencias y noticias sobre el apartamento, ayer no pudimos hablar, por el tema de que no tengo celular.

Mi jefe no me ha vuelto a hablar desde anoche que me prestó su celular, me agrada el silencio, puesto que solo abre la boca para insultar, juzgar y corregir; sin embargo, también me preocupa, tengo miedo a ser despedida, por eso anoche decidí aceptar que me llamara como lo hizo, no estoy en condiciones de contestar.

Cada día estoy peor, bien que me decía Sthi que necesitaba tirarme de espalda en la playa a ver si así se me quita la mala suerte.

Llegamos a la casa de Natalia, ella se encuentra afuera esperándonos.

—Espero verla mañana temprano—se despide mi jefe.

—Gracias por traerme señor, así será.

—La verás antes de mañana hermanito—se incluye Natalia en la conversación.

—¿De qué hablas?—Dario luce confundido ante las palabras de su hermana.

—Espera y verás querido hermano, espera y verás.

—Ven, te mostraré en dónde vivirás—la hermana de mi gruñón jefe me conduce hasta su auto, el cual tiene los asientos de atrás llenos con mis pertenencias.

—No tengo palabras para agradecer todo lo que has hecho por mí, no me imagino qué habría pasado conmigo aquella noche que me encontraste llorando empapada frente a la empresa.

—No tienes que agradecerme, eres una chica maravillosa, con mala suerte, pero maravillosa, verás que algún día la vida te recompensará por cada desgracia que has vivido. Por cierto, ¿Cómo te encuentras?

—Mejor, ya casi no me duele, los calmantes han hecho su efecto, me dieron tres puntos, según el doctor se caen solos, solo queda esperar que eso suceda y estaré como nueva.

—Me alegro; pues bien, como estuvimos hablando anteayer, los departamentos en esta zona son muy caros, están fuera de tu presupuesto, aún no encuentro alguno que se adapte a ti, más lejos quizás si, pero se te complicaría el ir a la empresa.

—Entonces ¿qué haremos?—pregunto preocupada, pensé que eso ya estaba resuelto.

—Tranquila, tengo una idea, casi estamos llegando, mejor toma mi celular y escríbele a Stheisy, me ha estado llamando el día completo, se preocupa mucho por ti.

—Si, no te imaginas cuánto.

—Llegamos—avisa Natalia, por lo que rápidamente borro el chat con mi mejor amiga, para devolverle su celular.

Cuando levanto la mirada me sorprendo al ver dónde estamos.

—No me mates—sonríe dudosa.

—¿Qué hacemos en la casa de Darío Natalia?— pregunto seria.

—Corrección, es la casa materna, aquí vivirás hasta que te consiga algo económico o empieces a cobrar en la empresa.

—No Natalia, imposible, no puedo vivir con mi jefe, además, tu hermano no lo permitiría.

—Tengo el mismo derecho que él, baja, todo estará bien.

Considerando mis opciones, no me queda nada más que seguirla y adentrarnos en la casa, aún estoy un poco insegura, veré qué dice Dario.

—¿Qué hacen aquí?—casi salto del susto.

—Hola a ti también hermanito.

—¿Te vas a quedar a dormir?—pregunta observando mi maleta.

—No, es de Naylea, la instalaré en una de las habitaciones de huéspedes.

—¿Tú qué?

—La instalaré en la habitación de hues—no la deja continuar, no le gusta para nada la idea, de lejos se nota.

—No se quedará en mi casa, ¿cómo se te ocurre querer alojar a una desconocida?

Auch.

—No es tu casa, es la casa de nuestros padres, por lo que puedo hacer y deshacer cuando me dé la gana.

—Esta es MÍ casa y ya dije que no lo permitiré.

—¡No me hagas enojar Dario Johnson, no lo hagas! mucha paciencia te he tenido. Solo estoy intentando ayudar a una amiga.

—¿Por qué no la llevas a tu casa?—pregunta un poquito (que se note el sarcasmo) alterado.

—Porque no veo la necesidad de que ella se tenga que quedar en mi casa donde vivo con mi esposo e hijos y no tengo habitaciones libres, las restantes las ocupan las personas del servicio, mientras tú estás solo aquí en la mansión de NUESTROS PADRES.

—Despide a uno de los del servicio y listo.

—Si nuestros padres te pudieran escuchar, estuvieran muy decepcionados de ti— musita Natalia—ellos nunca habrían dejado a una persona que lo necesita en la calle.

Natalia sostiene mi maleta enojada y me toma del brazo ignorando olímpicamente a su hermano.

—Disculpa por hacerte pasar un mal rato, si te puedes quedar aquí.

La que se siente mal soy yo, por mi culpa se pelearon.

—No quiero que estés mal con tu hermano por mi culpa, debería irme.

—Todos siempre están mal con Darío Naylea, grábatelo.

Llegamos a una de las habitaciones del fondo y nos adentramos.

—No quiero hacerte pasar un mal rato, esta es la habitación más alejada de Darío, si tienes suerte, ni siquiera te lo toparás.

—Gracias...—contesto insegura, no me gusta nada esta situación, seguiré buscando departamentos.

No me quejo, estoy muy feliz y agradecida de haber encontrado una persona tan bondadosa como Natalia, es de las que ya no hay.

Dos chicas del servicio subieron mis cosas, son muy eficientes.

—Si quieres te ayudo a arreglar todo, así las chicas pueden regresar a sus oficios.

—Está bien, no hay problema, son pocas, yo puedo sola.

—Bueno, pues en ese caso, me iré, estás en tu casa, instálate.

Me besa la mejilla y se va, todas mis cosas están encima de la gran cama. La habitación es muy bonita, todo es blanco lo que la hace ver reluciente e impecable.

Lo mío no es tanto: cuadernos, unos cuantos calzados, ropa, interiores, etc, por lo que no tardaré mucho tiempo arreglando.

—Permiso—escucho a alguien decir antes de abrir la puerta.

—Diga—es una señora del servicio.

—El señor Johnson quiere hablar con usted, la espera en su despacho.

—Está bien, gracias.

Salgo de la habitación y me sigo a la mujer hasta el despacho de Dario, al llegar, toco la puerta y espero hasta escuchar su respuesta.

—Siéntese—me dice apenas me ve— ya que mi prepotente hermana decidió alojarla aquí, le quiero comunicar que tengo reglas, las cuales tiene que seguir si se quedará en mi casa.

—No hay problema—contesto segura, me imaginé que algo así podría pasar. Darío es un controlador de primera.

-No se meta en mi vida personal.

-No salga de la habitación después de las 1:00 am.

-Nada de andar desnuda por ahí.

¿A quién se le ocurriría eso?

-Las pocas veces que nos veamos, me dirá señor Dario, aunque no estemos en la empresa sigo siendo su superior.

-No traiga hombres, si llego a ver alguno, está fuera.

-No quiero que se exhiba mucho fuera de la casa, puesto que si alguien la llega a ver, podría pensar que tengo algún tipo de relación amorosa y no acostumbro a que me vean con mujeres.

-Coma en la cocina, a menos que tenga alguna una comida de trabajo y la necesite conmigo para tomar notas.

-Mis empleados NO son sus empleados—puntualiza.

—Por último, le dejo esto, es un contrato de confidencialidad, el cual expone que si usted filtra algo que vea en esta casa, me tendrá que pagar 10,000 dólares.

¿Qué?

Si tuviera 10,000 dólares, no estaría aquí.

—Eso es todo, se puede marchar.

—Está bien, gracias—respondo por cordialidad, sin embargo, creo que es notoria la impresión que me dejó esta conversación.

¿Contrato?

Me levanto con la intención de regresar a la habitación y terminar de ordenar mis cosas.

—¡Ah, otra cosa!

—Diga.

—Me interesa saber si aún tiene mi tablet.

—Si señor.

—Menos mal.

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