9. Aburrida

Viernes

Me levanto súper cansada por todos los acontecimientos ocurridos en la madrugada, pero es tarde, tengo que levantarme y reportarme ante mi jefe para que sepa que estoy disponible, por si me necesita. Me deshago de mi pijama para dirigirme al baño, me encantaría quedarme en la tina un buen rato, pero no puedo, por lo que opto por abrir la ducha y dejar caer la lluvia artificial sobre mí; cierro los ojos al sentir el agua fría.

Después de unos minutos de gloria, tengo que salir del baño y volver a mi realidad, me dirijo a mi maleta para buscar el atuendo de hoy. No he utilizado el closet de la habitación porque encuentro innecesario colgar ropa para estar tan pocos días, saco una falda roja pegada al cuerpo por encima de la rodilla, una blusa de mangas cortas con cuello tortuga y unos tacones de aguja.

Salgo de la habitación y me dirijo a la de mi jefe, toco la puerta y espero su respuesta.

—Buenos días— digo cuando diviso al hombre por el cual no pude dormir bien.

Sale y sin decir alguna otra palabra, lo sigo hasta el vestíbulo— hoy me acompañará a una comida en la casa de uno de los inversionistas, posteriormente, vendremos al hotel a prepararnos para la celebración. Espero que no se distraiga y sea muy eficiente.

No entiendo qué tanto puedo hacer en una comida, pero no pienso llevarle la contraria, por lo que me dedico a asentir.

—Venga, desayunaremos aquí.

Nos dirigimos a un restaurante del hotel y como el día anterior, Darío pide por mí.

Han pasado varios minutos tediosos esperando por la comida, Darío está en su celular y yo solo lo veo a él y al lugar, tengo hambre y empiezo a echar de menos la presencia de James, por lo que no tardo mucho en preguntar.

—Señor, ¿dónde se encuentra James?—pregunto lo más calmada y respetuosa posible.

Levanta la cara de su celular para prestarme atención por primera vez desde que entramos al restaurante, cosa de la cual me arrepiento, puesto que su ceño se frunce en cuestión de segundos.

¡Por Dios! Esa es la única cara que conoce este hombre, se pondrá viejo antes de tiempo.

—Lo que haga o deje de hacer mi personal, no es su problema, concéntrese en su trabajo que es lo que le corresponde.

¡Auch!

Lo prefiero callado, ¡es un idiota! Voy a abrir la boca para responderle cuando se acerca una chica joven con lo que Darío había pedido para nosotros.

—Buenos días, aquí está su pedido—saluda amablemente mientras coloca cada plato en su lugar— si necesitan algo no duden en avisarme.

—Buenos días, graci— no logro terminar ya que soy interrumpida por mi arrogante jefe.

—Lo único que necesito es que no me hagan esperar y perder mi valioso tiempo.

—Disculpe señor, es que en la mañana hay muchas personas, por eso tardamos un poquito más.

—Pues contraten a más personas para que los ayude—responde obvio— como sea.

La chica asiente con tristeza y me mira a los ojos, aprovecho para disculparme en un susurro; trabajar con este hombre significa tirarse sus muertos.

Bajo la vista y me dedico a detallar mi desayuno es un Omelette de jamón, queso y ajíes verdes, amarillos y rojos; tocineta, pan europeo, fruta y un vaso de Jugo de naranja. Tomo los utensilios de comer y me dedico a degustar el rico desayuno elegido por mi jefe, cierro los ojos, está muy bueno.

—Adoro el Omelette—casi me atoro al escuchar a mi jefe.

—Está muy bueno—contesto.

Me siento extraña, primera vez que Darío me dirige la palabra para algo más que un reclamo o trabajo, me permitió conocer uno de sus gustos, fuera de los lujos que tanto presume.

Decido no darle tantas vueltas al asunto y seguir comiendo, para él quizás solo fue un simple comentario, mientras yo me desgasto pensando el porqué lo hizo.

—Terminé, le doy 10 minutos para que usted lo haga, mientras tanto haré una llamada—dicho esto, toma su celular y se levanta. Lo sigo con la mirada y lo diviso en una esquina, por sus gestos, puedo notar que está enojado, discute con alguien por el celular.

—Pobre de ese ser humano—pensé.

Me considero una persona sensible, muchas cosas me hieren, no tolero que las personas me griten o me traten mal, por eso, siento que tendré que esforzarme para mantener mi puesto en la empresa, Darío es una persona fría a la cual no le importa el como se sientan los demás, es duro darse cuenta que existen personas así, pero supongo que a este nivel, nada me debería de sorprender.

Mi madre me dejó a mi suerte, por el miedo al abandono y es algo que nunca podré superar, por más que me esfuerce y por más bien que me vaya, en este mundo no existe una persona a la cual yo ame más que ella, espero que algún día abra los ojos y pueda salir de esa relación tan tóxica y dañina que lleva con mi padrastro, si fue capaz de sobrepasarse conmigo, que tiene años conociéndome, no sé qué pueda llegar a hacer con otras chicas.

Me termino de beber mi jugo y veo a lo lejos a Darío haciéndome señas, me paro, tomo mis cosas y me acerco a él.

Salimos del hotel y nos dirigimos a un auto negro que se encuentra en el estacionamiento, mi jefe se sube en el asiento del conductor y yo voy hacia la puerta de atrás para abrirla, sin embargo, una dura voz me interrumpe.

—No soy su chófer.

—Disculpe—suelto la puerta y me voy a la delantera.

Es cuestión de segundos para que mi jefe arranque de repente.

¡No me dejó ponerme el cinturón!

¡Este hombre está loco!

Estamos en camino a casa del comprador, aún me sigo preguntando por James, pero Darío dejó muy claro que no me diría nada.

Por lo que opto por tomar mi celular y escribirle a mi mejor amiga y a la hermana de mi acompañante, para ver qué ha podido conseguir.

Sthi

—Hola mejor amiga

—Hola Nay, ¿qué tal?

—Muy bien, camino a una comida, ¿y tú?

—Camino al aeropuerto

—Buen viaje amiga, cuídate mucho.

—Gracias, te llamo cuando lleguemos.

Salgo del chat de Sthi para dirigirme al de Natalia, tengo un mensaje que no había leído.

Nat

—Buenos días Naylea, he estado investigando y no he encontrado nada, pero ya tengo la solución.

—Gracias por todo, aunque no puedo negar que me preocupa un poquito tu mensaje.

—Tranquila, no te quedarás en la calle. Confía en mí.

Leo ese último mensaje y bloqueo mi celular, Nat tiene razón, me tranquilizaré, ella me acogió en el peor momento y gracias a ella tengo un trabajo, yo sé que no me fallará. Cierro los ojos y me relajo, según Darío, el comprador vive a unos 30 minutos del hotel.

—Despierte—siento que soy sacudida bruscamente—despierte.

— 10 minutos más mamá.

—¿Qué?

Un poquito más resignada abro los ojos y con lo primero que me topo son con los de mi guapo jefe, tiene la cara de culo que nunca lo abandona.

—¡Qué eficiente mi asistente!

Me incorporo y acomodo mi ropa para contestar.

—Si cierto jefe que me mira con cara de odio no hubiera tenido noche de diversión, hoy estuviera descansada.

¿Necesito el trabajo? Si.

¿Dejaré que me ande pisoteando cada vez que quiera? No, nunca.

Salgo del vehículo y acomodo mi falda, saco mi cartera, la tablet de trabajo y mi celular, guardo lo anteriormente mencionado y espero que mi jefe me guíe.

—Por aquí—señala la puerta a la gran mansión, ¿estas personas cagan dinero o qué?

Nos acercamos y presiona un botón al mismo tiempo que se acerca a este.

—Darío.

—Daisy te abrirá en un momento—responden por una bocina.

Lo que hace a mi jefe alejarse del intercomunicador y posicionarse a mi lado. Segundos después nos abre una chica vestida con el uniforme de servicio.

—Buenas tardes, pasen.

—Gracias—respondo con amabilidad, mi jefe, como es de esperarse, no contesta.

¡Adoro su educación!

Nos adentramos a la mansión y no veo nada más que exquisitez, es muy bonita, no puedo disimular mi cara de asombro.

Mi jefe se acerca a mi oído y susurra: —Ambos sabemos que la mía es más grande y bonita—no puedo evitar sentir un pequeño escalofrío atravesar por mi espina dorsal.

¡Contrólate Naylea! Es solo tu jefe con su acostumbrado aire de grandeza y superioridad.

Lo ignoro y sigo a Daisy hasta un gran comedor donde se encuentra uno de los hombres de ayer, el cual (siendo sincera) no recuerdo su nombre, pero de lo que si estoy segura es que es el jefe de la chica que estuvo esta madrugada en el hotel. No sé porqué, pero una risita sale de mi ser, haciendo que todos posen sus miradas en mí.

¡Ups!

Me aclaro la garganta y saludo—buenas tardes señor.

—Buenas tardes señorita Naylea—responde el comprador—Buenas tardes amigo—se dirige a mi jefe—ambos pueden tomar asiento, los demás no tardan en venir.

—Gracias—respondo haciendo lo que me había ofrecido.

Darío y él comienzan a hablar sin darme algún tipo de participación en la conversación. Cuando creo que moriré de aburrimiento escucho voces provenir de la puerta principal, creo reconocer sus dueños, sin embargo, lo confirmo cuando aparecen en mi campo de visión, son los dos compradores faltantes, ninguno anda con sus asistentes.

¿Qué hago yo aquí?

Me remuevo incómoda en mi asiento, el simple hecho de ser la única asistente del lugar me desagrada, eso significa más horas escuchando conversaciones en las que no me incluyen y que sinceramente, tampoco me interesan, no sé porqué me trajo, no es una reunión de negocios, muy tranquila me pude haber quedado disfrutando de los lujos del hotel.

—Ya que están todos, podemos comer, Daisy, traigan todo.

En cuestión de segundos comienzan a llegar personas del servicio con distintos platillos, es asombroso, se me antoja comer de todo; es lo único bueno de estar aquí, aunque en el hotel pudiera estar comiendo muchas cosas buenas sin tener que soportar a estos cuatros hombres.

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