Isabella.
Me despierto antes de que el sol asome por la ventana de mi pequeño apartamento. El mundo sigue envuelto en sombras, pero yo ya estoy en movimiento. No hay tiempo para disfrutar la tranquilidad de la mañana, ni siquiera para un segundo de reflexión. Mi vida ha sido así desde que tengo memoria: un constante correr, sin pausa. Algunas personas tienen el privilegio de detenerse a oler las flores, pero yo apenas tengo tiempo de respirar. El despertador apenas ha sonado cuando ya estoy de pie, en mi pequeña cocina, calentando un café. El estómago me gruñe, pero no hay mucho que comer. Unas galletas viejas, quizás. El alquiler está a punto de vencer, y cada centavo cuenta. La mesa en la que apoyo los codos está llena de papeles: facturas, cuentas atrasadas y un portafolio de fotos que he rehecho tantas veces que ya no sé si tiene sentido. Ser modelo. Ese ha sido mi sueño desde que era una niña, pero cada día parece más lejano. Cada vez que entrego mi portafolio a una agencia, espero una respuesta que nunca llega, o cuando lo hace, es siempre la misma: "No encajas con lo que buscamos". Sé que lo que realmente quieren decir es que mi piel no encaja con su idea de belleza. A veces me pregunto si alguna vez lograré romper esa barrera, o si estaré destinada a quedarme atrapada en este ciclo de rechazo. Con un suspiro, me sirvo el café en la taza más vieja que tengo. Mis dedos recorren las grietas del borde mientras mi mente se llena de pensamientos. Hoy, después del trabajo, tengo que ir a otra agencia. Esta es la última de la lista que conseguí con tanto esfuerzo. Tal vez sea otra puerta cerrada, pero no puedo rendirme. No todavía. El autobús hacia el trabajo está abarrotado, como siempre. Me las arreglo para encontrar un asiento junto a una señora mayor que me sonríe, aunque sus ojos reflejan el cansancio que también siento yo. La ciudad está viva, llena de ruido y gente apurada, pero dentro del autobús, todos estamos en silencio, cada uno inmerso en su propio mundo. Mi uniforme cuelga en mi bolso. Lo he usado tantas veces que ya no parece blanco, sino un gris pálido, gastado. Hoy tengo un turno largo en el catering, pero todo lo que puedo pensar es en la cita con la agencia. ¿Qué dirán esta vez? ¿Me mirarán a los ojos o simplemente verán el color de mi piel antes de hacerme a un lado? Cuando llego al trabajo, todo es un caos organizado, como siempre. El equipo de catering corre de un lado a otro, ajustando detalles para la gran cena de esta noche. No es la primera vez que trabajo para gente rica, pero cada vez es como si fuera un recordatorio de lo lejos que estoy de ese mundo. Sirvo a personas que ni siquiera me ven, para quienes soy solo una sombra. Pero no me molesta. No espero que me vean, no espero nada de ellos. —¿Lista para otro día de glamour? —me pregunta Carlos, uno de los compañeros del catering, con una sonrisa burlona. —Más que lista —respondo, intentando no pensar en lo agotador que será. En realidad, mi mente está en otro lugar, en el momento en que termine el turno y me dirija a la agencia con mi portafolio. A lo largo del día, intento concentrarme en mi trabajo, pero mis pensamientos siempre regresan a mi sueño. Desde niña, siempre me veía caminando por las pasarelas, llevando vestidos que robarían el aliento de cualquiera. Mi madre solía decirme que tenía algo especial, algo que haría que el mundo se detuviera para mirarme. Pero hasta ahora, ese mundo ha seguido su curso sin siquiera una mirada en mi dirección. Finalmente, el turno termina. Mis pies están cansados, pero mi corazón late con fuerza. Es el momento que he estado esperando todo el día. Me cambio rápido, guardo el uniforme en mi bolso y salgo del local. El sol ya está bajando, pintando el cielo de tonos naranjas y rosados. Un escenario perfecto, pero todo lo que puedo pensar es en la caminata que me espera hasta la agencia. No puedo permitirme un taxi, así que me ajusto la mochila al hombro y empiezo a caminar. Las calles de la ciudad están llenas de vida, pero yo siento como si estuviera caminando sola. Cada paso que doy me pesa más que el anterior, no por el cansancio físico, sino por la anticipación del rechazo que sé que me espera. Pero me niego a rendirme. Mi madre siempre decía que los sueños no se alcanzan sin esfuerzo, y yo estoy dispuesta a darlo todo. La agencia está en una zona lujosa, donde las tiendas tienen escaparates tan grandes que casi puedo ver mi reflejo completo en ellos. Me detengo un segundo frente a uno de esos espejos improvisados, observando mi imagen. Mi piel morena contrasta con los maniquíes pálidos y perfectos que están detrás del vidrio. Sus cuerpos rígidos representan un ideal de belleza que parece inalcanzable para alguien como yo. Entro al edificio con el portafolio en la mano, intentando mantener la calma. La recepcionista me lanza una mirada rápida, una mezcla de curiosidad y desinterés. Me acerco al mostrador y le entrego mi carpeta con una sonrisa nerviosa. —Vengo a dejar mi portafolio —le digo, esperando que mi voz no traicione mis nervios. Ella lo toma sin decir una palabra, hojeando las fotos rápidamente, como si estuviera evaluando si vale la pena siquiera presentarlo. Después de unos segundos, asiente, pero no me mira a los ojos. —Te llamaremos en una semana —dice, antes de volver a su computadora. Salgo de la agencia con el corazón en la garganta. Sé lo que significa esa frase. "Te llamaremos" es solo una manera educada de decir "No estamos interesados". Es lo mismo que he escuchado tantas veces antes. Pero no puedo dejar que eso me detenga. Mi sueño es lo único que tengo, y no voy a dejar que se desvanezca, aunque el camino esté lleno de obstáculos. De regreso a casa, el cansancio empieza a pesarme. Mis pies duelen, mi mente está agotada, pero aún queda un destello de esperanza en mi interior. Tal vez esta vez sea diferente. Tal vez una de esas agencias vea lo que yo veo en mí. Tal vez, solo tal vez, haya una oportunidad esperando. Mañana será otro día, otro turno, otra agencia. Y yo seguiré aquí, luchando por mi sueño, sin importar cuántas veces me cierren la puerta. Gracias por leer.MatthewEstaba sentado en la sala de reuniones, pero en mi mente solo resonaba un eco. Mis ojos se posaban sobre las gráficas del proyector, pero no absorbía nada. Todo se sentía distante, lejano. La imagen de Isabella no dejaba de aparecer en mi cabeza, esa chica de piel morena y cabello rizado que me había salvado aquella noche. Trataba de apartarla de mis pensamientos, diciéndome que no tenía sentido seguir pensando en ella. Rebecca era la mujer perfecta, la que todos consideraban la elección correcta para mí, aunque últimamente esa idea me parecía más hueca que nunca.Terminé la reunión y dejé que los demás salieran mientras yo recogía mis cosas lentamente, intentando forzarme a concentrarme en lo que realmente importaba: los negocios, las inversiones, la boda de mi hermano. Ah, la boda de Logan. Solo de pensar en ello, sentía cómo algo se torcía en mi estómago. Mi relación con Rebecca estaba en un estado que apenas podía llamarse relación. Pero todo el mundo esperaba que nosotro
Matthew. Después de aquel incidente en la fiesta, no pude dejar de pensar en ella. Isabella. Esa chica de tez morena y cabello rizado, la misma que había hecho lo impensable: me había salvado, sin esperar nada a cambio. Mientras todo el mundo se movía a su ritmo, en mi mente solo resonaba su nombre. Era absurdo, lo sé. Era una camarera, alguien que nunca encajaría en mi mundo, y aun así, no podía apartarla de mis pensamientos.Decidí usar mis recursos, algo en lo que siempre he sido bueno. Un simple chasquido de dedos y mis contactos más confiables me proporcionaron todo lo que necesitaba saber sobre ella. Isabella Martínez. Latina. Vive en un barrio humilde al sur de la ciudad. Estudiante de actuación, aunque no puede permitirse pagar el último semestre. Además, da clases de danza en su tiempo libre. Sus ingresos no son suficientes, pero a pesar de todo, sigue adelante. Era la definición de alguien luchando por sobrevivir.No podía evitar sentir una mezcla de admiración y curiosida
MatthewEl eco de mis pasos resuena en la enorme sala vacía mientras camino de un lado a otro, esperando. He estado en muchas situaciones incómodas a lo largo de mi vida, pero esta... esta supera cualquier cosa que haya imaginado. Pedirle a una camarera que finja ser mi novia. Suena ridículo incluso en mi cabeza, pero no tengo opción.La puerta se abre, y la veo entrar. Isabella. Su cabello rizado enmarca su rostro de forma casi desordenada, pero hay algo en su porte que me llama la atención. Camina con la cabeza en alto, segura, como si estuviera entrando a cualquier lugar excepto la mansión Carrington. No puedo evitar admirar su confianza, su determinación, incluso cuando sé que está enfrentando dificultades."Gracias por venir", le digo, tratando de sonar casual. Ella asiente, pero no dice nada al principio. Sus ojos me observan con cautela, como si estuviera midiendo cada palabra que digo. No puedo culparla."¿Por qué estoy aquí?", pregunta finalmente, cruzando los brazos frente a
Días atrás. IsabellaLa alarma suena a las cinco de la mañana, como todos los días. La apago de un golpe y me quedo un segundo más bajo las mantas. La cama es incómoda, el colchón está gastado, pero es mi refugio, al menos por unos minutos más antes de enfrentar el día. Respiro hondo y, mientras estiro los músculos doloridos, pienso en cómo llegué aquí. Las deudas, el alquiler atrasado y las cuotas de la universidad me golpean la cabeza como si fueran una segunda alarma.No tengo dinero para pagar el último semestre. Me duele admitirlo, pero es la verdad. Cada centavo que gano en el catering se va en comida y en mantener este pequeño departamento que comparto con más gente de la que debería. No me quejo. Hay gente que la tiene peor. A veces me pregunto si lograré algo más que sobrevivir, si podré algún día estudiar actuación como lo soñé desde niña. Ser actriz, estar en una pantalla grande, o al menos en una pasarela. Ese es mi sueño más profundo, pero los días pasan, y sigo atrapad
Matthew. La mirada de Isabella lo decía todo. Estaba confundida, pero también había algo más, como si a pesar de lo absurdo de la situación, hubiese cierto alivio en saber lo que se le estaba pidiendo. No sé si era por la promesa de un respiro económico o si estaba acostumbrada a enfrentar la vida con la cabeza en alto, pero lo que sí sabía era que esto no iba a ser fácil para ninguno de los dos.Estábamos en una cafetería a las afueras de la empresa, ella había llegado puntual y eso me agradaba, la impuntual idas me enojaba muchísimo. Cuando entró por la puerta vi que vestía unos jeans negros y una blusa blanca básica, su cabello rizo estaba suelto y llamaba la atención por lo frondoso qué es, así que disfrute viendo como Isabella caminaba segura hacia mi mesa, ignorando las miradas de todos. —¿Y cómo planeas que hagamos esto? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio que había llenado el lugar por varios minutos.—Nos conoceremos lo suficiente para que no haya dudas cuando estem
Isabella. Hoy es el gran día. ¡Finalmente puedo pagar el último semestre! El último escalón en la montaña que he estado subiendo durante tantos años. Con la carpeta de mis papeles en mano y la pequeña bolsa con el dinero exacto para la matrícula, entro en la universidad con una sonrisa que no puedo ocultar. El aire parece más ligero, más fresco, como si el universo supiera lo que significa este momento para mí. Me tomo un segundo para apreciar el edificio que tantas veces me ha recibido, lleno de retos y oportunidades. Mi esfuerzo finalmente está rindiendo frutos.—¡Hola, Isabella! —me saluda una de mis compañeras de clase, con una sonrisa que refleja algo de admiración.—¡Hola! —respondo con entusiasmo, mientras camino rápidamente hacia la oficina de administración.Todo en mí vibra de emoción. Después de tanto trabajo, tantos sacrificios y noches de preocupación, he logrado llegar a este momento. A veces pensaba que no lo lograría, que quizás tendría que dejar mis sueños a un lado.
Isabella. Dias después. El sonido del motor del auto de Matthew era casi relajante mientras recorríamos las calles de la ciudad. Mis pensamientos iban y venían, y no podía evitar preguntarme cómo había llegado hasta este punto. De ser una simple camarera con sueños de ser modelo, ahora estaba a punto de enfrentarme a la familia Carrington, fingiendo ser la novia de Matthew. Todo parecía tan surrealista. —Mañana es la cena —dijo Matthew, rompiendo el silencio—. Necesitamos estar bien preparados. —¿Qué quieres decir con "bien preparados"? —pregunté, girando mi cabeza para mirarlo. —Es importante que conozcas a mi familia. Te contaré quién es quién. Así no te sentirás perdida. —Su tono era serio, como si estuviera planeando una estrategia militar. Asentí, tratando de mostrarme más tranquila de lo que realmente estaba. A pesar de ser un acuerdo estrictamente profesional, la idea de conocer a su familia y mantener esta fachada me ponía los nervios de punta. —Para empezar, está mi
Isabella Al bajar del auto me quedé viendo la casa frente a mi, si es que esto se podía llamar casa, más parecía una mansión. Hacia estado antes aquí, como mesera, ahora venía como la novia de Matthew. Es por esa razón que me sentía completamente diferente y muy nerviosa, aunque me ordenaba no demostrarlo. Matthew tomó mi mano y sentir la calidez de la misma, me dió un poco de más seguridad, además la sonrisa que me brindaba se me hizo imposible no ser recíproca. Al pasar el umbral ya todo fue diferente, díez ojos estaban fijos en nosotros, bueno, más bien en mi. Por lo que no bajo la cabeza ni la mirada y sonrío gozando el momento, aunque por dentro parezca gelatina de lo nerviosa que estoy. El ambiente en la casa de los Carrington estaba tenso, y no podía decir que fuera solo por mí. Apenas habíamos cruzado el umbral, y ya sentía las miradas de todos posarse sobre nosotros. Matthew me sostenía del brazo con una mezcla de seguridad y algo más que no podía identificar del todo