Capítulo 2

Isabella.

Me despierto antes de que el sol asome por la ventana de mi pequeño apartamento. El mundo sigue envuelto en sombras, pero yo ya estoy en movimiento. No hay tiempo para disfrutar la tranquilidad de la mañana, ni siquiera para un segundo de reflexión. Mi vida ha sido así desde que tengo memoria: un constante correr, sin pausa. Algunas personas tienen el privilegio de detenerse a oler las flores, pero yo apenas tengo tiempo de respirar.

El despertador apenas ha sonado cuando ya estoy de pie, en mi pequeña cocina, calentando un café. El estómago me gruñe, pero no hay mucho que comer. Unas galletas viejas, quizás. El alquiler está a punto de vencer, y cada centavo cuenta. La mesa en la que apoyo los codos está llena de papeles: facturas, cuentas atrasadas y un portafolio de fotos que he rehecho tantas veces que ya no sé si tiene sentido.

Ser modelo. Ese ha sido mi sueño desde que era una niña, pero cada día parece más lejano. Cada vez que entrego mi portafolio a una agencia, espero una respuesta que nunca llega, o cuando lo hace, es siempre la misma: "No encajas con lo que buscamos". Sé que lo que realmente quieren decir es que mi piel no encaja con su idea de belleza. A veces me pregunto si alguna vez lograré romper esa barrera, o si estaré destinada a quedarme atrapada en este ciclo de rechazo.

Con un suspiro, me sirvo el café en la taza más vieja que tengo. Mis dedos recorren las grietas del borde mientras mi mente se llena de pensamientos. Hoy, después del trabajo, tengo que ir a otra agencia. Esta es la última de la lista que conseguí con tanto esfuerzo. Tal vez sea otra puerta cerrada, pero no puedo rendirme. No todavía.

El autobús hacia el trabajo está abarrotado, como siempre. Me las arreglo para encontrar un asiento junto a una señora mayor que me sonríe, aunque sus ojos reflejan el cansancio que también siento yo. La ciudad está viva, llena de ruido y gente apurada, pero dentro del autobús, todos estamos en silencio, cada uno inmerso en su propio mundo.

Mi uniforme cuelga en mi bolso. Lo he usado tantas veces que ya no parece blanco, sino un gris pálido, gastado. Hoy tengo un turno largo en el catering, pero todo lo que puedo pensar es en la cita con la agencia. ¿Qué dirán esta vez? ¿Me mirarán a los ojos o simplemente verán el color de mi piel antes de hacerme a un lado?

Cuando llego al trabajo, todo es un caos organizado, como siempre. El equipo de catering corre de un lado a otro, ajustando detalles para la gran cena de esta noche. No es la primera vez que trabajo para gente rica, pero cada vez es como si fuera un recordatorio de lo lejos que estoy de ese mundo. Sirvo a personas que ni siquiera me ven, para quienes soy solo una sombra. Pero no me molesta. No espero que me vean, no espero nada de ellos.

—¿Lista para otro día de glamour? —me pregunta Carlos, uno de los compañeros del catering, con una sonrisa burlona.

—Más que lista —respondo, intentando no pensar en lo agotador que será. En realidad, mi mente está en otro lugar, en el momento en que termine el turno y me dirija a la agencia con mi portafolio.

A lo largo del día, intento concentrarme en mi trabajo, pero mis pensamientos siempre regresan a mi sueño. Desde niña, siempre me veía caminando por las pasarelas, llevando vestidos que robarían el aliento de cualquiera. Mi madre solía decirme que tenía algo especial, algo que haría que el mundo se detuviera para mirarme. Pero hasta ahora, ese mundo ha seguido su curso sin siquiera una mirada en mi dirección.

Finalmente, el turno termina. Mis pies están cansados, pero mi corazón late con fuerza. Es el momento que he estado esperando todo el día. Me cambio rápido, guardo el uniforme en mi bolso y salgo del local. El sol ya está bajando, pintando el cielo de tonos naranjas y rosados. Un escenario perfecto, pero todo lo que puedo pensar es en la caminata que me espera hasta la agencia. No puedo permitirme un taxi, así que me ajusto la mochila al hombro y empiezo a caminar.

Las calles de la ciudad están llenas de vida, pero yo siento como si estuviera caminando sola. Cada paso que doy me pesa más que el anterior, no por el cansancio físico, sino por la anticipación del rechazo que sé que me espera. Pero me niego a rendirme. Mi madre siempre decía que los sueños no se alcanzan sin esfuerzo, y yo estoy dispuesta a darlo todo.

La agencia está en una zona lujosa, donde las tiendas tienen escaparates tan grandes que casi puedo ver mi reflejo completo en ellos. Me detengo un segundo frente a uno de esos espejos improvisados, observando mi imagen. Mi piel morena contrasta con los maniquíes pálidos y perfectos que están detrás del vidrio. Sus cuerpos rígidos representan un ideal de belleza que parece inalcanzable para alguien como yo.

Entro al edificio con el portafolio en la mano, intentando mantener la calma. La recepcionista me lanza una mirada rápida, una mezcla de curiosidad y desinterés. Me acerco al mostrador y le entrego mi carpeta con una sonrisa nerviosa.

—Vengo a dejar mi portafolio —le digo, esperando que mi voz no traicione mis nervios.

Ella lo toma sin decir una palabra, hojeando las fotos rápidamente, como si estuviera evaluando si vale la pena siquiera presentarlo. Después de unos segundos, asiente, pero no me mira a los ojos.

—Te llamaremos en una semana —dice, antes de volver a su computadora.

Salgo de la agencia con el corazón en la garganta. Sé lo que significa esa frase. "Te llamaremos" es solo una manera educada de decir "No estamos interesados". Es lo mismo que he escuchado tantas veces antes. Pero no puedo dejar que eso me detenga. Mi sueño es lo único que tengo, y no voy a dejar que se desvanezca, aunque el camino esté lleno de obstáculos.

De regreso a casa, el cansancio empieza a pesarme. Mis pies duelen, mi mente está agotada, pero aún queda un destello de esperanza en mi interior. Tal vez esta vez sea diferente. Tal vez una de esas agencias vea lo que yo veo en mí. Tal vez, solo tal vez, haya una oportunidad esperando.

Mañana será otro día, otro turno, otra agencia. Y yo seguiré aquí, luchando por mi sueño, sin importar cuántas veces me cierren la puerta.

Gracias por leer.

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