Matthew
Estaba sentado en la sala de reuniones, pero en mi mente solo resonaba un eco. Mis ojos se posaban sobre las gráficas del proyector, pero no absorbía nada. Todo se sentía distante, lejano. La imagen de Isabella no dejaba de aparecer en mi cabeza, esa chica de piel morena y cabello rizado que me había salvado aquella noche. Trataba de apartarla de mis pensamientos, diciéndome que no tenía sentido seguir pensando en ella. Rebecca era la mujer perfecta, la que todos consideraban la elección correcta para mí, aunque últimamente esa idea me parecía más hueca que nunca. Terminé la reunión y dejé que los demás salieran mientras yo recogía mis cosas lentamente, intentando forzarme a concentrarme en lo que realmente importaba: los negocios, las inversiones, la boda de mi hermano. Ah, la boda de Logan. Solo de pensar en ello, sentía cómo algo se torcía en mi estómago. Mi relación con Rebecca estaba en un estado que apenas podía llamarse relación. Pero todo el mundo esperaba que nosotros fuéramos "esa" pareja: la modelo famosa y el magnate exitoso, una combinación que haría suspirar a los medios y a las familias de élite. Salí de la oficina antes de lo que suelo hacer. Normalmente me quedo hasta tarde, buscando cualquier excusa para no volver a casa. No es que Rebecca me esperara con ansias. Últimamente, nuestras conversaciones eran monótonas y sin vida, como si ambos estuviéramos cumpliendo con un guion que nos habían impuesto. Pero esa noche, algo dentro de mí me impulsaba a regresar temprano. Tal vez era mi deseo inconsciente de poner las cartas sobre la mesa, de enfrentarme a esa incomodidad que habíamos estado ignorando durante semanas. Acelero el auto deportivo por la avenida, pero apenas lo siento. El rugido del motor, el lujo de los asientos de cuero, todo parece un eco distante. A veces me pregunto si alguien realmente se da cuenta de lo vacío que es todo esto. La gente piensa que tener todo lo que siempre han deseado te garantiza la felicidad. Dinero, propiedades, autos, viajes, conexiones. Todo eso suena perfecto, pero nunca había sentido un vacío tan grande. Miro el reloj en mi muñeca. Uno de esos relojes exclusivos que cuestan lo que alguien más podría ganar en un año. Lo compré hace unas semanas porque pensé que me haría sentir... no sé, algo. Pero no fue así. Nada de esto lo hace Subí al ascensor y observé mi reflejo en las puertas metálicas. La mirada vacía que me devolvía no era la de alguien satisfecho. Tenía todo lo que el mundo podría desear: dinero, prestigio, una casa de ensueño, coches que apenas conducía. Y sin embargo, todo me parecía carente de sentido. Mientras el ascensor ascendía, me preguntaba por qué seguía en una relación que no me daba nada. Llegué al penthouse, sintiendo la atmósfera pesada antes incluso de abrir la puerta. El silencio. Un silencio incómodo. Rebecca no me había mencionado que saldría. De hecho, cuando hablamos más temprano, me dijo que estaría trabajando en su nueva campaña fotográfica. No esperaba nada fuera de lo normal, pero algo en mi interior se agitaba. Caminé por el pasillo y, mientras me acercaba a la habitación, esa sensación de inquietud se intensificaba. Al empujar la puerta de nuestra habitación, el golpe fue instantáneo, como un puño directo al estómago. Ahí estaba ella. Mi hermano. Logan. Juntos. Enredados en mi cama. Mi mente se quedó en blanco por un segundo, incapaz de procesar lo que veía. No podía hablar. Ni gritar. Solo sentía un vacío profundo que me consumía. Logan intentó decir algo, pero no escuché una palabra. Lo único que resonaba en mi cabeza era el zumbido del dolor y la traición. Mi propia sangre. Mi hermano menor, el que siempre había sido la envidia de la familia, el que nunca había trabajado un solo día en su vida y vivía de las sobras que yo le dejaba. Rebecca, al ver mi expresión, se levantó de la cama, cubriéndose torpemente con la sábana. Sus labios se movían, pero no entendía nada. Intentaba justificar lo que era imposible de justificar. Lo único que pude decir, entre dientes, fue: —No puedo creerlo. Giré sobre mis talones y salí de la habitación. Mi respiración se volvió pesada, como si el aire hubiera dejado de existir. La traición me golpeó más fuerte de lo que esperaba. No eran solo ellos, era la acumulación de todo: la superficialidad de mi vida, la frialdad de mi relación con Rebecca, el vacío que me consumía desde hace tanto tiempo y que ahora se abría como un abismo infinito. No sabía a dónde ir. Salí del penthouse sin mirar atrás. No quería escuchar más excusas, no quería enfrentar la realidad de lo que acababa de ver. Tomé el coche y conduje sin rumbo por las calles de la ciudad. Los rascacielos, las luces, la vida que bullía a mi alrededor... todo me parecía insignificante. Mi vida, que todos consideraban perfecta, ahora se desmoronaba ante mis ojos. Y lo peor de todo es que ya lo había visto venir. Me detuve en un mirador desde donde podía ver toda la ciudad. Las luces titilaban como estrellas en la distancia, pero en ese momento, no me importaba nada de lo que tenía. Había perdido el control de todo. Mi relación, mi familia... y de alguna forma, sentía que incluso me estaba perdiendo a mí mismo. Después de lo que parecieron horas, finalmente decidí regresar. No sabía qué iba a hacer, pero necesitaba cerrar ese capítulo de alguna forma. Al llegar de nuevo al penthouse, Rebecca ya no estaba. Solo quedaba un mensaje en el buzón de voz. "Matthew, lo siento... No era mi intención que lo descubrieras así. Te lo iba a decir. Necesitamos hablar. Sabes que siempre te he querido, pero Logan... bueno, él me comprende de una manera diferente. Por favor, hablemos." La apagué antes de que terminara. No había nada que decir. No había vuelta atrás. ¿Qué habrían hecho ustedes? Gracias por leerMatthew. Después de aquel incidente en la fiesta, no pude dejar de pensar en ella. Isabella. Esa chica de tez morena y cabello rizado, la misma que había hecho lo impensable: me había salvado, sin esperar nada a cambio. Mientras todo el mundo se movía a su ritmo, en mi mente solo resonaba su nombre. Era absurdo, lo sé. Era una camarera, alguien que nunca encajaría en mi mundo, y aun así, no podía apartarla de mis pensamientos.Decidí usar mis recursos, algo en lo que siempre he sido bueno. Un simple chasquido de dedos y mis contactos más confiables me proporcionaron todo lo que necesitaba saber sobre ella. Isabella Martínez. Latina. Vive en un barrio humilde al sur de la ciudad. Estudiante de actuación, aunque no puede permitirse pagar el último semestre. Además, da clases de danza en su tiempo libre. Sus ingresos no son suficientes, pero a pesar de todo, sigue adelante. Era la definición de alguien luchando por sobrevivir.No podía evitar sentir una mezcla de admiración y curiosida
MatthewEl eco de mis pasos resuena en la enorme sala vacía mientras camino de un lado a otro, esperando. He estado en muchas situaciones incómodas a lo largo de mi vida, pero esta... esta supera cualquier cosa que haya imaginado. Pedirle a una camarera que finja ser mi novia. Suena ridículo incluso en mi cabeza, pero no tengo opción.La puerta se abre, y la veo entrar. Isabella. Su cabello rizado enmarca su rostro de forma casi desordenada, pero hay algo en su porte que me llama la atención. Camina con la cabeza en alto, segura, como si estuviera entrando a cualquier lugar excepto la mansión Carrington. No puedo evitar admirar su confianza, su determinación, incluso cuando sé que está enfrentando dificultades."Gracias por venir", le digo, tratando de sonar casual. Ella asiente, pero no dice nada al principio. Sus ojos me observan con cautela, como si estuviera midiendo cada palabra que digo. No puedo culparla."¿Por qué estoy aquí?", pregunta finalmente, cruzando los brazos frente a
Días atrás. IsabellaLa alarma suena a las cinco de la mañana, como todos los días. La apago de un golpe y me quedo un segundo más bajo las mantas. La cama es incómoda, el colchón está gastado, pero es mi refugio, al menos por unos minutos más antes de enfrentar el día. Respiro hondo y, mientras estiro los músculos doloridos, pienso en cómo llegué aquí. Las deudas, el alquiler atrasado y las cuotas de la universidad me golpean la cabeza como si fueran una segunda alarma.No tengo dinero para pagar el último semestre. Me duele admitirlo, pero es la verdad. Cada centavo que gano en el catering se va en comida y en mantener este pequeño departamento que comparto con más gente de la que debería. No me quejo. Hay gente que la tiene peor. A veces me pregunto si lograré algo más que sobrevivir, si podré algún día estudiar actuación como lo soñé desde niña. Ser actriz, estar en una pantalla grande, o al menos en una pasarela. Ese es mi sueño más profundo, pero los días pasan, y sigo atrapad
Matthew. La mirada de Isabella lo decía todo. Estaba confundida, pero también había algo más, como si a pesar de lo absurdo de la situación, hubiese cierto alivio en saber lo que se le estaba pidiendo. No sé si era por la promesa de un respiro económico o si estaba acostumbrada a enfrentar la vida con la cabeza en alto, pero lo que sí sabía era que esto no iba a ser fácil para ninguno de los dos.Estábamos en una cafetería a las afueras de la empresa, ella había llegado puntual y eso me agradaba, la impuntual idas me enojaba muchísimo. Cuando entró por la puerta vi que vestía unos jeans negros y una blusa blanca básica, su cabello rizo estaba suelto y llamaba la atención por lo frondoso qué es, así que disfrute viendo como Isabella caminaba segura hacia mi mesa, ignorando las miradas de todos. —¿Y cómo planeas que hagamos esto? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio que había llenado el lugar por varios minutos.—Nos conoceremos lo suficiente para que no haya dudas cuando estem
Isabella. Hoy es el gran día. ¡Finalmente puedo pagar el último semestre! El último escalón en la montaña que he estado subiendo durante tantos años. Con la carpeta de mis papeles en mano y la pequeña bolsa con el dinero exacto para la matrícula, entro en la universidad con una sonrisa que no puedo ocultar. El aire parece más ligero, más fresco, como si el universo supiera lo que significa este momento para mí. Me tomo un segundo para apreciar el edificio que tantas veces me ha recibido, lleno de retos y oportunidades. Mi esfuerzo finalmente está rindiendo frutos.—¡Hola, Isabella! —me saluda una de mis compañeras de clase, con una sonrisa que refleja algo de admiración.—¡Hola! —respondo con entusiasmo, mientras camino rápidamente hacia la oficina de administración.Todo en mí vibra de emoción. Después de tanto trabajo, tantos sacrificios y noches de preocupación, he logrado llegar a este momento. A veces pensaba que no lo lograría, que quizás tendría que dejar mis sueños a un lado.
Isabella. Dias después. El sonido del motor del auto de Matthew era casi relajante mientras recorríamos las calles de la ciudad. Mis pensamientos iban y venían, y no podía evitar preguntarme cómo había llegado hasta este punto. De ser una simple camarera con sueños de ser modelo, ahora estaba a punto de enfrentarme a la familia Carrington, fingiendo ser la novia de Matthew. Todo parecía tan surrealista. —Mañana es la cena —dijo Matthew, rompiendo el silencio—. Necesitamos estar bien preparados. —¿Qué quieres decir con "bien preparados"? —pregunté, girando mi cabeza para mirarlo. —Es importante que conozcas a mi familia. Te contaré quién es quién. Así no te sentirás perdida. —Su tono era serio, como si estuviera planeando una estrategia militar. Asentí, tratando de mostrarme más tranquila de lo que realmente estaba. A pesar de ser un acuerdo estrictamente profesional, la idea de conocer a su familia y mantener esta fachada me ponía los nervios de punta. —Para empezar, está mi
Isabella Al bajar del auto me quedé viendo la casa frente a mi, si es que esto se podía llamar casa, más parecía una mansión. Hacia estado antes aquí, como mesera, ahora venía como la novia de Matthew. Es por esa razón que me sentía completamente diferente y muy nerviosa, aunque me ordenaba no demostrarlo. Matthew tomó mi mano y sentir la calidez de la misma, me dió un poco de más seguridad, además la sonrisa que me brindaba se me hizo imposible no ser recíproca. Al pasar el umbral ya todo fue diferente, díez ojos estaban fijos en nosotros, bueno, más bien en mi. Por lo que no bajo la cabeza ni la mirada y sonrío gozando el momento, aunque por dentro parezca gelatina de lo nerviosa que estoy. El ambiente en la casa de los Carrington estaba tenso, y no podía decir que fuera solo por mí. Apenas habíamos cruzado el umbral, y ya sentía las miradas de todos posarse sobre nosotros. Matthew me sostenía del brazo con una mezcla de seguridad y algo más que no podía identificar del todo
Isabella. Mi teléfono no ha dejado de sonar desde la cena familiar. Las noticias sobre mi supuesto noviazgo con Matthew Carrington se esparcieron como el fuego. Apenas han pasado unos días, pero ya no puedo caminar por la calle sin sentir las miradas sobre mí. Y lo peor es que no soy solo yo quien lo siente. En la universidad, en las clases de danza, incluso en el orfanato, todos parecen estar enterados, y no hay forma de evitar las preguntas. Esta mañana me levanté temprano como siempre, dispuesta a concentrarme en mis estudios. Sin embargo, cuando entré a la sala de clases, noté enseguida que algo estaba diferente. Un par de chicas cuchicheaban entre ellas y, al verme, se callaron de inmediato. Intenté ignorarlo. Me senté en mi pupitre y saqué mis apuntes, pero apenas había abierto mi cuaderno cuando sentí una mirada fija. —¿Es verdad? —preguntó una chica desde el otro extremo del aula. Era Mariana, una de las chicas más sociables del grupo. Su tono no era agresivo, pero había