Capítulo 3

Matthew

Estaba sentado en la sala de reuniones, pero en mi mente solo resonaba un eco. Mis ojos se posaban sobre las gráficas del proyector, pero no absorbía nada. Todo se sentía distante, lejano. La imagen de Isabella no dejaba de aparecer en mi cabeza, esa chica de piel morena y cabello rizado que me había salvado aquella noche. Trataba de apartarla de mis pensamientos, diciéndome que no tenía sentido seguir pensando en ella. Rebecca era la mujer perfecta, la que todos consideraban la elección correcta para mí, aunque últimamente esa idea me parecía más hueca que nunca.

Terminé la reunión y dejé que los demás salieran mientras yo recogía mis cosas lentamente, intentando forzarme a concentrarme en lo que realmente importaba: los negocios, las inversiones, la boda de mi hermano. Ah, la boda de Logan. Solo de pensar en ello, sentía cómo algo se torcía en mi estómago. Mi relación con Rebecca estaba en un estado que apenas podía llamarse relación. Pero todo el mundo esperaba que nosotros fuéramos "esa" pareja: la modelo famosa y el magnate exitoso, una combinación que haría suspirar a los medios y a las familias de élite.

Salí de la oficina antes de lo que suelo hacer. Normalmente me quedo hasta tarde, buscando cualquier excusa para no volver a casa. No es que Rebecca me esperara con ansias. Últimamente, nuestras conversaciones eran monótonas y sin vida, como si ambos estuviéramos cumpliendo con un guion que nos habían impuesto. Pero esa noche, algo dentro de mí me impulsaba a regresar temprano. Tal vez era mi deseo inconsciente de poner las cartas sobre la mesa, de enfrentarme a esa incomodidad que habíamos estado ignorando durante semanas.

Acelero el auto deportivo por la avenida, pero apenas lo siento. El rugido del motor, el lujo de los asientos de cuero, todo parece un eco distante. A veces me pregunto si alguien realmente se da cuenta de lo vacío que es todo esto. La gente piensa que tener todo lo que siempre han deseado te garantiza la felicidad. Dinero, propiedades, autos, viajes, conexiones. Todo eso suena perfecto, pero nunca había sentido un vacío tan grande.

Miro el reloj en mi muñeca. Uno de esos relojes exclusivos que cuestan lo que alguien más podría ganar en un año. Lo compré hace unas semanas porque pensé que me haría sentir... no sé, algo. Pero no fue así. Nada de esto lo hace

Subí al ascensor y observé mi reflejo en las puertas metálicas. La mirada vacía que me devolvía no era la de alguien satisfecho. Tenía todo lo que el mundo podría desear: dinero, prestigio, una casa de ensueño, coches que apenas conducía. Y sin embargo, todo me parecía carente de sentido. Mientras el ascensor ascendía, me preguntaba por qué seguía en una relación que no me daba nada.

Llegué al penthouse, sintiendo la atmósfera pesada antes incluso de abrir la puerta. El silencio. Un silencio incómodo. Rebecca no me había mencionado que saldría. De hecho, cuando hablamos más temprano, me dijo que estaría trabajando en su nueva campaña fotográfica. No esperaba nada fuera de lo normal, pero algo en mi interior se agitaba. Caminé por el pasillo y, mientras me acercaba a la habitación, esa sensación de inquietud se intensificaba.

Al empujar la puerta de nuestra habitación, el golpe fue instantáneo, como un puño directo al estómago. Ahí estaba ella. Mi hermano. Logan. Juntos. Enredados en mi cama. Mi mente se quedó en blanco por un segundo, incapaz de procesar lo que veía.

No podía hablar. Ni gritar. Solo sentía un vacío profundo que me consumía. Logan intentó decir algo, pero no escuché una palabra. Lo único que resonaba en mi cabeza era el zumbido del dolor y la traición. Mi propia sangre. Mi hermano menor, el que siempre había sido la envidia de la familia, el que nunca había trabajado un solo día en su vida y vivía de las sobras que yo le dejaba.

Rebecca, al ver mi expresión, se levantó de la cama, cubriéndose torpemente con la sábana. Sus labios se movían, pero no entendía nada. Intentaba justificar lo que era imposible de justificar. Lo único que pude decir, entre dientes, fue:

—No puedo creerlo.

Giré sobre mis talones y salí de la habitación. Mi respiración se volvió pesada, como si el aire hubiera dejado de existir. La traición me golpeó más fuerte de lo que esperaba. No eran solo ellos, era la acumulación de todo: la superficialidad de mi vida, la frialdad de mi relación con Rebecca, el vacío que me consumía desde hace tanto tiempo y que ahora se abría como un abismo infinito.

No sabía a dónde ir. Salí del penthouse sin mirar atrás. No quería escuchar más excusas, no quería enfrentar la realidad de lo que acababa de ver. Tomé el coche y conduje sin rumbo por las calles de la ciudad. Los rascacielos, las luces, la vida que bullía a mi alrededor... todo me parecía insignificante. Mi vida, que todos consideraban perfecta, ahora se desmoronaba ante mis ojos. Y lo peor de todo es que ya lo había visto venir.

Me detuve en un mirador desde donde podía ver toda la ciudad. Las luces titilaban como estrellas en la distancia, pero en ese momento, no me importaba nada de lo que tenía. Había perdido el control de todo. Mi relación, mi familia... y de alguna forma, sentía que incluso me estaba perdiendo a mí mismo.

Después de lo que parecieron horas, finalmente decidí regresar. No sabía qué iba a hacer, pero necesitaba cerrar ese capítulo de alguna forma. Al llegar de nuevo al penthouse, Rebecca ya no estaba. Solo quedaba un mensaje en el buzón de voz.

"Matthew, lo siento... No era mi intención que lo descubrieras así. Te lo iba a decir. Necesitamos hablar. Sabes que siempre te he querido, pero Logan... bueno, él me comprende de una manera diferente. Por favor, hablemos."

La apagué antes de que terminara. No había nada que decir. No había vuelta atrás.

¿Qué habrían hecho ustedes?

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