Matthew.
Después de aquel incidente en la fiesta, no pude dejar de pensar en ella. Isabella. Esa chica de tez morena y cabello rizado, la misma que había hecho lo impensable: me había salvado, sin esperar nada a cambio. Mientras todo el mundo se movía a su ritmo, en mi mente solo resonaba su nombre. Era absurdo, lo sé. Era una camarera, alguien que nunca encajaría en mi mundo, y aun así, no podía apartarla de mis pensamientos. Decidí usar mis recursos, algo en lo que siempre he sido bueno. Un simple chasquido de dedos y mis contactos más confiables me proporcionaron todo lo que necesitaba saber sobre ella. Isabella Martínez. Latina. Vive en un barrio humilde al sur de la ciudad. Estudiante de actuación, aunque no puede permitirse pagar el último semestre. Además, da clases de danza en su tiempo libre. Sus ingresos no son suficientes, pero a pesar de todo, sigue adelante. Era la definición de alguien luchando por sobrevivir. No podía evitar sentir una mezcla de admiración y curiosidad. ¿Cómo podía alguien con tan pocos recursos mantener esa energía y determinación? Tal vez, después de todo, no éramos tan diferentes en algunos aspectos. Ambos estábamos atrapados en roles que no habíamos elegido, aunque por razones muy distintas. Sabía lo que tenía que hacer. Necesitaba verla, hablar con ella, y para eso necesitaba un plan. Organizar una fiesta era lo más sencillo para mí. Tenía contactos, sabía a quién invitar, y lo más importante, sabía cómo hacer que el catering donde trabajaba Isabella recibiera la invitación. Fingí que era una celebración cualquiera, una excusa para reunir a algunos socios y amigos cercanos. La verdadera razón, claro, era ella. La noche de la fiesta llegó más rápido de lo que esperaba. Mi mente estaba en todas partes menos en el evento. Mientras los invitados llegaban, mis ojos no dejaban de buscar entre el personal del catering. Me mantenía distante, atendiendo las formalidades, pero mi atención estaba puesta en otra cosa. Finalmente, la vi. Isabella. Ahí estaba, vestida con el uniforme de camarera, sirviendo bebidas con la misma elegancia con la que alguien podría desfilar en una pasarela. Su presencia, incluso en un rol tan humilde, era magnética. Aproveché un momento cuando ella salió al jardín, probablemente para tomar un respiro, y me acerqué con calma. Noté que me reconoció de inmediato, pero su expresión era neutral, como si tratara de entender por qué alguien como yo estaría hablando con alguien como ella. —Isabella, ¿verdad? —dije, tratando de romper el hielo. —Sí, señor Carrington, lo recuerdo. —Su tono era educado, pero distante. No me extrañaba, después de cómo la había tratado en nuestra primera interacción. Hubo un silencio incómodo entre nosotros, pero era algo a lo que estaba acostumbrado. Sabía que ella no tenía idea de por qué estaba allí, ni por qué me interesaba en ella. Así que fui directo al grano. —Sé que esto te parecerá extraño, pero necesito tu ayuda. —Vi cómo levantaba una ceja, intrigada, aunque aún escéptica. —¿Ayuda? ¿Qué tipo de ayuda podría necesitar alguien como usted de alguien como yo? Sabía que no sería fácil convencerla, pero tenía un plan. Le expliqué, de manera lo más directa posible, la situación con mi ex, Rebecca. Cómo ella se había involucrado con mi hermano, cómo la prensa y mi familia esperaban que yo asistiera a la boda de Logan con una nueva pareja. No podía aparecer solo, no después de todo lo que había sucedido. Y peor aún porque Rebecca les dijo a todos que yo estaba deprimido por haber terminado la relación, hasta me había recomendado un psicólogo. —Necesito que te hagas pasar por mi novia en esa boda. —Solté la frase sin rodeos, esperando su reacción. Hubo un momento de silencio. Su mirada pasó de la incredulidad a la confusión. —¿Perdón? —preguntó, casi sin creer lo que acababa de escuchar. —Lo que escuchaste. Necesito a alguien como tú para hacerle ver a todos que he seguido adelante. La prensa, mi familia, todos esperan que me presente con alguien, y creo que tú podrías ser esa persona. Vi cómo su rostro se transformaba lentamente, asimilando lo que acababa de proponerle. No la culpaba por estar confundida. Cualquiera en su lugar lo estaría. Para ella, esto debía parecer una locura. —No entiendo. ¿Por qué yo? —Su voz era tranquila, pero noté una pizca de curiosidad en sus palabras. —Porque eres diferente, Isabella. No eres como las mujeres que suelen estar en mi círculo. Eres fuerte, independiente, y no pareces intimidarte fácilmente. Eso es exactamente lo que necesito. —Sabía que sonaba arrogante, pero era la verdad. No necesitaba a otra persona de mi entorno, alguien que solo buscara aparecer en las fotos. Necesitaba a alguien real. —¿Y qué gano yo con esto? —preguntó, cruzando los brazos frente a ella. Ahí estaba. Sabía que llegaría ese momento. Me preparé para lo que sabía que tendría que ofrecer. —Te pagaré bien, por supuesto. Lo suficiente para que puedas pagar tu semestre de universidad y algo más. Además, esta podría ser una oportunidad para ti. Tendrás exposición, y quién sabe qué puertas podría abrirte esto. Vi cómo se debatía internamente. Sabía que estaba considerando la oferta, pero también que algo la retenía. Probablemente su orgullo. —No me malinterpretes, Matthew. —Me sorprendió que usara mi nombre de pila—. No soy alguien que se venda fácilmente. Esto no se trata solo de dinero. Asentí. Lo entendía mejor de lo que ella creía. —No estoy pidiendo que te vendas, Isabella. Estoy pidiendo tu ayuda, y a cambio, quiero ayudarte también. Sé que este no es tu sueño. Tú quieres algo más grande, y yo puedo ser el medio para que lo consigas. Hubo otro silencio mientras ella procesaba mis palabras. Finalmente, vi cómo sus hombros se relajaban ligeramente, aunque su expresión seguía siendo seria. —Está bien, lo haré. —Su tono era firme, decidido. Sentí una extraña sensación de alivio. No solo porque había conseguido lo que quería, sino porque, de alguna manera, sabía que esto iba a cambiar algo. No solo para mí, sino para ella también. —Perfecto. —Le extendí la mano, y después de un breve momento de duda, la estrechó. Había algo en ese apretón de manos que sentí como un acuerdo más profundo de lo que parecía. Algo me decía que Isabella Martínez no solo sería una simple acompañante en la boda de Logan. Este sería el comienzo de algo más grande, algo que ni siquiera yo podía anticipar. Y empezamos. Gracias por leer.MatthewEl eco de mis pasos resuena en la enorme sala vacía mientras camino de un lado a otro, esperando. He estado en muchas situaciones incómodas a lo largo de mi vida, pero esta... esta supera cualquier cosa que haya imaginado. Pedirle a una camarera que finja ser mi novia. Suena ridículo incluso en mi cabeza, pero no tengo opción.La puerta se abre, y la veo entrar. Isabella. Su cabello rizado enmarca su rostro de forma casi desordenada, pero hay algo en su porte que me llama la atención. Camina con la cabeza en alto, segura, como si estuviera entrando a cualquier lugar excepto la mansión Carrington. No puedo evitar admirar su confianza, su determinación, incluso cuando sé que está enfrentando dificultades."Gracias por venir", le digo, tratando de sonar casual. Ella asiente, pero no dice nada al principio. Sus ojos me observan con cautela, como si estuviera midiendo cada palabra que digo. No puedo culparla."¿Por qué estoy aquí?", pregunta finalmente, cruzando los brazos frente a
Días atrás. IsabellaLa alarma suena a las cinco de la mañana, como todos los días. La apago de un golpe y me quedo un segundo más bajo las mantas. La cama es incómoda, el colchón está gastado, pero es mi refugio, al menos por unos minutos más antes de enfrentar el día. Respiro hondo y, mientras estiro los músculos doloridos, pienso en cómo llegué aquí. Las deudas, el alquiler atrasado y las cuotas de la universidad me golpean la cabeza como si fueran una segunda alarma.No tengo dinero para pagar el último semestre. Me duele admitirlo, pero es la verdad. Cada centavo que gano en el catering se va en comida y en mantener este pequeño departamento que comparto con más gente de la que debería. No me quejo. Hay gente que la tiene peor. A veces me pregunto si lograré algo más que sobrevivir, si podré algún día estudiar actuación como lo soñé desde niña. Ser actriz, estar en una pantalla grande, o al menos en una pasarela. Ese es mi sueño más profundo, pero los días pasan, y sigo atrapad
Matthew. La mirada de Isabella lo decía todo. Estaba confundida, pero también había algo más, como si a pesar de lo absurdo de la situación, hubiese cierto alivio en saber lo que se le estaba pidiendo. No sé si era por la promesa de un respiro económico o si estaba acostumbrada a enfrentar la vida con la cabeza en alto, pero lo que sí sabía era que esto no iba a ser fácil para ninguno de los dos.Estábamos en una cafetería a las afueras de la empresa, ella había llegado puntual y eso me agradaba, la impuntual idas me enojaba muchísimo. Cuando entró por la puerta vi que vestía unos jeans negros y una blusa blanca básica, su cabello rizo estaba suelto y llamaba la atención por lo frondoso qué es, así que disfrute viendo como Isabella caminaba segura hacia mi mesa, ignorando las miradas de todos. —¿Y cómo planeas que hagamos esto? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio que había llenado el lugar por varios minutos.—Nos conoceremos lo suficiente para que no haya dudas cuando estem
Isabella. Hoy es el gran día. ¡Finalmente puedo pagar el último semestre! El último escalón en la montaña que he estado subiendo durante tantos años. Con la carpeta de mis papeles en mano y la pequeña bolsa con el dinero exacto para la matrícula, entro en la universidad con una sonrisa que no puedo ocultar. El aire parece más ligero, más fresco, como si el universo supiera lo que significa este momento para mí. Me tomo un segundo para apreciar el edificio que tantas veces me ha recibido, lleno de retos y oportunidades. Mi esfuerzo finalmente está rindiendo frutos.—¡Hola, Isabella! —me saluda una de mis compañeras de clase, con una sonrisa que refleja algo de admiración.—¡Hola! —respondo con entusiasmo, mientras camino rápidamente hacia la oficina de administración.Todo en mí vibra de emoción. Después de tanto trabajo, tantos sacrificios y noches de preocupación, he logrado llegar a este momento. A veces pensaba que no lo lograría, que quizás tendría que dejar mis sueños a un lado.
Isabella. Dias después. El sonido del motor del auto de Matthew era casi relajante mientras recorríamos las calles de la ciudad. Mis pensamientos iban y venían, y no podía evitar preguntarme cómo había llegado hasta este punto. De ser una simple camarera con sueños de ser modelo, ahora estaba a punto de enfrentarme a la familia Carrington, fingiendo ser la novia de Matthew. Todo parecía tan surrealista. —Mañana es la cena —dijo Matthew, rompiendo el silencio—. Necesitamos estar bien preparados. —¿Qué quieres decir con "bien preparados"? —pregunté, girando mi cabeza para mirarlo. —Es importante que conozcas a mi familia. Te contaré quién es quién. Así no te sentirás perdida. —Su tono era serio, como si estuviera planeando una estrategia militar. Asentí, tratando de mostrarme más tranquila de lo que realmente estaba. A pesar de ser un acuerdo estrictamente profesional, la idea de conocer a su familia y mantener esta fachada me ponía los nervios de punta. —Para empezar, está mi
Isabella Al bajar del auto me quedé viendo la casa frente a mi, si es que esto se podía llamar casa, más parecía una mansión. Hacia estado antes aquí, como mesera, ahora venía como la novia de Matthew. Es por esa razón que me sentía completamente diferente y muy nerviosa, aunque me ordenaba no demostrarlo. Matthew tomó mi mano y sentir la calidez de la misma, me dió un poco de más seguridad, además la sonrisa que me brindaba se me hizo imposible no ser recíproca. Al pasar el umbral ya todo fue diferente, díez ojos estaban fijos en nosotros, bueno, más bien en mi. Por lo que no bajo la cabeza ni la mirada y sonrío gozando el momento, aunque por dentro parezca gelatina de lo nerviosa que estoy. El ambiente en la casa de los Carrington estaba tenso, y no podía decir que fuera solo por mí. Apenas habíamos cruzado el umbral, y ya sentía las miradas de todos posarse sobre nosotros. Matthew me sostenía del brazo con una mezcla de seguridad y algo más que no podía identificar del todo
Isabella. Mi teléfono no ha dejado de sonar desde la cena familiar. Las noticias sobre mi supuesto noviazgo con Matthew Carrington se esparcieron como el fuego. Apenas han pasado unos días, pero ya no puedo caminar por la calle sin sentir las miradas sobre mí. Y lo peor es que no soy solo yo quien lo siente. En la universidad, en las clases de danza, incluso en el orfanato, todos parecen estar enterados, y no hay forma de evitar las preguntas. Esta mañana me levanté temprano como siempre, dispuesta a concentrarme en mis estudios. Sin embargo, cuando entré a la sala de clases, noté enseguida que algo estaba diferente. Un par de chicas cuchicheaban entre ellas y, al verme, se callaron de inmediato. Intenté ignorarlo. Me senté en mi pupitre y saqué mis apuntes, pero apenas había abierto mi cuaderno cuando sentí una mirada fija. —¿Es verdad? —preguntó una chica desde el otro extremo del aula. Era Mariana, una de las chicas más sociables del grupo. Su tono no era agresivo, pero había
Isabella.El mensaje de la madre de Matthew llegó en un momento inesperado. Apenas había tenido tiempo de recuperarme de la conversación con Sarah cuando mi teléfono vibró, y al ver el nombre "Sra. Carrington" en la pantalla, supe que las cosas no se iban a calmar pronto. No me había esperado una invitación tan directa y menos para un plan que parecía tan casual.“Isabella, me encantaría que me acompañaras a hacer unas compras esta tarde. Será una buena oportunidad para conocernos mejor. Te recogeré a las tres.”El tono formal de su mensaje no dejaba lugar a dudas: esto no era una simple salida. Iba a ser una prueba, un interrogatorio disfrazado de compras. A pesar de todo, no podía negarme.A las tres en punto, un auto negro apareció frente a mi casa. La señora Carrington estaba sentada en la parte trasera, impecablemente vestida, con gafas de sol y un aire de elegancia que parecía natural en ella.—Isabella —dijo cuando me subí al auto—, qué gusto verte de nuevo.—El gusto es mío, s