Capítulo 4

Matthew.

Después de aquel incidente en la fiesta, no pude dejar de pensar en ella. Isabella. Esa chica de tez morena y cabello rizado, la misma que había hecho lo impensable: me había salvado, sin esperar nada a cambio. Mientras todo el mundo se movía a su ritmo, en mi mente solo resonaba su nombre. Era absurdo, lo sé. Era una camarera, alguien que nunca encajaría en mi mundo, y aun así, no podía apartarla de mis pensamientos.

Decidí usar mis recursos, algo en lo que siempre he sido bueno. Un simple chasquido de dedos y mis contactos más confiables me proporcionaron todo lo que necesitaba saber sobre ella. Isabella Martínez. Latina. Vive en un barrio humilde al sur de la ciudad. Estudiante de actuación, aunque no puede permitirse pagar el último semestre. Además, da clases de danza en su tiempo libre. Sus ingresos no son suficientes, pero a pesar de todo, sigue adelante. Era la definición de alguien luchando por sobrevivir.

No podía evitar sentir una mezcla de admiración y curiosidad. ¿Cómo podía alguien con tan pocos recursos mantener esa energía y determinación? Tal vez, después de todo, no éramos tan diferentes en algunos aspectos. Ambos estábamos atrapados en roles que no habíamos elegido, aunque por razones muy distintas.

Sabía lo que tenía que hacer. Necesitaba verla, hablar con ella, y para eso necesitaba un plan. Organizar una fiesta era lo más sencillo para mí. Tenía contactos, sabía a quién invitar, y lo más importante, sabía cómo hacer que el catering donde trabajaba Isabella recibiera la invitación. Fingí que era una celebración cualquiera, una excusa para reunir a algunos socios y amigos cercanos. La verdadera razón, claro, era ella.

La noche de la fiesta llegó más rápido de lo que esperaba. Mi mente estaba en todas partes menos en el evento. Mientras los invitados llegaban, mis ojos no dejaban de buscar entre el personal del catering. Me mantenía distante, atendiendo las formalidades, pero mi atención estaba puesta en otra cosa. Finalmente, la vi. Isabella. Ahí estaba, vestida con el uniforme de camarera, sirviendo bebidas con la misma elegancia con la que alguien podría desfilar en una pasarela. Su presencia, incluso en un rol tan humilde, era magnética.

Aproveché un momento cuando ella salió al jardín, probablemente para tomar un respiro, y me acerqué con calma. Noté que me reconoció de inmediato, pero su expresión era neutral, como si tratara de entender por qué alguien como yo estaría hablando con alguien como ella.

—Isabella, ¿verdad? —dije, tratando de romper el hielo.

—Sí, señor Carrington, lo recuerdo. —Su tono era educado, pero distante. No me extrañaba, después de cómo la había tratado en nuestra primera interacción.

Hubo un silencio incómodo entre nosotros, pero era algo a lo que estaba acostumbrado. Sabía que ella no tenía idea de por qué estaba allí, ni por qué me interesaba en ella. Así que fui directo al grano.

—Sé que esto te parecerá extraño, pero necesito tu ayuda. —Vi cómo levantaba una ceja, intrigada, aunque aún escéptica.

—¿Ayuda? ¿Qué tipo de ayuda podría necesitar alguien como usted de alguien como yo?

Sabía que no sería fácil convencerla, pero tenía un plan. Le expliqué, de manera lo más directa posible, la situación con mi ex, Rebecca. Cómo ella se había involucrado con mi hermano, cómo la prensa y mi familia esperaban que yo asistiera a la boda de Logan con una nueva pareja. No podía aparecer solo, no después de todo lo que había sucedido. Y peor aún porque Rebecca les dijo a todos que yo estaba deprimido por haber terminado la relación, hasta me había recomendado un psicólogo.

—Necesito que te hagas pasar por mi novia en esa boda. —Solté la frase sin rodeos, esperando su reacción.

Hubo un momento de silencio. Su mirada pasó de la incredulidad a la confusión.

—¿Perdón? —preguntó, casi sin creer lo que acababa de escuchar.

—Lo que escuchaste. Necesito a alguien como tú para hacerle ver a todos que he seguido adelante. La prensa, mi familia, todos esperan que me presente con alguien, y creo que tú podrías ser esa persona.

Vi cómo su rostro se transformaba lentamente, asimilando lo que acababa de proponerle. No la culpaba por estar confundida. Cualquiera en su lugar lo estaría. Para ella, esto debía parecer una locura.

—No entiendo. ¿Por qué yo? —Su voz era tranquila, pero noté una pizca de curiosidad en sus palabras.

—Porque eres diferente, Isabella. No eres como las mujeres que suelen estar en mi círculo. Eres fuerte, independiente, y no pareces intimidarte fácilmente. Eso es exactamente lo que necesito. —Sabía que sonaba arrogante, pero era la verdad. No necesitaba a otra persona de mi entorno, alguien que solo buscara aparecer en las fotos. Necesitaba a alguien real.

—¿Y qué gano yo con esto? —preguntó, cruzando los brazos frente a ella.

Ahí estaba. Sabía que llegaría ese momento. Me preparé para lo que sabía que tendría que ofrecer.

—Te pagaré bien, por supuesto. Lo suficiente para que puedas pagar tu semestre de universidad y algo más. Además, esta podría ser una oportunidad para ti. Tendrás exposición, y quién sabe qué puertas podría abrirte esto.

Vi cómo se debatía internamente. Sabía que estaba considerando la oferta, pero también que algo la retenía. Probablemente su orgullo.

—No me malinterpretes, Matthew. —Me sorprendió que usara mi nombre de pila—. No soy alguien que se venda fácilmente. Esto no se trata solo de dinero.

Asentí. Lo entendía mejor de lo que ella creía.

—No estoy pidiendo que te vendas, Isabella. Estoy pidiendo tu ayuda, y a cambio, quiero ayudarte también. Sé que este no es tu sueño. Tú quieres algo más grande, y yo puedo ser el medio para que lo consigas.

Hubo otro silencio mientras ella procesaba mis palabras. Finalmente, vi cómo sus hombros se relajaban ligeramente, aunque su expresión seguía siendo seria.

—Está bien, lo haré. —Su tono era firme, decidido.

Sentí una extraña sensación de alivio. No solo porque había conseguido lo que quería, sino porque, de alguna manera, sabía que esto iba a cambiar algo. No solo para mí, sino para ella también.

—Perfecto. —Le extendí la mano, y después de un breve momento de duda, la estrechó.

Había algo en ese apretón de manos que sentí como un acuerdo más profundo de lo que parecía. Algo me decía que Isabella Martínez no solo sería una simple acompañante en la boda de Logan. Este sería el comienzo de algo más grande, algo que ni siquiera yo podía anticipar.

Y empezamos.

Gracias por leer.

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