Días atrás.
Isabella La alarma suena a las cinco de la mañana, como todos los días. La apago de un golpe y me quedo un segundo más bajo las mantas. La cama es incómoda, el colchón está gastado, pero es mi refugio, al menos por unos minutos más antes de enfrentar el día. Respiro hondo y, mientras estiro los músculos doloridos, pienso en cómo llegué aquí. Las deudas, el alquiler atrasado y las cuotas de la universidad me golpean la cabeza como si fueran una segunda alarma. No tengo dinero para pagar el último semestre. Me duele admitirlo, pero es la verdad. Cada centavo que gano en el catering se va en comida y en mantener este pequeño departamento que comparto con más gente de la que debería. No me quejo. Hay gente que la tiene peor. A veces me pregunto si lograré algo más que sobrevivir, si podré algún día estudiar actuación como lo soñé desde niña. Ser actriz, estar en una pantalla grande, o al menos en una pasarela. Ese es mi sueño más profundo, pero los días pasan, y sigo atrapada en esta rueda de la rutina. Me levanto de la cama finalmente, y mientras me preparo, no puedo evitar pensar en cómo todo se siente cuesta arriba. Las agencias de moda no me toman en serio. He entregado mi portafolio a tantas que ya perdí la cuenta. Siempre es lo mismo: "Nos pondremos en contacto contigo". Pero nunca lo hacen. No lo dicen en voz alta, pero sé que mi tez morena tiene algo que ver. En esta industria, ser diferente no siempre es una ventaja, y ser latina, sin contactos y sin dinero, es casi como tener una barrera invisible frente a ti. Al salir del edificio, el aire frío me despierta un poco. Tomo el autobús rumbo a la academia de danza. Es el único lugar donde realmente me siento viva. Bailar, aunque no pague las cuentas, me da algo que ningún otro trabajo puede darme. Libertad. En el espejo de la sala de danza me siento yo misma, como si por fin todo encajara, aunque solo sea por una hora al día. Mis alumnas llegan puntuales, a pesar de que sé que algunas también tienen dificultades económicas. Me esfuerzo por ser una maestra generosa, siempre con una sonrisa, porque sé lo que es no tener mucho. Les doy más tiempo del que debería, las animo a seguir adelante. Me veo reflejada en ellas, soñando con algo mejor. Termino la clase y, por un momento, me siento satisfecha. Sé que mi vida no es perfecta, pero cada pequeña victoria, como ver a mis estudiantes sonreír, me hace sentir que, de alguna manera, estoy contribuyendo a algo bueno. Sin embargo, en cuanto salgo de la academia, la realidad vuelve a caer sobre mí. Me queda poco dinero, y el alquiler vence en una semana. Camino de regreso, pensando en cómo podré cubrir los gastos. Llego a casa y me siento en la pequeña mesa de la cocina. Miro los papeles del alquiler y las facturas. Ni siquiera me atrevo a calcular cuánto me falta para cubrir todo. Sé que no es suficiente. Hago números en mi cabeza, pero no importa cómo lo mire, siempre me falta algo. Decido dejar de pensar en ello, al menos por hoy. Necesito mantener la cabeza fría. Me recuesto en la cama, mirando el techo, y dejo que mi mente vuele por un momento. Me imagino en la pasarela, caminando con seguridad, las luces brillando sobre mí. Es un sueño que siempre ha estado ahí, desde que era pequeña, viendo desfiles por televisión. Mi madre siempre me decía que si trabajaba lo suficiente, lo conseguiría. Pero ahora, con los años pasando y la vida siendo tan dura, me pregunto si es realmente posible. Los portafolios que envié a las agencias siguen sin respuesta, y no puedo evitar sentir que el mundo me cierra las puertas por algo tan superficial como el color de mi piel. No es que sea la primera vez que lo experimento, pero duele igual cada vez. He trabajado tanto, invertido tanto en mis fotos, en mi preparación, y aun así, parece que no es suficiente. La industria no está lista para alguien como yo, o eso me han hecho sentir. Pero no puedo rendirme. No puedo permitirme el lujo de rendirme. Me distraigo mirando mi teléfono. Un mensaje de mis compañeras del catering. Tenemos un evento importante esta noche, y aunque no me apetece nada, sé que necesito cada centavo. Respiro hondo, me preparo mentalmente para una noche larga. Al menos sé que el trabajo, aunque agotador, me ayudará a despejar mi mente de todo lo demás. Mientras me preparo para salir, me detengo frente al espejo. Veo mis rasgos marcados, mi piel morena, mis ojos llenos de determinación, pero también de cansancio. Me digo a mí misma que soy más fuerte de lo que pienso, que un día esto cambiará. Que un día no estaré sirviendo copas en fiestas lujosas, sino caminando como una invitada, o mejor aún, como la estrella del evento. El autobús me lleva hasta el lugar del evento, una mansión impresionante en una zona que claramente no es para gente como yo. Cuando llego, me reúno con mis compañeros de trabajo. Bromeamos, reímos. Al menos, en estos momentos, la carga es más ligera. No hablamos de nuestras preocupaciones, todos sabemos que están ahí, pero las dejamos fuera de la conversación, al menos por unas horas. Aquí somos iguales, al menos entre nosotros. La noche pasa entre bandejas de canapés y copas de champán. Los invitados, con sus trajes caros y vestidos de diseñador, parecen vivir en un mundo completamente diferente al mío. Pero no me dejo afectar. Hago mi trabajo, sonrío cuando es necesario, y mantengo la cabeza baja. Sin embargo, por dentro, sigo soñando. No sé cómo, ni cuándo, pero sé que encontraré una manera de lograr lo que quiero. Porque, aunque el mundo me cierre puertas, yo encontraré una ventana para abrir. Siempre lo he hecho. Al regresar a casa, estoy exhausta, pero satisfecha. Otro día ha pasado, otro obstáculo superado. No tengo respuestas claras, ni soluciones inmediatas, pero tengo algo más importante: la determinación de seguir adelante. Y eso, aunque no pague las cuentas, es lo que me mantiene en pie. Gracias por leer este capitulo.Matthew. La mirada de Isabella lo decía todo. Estaba confundida, pero también había algo más, como si a pesar de lo absurdo de la situación, hubiese cierto alivio en saber lo que se le estaba pidiendo. No sé si era por la promesa de un respiro económico o si estaba acostumbrada a enfrentar la vida con la cabeza en alto, pero lo que sí sabía era que esto no iba a ser fácil para ninguno de los dos.Estábamos en una cafetería a las afueras de la empresa, ella había llegado puntual y eso me agradaba, la impuntual idas me enojaba muchísimo. Cuando entró por la puerta vi que vestía unos jeans negros y una blusa blanca básica, su cabello rizo estaba suelto y llamaba la atención por lo frondoso qué es, así que disfrute viendo como Isabella caminaba segura hacia mi mesa, ignorando las miradas de todos. —¿Y cómo planeas que hagamos esto? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio que había llenado el lugar por varios minutos.—Nos conoceremos lo suficiente para que no haya dudas cuando estem
Isabella. Hoy es el gran día. ¡Finalmente puedo pagar el último semestre! El último escalón en la montaña que he estado subiendo durante tantos años. Con la carpeta de mis papeles en mano y la pequeña bolsa con el dinero exacto para la matrícula, entro en la universidad con una sonrisa que no puedo ocultar. El aire parece más ligero, más fresco, como si el universo supiera lo que significa este momento para mí. Me tomo un segundo para apreciar el edificio que tantas veces me ha recibido, lleno de retos y oportunidades. Mi esfuerzo finalmente está rindiendo frutos.—¡Hola, Isabella! —me saluda una de mis compañeras de clase, con una sonrisa que refleja algo de admiración.—¡Hola! —respondo con entusiasmo, mientras camino rápidamente hacia la oficina de administración.Todo en mí vibra de emoción. Después de tanto trabajo, tantos sacrificios y noches de preocupación, he logrado llegar a este momento. A veces pensaba que no lo lograría, que quizás tendría que dejar mis sueños a un lado.
Isabella. Dias después. El sonido del motor del auto de Matthew era casi relajante mientras recorríamos las calles de la ciudad. Mis pensamientos iban y venían, y no podía evitar preguntarme cómo había llegado hasta este punto. De ser una simple camarera con sueños de ser modelo, ahora estaba a punto de enfrentarme a la familia Carrington, fingiendo ser la novia de Matthew. Todo parecía tan surrealista. —Mañana es la cena —dijo Matthew, rompiendo el silencio—. Necesitamos estar bien preparados. —¿Qué quieres decir con "bien preparados"? —pregunté, girando mi cabeza para mirarlo. —Es importante que conozcas a mi familia. Te contaré quién es quién. Así no te sentirás perdida. —Su tono era serio, como si estuviera planeando una estrategia militar. Asentí, tratando de mostrarme más tranquila de lo que realmente estaba. A pesar de ser un acuerdo estrictamente profesional, la idea de conocer a su familia y mantener esta fachada me ponía los nervios de punta. —Para empezar, está mi
Isabella Al bajar del auto me quedé viendo la casa frente a mi, si es que esto se podía llamar casa, más parecía una mansión. Hacia estado antes aquí, como mesera, ahora venía como la novia de Matthew. Es por esa razón que me sentía completamente diferente y muy nerviosa, aunque me ordenaba no demostrarlo. Matthew tomó mi mano y sentir la calidez de la misma, me dió un poco de más seguridad, además la sonrisa que me brindaba se me hizo imposible no ser recíproca. Al pasar el umbral ya todo fue diferente, díez ojos estaban fijos en nosotros, bueno, más bien en mi. Por lo que no bajo la cabeza ni la mirada y sonrío gozando el momento, aunque por dentro parezca gelatina de lo nerviosa que estoy. El ambiente en la casa de los Carrington estaba tenso, y no podía decir que fuera solo por mí. Apenas habíamos cruzado el umbral, y ya sentía las miradas de todos posarse sobre nosotros. Matthew me sostenía del brazo con una mezcla de seguridad y algo más que no podía identificar del todo
Isabella. Mi teléfono no ha dejado de sonar desde la cena familiar. Las noticias sobre mi supuesto noviazgo con Matthew Carrington se esparcieron como el fuego. Apenas han pasado unos días, pero ya no puedo caminar por la calle sin sentir las miradas sobre mí. Y lo peor es que no soy solo yo quien lo siente. En la universidad, en las clases de danza, incluso en el orfanato, todos parecen estar enterados, y no hay forma de evitar las preguntas. Esta mañana me levanté temprano como siempre, dispuesta a concentrarme en mis estudios. Sin embargo, cuando entré a la sala de clases, noté enseguida que algo estaba diferente. Un par de chicas cuchicheaban entre ellas y, al verme, se callaron de inmediato. Intenté ignorarlo. Me senté en mi pupitre y saqué mis apuntes, pero apenas había abierto mi cuaderno cuando sentí una mirada fija. —¿Es verdad? —preguntó una chica desde el otro extremo del aula. Era Mariana, una de las chicas más sociables del grupo. Su tono no era agresivo, pero había
Isabella.El mensaje de la madre de Matthew llegó en un momento inesperado. Apenas había tenido tiempo de recuperarme de la conversación con Sarah cuando mi teléfono vibró, y al ver el nombre "Sra. Carrington" en la pantalla, supe que las cosas no se iban a calmar pronto. No me había esperado una invitación tan directa y menos para un plan que parecía tan casual.“Isabella, me encantaría que me acompañaras a hacer unas compras esta tarde. Será una buena oportunidad para conocernos mejor. Te recogeré a las tres.”El tono formal de su mensaje no dejaba lugar a dudas: esto no era una simple salida. Iba a ser una prueba, un interrogatorio disfrazado de compras. A pesar de todo, no podía negarme.A las tres en punto, un auto negro apareció frente a mi casa. La señora Carrington estaba sentada en la parte trasera, impecablemente vestida, con gafas de sol y un aire de elegancia que parecía natural en ella.—Isabella —dijo cuando me subí al auto—, qué gusto verte de nuevo.—El gusto es mío, s
Isabella. Después de mi salida con la madre de Matthew, pensé que las cosas se calmarían por un tiempo. Me había enfrentado a preguntas difíciles, y aunque había salido bien parada, estaba agotada emocionalmente. Había imaginado que la salida sería incómoda y hasta hiriente para mi, pero después del interrogatorio, lo habíamos pasado bien, conversamos y hasta reímos de algunas cosas. No pensé que con la madre de Matthew la pasaría tan bien y la verdad me había gustado. Sin embargo, no contaba con lo que vendría después. Logan.Todo comenzó de manera inocente. Un mensaje apareció en mi teléfono mientras terminaba una clase de baile.“Hola, Isabella. Soy Logan. Solo quería agradecerte por venir a la cena familiar. Fue un alivio verte manejar todo con tanta elegancia. Ojalá podamos hablar más la próxima vez. ¿Café algún día?”Fruncí el ceño al leer el mensaje. Aunque Logan había sido cortés durante la cena, no esperaba que se pusiera en contacto conmigo directamente. ¿Por qué querría
Isabella. Los pasos resonaban en la casa mientras me dirigía al estudio del señor Carrington. Matthew me había advertido que su padre era un hombre difícil de impresionar, y sabía que esta conversación sería un desafío. Aún así, no podía dejar que el miedo me dominara. Respiré hondo antes de tocar la puerta.—Adelante —se escuchó una voz profunda al otro lado.Empujé la pesada puerta de madera y entré. El estudio era elegante, con estantes llenos de libros que cubrían las paredes y una gran ventana que dejaba entrar la luz del atardecer. Detrás de un escritorio imponente estaba el señor Carrington, con el ceño fruncido, observándome con una mezcla de curiosidad y desconfianza.—Isabella, siéntate —dijo, sin levantar la vista de unos papeles.Me senté frente a él, sintiendo el peso de su presencia. El silencio en la sala era abrumador, y podía escuchar mi propio corazón latiendo con fuerza.—Matthew me ha hablado mucho de ti —empezó, finalmente levantando la mirada—. Pero antes de con