Capítulo 7

Matthew.

La mirada de Isabella lo decía todo. Estaba confundida, pero también había algo más, como si a pesar de lo absurdo de la situación, hubiese cierto alivio en saber lo que se le estaba pidiendo. No sé si era por la promesa de un respiro económico o si estaba acostumbrada a enfrentar la vida con la cabeza en alto, pero lo que sí sabía era que esto no iba a ser fácil para ninguno de los dos.

Estábamos en una cafetería a las afueras de la empresa, ella había llegado puntual y eso me agradaba, la impuntual idas me enojaba muchísimo. Cuando entró por la puerta vi que vestía unos jeans negros y una blusa blanca básica, su cabello rizo estaba suelto y llamaba la atención por lo frondoso qué es, así que disfrute viendo como Isabella caminaba segura hacia mi mesa, ignorando las miradas de todos.

—¿Y cómo planeas que hagamos esto? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio que había llenado el lugar por varios minutos.

—Nos conoceremos lo suficiente para que no haya dudas cuando estemos frente a los demás —le respondí, consciente de que nuestra farsa dependía de una coordinación perfecta.

Isabella me observó detenidamente. Había algo en ella que me intrigaba desde aquella primera vez que la vi. Su fortaleza no era solo física, no eran los golpes que había dado aquella noche para defenderme. Era la manera en la que, a pesar de las dificultades, caminaba erguida, sin miedo a lo que venía. Esa determinación era lo que más admiraba de ella, y sabía que sería fundamental para lo que estaba por venir.

—Tendremos que vernos más seguido —agregué—. No solo para conocernos, sino para que los demás lo vean también. Mi familia va a hacer preguntas, especialmente mi padre.

Isabella asintió, aunque se veía incómoda con la idea. No la culpaba. Era una chica sencilla, sin lujos, y ahora tenía que adentrarse en un mundo completamente opuesto al suyo. Aunque por un lado eso me hacía sentir que la situación sería difícil para ella, también era consciente de que esa misma sencillez sería lo que desarmaría a todos los que nos rodeaban. Nadie sospecharía de una chica como ella.

—Tu familia... ¿qué esperan de ti exactamente? —preguntó, rompiendo mis pensamientos.

Suspiré. Esa era la pregunta del millón.

—Esperan que me case. Mi padre ha estado insinuando que ya es hora de que siente cabeza, que tengo que pensar en herederos. Para él, ya debería estar construyendo la próxima generación de los Carrington.

Isabella me observó en silencio, como si procesara cada palabra. No me sorprendía que ella, alguien que había trabajado duro por cada cosa que tenía, no entendiera esa presión social. En su mundo, las expectativas eran distintas, mucho más inmediatas y prácticas.

—¿Y tu madre? —inquirió de nuevo.

—Mi madre... —me detuve unos segundos—. Ella sospecha que lo de Rebecca no terminó de manera amistosa. No ha dicho nada directamente, pero estoy seguro de que intuye que hay algo más detrás de la historia oficial.

—¿Y qué hay de ella? ¿De Rebecca? —sus palabras fueron suaves, pero cargadas de curiosidad.

—Rebecca... —mi mandíbula se tensó al pronunciar su nombre—. Anda diciendo que estoy devastado, que la ruptura me ha dejado sin ganas de vivir. Todo es parte de su juego para justificar lo que hizo con mi hermano. Pero no puedo darle ese poder sobre mí, así que es mejor seguir adelante, ¿no crees?

Isabella se quedó pensativa por un momento. Sabía que ella también estaba luchando con sus propios fantasmas, aunque no los expresara con palabras. Estaba segura de sí misma, pero la vida no había sido justa con ella. Y, sin embargo, aquí estaba, dispuesta a enfrentar este desafío.

—Entiendo lo que quieres decir —dijo finalmente—. Yo también he tenido que cargar con las expectativas de los demás, aunque de una forma muy distinta. He estado sola desde que cumplí los 18, ¿sabes? Nadie me acogió, así que tuve que empezar desde cero. Y no ha sido fácil. Pero si he aprendido algo, es que no puedo darme el lujo de rendirme.

Esas palabras resonaron en mi interior. A pesar de que nuestros mundos eran diferentes, nuestras luchas parecían tener algo en común. Admiraba su fortaleza, y de algún modo, también la envidiaba. Isabella no tenía la carga de llevar un apellido como el mío, pero había cargado con mucho más de lo que cualquier persona debería.

—Eso es lo que más me llama la atención de ti —confesé—. Tu determinación. No importa lo que pase, siempre encuentras la manera de seguir adelante.

Ella me miró con una mezcla de sorpresa y agradecimiento, pero no dijo nada más. Sabía que para Isabella, las palabras no significaban mucho si no iban acompañadas de acciones. Y en ese momento, su mirada firme y decidida me lo confirmó.

—Bien —dijo, rompiendo de nuevo el silencio—. Si vamos a hacer esto, más vale que lo hagamos bien.

Asentí, sabiendo que, de alguna manera, había encontrado a la persona perfecta para este plan. Ambos sabíamos lo que estaba en juego, y ninguno estaba dispuesto a fallar.

—Te pagaré 500 dólares por casa reunión qué tengamos — comencé a decirle — Además no te preocupes por ropa, pasajes y demás gastos, yo me encargaré — ella solo me mira

—Esta bien Carrington — responde levantando una ceja y admito que se ve desafiante, pero a la vez bonita haciendo ese gesto, yo solo sonrio y quito la mirada

—¿Estás de acuerdo con el precio? — cuestiono y ella asiente —Si es un evento de gala o cena en casa de mi familia, te pagaré el doble — sus ojos se abrieron por un segundo y luego recuperaron su forma natural —Con mi círculo social y familiar, es una buena paga por soportarlos —

Isabella no dijo nada, se quedó callada viéndome fijamente, lo que empezó a ponerme nervioso. ¿Me rechazara ahora? ¿Acaso me había sobrepasado con lo que ofrecía?

—Entonces, ¿cuándo empezamos? —preguntó ella, con una leve sonrisa que indicaba que estaba lista.

—Hoy mismo — respondí y, ella sonrió y decidimos ordenar

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