MÁS ALLÁ DEL APELLIDO CARRINGTON
MÁS ALLÁ DEL APELLIDO CARRINGTON
Por: Adrianaho
Capítulo 1

Isabella.

El bullicio de la fiesta llena cada rincón del inmenso salón de los Carrington. Las luces doradas cuelgan de lo alto, reflejando destellos sobre el suelo de mármol, mientras los invitados, vestidos con trajes impecables y vestidos que parecen costar más que todo lo que he ganado en mi vida, se mueven de un lado a otro como si el mundo les perteneciera. Para ellos, quizás lo es. Para mí, solo es otro turno de trabajo.

Estoy aquí, bandeja en mano, sirviendo copas de champán a personas que ni siquiera me miran. El uniforme blanco y negro de camarera se siente más pesado de lo normal, tal vez porque en días como este, los contrastes entre ellos y yo parecen aún más marcados. Yo, una chica de tez morena, humilde y anónima, mientras que ellos, los poderosos y ricos Carrington, disfrutan de una noche más de lujos sin fin.

—¿Lista para otra noche de gala? —me pregunta Sofía, una compañera del catering, con una sonrisa cómplice.

—Siempre lista —respondo, aunque en el fondo lo único que quiero es que este turno termine pronto.

Sofía y yo intercambiamos bromas mientras nos movemos entre los invitados, pero mi mente está en otro lugar. Hoy es una de esas noches en las que me pregunto cómo sería estar del otro lado, ser una de esas mujeres que lucen vestidos largos y joyas brillantes. ¿Cómo sería no tener que preocuparme por el dinero o por si puedo pagar el alquiler este mes?

La música suave llena el ambiente, una pieza clásica que apenas se nota entre las risas y las conversaciones superficiales. A lo lejos, veo a Matthew Carrington, el anfitrión de la noche. Incluso en este mar de personas elegantes, destaca por su porte imponente. De unos treinta años, alto, con el cabello oscuro perfectamente peinado y el rostro serio de quien sabe que todo le pertenece. He oído historias sobre él: heredero de millones, dueño de empresas, y con una actitud que raya en lo déspota. Para Matthew, las clases sociales no son solo una realidad, son una ley inmutable. No me sorprende que ni siquiera se moleste en mirar a quienes estamos sirviendo la comida y las bebidas.

Lo veo conversando con un grupo de hombres de su círculo cercano, mientras lanza una mirada indiferente a su alrededor. No sé si es porque no me ha visto o porque simplemente soy invisible para alguien como él. Estoy acostumbrada a ser ignorada por gente como Matthew, pero siempre hay un pequeño pinchazo en mi orgullo cuando sucede.

—Oye, ¿ese no es Matthew Carrington? —me susurra Sofía mientras nos acercamos a su mesa con las copas de champán.

—Sí, el mismísimo —respondo, intentando que no se note mi desdén.

Sofía me mira con ojos brillantes. —Qué guapo es, ¿no? Aunque tiene esa vibra de “mírenme, soy mejor que todos”. Es típico de los de su clase.

—Totalmente —le respondo con una sonrisa torcida.

Mientras me acerco a servir las bebidas, Matthew me da una mirada fugaz, pero es tan rápida que casi creo que lo imaginé. Levanto la bandeja y comienzo a repartir las copas con cuidado, evitando cualquier contacto visual. No tengo interés en ser objeto de su desdén o indiferencia.

La noche continúa, y el cansancio empieza a apoderarse de mí. Las risas y los brindis llenan el aire, y a pesar de lo agotador que es, hay algo en trabajar en eventos como estos que me hace sentir como si estuviera mirando una película desde afuera. Estos no son los problemas ni las preocupaciones de mi vida. Aquí, todo parece fácil para ellos, como si el mundo les hubiera sido entregado en bandeja de plata.

Finalmente, mi turno termina. Dejo la bandeja en la cocina, me despido de mis compañeros y me cambio de ropa. El uniforme de catering se convierte en mis jeans gastados y una chaqueta ligera, el único abrigo que puedo permitirme. Camino hacia la puerta de salida, deseando solo llegar a casa y descansar.

Al salir del salón de los Carrington, la brisa nocturna me golpea con fuerza, pero es un alivio después de las horas bajo las luces y el calor del evento. Miro el reloj: es tarde, y el autobús a mi barrio no pasa con tanta frecuencia a esta hora. Camino rápido, deseando llegar a la parada antes de que se me escape el último. El brillo de las luces de la mansión se va desvaneciendo a medida que me alejo.

Justo cuando doblo la esquina, oigo voces, y no son del tipo amistoso. Son gritos, seguidos de un ruido sordo, como si alguien hubiera caído al suelo. Mi corazón se acelera, pero no puedo evitar girar la cabeza hacia la fuente del sonido. Ahí, en la oscuridad, veo a Matthew Carrington siendo rodeado por dos tipos que claramente no están aquí para hacerle un favor.

—Dame tu reloj, y todo lo que lleves encima —le gruñe uno de los hombres, sosteniendo una navaja que brilla bajo la luz de un poste cercano.

Matthew, por primera vez en la noche, parece fuera de lugar. Está atrapado entre su orgullo y el miedo. Su mirada pasa de los hombres a su alrededor a su muñeca, donde lleva un reloj que probablemente cuesta más que mi vida entera.

Me detengo a unos metros, mi mente corriendo en todas direcciones. Podría simplemente irme, no involucrarme. Después de todo, él es solo otro rico que nunca me ha visto como más que una sombra. Pero algo en mí no me deja alejarme. A pesar de cómo me ha ignorado toda la noche, no puedo quedarme de brazos cruzados mientras alguien es atacado.

—¡Hey! —grito, más fuerte de lo que esperaba.

Los dos hombres se giran hacia mí, sorprendidos. Aprovecho ese segundo de desconcierto para correr hacia ellos. No soy experta en peleas, pero he aprendido a defenderme. Vivir en mi barrio me ha enseñado a no ser una víctima. Sin pensarlo dos veces, golpeo a uno de los hombres en el estómago con todas mis fuerzas, haciendo que se doble de dolor. El otro intenta agarrarme, pero me zafó de su agarre y lo empujo con fuerza.

—¡Lárguense! —grito, aunque por dentro estoy aterrada.

No sé cómo, pero funciona. Los dos tipos, confundidos y sin querer arriesgarse más, salen corriendo. Mi respiración es rápida y pesada mientras intento recuperar el aliento. Entonces, siento la mirada de Matthew sobre mí. Está de pie, atónito, observándome como si fuera la primera vez que me ve de verdad.

—Gracias —dice finalmente, su voz es baja, casi incrédula.

—No hay de qué —respondo, aún recuperándome de la adrenalina.

Por un momento, nuestros ojos se encuentran, y puedo ver en su mirada algo que no había visto antes: respeto. Tal vez incluso admiración. Pero no me quedo para averiguarlo. Me doy la vuelta y empiezo a caminar en dirección contraria, deseando dejar atrás lo que acaba de pasar.

—Espera —me llama Matthew, pero yo no me detengo. No necesito agradecimientos ni más interacciones con él. Ya tuve suficiente de los Carrington por una noche.

Camino rápido, dejando atrás la mansión, el incidente, y a Matthew Carrington, sabiendo que, aunque fue solo un momento, algo cambió esa noche. Quizás no para él, pero definitivamente para mí.

Gracias por leer.

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