Isabella.
El bullicio de la fiesta llena cada rincón del inmenso salón de los Carrington. Las luces doradas cuelgan de lo alto, reflejando destellos sobre el suelo de mármol, mientras los invitados, vestidos con trajes impecables y vestidos que parecen costar más que todo lo que he ganado en mi vida, se mueven de un lado a otro como si el mundo les perteneciera. Para ellos, quizás lo es. Para mí, solo es otro turno de trabajo. Estoy aquí, bandeja en mano, sirviendo copas de champán a personas que ni siquiera me miran. El uniforme blanco y negro de camarera se siente más pesado de lo normal, tal vez porque en días como este, los contrastes entre ellos y yo parecen aún más marcados. Yo, una chica de tez morena, humilde y anónima, mientras que ellos, los poderosos y ricos Carrington, disfrutan de una noche más de lujos sin fin. —¿Lista para otra noche de gala? —me pregunta Sofía, una compañera del catering, con una sonrisa cómplice. —Siempre lista —respondo, aunque en el fondo lo único que quiero es que este turno termine pronto. Sofía y yo intercambiamos bromas mientras nos movemos entre los invitados, pero mi mente está en otro lugar. Hoy es una de esas noches en las que me pregunto cómo sería estar del otro lado, ser una de esas mujeres que lucen vestidos largos y joyas brillantes. ¿Cómo sería no tener que preocuparme por el dinero o por si puedo pagar el alquiler este mes? La música suave llena el ambiente, una pieza clásica que apenas se nota entre las risas y las conversaciones superficiales. A lo lejos, veo a Matthew Carrington, el anfitrión de la noche. Incluso en este mar de personas elegantes, destaca por su porte imponente. De unos treinta años, alto, con el cabello oscuro perfectamente peinado y el rostro serio de quien sabe que todo le pertenece. He oído historias sobre él: heredero de millones, dueño de empresas, y con una actitud que raya en lo déspota. Para Matthew, las clases sociales no son solo una realidad, son una ley inmutable. No me sorprende que ni siquiera se moleste en mirar a quienes estamos sirviendo la comida y las bebidas. Lo veo conversando con un grupo de hombres de su círculo cercano, mientras lanza una mirada indiferente a su alrededor. No sé si es porque no me ha visto o porque simplemente soy invisible para alguien como él. Estoy acostumbrada a ser ignorada por gente como Matthew, pero siempre hay un pequeño pinchazo en mi orgullo cuando sucede. —Oye, ¿ese no es Matthew Carrington? —me susurra Sofía mientras nos acercamos a su mesa con las copas de champán. —Sí, el mismísimo —respondo, intentando que no se note mi desdén. Sofía me mira con ojos brillantes. —Qué guapo es, ¿no? Aunque tiene esa vibra de “mírenme, soy mejor que todos”. Es típico de los de su clase. —Totalmente —le respondo con una sonrisa torcida. Mientras me acerco a servir las bebidas, Matthew me da una mirada fugaz, pero es tan rápida que casi creo que lo imaginé. Levanto la bandeja y comienzo a repartir las copas con cuidado, evitando cualquier contacto visual. No tengo interés en ser objeto de su desdén o indiferencia. La noche continúa, y el cansancio empieza a apoderarse de mí. Las risas y los brindis llenan el aire, y a pesar de lo agotador que es, hay algo en trabajar en eventos como estos que me hace sentir como si estuviera mirando una película desde afuera. Estos no son los problemas ni las preocupaciones de mi vida. Aquí, todo parece fácil para ellos, como si el mundo les hubiera sido entregado en bandeja de plata. Finalmente, mi turno termina. Dejo la bandeja en la cocina, me despido de mis compañeros y me cambio de ropa. El uniforme de catering se convierte en mis jeans gastados y una chaqueta ligera, el único abrigo que puedo permitirme. Camino hacia la puerta de salida, deseando solo llegar a casa y descansar. Al salir del salón de los Carrington, la brisa nocturna me golpea con fuerza, pero es un alivio después de las horas bajo las luces y el calor del evento. Miro el reloj: es tarde, y el autobús a mi barrio no pasa con tanta frecuencia a esta hora. Camino rápido, deseando llegar a la parada antes de que se me escape el último. El brillo de las luces de la mansión se va desvaneciendo a medida que me alejo. Justo cuando doblo la esquina, oigo voces, y no son del tipo amistoso. Son gritos, seguidos de un ruido sordo, como si alguien hubiera caído al suelo. Mi corazón se acelera, pero no puedo evitar girar la cabeza hacia la fuente del sonido. Ahí, en la oscuridad, veo a Matthew Carrington siendo rodeado por dos tipos que claramente no están aquí para hacerle un favor. —Dame tu reloj, y todo lo que lleves encima —le gruñe uno de los hombres, sosteniendo una navaja que brilla bajo la luz de un poste cercano. Matthew, por primera vez en la noche, parece fuera de lugar. Está atrapado entre su orgullo y el miedo. Su mirada pasa de los hombres a su alrededor a su muñeca, donde lleva un reloj que probablemente cuesta más que mi vida entera. Me detengo a unos metros, mi mente corriendo en todas direcciones. Podría simplemente irme, no involucrarme. Después de todo, él es solo otro rico que nunca me ha visto como más que una sombra. Pero algo en mí no me deja alejarme. A pesar de cómo me ha ignorado toda la noche, no puedo quedarme de brazos cruzados mientras alguien es atacado. —¡Hey! —grito, más fuerte de lo que esperaba. Los dos hombres se giran hacia mí, sorprendidos. Aprovecho ese segundo de desconcierto para correr hacia ellos. No soy experta en peleas, pero he aprendido a defenderme. Vivir en mi barrio me ha enseñado a no ser una víctima. Sin pensarlo dos veces, golpeo a uno de los hombres en el estómago con todas mis fuerzas, haciendo que se doble de dolor. El otro intenta agarrarme, pero me zafó de su agarre y lo empujo con fuerza. —¡Lárguense! —grito, aunque por dentro estoy aterrada. No sé cómo, pero funciona. Los dos tipos, confundidos y sin querer arriesgarse más, salen corriendo. Mi respiración es rápida y pesada mientras intento recuperar el aliento. Entonces, siento la mirada de Matthew sobre mí. Está de pie, atónito, observándome como si fuera la primera vez que me ve de verdad. —Gracias —dice finalmente, su voz es baja, casi incrédula. —No hay de qué —respondo, aún recuperándome de la adrenalina. Por un momento, nuestros ojos se encuentran, y puedo ver en su mirada algo que no había visto antes: respeto. Tal vez incluso admiración. Pero no me quedo para averiguarlo. Me doy la vuelta y empiezo a caminar en dirección contraria, deseando dejar atrás lo que acaba de pasar. —Espera —me llama Matthew, pero yo no me detengo. No necesito agradecimientos ni más interacciones con él. Ya tuve suficiente de los Carrington por una noche. Camino rápido, dejando atrás la mansión, el incidente, y a Matthew Carrington, sabiendo que, aunque fue solo un momento, algo cambió esa noche. Quizás no para él, pero definitivamente para mí. Gracias por leer.Isabella. Me despierto antes de que el sol asome por la ventana de mi pequeño apartamento. El mundo sigue envuelto en sombras, pero yo ya estoy en movimiento. No hay tiempo para disfrutar la tranquilidad de la mañana, ni siquiera para un segundo de reflexión. Mi vida ha sido así desde que tengo memoria: un constante correr, sin pausa. Algunas personas tienen el privilegio de detenerse a oler las flores, pero yo apenas tengo tiempo de respirar.El despertador apenas ha sonado cuando ya estoy de pie, en mi pequeña cocina, calentando un café. El estómago me gruñe, pero no hay mucho que comer. Unas galletas viejas, quizás. El alquiler está a punto de vencer, y cada centavo cuenta. La mesa en la que apoyo los codos está llena de papeles: facturas, cuentas atrasadas y un portafolio de fotos que he rehecho tantas veces que ya no sé si tiene sentido.Ser modelo. Ese ha sido mi sueño desde que era una niña, pero cada día parece más lejano. Cada vez que entrego mi portafolio a una agencia, esp
MatthewEstaba sentado en la sala de reuniones, pero en mi mente solo resonaba un eco. Mis ojos se posaban sobre las gráficas del proyector, pero no absorbía nada. Todo se sentía distante, lejano. La imagen de Isabella no dejaba de aparecer en mi cabeza, esa chica de piel morena y cabello rizado que me había salvado aquella noche. Trataba de apartarla de mis pensamientos, diciéndome que no tenía sentido seguir pensando en ella. Rebecca era la mujer perfecta, la que todos consideraban la elección correcta para mí, aunque últimamente esa idea me parecía más hueca que nunca.Terminé la reunión y dejé que los demás salieran mientras yo recogía mis cosas lentamente, intentando forzarme a concentrarme en lo que realmente importaba: los negocios, las inversiones, la boda de mi hermano. Ah, la boda de Logan. Solo de pensar en ello, sentía cómo algo se torcía en mi estómago. Mi relación con Rebecca estaba en un estado que apenas podía llamarse relación. Pero todo el mundo esperaba que nosotro
Matthew. Después de aquel incidente en la fiesta, no pude dejar de pensar en ella. Isabella. Esa chica de tez morena y cabello rizado, la misma que había hecho lo impensable: me había salvado, sin esperar nada a cambio. Mientras todo el mundo se movía a su ritmo, en mi mente solo resonaba su nombre. Era absurdo, lo sé. Era una camarera, alguien que nunca encajaría en mi mundo, y aun así, no podía apartarla de mis pensamientos.Decidí usar mis recursos, algo en lo que siempre he sido bueno. Un simple chasquido de dedos y mis contactos más confiables me proporcionaron todo lo que necesitaba saber sobre ella. Isabella Martínez. Latina. Vive en un barrio humilde al sur de la ciudad. Estudiante de actuación, aunque no puede permitirse pagar el último semestre. Además, da clases de danza en su tiempo libre. Sus ingresos no son suficientes, pero a pesar de todo, sigue adelante. Era la definición de alguien luchando por sobrevivir.No podía evitar sentir una mezcla de admiración y curiosida
MatthewEl eco de mis pasos resuena en la enorme sala vacía mientras camino de un lado a otro, esperando. He estado en muchas situaciones incómodas a lo largo de mi vida, pero esta... esta supera cualquier cosa que haya imaginado. Pedirle a una camarera que finja ser mi novia. Suena ridículo incluso en mi cabeza, pero no tengo opción.La puerta se abre, y la veo entrar. Isabella. Su cabello rizado enmarca su rostro de forma casi desordenada, pero hay algo en su porte que me llama la atención. Camina con la cabeza en alto, segura, como si estuviera entrando a cualquier lugar excepto la mansión Carrington. No puedo evitar admirar su confianza, su determinación, incluso cuando sé que está enfrentando dificultades."Gracias por venir", le digo, tratando de sonar casual. Ella asiente, pero no dice nada al principio. Sus ojos me observan con cautela, como si estuviera midiendo cada palabra que digo. No puedo culparla."¿Por qué estoy aquí?", pregunta finalmente, cruzando los brazos frente a
Días atrás. IsabellaLa alarma suena a las cinco de la mañana, como todos los días. La apago de un golpe y me quedo un segundo más bajo las mantas. La cama es incómoda, el colchón está gastado, pero es mi refugio, al menos por unos minutos más antes de enfrentar el día. Respiro hondo y, mientras estiro los músculos doloridos, pienso en cómo llegué aquí. Las deudas, el alquiler atrasado y las cuotas de la universidad me golpean la cabeza como si fueran una segunda alarma.No tengo dinero para pagar el último semestre. Me duele admitirlo, pero es la verdad. Cada centavo que gano en el catering se va en comida y en mantener este pequeño departamento que comparto con más gente de la que debería. No me quejo. Hay gente que la tiene peor. A veces me pregunto si lograré algo más que sobrevivir, si podré algún día estudiar actuación como lo soñé desde niña. Ser actriz, estar en una pantalla grande, o al menos en una pasarela. Ese es mi sueño más profundo, pero los días pasan, y sigo atrapad
Matthew. La mirada de Isabella lo decía todo. Estaba confundida, pero también había algo más, como si a pesar de lo absurdo de la situación, hubiese cierto alivio en saber lo que se le estaba pidiendo. No sé si era por la promesa de un respiro económico o si estaba acostumbrada a enfrentar la vida con la cabeza en alto, pero lo que sí sabía era que esto no iba a ser fácil para ninguno de los dos.Estábamos en una cafetería a las afueras de la empresa, ella había llegado puntual y eso me agradaba, la impuntual idas me enojaba muchísimo. Cuando entró por la puerta vi que vestía unos jeans negros y una blusa blanca básica, su cabello rizo estaba suelto y llamaba la atención por lo frondoso qué es, así que disfrute viendo como Isabella caminaba segura hacia mi mesa, ignorando las miradas de todos. —¿Y cómo planeas que hagamos esto? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio que había llenado el lugar por varios minutos.—Nos conoceremos lo suficiente para que no haya dudas cuando estem
Isabella. Hoy es el gran día. ¡Finalmente puedo pagar el último semestre! El último escalón en la montaña que he estado subiendo durante tantos años. Con la carpeta de mis papeles en mano y la pequeña bolsa con el dinero exacto para la matrícula, entro en la universidad con una sonrisa que no puedo ocultar. El aire parece más ligero, más fresco, como si el universo supiera lo que significa este momento para mí. Me tomo un segundo para apreciar el edificio que tantas veces me ha recibido, lleno de retos y oportunidades. Mi esfuerzo finalmente está rindiendo frutos.—¡Hola, Isabella! —me saluda una de mis compañeras de clase, con una sonrisa que refleja algo de admiración.—¡Hola! —respondo con entusiasmo, mientras camino rápidamente hacia la oficina de administración.Todo en mí vibra de emoción. Después de tanto trabajo, tantos sacrificios y noches de preocupación, he logrado llegar a este momento. A veces pensaba que no lo lograría, que quizás tendría que dejar mis sueños a un lado.
Isabella. Dias después. El sonido del motor del auto de Matthew era casi relajante mientras recorríamos las calles de la ciudad. Mis pensamientos iban y venían, y no podía evitar preguntarme cómo había llegado hasta este punto. De ser una simple camarera con sueños de ser modelo, ahora estaba a punto de enfrentarme a la familia Carrington, fingiendo ser la novia de Matthew. Todo parecía tan surrealista. —Mañana es la cena —dijo Matthew, rompiendo el silencio—. Necesitamos estar bien preparados. —¿Qué quieres decir con "bien preparados"? —pregunté, girando mi cabeza para mirarlo. —Es importante que conozcas a mi familia. Te contaré quién es quién. Así no te sentirás perdida. —Su tono era serio, como si estuviera planeando una estrategia militar. Asentí, tratando de mostrarme más tranquila de lo que realmente estaba. A pesar de ser un acuerdo estrictamente profesional, la idea de conocer a su familia y mantener esta fachada me ponía los nervios de punta. —Para empezar, está mi