Sara
Esas vacaciones fueron las peores de mi vida, ni siquiera me presento a la graduación. Busco a Leonardo, mi asesor de tesis, mismo que me ayuda arreglar mis papeles para viajar a Roma lo más pronto posible. Al fin decido marcharme sola y continuar con mi vida.
Los padres de Carlos me retiraron el habla, su madre se disculpó diciendo que le recuerdo mucho a su hijo y eso le causaba mucho dolor. Como si le hubiera importado dejar su meditación para volver y ver a su hijo aún con vida. No soy nadie para juzgarlos ¡pero era su hijo por Dios!, los necesitaba más que nunca.
En cuanto a la boda, le pido a mamá que se encargue de ello con la coordinadora que contratamos para hacer una cancelación formal, no deseo saber nada del asunto, ni mucho menos dar explicaciones por lo ocurrido.
Los “amigos” de borrachera, ni siquiera se dignaron a ir al funeral. No eran nuestros amigos. Ni me molesto en buscarlos. Cobardes todos y todas.
Franco es el único que se hace presente en todo momento. Carlos murió muy agradecido con él.
"─Gracias por todo Franco─ le dijo Carlos.
─No tienes que agradecer, sabes que siempre estaré en deuda contigo por lo que hiciste por mí.
─No fue nada, por ti lo volvería a hacer. Eres un gran amigo.
─Me salvaste el pellejo Carlos, no cualquiera mete las manos al fuego por alguien.
─Franco, te quiero, eres mi mejor amigo, cuida de Sara… ella es fuerte, pero sé que tu apoyo será incondicional.
─Cuenta con ello."
Dos meses después de la muerte de Carlos, vuelo a Roma acompañada por mamá y mi hermano Alejandro.
Viajamos un poco, antes de instalarme en el barrio de Parioli, en un pequeño departamento que rentamos. Cuenta con tres habitaciones, es una zona cara, pero mi padre puede darse el lujo de pagarlo. Mi amiga Susana, compañera de la universidad, se incorporará a estudiar una especialidad en el mes de octubre, mi papá le ofreció que viviera conmigo y así nos haríamos compañía. La tercera recámara, era para el desfile de visitas que tendríamos los siguientes dos años. En un principio nunca pensé esa opción, ya que Carlos vendría conmigo, como mi esposo. Pero la vida te cambia las jugadas antes de que cante el gallo.
Ingresé a la Universidad de Roma "La Sapienza", fue un gran logro que me aceptaran, un master en ciencias políticas me esperaba, después de concluir mi carrera en Relaciones Internacionales. Deseaba hacer carrera en la política, me gusta la comunicación social, dar conferencias y escribir, debía prepararme para ello. Esta maestría es un sueño hecho realidad, pero a medias, el motor de este proyecto ya no se encuentra conmigo. Carlos me hace mucha falta, le echo de menos, fue mi compañero de estudios, mi cómplice, mi amigo, mi amante, mi pareja por más de cinco años. Lo teníamos todo y ese todo lo tiramos por unos meses de vida loca.
El día del accidente, Carlos tomó algo con su bebida, nunca supe qué, ni quién se lo dio, pero él decidido a vivir su “última fiesta desenfrenada”, perdió el piso, de forma literal. No sé cómo fue que cayó por el balcón. Yo no estaba con él, yo apenas llegaba a la fiesta.
─ ¡Sara! ¡Nena! ¡Llegaste! ─ me gritó entusiasmado desde el balcón.
─ ¡Cuidado Carlos! ─ Estaba nerviosa, después de verlo parado en una silla agitando la mano al tiempo de perder el equilibrio, cayó, lo vi en cámara lenta. Corrí a su lado, grité desesperada. Perdí la razón de la impotencia, en la fiesta nadie parecía darse cuenta de lo que ocurría. El vigilante de aquel edificio nos miraba petrificado.
─ ¡Haga algo! ─ Le grité─ ¡Llame una ambulancia!─ Aturdido volvió a la caseta de la recepción.
Carlos solo me miraba, cerraba sus ojos y volvía a mirarme.
─No hables Carl, ya viene la ayuda… resiste ¡Carlos, por favor!
─Nena...─ me decía con dificultad.
Hincada en la banqueta lo abracé, le lloré y le hablé. Sus ojos no dejaban de observarme, y me sonreía. No me hablaba, todo me lo decía con la mirada. La gente alrededor nos observaba, nadie hacía nada, solo esperaba.
A los pocos minutos llegó Franco, un viejo amigo de Carlos.
─ ¡Sara! ¿Qué pasa? ─Se pone blanco al verlo en esas condiciones.
─ ¡Franco! Carlos se cayó del balcón ─dije llorando, desconsolada tomé a Franco de la mano y él se inclinó a mi lado.
─ ¿Ya llamaron a una ambulancia?
─No lo sé─. Le dije angustiada. Franco nos tomó de la mano de nuevo y agregó:
—Resiste Carlos, voy por ayuda.
Franco fue nuestro ángel de la guarda aquel día. Tomó su teléfono celular y se encargó de todo, hizo llamadas, atendió a las autoridades, hasta que nos marchamos en la ambulancia.
Franco visitaba a Carlos todos los días durante su estancia en el hospital, ahí comencé a tratarlo. Se conocían del bachillerato, solo que Franco había estudiado la licenciatura en Filosofía y Letras y Carlos, Ciencias Políticas.
Habíamos coincidido poco, era un chico excepcional. Después del accidente, Franco venía al hospital a visitarlo por las tardes, tiempo que yo aprovechaba para ir a casa a descansar o bañarme y respirar aire fresco.
─Gracias por tu apoyo...─le dije un día.
─No tienes nada que agradecer. Él una vez me sacó de un lío, se lo debo y lo hago con gusto─ le ví sonreír de medio lado ─ es afortunado en tenerte, sus padres siempre están ocupados.
Franco tenía razón, a Carlos lo ha educado la vida, sus padres viajaban constantemente, nunca estuvieron con él en los momentos importantes. Cambiamos la fecha de nuestro compromiso seis veces para que pudieran venir y al final no llegaron.
Carlos se sentía acogido por mi familia, siempre tuvo un gran apoyo por parte de mi padre, se habían adoptado mutuamente. Mi padre lo veía como otro hijo y Carlos lo quería como a un papá.
─Sí, Carlos es el amor de mi vida Franco, si lo pierdo, me muero con él... es todo para mí.
Franco me sonrió y me tomó de la mano en gesto de apoyo.
─Confía en Dios.
─¿Crees en Dios? Los filósofos son ateos…─afirmé.
─Yo no…─y sonrió.
°°°
Franco
El funeral fue muy sobrio… algunos compañeros de la facultad, sus padres y algunos funcionarios públicos.
Sara y yo nos despedimos, pensando que no volveríamos a vernos. Ella estaba muy dolida, sin embargo, me tomé la molestia de llamarle un par de veces para saludarla y preguntarle cómo se encontraba.
A veces lloraba y se desahogaba:
-No puedo más Franco, su ausencia es terrible…- y seguía llorando.
Otras veces me contaba de su día, de su visita con el psicólogo, al final tendría que superar la pérdida de Carlos.
Un mes antes de su partida a Roma le llamé y me animé a invitarle un café. Me sorprendí cuando aceptó, aunque Carlos fue mi amigo, me duele que me recuerde cada cinco minutos cuánto lo amaba y cuánto le echaba de menos.
Me armé de paciencia, debía darle tiempo, pero no sabía cuánto. Eso me volvía loco y opté por no buscarla más, pero a los dos o tres días me ganaba el corazón y la llamaba de nuevo.
Las últimas semanas que Sara estuvo en México nos vimos con cierta frecuencia. La invité al teatro, exposiciones, a cenar, claro, como amigos, no podía “mostrar mis cartas” aún.
Un día antes de su partida, pasé a buscarla a su casa para despedirnos. No la encontré, le dejé un mensaje, “estaré en el café de siempre por si deseas ir”. Cuál fue mi sorpresa que, al llegar al café, ella estaba allí, también buscándome para despedirse. Ese día sentí que teníamos algo, no sé si ella lo sintió, pero vi luz y esperanza en sus ojos.
-Te prometo ir a visitarte cuando me autoricen el primer viaje a España. Me daré unos días para ir a Roma.
-Conste, me dará mucho gusto recibirte, has sido el mejor de los amigos… gracias.
-No es nada-. Nos dimos un fuerte abrazo, de esos que recargan la energía. Me di cuenta que salió una lagrimilla de sus ojos, se aguantó para no llorar más, lo noté, yo no tenía idea de lo que ella sentía en ese momento… pero lo de Carlos estaba muy reciente. No era momento ni siquiera de insinuarlo, pero Sara me traía perdido, cada día que pasaba yo me encontraba más enamorado.
A finales de noviembre me animé a escribirle un correo electrónico, desde que se marchó a Roma no tengo noticias de ella, no nos hemos llamado ni escrito. Le sorprende que la busque y prometo ir a verla para año nuevo.
Sara Roma es una ciudad peculiar. Como ciudad de primer mundo tiene todo, pero su “modus vivendi” puede ser más silvestre que cualquier país del tercer mundo. Me compré una moto, siempre quise una "Vespa", y Roma es la ciudad ideal para ello. Alejandro mi hermano se queda tres meses conmigo, él toma un curso de italiano, yo lo hablo bien, aunque el día a día en este país es distinto. Los italianos "parlare troppo in fretta" (hablan muy rápido). Alex mi hermano es mayor que yo. Por mucho tiempo no nos llevamos bien, pero me cuidaba, de lejos. Desde la partida de Carlos se desvivía por verme bien. El día que Carlos murió me dio un abrazo, creo que nunca nos habíamos abrazado con tanto cariño. "Te quiero Enana, cuenta conmigo siempre". Nunca lo sentí tan pendiente de mí como aquellos días. Nos perdonamos todos nuestros desplantes, mi drama personal de alguna manera nos había unido. Alex vuelve a México tras dejar
Franco 30 de diciembre de 2008 Cuando aterriza el avión en Roma, se me quita el frío solo de pensar que la veré. Fueron seis meses que me parecieron una eternidad. Conté los días para estar a su lado de nuevo. Al verla ahí, parada en aquel enorme lugar, con su hermoso abrigo, tapada hasta los dientes por el frío y esperando mi llegada, mi alma vuelve al cuerpo. Fueron segundos que me llenaron de felicidad. Acercarme a ella y poder abrazarla es lo mejor de todos estos meses de espera. No sé cuál será su reacción, en nuestros correos electrónicos le dejé ver que la extrañaba, y no solo como amiga. Su departamento es muy acogedor, me siento muy extraño, aunque ella me ofreció hospedaje y yo acepté, sin embargo no estoy totalmente cómodo. Tenerla cerca me endurece un poco el cerebro, pero debo ser cauteloso, no deseo asustarla, todo lo contrario, deseo que me ame como yo a ella.
El clima está helado, aun con el abrigo, guantes y gorro, siento frío. Esta mañana heló, amanecimos a ─1°C. Alrededor de la 1:30 de la tarde, veo a Franco a lo lejos, pasando el último registro. Me mira, sonríe y agita la mano mientras revisan el equipaje. Sonriente se acerca, nos damos un abrazo, de esos que son reconfortantes y llenos de emociones... y sin poder evitarlo me pongo a llorar. ─ ¿Qué pasa Sari? ─Es la emoción, ya sabes─. Le doy una débil sonrisa. ─ ¿Carlos? Le miro a los ojos y asiento moviendo la cabeza. ─Ya Sari, no pasa nada, vine a hacerte pasar un buen rato…─ me abraza de nuevo. Me gusta ese gesto y mucho. ─Lo sé, me encanta poder verte, anda vamos por un café que muero por platicar contigo. Lo tomo de la mano y lo llevo a tomar un taxi. Pasamos rápido por un café para llevar. Llegando a casa le muestro el departamento, lo acompaño a su habitación para que se instale. Después de refre
Sara Llegamos exhaustos a casa. Son las seis de la tarde. Susana se encuentra en el sofá dormida, noto como Franco se incomodaal verla, sé que tiene la intención de charlar a solas conmigo y pone cara de fastidio. ─Ven…─ lo tomo de la mano y lo llevo a la terraza. Hace algo de frío, pero está techada y eso ayuda. Nos sentamos en las cómodas sillas de bambú, permanecemos en silencio un rato. Desde que me confesó lo que siente por mí, se nos ha acabado el tema de conversación. Supongo que le estamos dando muchas vueltas al asunto. ─ ¿A qué hora debemos irnos? ─ pregunta resignada.
Sara Como es costumbre en las fiestas de año nuevo, gritamos de emoción, pedimos deseos y nos abrazamos unos a otros con singular afecto. Franco se encontraba cerca después de darle calurosos apapachos a mis amigos. Solo una sonrisa basta para que me derrita, se acerca a mí y me besa de nuevo. -Mio cuore… gracias por iniciar este año nuevo conmigo - ¿Mio cuore? Salimos como a las 2 de la madrugada del bar “Escopazzo”, alrededor de las 5 de la mañana abandonamos una de las plazas donde estuvimos charlando y brindando con un grupo de mexicanos que nos encontramos. Caminamos mucho, no pasaban taxis po
Sara Julio 20, 2011 (Un par de años después) Dejo mis maletas en la entrada de la puerta. Alejandro está advertido que no le avise a mis papás de mi llegada, deseo darles la sorpresa. La sorprendida soy yo cuando al prender la luz veo la sala de la casa adornada con globos de colores, un enorme "banner" que dice “Bienvenida”y algunos amigos y familiares gritando “¡Sorpresa! Mi madre sale de la multitud para darme un abrazo. En seguida mi hermano con mi padre y al fondo observo a Franco, tratando de pasar desapercibido. Lloro de la emoción y en cuanto puedo librarme del tumulto de amistades voy en busca
Sara Corriendo por el aeropuerto para alcanzar el vuelo. La ciudad de México es imposible los viernes y más cuando hay manifestaciones por todos lados. Durante el vuelo comentamos detalles que nos gustan para la boda, los dos coincidimos en planear algo discreto y familiar. Incluso la idea de casarnos en algún sitio pintoresco como San Miguel de Allende, Guanajuato o Querétaro. ─ ¿Estás nerviosa Sari? ─Ya no te juntes con mi papá…─ le reprocho. ─ Se oye tierno cuando te llaman Sari ─Mi abuelo me decía mi pequeña Sari. ─ ¿Y por qué le dices "chocho" a Alex? ─Porque tenemos un primo que nos decía enanos cabeza de chocho, y como era muy largo yo le comencé a decir chocho y él; enana... ¿A ti cómo te dicen? ─No te voy a decir. ─Anda, dime… ─Llegando a casa te vas a enterar… Dicho y hecho, en cuanto entramos a
Sara El sábado por la mañana, desayunamos con Chicho, Sol, Curro, Pepo y Jimena una amiga de Pepo. Curro nos lleva al embarcadero y paseamos en su bote un rato. El clima está sensacional, nos tiramos al sol para broncearnos, alrededor del medio día me llevan de nuevo a la ciudad a conocer algunos monumentos históricos. Campeche es una ciudad preciosa, sus casonas y edificios coloniales, la hacen parecer suspendida en el tiempo. Esa tarde Franco me dice: ─Muero por estar a solas contigo. Me ruborizo