LA LLEGADA DE FRANCO

Franco

30 de diciembre de 2008

Cuando aterriza el avión en Roma, se me quita el frío solo de pensar que la veré. Fueron seis meses que me parecieron una eternidad. Conté los días para estar a su lado de nuevo.

Al verla ahí, parada en aquel enorme lugar, con su hermoso abrigo, tapada hasta los dientes por el frío y esperando mi llegada, mi alma vuelve al cuerpo. Fueron segundos que me llenaron de felicidad. Acercarme a ella y poder abrazarla es lo mejor de todos estos meses de espera. No sé cuál será su reacción, en nuestros correos electrónicos le dejé ver que la extrañaba, y no solo como amiga.

Su departamento es muy acogedor, me siento muy extraño, aunque ella me ofreció hospedaje y yo acepté, sin embargo no estoy totalmente cómodo. Tenerla  cerca me endurece un poco el cerebro, pero debo ser cauteloso, no deseo asustarla, todo lo contrario, deseo que me ame como yo a ella.

Paseo por Roma

Franco

31 de diciembre de 2008

Nos vamos de tour el último del año. Para ser honesto es agotador e imprudente para mi forma de ser. Las multitudes me estresan y Roma está llena de gente y de cabeza. Me pongo de malas por la tarde y le pido me lleve a algún lugar para comer, además debo dejarle claro cuáles son mis intenciones, antes de que algún italiano ronde por allí.

Al fin le confieso la verdadera razón de mi visita, lo toma mejor de lo que esperaba, me dice que no está preparada, pero por un momento pensé que me pediría que me largara de su vida. La sombra de Carlos aún ronda por su corazón y no es para menos, él era mi mejor amigo y las circunstancias en las que conocí a Sara, no eran bonitas. La partida de Carlos fue un acontecimiento que dejó rotos muchos corazones.

¿Cuántos días se necesitan para volver a enamorarse? ¿100? ¿500? ¿1000 días?

Al volver a su casa, nuestra dinámica ha cambiado. Nuestro día agradable se ha convertido en una tarde tensa. Susana su amiga, la compañera de departamento se encuentra dormida en el sofá, me molesta no tener un lugar donde charlar. Ella se da cuenta y me lleva a la terraza. 

Cuando trato de cerrar el tema y marcharme a descansar me dice: "Tengo sentimientos encontrados, dame tiempo por favor".

"Esperanzas", me está dando "esperanzas". Emocionado le abrazo, dudo en besarla y al final solo rozo sus labios con los míos con un tierno beso. Me sonríe cohibida y me marcho a la habitación a descansar antes de la juerga que nos espera.

Sé que no debo, pero escucho una plática con su amiga Susana. No dice nada que no sepa, sin embargo Susana la anima a dejar el pasado y darme una oportunidad. Me cae bien Susana.

Antes de marcharnos a la fiesta de Año Nuevo estoy a punto de besarla, justo en el momento en que tocan el timbre, es el novio de Susana, un italiano coqueto, el clásico de las películas. Aire de conquistador. Es efusivo con Sara, la abraza y eso me pone de mal humor. Además de haber interrumpido nuestro momento. 

Me las arreglo para adelantarnos,  salimos del edificio y en cuanto encuentro un lugar para besarla lo hago. Tenía años esperando este momento, y al fin, Sara es mi novia. O al menos eso parece.

Pasamos una excelente velada, el ambiente es magnífico. Sara y yo disfrutamos y termino por acoplarme al ambiente de sus amigos.

Año nuevo, novia nueva

1 de enero de 2009

Salimos del lugar como a las dos de la madrugada, solos, ella y yo, sus amigos tienen otros planes, afortunadamente para mí. Caminamos un poco y nos topamos con un grupo de mexicanos muy ambientados y cantando.

“Ay, ay, ay, ay… canta y no llores...” Sara, que estaba pasada de copas les hizo segunda… ”Porque cantando se alegran cielito lindo los corazones”. Es bastante entonada, jamás lo hubiera imaginado, no tiene el tipo de chica intelectual y mucho menos de chica con talentos artísticos, pero así es Sara, “un estuche de monerías”.

Nos dan las cinco de la mañana, yo comienzo a enfadarme, Sara sigue bebiendo cerveza como si fuera agua, debo mantenerme sobrio, si no, no sé qué será de nosotros esta noche. “Nuestra primera noche juntos” y ella totalmente indispuesta. Aunque su sentido del humor sube del 5 al 8.

Se burla de mi cuando le digo que me encargaré de llevarla a casa, después de esa conversación dudo mucho que se acuerde de algo más. Afortunadamente estamos a solo unas 5 cuadras… Tomar un taxi es un tema difícil, la ciudad sigue colapsada. Llegamos a su casa, y para mi mala suerte la tengo que subir casi cargando a su departamento. 

La llevo a su habitación, le quito el abrigo y los zapatos. Procuro ser prudente, se encuentra en un estado lamentable, así que con todo y ropa la cobijo. No sé si debo quedarme o no cuando me dice:

-No te vayas - me acerco a darle un beso en la frente y está totalmente dormida.

-Voy a ponerme algo más cómodo…-respondo y me marcho a mi habitación. Ya son las 6 de la mañana. Me estoy lavando los dientes cuando escucho a Sara haciendo ruidos singulares.

Corro a verla, ¿por qué tiene que pasarme a mí? Los excesos de aquella noche llegan al límite, vomita toda la cama y su vestido de lana… Prácticamente inconsciente la llevo al baño para que termine. Le busco ropa de dormir y al volver al dormitorio, me doy cuenta de que la cama está sucia… la llevo al sofá. Se duerme nuevamente a los cinco minutos… destiendo la cama y saco las cobijas y las sábanas al patio… Está haciendo un frío terrible… voy por un cobertor al cuarto de visitas para arroparla cuando me dice:

-Otra vez quiero vomitar…

Son las ocho de la mañana, no he dormido ni dos segundos… eso comienza a ponerme de mal humor.

La acompaño nuevamente, le ayudo a lavarse y volvemos a mi cama, con sueño, en ese momento mi caballerosidad me tenía sin cuidado. 

Al fin nos quedamos dormidos, cerca de las diez de la mañana consigo sueño profundo. Sara me despierta después del medio día angustiada:

-¡Franco!

-¿Qué pasa? ¿Quieres vomitar?

Ella está muy preocupada, no se acuerda de nada, me río por dentro. Se encuentra algo apanicada de que haya ocurrido algo entre nosotros ¿qué clase de tipo cree que soy? Después se pone sensible, ligeramente “hormonal” porqu**e la reprendo. Le dejo claro el tema, se ha excedido con el alcohol, bastante. La tranquilizo y para disminuir su angustia, le pido que salgamos a comer algo, pues el hambre y el sueño no son buenos compañeros.  

La mando a arreglarse mientras yo también me meto a bañar, al salir de la regadera la encuentro en la habitación. Se ruboriza al instante. A mí también me da un poco de pena, pero yo tengo el control de la situación y agrego para ponerla nerviosa:

-¿Qué pasa Sari? ¿Por qué tan roja? Dame un par de minutos y nos vamos…

Me sonríe y sale de la habitación. Esa tarde me regala una bufanda, me gusta el detalle. Eso quiere decir que ha pensado en mí. Esta relación fue un sueño y ahora lo estoy viviendo al fin. Aún el tema de la distancia me pesa, pero alguna solución debemos encontrar.

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