ILUSIONADA

El clima está helado, aun con el abrigo, guantes y gorro, siento frío. Esta mañana heló, amanecimos a ─1°C.

Alrededor de la 1:30 de la tarde, veo a Franco a lo lejos, pasando el último registro. Me mira, sonríe y agita la mano mientras revisan el equipaje.

Sonriente se acerca, nos damos un abrazo, de esos que son reconfortantes y llenos de emociones... y sin poder evitarlo me pongo a llorar.

─ ¿Qué pasa Sari?

─Es la emoción, ya sabes─. Le doy una débil sonrisa.

─ ¿Carlos?

Le miro a los ojos y asiento moviendo la cabeza.

─Ya Sari, no pasa nada, vine a hacerte pasar un buen rato…─ me abraza de nuevo. Me gusta ese gesto y mucho.

─Lo sé, me encanta poder verte, anda vamos por un café que muero por platicar contigo.

Lo tomo de la mano y lo llevo a tomar un taxi. Pasamos rápido por un café para llevar.

Llegando a casa le muestro el departamento, lo acompaño a su habitación para que se instale. Después de refrescarse sale a buscarme, mientras yo recojo la cocina.

─ ¿Estás cansado?

─Algo, bueno, bastante, pero prefiero esperar a la noche, así me adapto más rápido al horario.

─Haces bien ¿quieres tomar algo?

─La verdad muero de hambre ¿te invito a comer? ─ Dice entusiasmado...

─ ¿Pizza y pasta? ─Sonrío y asiento nuevamente moviendo la cabeza.

Toma mi mano, siento electricidad, eso es bueno, bajamos a la vía del Giovanni Piaisiello. Ahí hay una pequeña y acogedora pizzería que me encanta.

Pedimos vino, comemos y conversamos. Con Franco puedo platicar de todo, sabe escucharme, siempre atento a mis asuntos y viceversa. Me hace reír, cuando nos entra el "ataque bobo" nadie nos para.

Al día siguiente hicimos un recorrido peculiar, debido a los preparativos de la fiesta de año nuevo, Roma es un caos. Decido llevarlo a tomar el autobús turístico, en primer lugar, llegamos al Coliseo Romano, estamos ahí un buen rato, caminamos, nos tomamos fotografías por aquí y por allá, y noto un par de ocasiones que Franco me retrata infraganti. Me hago la distraída, pero él sabe. Caminamos a los Foros Romanos y luego vamos para Plaza Venezzia.

Franco impresionado con la magnitud de tantos monumentos históricos se olvida de mí por instantes. Es tan culto que no da un paso adelante hasta no leer todas las reseñas históricas. Eventualmente me busca y toma más fotografías…

─Deja de retratarme, estás en Roma…

─Qué más da, traigo memorias SD de sobra.

A media tarde, al borde del desmayo por hambre, entre el paseo y las caminatas estamos exhaustos.

─Vamos a comer algo Franco, muero de hambre.

─Ya sé, eres una glotoncita y no has comido nada desde temprano ¿a dónde vamos?

─Estamos cerca de Piazza di Spagna… de ahí podemos caminar a la Fontana di Trevi.

─Perfecto, necesito pedir un deseo.

Me lleva de la mano nuevamente, caminamos en silencio un rato, noto un poco de nerviosismo en su actitud.

─ ¿Todo bien Franco? ─ digo inquieta al tiempo que confundido agrega…

─Demasiada gente… ¿crees que podremos ir a algún lugar donde podamos charlar con algo de paz?

─ ¿Te sientes bien?

─Sí, estoy ligeramente engentado, eso me pone de mal humor.

Lo llevo a “Otello alla Concordia”, un agradable restaurante que le gusta a mis padres, el lugar está lleno, pero nos ofrecen una mesita para dos, ya que la mayoría de los asistentes en espera vienen en grupos grandes.

Franco se sienta, pedimos unas cervezas y dice:

─Perdón Sara, me agoté, creo que hemos caminado demasiado, he tomado poca agua y el hambre.

─Lo sé… ─ lo miro ofuscada, Franco toma un respiro y agrega:

─ ¿Qué vamos a hacer esta noche?

─Unos amigos reservaron en un bar ¿te parece bien?

─Con tal de pasarla contigo, por mí en la azotea de tu casa.

─No es mala idea, desde ahí podríamos ver el espectáculo de fuegos artificiales.

─ ¿En serio?

─No… es broma ─río.

Pedimos una pasta y una ensalada para compartir, tenemos gustos parecidos en cuanto a comida, a los dos nos gustan los quesos fuertes y los mariscos. Bromeó un poco conmigo sobre mi astucia para llevarlo a conocer Roma.

─Solo te falta hablar como las guías-Finge la voz mientras reímos.

─ ¡Ey ya! No más bullying por favor…─ río.

Se pone serio, me mira a los ojos y me toma de la mano.

─Sari, sabes por qué estoy aquí ¿no?

─ ¿A qué te refieres? ─ Digo intrigada mientras toma un trago de vino.

─Es cierto lo que te dije en mi mail, no he dejado de pensar en ti, no te busqué antes, porque sé que lo de Carlos aún está muy dentro de ti…

Aquella confesión no me sorprende, sin embargo, me quedo muda. No encuentro palabras para responderle, finalmente, mientras el acaricia los nudillos de mi mano con su pulgar respondo:

─Franco, no estoy preparada para esto. Sé que me encanta tu compañía, tu amistad ha sido lo mejor que me pudo pasar, pero Carl... aún está muy presente en mi vida.

─Tranquila Sari, lo entiendo. No quiero presionarte, solo necesito que lo sepas, porque cuando estés lista para avanzar, deseo ser el primero de la fila.

Brota una lágrima de mis ojos, es inevitable. Adoro a Franco, me gusta mucho, me parece no solo un gran partido, el mejor, tenemos una química increíble, pero Carlos se hace presente en todo momento, siento que si doy ese paso lo estoy traicionando.

Franco toma una servilleta y limpia mis mejillas agregando:

─Mi corazón es tuyo Sari. Antes del accidente de Carlos…─duda un poco─ los últimos días que nos vimos en México me di cuenta de lo especial que eras para mí, pero por respeto a Carlos me alejé. Lo intenté Sari, aunque es imposible dejar de pensar en ti. No digas nada, piénsalo… me gustas, te quiero como nunca pensé querer a alguien. Sé que aún falta para que vuelvas a México, pero estoy dispuesto a todo con tal de que esto funcione.

No sé qué decir. Sus palabras me confunden, de pronto me entra el nervio, por un lado, deseo besarlo, pero también me siento abrumada, deseo salir corriendo, pero no quiero ser descortés. Jamás me imaginé llegar a esto. Me doy cuenta que lo deseo, pero Carlos se hace presente en mis pensamientos de nuevo.

─Piénsalo… porque mi corazón es mi regalo de cumpleaños y deseo volver a México con el obsequio entregado y la nota firmada de recibido.

Le sonrío, prometiendo pensar en ello. Contento me da un beso en la mano y llama al mesero para pedir la cuenta. Es tiempo de descansar un poco antes de la fiesta de año nuevo.

Franco es un chico dedicado. Sus padres viven en Campeche. Tiene un hermano, David, con quien ha estado distanciado, pero no me ha dicho por qué. Franco renunció a trabajar en el negocio de su padre y tiene algunos años viviendo por su cuenta. Trabaja en la UNAM. Es director de un proyecto para viajes de práctica de la Facultad de Filosofía y Letras. Su viaje a España es el primero del año. Además, es el director editorial de una revista de política local y escribe artículos de opinión cultural en un periódico importante. Tiene 27 años, está cursando su segunda maestría y por supuesto está buscando una beca para iniciar un doctorado.

Saliendo del restaurante, caminamos a la Fontana di Trevi. Me toma de la mano, contento lanza una moneda.

─Deseo que Sari me diga que sí

Me ruborizo, un par de personas se dan cuenta del acontecimiento y comienzan a gritar.

─ ¡Di que sí! ¡Anda!

Emocionado desvío la mirada y luego me lanzo a sus brazos y le digo al oído:

─Sácame de aquí…

Me mira confundido, pero al fin comprende mi nerviosismo. Franco de inmediato toma las riendas del asunto, sonríe con sarcasmo, me toma de la mano y atravesamos corriendo una gran multitud mientras reímos.

Cuando por fin nos encontramos solos me dice:

─Creo que te he agobiado demasiado. Tómate tu tiempo, yo aquí estaré.

─ Solo un poco─, sonrío pensando que decir. me quedo callada un momento y agrego─ Honestamente no creí que tú… ─ bajo la mirada cohibida y vuelvo a sonreír.

Mi corazón en el fondo no me deja reconocer que Franco me gusta y mucho. Es mi “mexicano” favorito en mucho tiempo.

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