Sara
El el día de los santos inocentes volamos a Madrid. Un sin fin de bromas nos jugamos el uno al otro.. Nuestra relación es muy intensa, no podemos pasar mucho tiempo juntos sin besarnos y apapacharnos. Nuestras conversaciones son profundas, y me siento en deuda con Franco en todo momento. No para de complacerme. Da mucho en esta relación y eso me frustra. A veces siento que no doy todo por él.
“Una relación de pareja no solo es estar juntos, si realmente desean que funcione deben tener mucha comunicación, no se queden callados… No hagan cosas tontas que luego se conviertan en una montaña de orgullo y rencores absurdos.” Me dijo la abuela el día de mi boda.
La abuela Mely era mi consentida, de mis cuatro abuelos, ella y yo teníamos una química especial. Siempre me da regalitos extra. Fue mi cómplice en muchas aventuras de mi adolescencia. Incluso me invitaba a dormir cuando mis padres no me dejaban ver a Carlos y ella me solapaba para que me fuera a tomar un helado con él en la esquina de su casa.
El abuelo Luis, era todo lo contrario. Muy serio y conservador. Mi madre salió a él. Poco efusivo, pero en el fondo nos ama. Después de nuestro viaje de bodas, nos invitaron a su casa a cenar y nos obsequiaron una colección de libros antiguos de Historia de México. Franco estaba fascinado con el detalle, y por supuesto yo también, son de esos pequeños tesoros que uno aprecia por el hecho de que te tomen en cuenta para conservarlos.
Muchas de nuestras pertenencias no las pudimos enviar a España, nos prestaron un cuarto de su grande casa para guardarlas en nuestra ausencia, pues aunque el departamento lo rentamos amueblado, no podiamos dejar muchos objetos personales. Libros, ropa, etc…
-¿En que piensas?-interrumpe Franco.
-Me estaba acordando de mi abuela…
-¿Y?
-Franco, tú y yo tenemos buena comunicación ¿no?
-Sí… eso creo ¿ a qué viene la pregunta?
-Nada, solo que a veces me da algo de temor que las cosas no salgan como esperamos. Todo esto es nuevo para los dos y…
-...Y que mejor que iniciarlo juntos. No pienses en eso… ¿eres feliz?
-Mucho…
-¿Entonces? Mira… llegando a Madrid, dejamos nuestras cosas y nos vamos a pasear, podemos rentar un coche e irnos por ahí, tendremos todo el día… ¿Estás cansada?
-Más o menos…
-Sara, algo te pasa y no me lo quieres decir.
Franco tenía razón, el tema del dinero me tenía estresada. Las cosas en España no están bien, hay mucho “paro” y eso me inquieta. Me siento usurpando el lugar de algún español que necesita mi trabajo…
-Es por el trabajo Franco. Estoy encantada con vivir esta experiencia, pero el tema de trabajar en un país donde por ahora hay mucha gente desempleada.
-A ver Mio Cuore, para empezar, no eres empleada de una institución española, eres empleada de México en España. Y si consigues impartir los talleres de comunicación social, será mérito tuyo. Si alguien en España no tiene esa habilidad , el trabajo será para ti. Además piensa, que con los simposiums y los congresos que organizaremos, generarás empleos…
-Viéndolo así… creo que tienes razón.
-Anda tontita… duérmete un rato para llegar con energía.
Aterrizamos en Madrid muy temprano, cerca de las ocho de la mañana. Nos recoge Manuel Paredes, un amigo de Franco que nos dará hospedaje unos días en lo que está listo nuestro piso.
Manuel vive con su esposa, Elena, es una chica muy agradable, un par de años mas grande que yo. Hacemos química casi de inmediato. Me orienta en muchas cosas. Ella es colombiana, pero toda su vida ha vivido en Madrid.
El jueves, nuestros anfitriones se marchan a sus actividades, y quedamos de vernos para comer. Mientras tanto, recordando los viejos tiempos en Roma, Franco me lleva a desayunar un rico café con bizcocho.
Yo que soy toda propiedad a la hora de ordenar y los baristas que tienen poco tacto para tomar la orden, me convertí en el hazmereír de mi marido, el cual solo se limita a observarme y actuar con ventaja.
Después de varios intentos al fin Franco se compadece de mi, y cuando paso el barista le dice:
-Dos espressos cortados y dos bizcochos…-El barista sin mirarnos se sigue de frente, al volver, nos deja dos cafés, vuelve a marcharse y vuelve con los panecillos. Ni siquiera voltea a mirarnos…
Miré extrañada a Franco quien me recalcó:
-No seas tan melosa, aquí ordenas cuando pasa o te quedas sin desayuno.
-Así me educaron…-le dije ofuzcada-no les voy a dejar propina.
-Aquí no se deja propina-. Agrega.
- Claro, con esa “malaleche que se cargan los españolitos que les vamos a dar propina”...
Al día siguiente nos entregaron nuestra casa. Aún vacía, semiamueblada con una cama desvestida. Un comedor, una minisala con un sofacama, bastante feo. Le comento al administrador si podemos cambiar el sofá por algo mas nuevo y de mejor gusto… de muy mala gana me dice:
-Si lo tiras nos dejas uno nuevo…
Pongo mi cara de amargada y Franco se ríe. La “mala leche” de los madrileños me tiene de malas. Tendré que encontrar la manera de romper el hielo, si no enfermaré de tanta descortesía.
Al final, estaremos unos años ahí, me desharé de ese horrible sofá y conseguiré uno más lindo, al final, viviamos en España, IKEA nos sacaría de apuros.
Franco Manuel y Elena, viajan con nosotros a Roma. Pasamos en Florencia el año nuevo, y después pasamos el cumpleaños de Sara en la finca de su amiga Rossana. En ésta ocasión por ser los recién casados, su abuela nos prepara una hermosa habitación. Nada de dormir en la sala, se ha lucido. El día del festejo, con cierta complicidad, Elena, Manuel, Rossana y yo, llevamos serenata a las seís de la mañana, acompañados de los mellizos Pepo y Lolo; los primos hermanos de Rossana. Son músicos. Uno toca la guitarra y el otro la trompeta. Cantamos las mañanitas con una extraña traducción en italiano. Esa fue idea mía. Me acerco a Sara y le doy una rebanada de pastel de chocolate, con una cereza y una vela con el número ventiseis. -¡Dai, esprimere un desiderio!(¡Vamos! Pide un deseo.)- Grita el coro italiano mientr
Sara Al llegar a España de nuevo, compramos una prueba de embarazo. Hice mis cuentas, los cálculos de las pastillas, no hay error… lo unico posible es que el destino me haga una mala jugada, aunque el tema comenzaba a entusiarmarnos… un bebé. Por fin llegamos a casa, seguí las instrucciones e hice la prueba. Salgo con ella en la mano y me siento frente a Franco en la barra de la cocina, donde me espera ansioso. Dejo pasar los tres minutos que indica el empaque del “artefacto” y aparece una raya rosa. La prueba da negativo. Se que en el fondo Franco se tranquiliza y me dice: -Lo siento Mio Cuore… seguiremos intentando. Ofuzcada lo observo y le digo:
Franco Metí la pata. Carmela, la esposa del cónsul de Francia en Madrid, está aquí. La mujer es atractiva y sabe que lo es, le gusta ser el centro de atención y por lo general lo consigue. Es sumamente efusiva, es de origen francés y creció en España. Su marido, es un hombre mucho mayor, sin embargo, llevan varios años de casados. Ella debe tener unos cuarenta años. Confieso que es fascinante conversar con ella aunque suele ser algo empalagosa. Y sin duda, comprendo que su actitud puede hastiar a cualquier mujer, más si Carmela habla con los esposos, novios, prometidos de cualquiera… No medí las consecuencias, nunca me había tocado estar en esa situación, pues los últimos tres años, yo siempre acudía solo a los eventos del gremio. A su marido le encantaba que su mujer fuera así, la observaba con una admiración que
Franco Llegué al hotel a buscar a Sara. Ella estaba muy enojada, y con toda la razón. Carmela también me sorprendió, tal vez fui demasiado ingenuo. No se encontraba en la habitación, pregunté en recepción si la habían visto, pero no tenía mensajes ni nada. La busqué en el lobby, en el restaurante y en la cafetería del hotel. Busqué en los locales cercanos, sin éxito. La llamé varias veces, y le mandé varios mensajes. Deseaba hablar con ella y aclarar las cosas, pero ella deseaba su espacio, eso lo tenía claro. Elena, me prometió enviarme un mensaje por si recibía noticias de Sara, pero ya había pasado una hora y no había novedades. Cerca de las 12 de la noche, recibí un mensaje: "Me fui de marcha con los argentinos, no me esperes" Sara. ¡Dios! Con los argentinos, no solo se fue de fiesta con un grupo de cuatro eruditos en letras, eran cuatro hombres argentinos y la esposa de uno de ellos, que además de ser los más bul
Sara Amanecí con un terrible dolor de cabeza. A mi lado, Franco estaba recostado en la cabecera, se había quedado dormido auxiliándome en mi mala noche. El evento ya había terminado, habíamos acordado en desayunar con quienes quisieran unirse en el restaurante del hotel. Pero honestamente yo no estaba de humor para socializar. Además tendríamos que toparnos de nuevo con Carmela y era lo que menos me interesaba. Tal vez soy muy inmadura, pero prefiero no arriesgarme a cometer una locura. Sono el tintÍn de los mensajes de mi teléfono celular, raro que en domingo me busque alguien tan temprano. Sonó de nuevo. “Enana, urge que te comuniques a casa” Chocho Era mi hermano Alex, sin duda era importante.
Franco Compré un vuelo para el viernes, casi cinco días después de que Sara se había marchado, pero no había encontrado vuelos directos antes de aquel día, por lo que me puse en lista de espera. Por alguna razón sentía que debía estar con ella en estos momentos. No debí haberle hecho caso cuando insistió en que me quedara, pero se salió con la suya. Hablé con ella minutos antes de que su madre entrara a cirugía y la escuché nerviosa. Pensé que era la cirugía lo que la tenía inquieta, cuando recibí un mensaje en mi teléfono celular que decía: "Tú y la estúpida de tú mujer me la van a pagar, sé que ahora está sola". Lo primero que me vino a la mente fue Diana, pero ella estaba internada en un hospital de salud mental, no tenía acceso a la tecnología. Llamé por teléfono a Lobo, mi amigo, quien se encontraba en
Sara Nunca había vivido ningún tipo de acoso. Aquel día, después de recibir varios mensajes y darle varias vueltas, traté de pensar en la gente que está a mi alrededor, solo se me venía a la cabeza el nombre de Carmela, y me parecía poco coherente que fuera ella, en realidad nuestro enojo no era para tanto. Sin embargo, el abogado pensaba que pudiera ser ella. Tenía acceso a mi teléfono, pues ella sabía mi nombre y tenía mis datos por la invitación a la convención, por otro lado, sabía muchos datos de mi vida en México, y me hablaba de mi hermano, ¿de dónde podría tener esa información? Solo que hubiese volado a México al mismo tiempo que yo o tenía un contacto siguiéndome. No me parecía tan importante la situación con Carmela como para que ella llegara a esos extremos. Con esas sospechas, las probabilidades caían sobre la amiga de Franco, Diana... Ella si tenía mucho coraje contra mí, estaba cegada por los celos, pero estaba internada en un hospital
Franco Desperté en una cama de hospital. La bala solo me hizo una herida superficial, la mala puntería de Diana me salvó. Cuando desperté pregunté por Sara. Entonces llamaron al médico. -Su esposa está bien. Tuvo un desmayo, y por su estado decidimos dejarla en observación, pero ella como el bebé están bien. -¿El bebé? -¿No lo sabía? Felicidades, van a ser papás. La noticia me cayó como agua fría, no estaba en nuestros planes inmediatos, pero eso podría ayudarnos a superar el mal rato que vivimos con los arranques de Diana. Diana fue detenida, los cargos intento de homicidio, extorsión y otros delitos menores. Con sus antecedentes de salud, estaría inernada en un hospital de enfermos mentales un buen rato. Me dio mucha tristeza que hubiera terminado de ese modo. Al poco tiempo, apareció su padre, Diana lo había mandado secuestrar para poder hacer de las suyas con total libertad, a veces no me da la cabeza