Tras mencionar que era su tercera vida, Adeline miró fijamente a su esposo con la esperanza de que este le diera una explicación lógica o confesara la verdad del porqué ella se encontraba en ese universo. Ante esta revelación, Ashal la tomó de los brazos y respondió afligido. —Perdóname, Adi, es mi culpa que hayamos vuelto. —¿Aceptas la culpa? ¿Solo eso? —cuestionó ella, apartándose de Ashal. —Sé que no tengo excusa para justificar lo que hice —continuó diciendo el emperador, con voz entrecortada—, pero realmente me sentía tan culpable con lo que te hice, que únicamente deseaba enmendar mis errores, sin importar en el mundo en el que nos encontráramos. La desesperación de ese hombre conmovió un poco a la joven, pero al recordar la visión de sí misma suplicando por tener una vida feliz, dijo seriamente. —¿Sabías que sacrifiqué mis recuerdos a cambio de mi deseo? —¿Eh? ¿De qué estás hablando? —cuestionó Ashal contrariado. Adeline se apartó y continuó diciendo. —Para mi, todo es
—¿Y cuál fue tu deseo? —preguntó Ashal, mirándola fijamente. Ante este cuestionamiento, Adeline volvió a suspirar y respondió seriamente. —En una de mis visiones —hizo una pausa para tratar de acomodar sus ideas—, me vi a mí misma quejándome por los constantes abusos que había sufrido en mi vida. Incluso llegué a culparte por no haber estado cuando Mikhail me atacó. Fue entonces que supliqué a la deidad que me enviara a un mundo donde pudiera ser feliz —en ese momento alzó la mirada y continuó diciendo con lágrimas en los ojos—. La deidad me cuestionó si estaba segura de lo que pedía, puesto que ello implicaba olvidar todo lo relacionado contigo. Consternado con este relato, Ashal la estrechó entre sus brazos y dijo afligido: —Lo siento mucho, fui un tonto por no haber sido un mejor esposo para ti en nuestra primera vida. —Luego de esto, se apartó y preguntó con inquietud—. Entonces, significa que a raíz de esa promesa, los recuerdos sobre tu vida anterior fueron bloqueados. —Algo
Adeline se estremeció al escuchar la voz ronca de su esposo, que inmediatamente se apartó e intentó justificarse. —¡Ashal! No es lo que piensas, yo solo quería… Ignorando las justificaciones desesperadas de su esposa, Ashal la atrapó de la muñeca para atraerla hacia él y luego añadir cínicamente. —¿Qué sucede? ¿Por qué tiemblas conejita? —¿Eh? Que… que… ¿Qué piensas hacer? —preguntó nerviosa. —No sé, ¿tú que querías hacerme mientras yo dormía? —reviró mientras besaba seductoramente la delicada muñeca. —Yo… bueno… quería revisar… —¿Qué tan grande es? —completó Ashal atrevidamente. —¿Qué? ¡No! Yo solo quería ver que no tuvieras más heridas —replicó Adeline un tanto indignada por el atrevimiento de su marido. Ashal sonrió perversamente y luego añadió. —¿En serio? No tenía idea de que te gustara jugar a la enfermera. Ofendida por el cinismo de Ashal, la joven comenzó a forcejear para librarse de sus garras. —¿De qué hablas? ¡Suéltame! Yo solo quería curarte, pero veo que ya est
Para Ashal, el que Adeline lo invitara de esa forma resultó bastante inesperada y excitante, que por un momento pensó en abalanzarse sobre ella. No obstante, se contuvo al recordar la primera vez que consumaron su matrimonio, hecho que resultó bastante traumático para la joven. Temeroso de lastimarla como en esa ocasión, preguntó: —¿Crees estar lista? —¿Por qué no lo intentamos? —respondió ella atrevidamente, mientras se acariciaba la vulva para mantener la excitación. —¿No temes que te lastime? Digo… técnicamente es tu primera vez y yo… soy un poco grande —replicó Ashal. En ese momento, Adeline recordó el capítulo que relataba la noche de bodas, específicamente el detalle en el que Ashal había forzado a que su miembro viril entrara en la estrecha vagina, causándole un intenso dolor a la indefensa Adeline. Entonces, sonrió dulcemente y señaló. —Pero ahora esto es consensuado y dudo mucho que puedas lastimarme. —¿Tú crees? Yo… no me gustaría causarte un trauma por meter mi pene…
En una lúgubre habitación del hospital, Damien se encontraba tendido, apretando con rabia las sábanas con la única extremidad que podía mover. Se sentía tan despreciablemente inútil por ni siquiera poder vengarse del “responsable” de haberlo dejado postrado en esa cama. —Maldito Ashal… Maldito Ashal… Me vengaré… Juro que me vengaré… No descansaré hasta matarte y robarte todo lo que es tuyo… —mascullaba. Como estaba concentrado intentando movilizar sus extremidades “muertas” y lanzando rabiosas advertencias que solo aumentaban más su ira hacia el emperador, no se percató que una persona había entrado en la habitación. No fue hasta que una voz familiar lo hizo volver en sí. —¡No lo puedo creer! Realmente… estás así —exclamó Azabach bastante perturbada. Damien dirigió la mirada hacia donde provenía la voz, pero como todo estaba en penumbras, apenas podía visualizar la delicada silueta. —¿Azabach? —preguntó sorprendido. La joven nómada se acercó a la cama y, antes de que él emitiera
Cuando Ashal mencionó sobre sus apuntes, Adeline recordó que había perdido una hoja en particular, así que inmediatamente reclamó. —Entonces, ¿fuiste tú quien se llevó esa hoja? —Lo siento —comenzó a justificarse—, esa noche la brisa que se coló por la ventana tiró tus hojas al piso. Cuando las levanté, el contenido de una de ellas atrajo mi atención y la guardé para analizarla detenidamente. Sin embargo, no pude concentrarme en ello, porque los delegados de los nómadas vinieron a anunciarme sobre la presunta muerte de la hija de su líder y tuve que enfocarme en investigar qué había pasado. La respuesta de Ashal calmó los ánimos de su esposa, que señaló con seriedad. —Ya veo, ahora entiendo por qué pensabas que era una espía. —¿Eh? ¡No! Bueno, jamás dudé de ti. Solo me intrigaba el hecho de que tú supieras demasiadas cosas que ni yo mismo recordaba —aseguró Ashal avergonzado. —¿Ah si? —¡Sí! Aunque me sentía intranquilo que descubrieras cosas que te pusieran en peligro y yo no p
Cuando Ashal aseguró firmemente que él no había asesinado al emperador Ovidio, los presentes se quedaron mudos de la impresión. Entonces, Ashal dirigió una mirada fría a su hermano menor y continuó relatando. —Entiendo que pienses eso de mí por todo lo que pasó durante la guerra, pero te aseguro que no fue así como ocurrieron las cosas. Hina, que ya sabía de la inocencia de su hermano, se acercó para respaldar su testimonio. —Sé que no pueden creer lo que Ashal está diciendo, pero es la verdad. Él no mató a Ovidio y hay testigos de que así fue. Roger palideció al escuchar esto, pero como no quería admitir su error, insistió. —¡Mentira! ¿Quién nos asegura que ese hombre no ordenó el asesinato de nuestro hermano? A lo cual, Ashal volvió a señalar. —Tienes razón en cuestionar mis acciones, sin embargo, te aseguro que jamás tuve intención de matar a nuestro hermano. —Entonces, ¡dinos qué pasó en realidad! —demandó Rebeca, mirando con rabia a Ashal. Este suspiró pesadamente y lue
Adeline se estremeció al escuchar tal pregunta, que inmediatamente dirigió la vista hacia su esposo para escuchar su respuesta. En tanto, Ashal mantuvo su expresión estoica y contestó sin titubear: —Si es necesario para acabar con esta guerra, lo haría sin dudar. Aunque la respuesta era la que esperaba, Hina no estaba del todo de acuerdo, así que añadió con preocupación. —El tío Adolf nunca me inspiró confianza, y no dudo que ahora está dispuesto a todo con tal de arrebatarte el trono de Mont Risto. Sin embargo, considero que asesinarlo no resolverá todos los problemas. A lo cual, Ashal señaló: —Sé lo que te preocupa, pero lo que importa ahora es que ustedes estén a salvo en el país del Sur. Después de que ustedes salgan de Mont Risto, volveré rápidamente a la capital para poner fin a esta absurda guerra. Inconforme con la resolución de su hermano, Hina objetó: —Sé que quieres mantenernos lejos de las intensiones perversas de nuestro tío, pero me gustaría ayudarte de alguna for