Para Ashal, el que Adeline lo invitara de esa forma resultó bastante inesperada y excitante, que por un momento pensó en abalanzarse sobre ella. No obstante, se contuvo al recordar la primera vez que consumaron su matrimonio, hecho que resultó bastante traumático para la joven. Temeroso de lastimarla como en esa ocasión, preguntó: —¿Crees estar lista? —¿Por qué no lo intentamos? —respondió ella atrevidamente, mientras se acariciaba la vulva para mantener la excitación. —¿No temes que te lastime? Digo… técnicamente es tu primera vez y yo… soy un poco grande —replicó Ashal. En ese momento, Adeline recordó el capítulo que relataba la noche de bodas, específicamente el detalle en el que Ashal había forzado a que su miembro viril entrara en la estrecha vagina, causándole un intenso dolor a la indefensa Adeline. Entonces, sonrió dulcemente y señaló. —Pero ahora esto es consensuado y dudo mucho que puedas lastimarme. —¿Tú crees? Yo… no me gustaría causarte un trauma por meter mi pene…
En una lúgubre habitación del hospital, Damien se encontraba tendido, apretando con rabia las sábanas con la única extremidad que podía mover. Se sentía tan despreciablemente inútil por ni siquiera poder vengarse del “responsable” de haberlo dejado postrado en esa cama. —Maldito Ashal… Maldito Ashal… Me vengaré… Juro que me vengaré… No descansaré hasta matarte y robarte todo lo que es tuyo… —mascullaba. Como estaba concentrado intentando movilizar sus extremidades “muertas” y lanzando rabiosas advertencias que solo aumentaban más su ira hacia el emperador, no se percató que una persona había entrado en la habitación. No fue hasta que una voz familiar lo hizo volver en sí. —¡No lo puedo creer! Realmente… estás así —exclamó Azabach bastante perturbada. Damien dirigió la mirada hacia donde provenía la voz, pero como todo estaba en penumbras, apenas podía visualizar la delicada silueta. —¿Azabach? —preguntó sorprendido. La joven nómada se acercó a la cama y, antes de que él emitiera
Cuando Ashal mencionó sobre sus apuntes, Adeline recordó que había perdido una hoja en particular, así que inmediatamente reclamó. —Entonces, ¿fuiste tú quien se llevó esa hoja? —Lo siento —comenzó a justificarse—, esa noche la brisa que se coló por la ventana tiró tus hojas al piso. Cuando las levanté, el contenido de una de ellas atrajo mi atención y la guardé para analizarla detenidamente. Sin embargo, no pude concentrarme en ello, porque los delegados de los nómadas vinieron a anunciarme sobre la presunta muerte de la hija de su líder y tuve que enfocarme en investigar qué había pasado. La respuesta de Ashal calmó los ánimos de su esposa, que señaló con seriedad. —Ya veo, ahora entiendo por qué pensabas que era una espía. —¿Eh? ¡No! Bueno, jamás dudé de ti. Solo me intrigaba el hecho de que tú supieras demasiadas cosas que ni yo mismo recordaba —aseguró Ashal avergonzado. —¿Ah si? —¡Sí! Aunque me sentía intranquilo que descubrieras cosas que te pusieran en peligro y yo no p
Cuando Ashal aseguró firmemente que él no había asesinado al emperador Ovidio, los presentes se quedaron mudos de la impresión. Entonces, Ashal dirigió una mirada fría a su hermano menor y continuó relatando. —Entiendo que pienses eso de mí por todo lo que pasó durante la guerra, pero te aseguro que no fue así como ocurrieron las cosas. Hina, que ya sabía de la inocencia de su hermano, se acercó para respaldar su testimonio. —Sé que no pueden creer lo que Ashal está diciendo, pero es la verdad. Él no mató a Ovidio y hay testigos de que así fue. Roger palideció al escuchar esto, pero como no quería admitir su error, insistió. —¡Mentira! ¿Quién nos asegura que ese hombre no ordenó el asesinato de nuestro hermano? A lo cual, Ashal volvió a señalar. —Tienes razón en cuestionar mis acciones, sin embargo, te aseguro que jamás tuve intención de matar a nuestro hermano. —Entonces, ¡dinos qué pasó en realidad! —demandó Rebeca, mirando con rabia a Ashal. Este suspiró pesadamente y lue
Adeline se estremeció al escuchar tal pregunta, que inmediatamente dirigió la vista hacia su esposo para escuchar su respuesta. En tanto, Ashal mantuvo su expresión estoica y contestó sin titubear: —Si es necesario para acabar con esta guerra, lo haría sin dudar. Aunque la respuesta era la que esperaba, Hina no estaba del todo de acuerdo, así que añadió con preocupación. —El tío Adolf nunca me inspiró confianza, y no dudo que ahora está dispuesto a todo con tal de arrebatarte el trono de Mont Risto. Sin embargo, considero que asesinarlo no resolverá todos los problemas. A lo cual, Ashal señaló: —Sé lo que te preocupa, pero lo que importa ahora es que ustedes estén a salvo en el país del Sur. Después de que ustedes salgan de Mont Risto, volveré rápidamente a la capital para poner fin a esta absurda guerra. Inconforme con la resolución de su hermano, Hina objetó: —Sé que quieres mantenernos lejos de las intensiones perversas de nuestro tío, pero me gustaría ayudarte de alguna for
Posterior a su encuentro con Azabach, Damien se sentía confundido con lo que había ocurrido la noche anterior, cuando ella besó la palma de su mano e hizo que volviera la sensibilidad en sus dedos. Por otro lado, estaba el hecho de su vergonzosa súplica para impedir que ella se marchara de su lado. «¡Maldita sea! ¿En qué rayos estaba pensando cuando le dije esas cosas? ¡Soy un estúpido! Ni siquiera tenemos una relación cercana», pensó irritado, desahogando su ira contra las sábanas. Como no quería seguir recordando ese vergonzoso momento, Damien decidió enfocarse en la sensibilidad recién adquirida en su mano izquierda. «¡Arg! Dejemos eso a un lado y mejor me pondré a trabajar, necesito levantarme de esta cama cuanto antes», pensó al tiempo que enfocaba su mente en que sus nervios volvieran a reaccionar como antes. Fue así que la pasó el resto de la noche intentando mover la extremidad izquierda, hasta que ya bien entrada la madrugada consiguió mover un dedo. Satisfecho, decidió re
Tal como habían acordado, Ashal acompañó a sus hermanos hasta la frontera sur. Fueron escoltados por Marion y los dos soldados desertores del ejército del Norte, Carsen y Gedeón. Como ellos habían mencionado, a unos kilómetros antes de llegar a la frontera se toparon con soldados de Adolf Dunesque, quienes al identificar a sus compañeros, les dieron el paso sin tomarse la molestia en revisar el vehículo. Cuando retomaron marcha, Hina murmuró un tanto aliviada. —Por lo menos esos idiotas están de nuestro lado. El emperador frunció el ceño y respondió. —Eso parece. Aún no me fío de ellos. Por lo menos está Marion, en caso de que esos idiotas quieran tendernos una trampa. —¡Ah! Solo espero que lleguemos pronto a la frontera sur y nos concedan el asilo —añadió Hina con ansias. En esto, Adeline preguntó tímidamente. —¿Quién dirige el país del sur? ¿Es un aliado? A lo cual, Ashal suspiró y comenzó a explicar perezosamente. —El rey Adal Pesol es el gobernante del reino de Bulgania.
Cuando escuchó esa voz, todo a su alrededor se congeló. Adeline miró con incredulidad cómo Ashal y los demás lucían como maniquís, estáticos y sin vida. Desesperada, comenzó a mirar para todos lados, buscando el origen de ese extraño mensaje. —¿Quién eres? ¿Qué está pasando? ¡Manifiéstate! En ese momento, la voz del misterioso ser volvió a sonar en toda la habitación. —¿Acaso lo olvidaste? Tú hiciste un pacto conmigo. Estoy aquí porque me invocaste. En respuesta a tu petición, es imposible, ya que no puedo evitar sus destinos. Incluso si Ashal es quien te trajo de nuevo a este universo, no hay garantías de que ustedes puedan continuar juntos. —¿Por qué nuestra sentencia es la muerte? —comenzó Adeline a reclamar—. ¿Qué te hicimos para hacernos repetir esta amarga experiencia? Incluso en nuestra segunda vida, cuando ni siquiera nuestros caminos se habían cruzado, te atreviste a cortar nuestras existencias. ¿Por qué no nos permites vivir felices? ¿Qué ganas con torturarnos de esta for